MARA VERDEJO
El plantador de bosques
Haber sido alumna de la Universidad de Almería y unos años
después presentar a uno de mis referentes vitales y profesionales, al sociólogo Joaquín Araújo Ponciano, en los viernes científicos organizados por UAL, ha superado cualquiera de mis sueños de alumna universitaria.
Así que sólo os puedo decir que no dejéis de soñar: los sueños, os aseguro, que se hacen realidad, y quiero dar las gracias por ello a Esther Giménez Luque, directora del Centro de Colecciones Científicas de la Universidad de Almería por hacerlo posible. Para esta mujer de la Ciencia no hay nada imposible. Joaquín regresa a mi Ítaca, como un Ulises utópico de mirada limpia; “a uno de los mejores perdederos del país” como ha escrito sobre mi hogar, donde sé que él también se embosca y tiene el placer y el arte de contarlo.
Naturalista y campesino, tiene un currículum de vértigo, pero imagino que si tuviera que elegir una cosa, elegiría ser árbol. Escribe Joaquín: “Y elijo la condición del árbol. / Porque come luz. / ¡Qué delicia desayunar transparencia, /almorzar lucidez/ cenar ocasos anaranjados!/ y con ellos construir el verdor/ y la sombra/y la rara nube que es toda copa/ donde se esconde el canto de/los pájaros. / Ahora no puedo, / pero cuando lo deje/ seré lo que he elegido.”
El hombre árbol y emboscado fertiliza la tierra con sus palabras, garabatos y haikus, y por supuesto con sus propias manos; lo mismo planta árboles que hace grafías de lugares lejanos. Su voz familiar y reconocida adquirió para mí forma humana en el XXXVII Congreso de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos, en Mayo de 2010, en Alcorcón. Nos sumergió en los parques como espacios para la sociabilización. Los parques como punto para el encuentro y el compartir, donde estrechar lazos y crecer, donde transitar y contemplar, donde crecer y respirar, entre sus auténticos protagonistas: los árboles.
Dijo en el Auditorio Municipal: “cada árbol en pie es un bastón para la sociedad lisiada”, y al final de la ponencia, se levantó, cogió un rotulador y con elegancia trazó tres líneas, y dijo que en japonés 木 significaba árbol. A esa misma grafía le hizo un pequeño punto y dijo que significaba amor. No lo pude contener: lloré conmovida porque me hizo sentir, con este gesto poético, la importancia de los árboles y su inmenso amor por ellos; e iluminó todos bosques que llevamos dentro. “No hay que plantar un árbol. Hay que plantar un bosque y plantar luego un bosque de bosques”, insiste Joaquín. El hombre que planta árboles nos hace partícipes con su arte de contar historias de la emoción del paisaje, del esplendor de la austeridad, del aire dibujado, de la danza del universo, de la sonata del bosque, de las mañanas de estío, de las aguas cantarinas y las noches de luna mora. Y si tuviera que elegir lo tiene claro: elige la condición del árbol y un bosque de bosques, porque es la única forma de lograr una “Humanidad más humana”. En el 25 Aniversario de la Universidad de Almería, “este conmovido con mayúsculas”, como dice María José Parejo Blanco, directora del programa de RNE “El Bosque Habitado” de Radio 3, vino a cultivar lo verde de nuestro conocimiento como cultiva su huerto o trabaja meticulosamente en su fascinante estudio sobre su mesa de madera- que respira- y su ventana luminosa, orientada a un inabarcable horizonte de bosque. Vino a atalantarnos a la comunidad universitaria almeriense como lo hace un bosque o un mar, mostrándonos el placer de
contemplar la Naturaleza, con el compromiso moral de defenderla, porque
nos estamos jugando la vida en la Tierra. ¡Felicidades Universidad de Almería! “Que la vida os atalante” dice siempre Joaquín Araújo.
El plantador de bosques
Así que sólo os puedo decir que no dejéis de soñar: los sueños, os aseguro, que se hacen realidad, y quiero dar las gracias por ello a Esther Giménez Luque, directora del Centro de Colecciones Científicas de la Universidad de Almería por hacerlo posible. Para esta mujer de la Ciencia no hay nada imposible. Joaquín regresa a mi Ítaca, como un Ulises utópico de mirada limpia; “a uno de los mejores perdederos del país” como ha escrito sobre mi hogar, donde sé que él también se embosca y tiene el placer y el arte de contarlo.
Naturalista y campesino, tiene un currículum de vértigo, pero imagino que si tuviera que elegir una cosa, elegiría ser árbol. Escribe Joaquín: “Y elijo la condición del árbol. / Porque come luz. / ¡Qué delicia desayunar transparencia, /almorzar lucidez/ cenar ocasos anaranjados!/ y con ellos construir el verdor/ y la sombra/y la rara nube que es toda copa/ donde se esconde el canto de/los pájaros. / Ahora no puedo, / pero cuando lo deje/ seré lo que he elegido.”
El hombre árbol y emboscado fertiliza la tierra con sus palabras, garabatos y haikus, y por supuesto con sus propias manos; lo mismo planta árboles que hace grafías de lugares lejanos. Su voz familiar y reconocida adquirió para mí forma humana en el XXXVII Congreso de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos, en Mayo de 2010, en Alcorcón. Nos sumergió en los parques como espacios para la sociabilización. Los parques como punto para el encuentro y el compartir, donde estrechar lazos y crecer, donde transitar y contemplar, donde crecer y respirar, entre sus auténticos protagonistas: los árboles.
Dijo en el Auditorio Municipal: “cada árbol en pie es un bastón para la sociedad lisiada”, y al final de la ponencia, se levantó, cogió un rotulador y con elegancia trazó tres líneas, y dijo que en japonés 木 significaba árbol. A esa misma grafía le hizo un pequeño punto y dijo que significaba amor. No lo pude contener: lloré conmovida porque me hizo sentir, con este gesto poético, la importancia de los árboles y su inmenso amor por ellos; e iluminó todos bosques que llevamos dentro. “No hay que plantar un árbol. Hay que plantar un bosque y plantar luego un bosque de bosques”, insiste Joaquín. El hombre que planta árboles nos hace partícipes con su arte de contar historias de la emoción del paisaje, del esplendor de la austeridad, del aire dibujado, de la danza del universo, de la sonata del bosque, de las mañanas de estío, de las aguas cantarinas y las noches de luna mora. Y si tuviera que elegir lo tiene claro: elige la condición del árbol y un bosque de bosques, porque es la única forma de lograr una “Humanidad más humana”.
-----
No hay comentarios:
Publicar un comentario