21 julio 2018

FELIX FINKBEINER
... addresses United Nations with speech to open the International Year of Forests 2011


     El precoz Finkbeiner fundó con nueve años -2006- «The plant for the planet children initiative», una organización internacional dirigida básicamente a promover que los niños planten un millón de árboles en cada uno de sus países (hasta ahora ha actuado en 91 estados) como medida para combatir el calentamiento, aunque la meta más ambiciosa de este organismo es llegar a plantar un billón de árboles.
     Con una camiseta que le iba un poco grande y que le hacía parecer incluso más joven de los 14 años según su biografía, Finkbeiner mostró un asombroso aplomo sobre el escenario para defender sus teorías conservacionistas y reclamar medidas más contundentes para mitigar el cambio climático y las emisiones de CO2.
      «Habla menos y planta más», es su lema.
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18 julio 2018

Celia Viñas y Mar Verdejo Coto

MAR VERDEJO COTO (Almería)
CELIA VIÑAS y el árbol de la vida
Del "Jardín del Mar", comentario

      Hay personas que pasan por la vida de puntillas, sin dejar huellas en el camino, sin mojarse la ropa en el río, o las botas con el barro, quizás vivan con miedo a vivir. Otras que caminan en libertad y dejan una huella imborrable en las personas con las que habitan. Las palabras y las acciones cobran otra dimensión y traspasan hasta las cenizas en el tiempo.
     Hay un poema escrito por Celia Viñas en diciembre de 1944 y publicado en 1946,  en su primer libro de poemas “Trigo del corazón”, mostrándonos su gran calidad poética, su sentido profético, su amor a esta tierra y su profundo conocimiento del paisaje almeriense desde el primer momento de su llegada a nuestra ciudad. 

CELIA VIÑAS OLIVELLA (Lérida, 1915-1954)
Un árbol

Un árbol
sobre mis huesos
Nada más. No. Nada más.
Silencio...
Si hay un árbol, sabrán todos
que debajo está mi cuerpo.
Los pájaros y los niños
y el mar que gime a lo lejos.
Todo lo demás olvido
hasta del hombre que quiero.
Gracias.
Enterradme en aquel cerro,
en aquel cerro desnudo,
desnudo y seco,
como yo, sí, como yo
orfandad de unos hijos que no espero.
Ay, mi corazón,
abuelo
de tus bosques, ciudad mía.
Si me muero -que me muero-
no me llevéis, no,
al cementerio
con los muertos.
¿Sabéis? Odio las manos cansadas
de los sepultureros.
Que me entierren cuatro niños
cantando un romance viejo.
Sí,
en aquel cerro
¿lo veis tras de mi ventana?
Todos mis sueños
pájaros en vuelo
sobre los pinos futuros
y ciertos
de tus bosques del mañana, mi Almería.
Si mi muerte te da un árbol, muero.
¡Qué dulce la muerte mía
sobre tus desnudos cerros!

                               (De Trigo del corazón, diciembre 1944)

     En él, Celia va tejiendo, verso a verso, los lazos ancestrales que existen entre los árboles y las mujeres; anhelando convertirse en savia porque sabe que el árbol, en esta tierra exhausta, representa la grandeza de la Naturaleza y el porvenir de sus habitantes. El árbol es la vida que de ella se nutre y que en ella crece. Es el santuario que late vida, en el cual quiere habitar en la muerte y formar parte de su memoria fotosintética, y del mañana de esta ciudad yerma a la que ama. Ella, que es sabia, sabe que un futuro con árboles es un futuro más feliz para todos los seres que moran en la ciudad.
      Y Celia Viñas dejó en su alumnado una huella, con su educación, en forma de árbol y poesía. En sus currículums dicen, ochenta años después: “Soy Manuel, cirujano jefe y alumno de Celia Viñas”. “Soy María, maestra y alumna de Celia Viñas”, y así todos en cualquier parte del mundo escriben poemas en forma de ramas, raíces y hojas, recordando sus clases al aire libre a la sombra de los árboles, bajo un retorcido pino o un naranjo en flor. Celia, la poeta, la maestra, la “madre”, la tierra, el amor, la paciencia, la ternura,… la mujer. Enraíza en los que la escuchan, en los que caminan junto a ella hasta la sombra de un árbol para aprender de ella, para dejar que germine en ellos la razón del ser y de la vida. Celia es como el árbol, el árbol de la vida.

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16 julio 2018

OLIVERA DE RÁFALES
Comarca de Matarraña, Teruel

     El hermoso pueblo de Ráfales -Comarca de Matarraña- tiene una antiquísima almazara, ahora convertida en hotel-museo del aceite, con una de las prensas de aceite más grandes de toda Europa.
     Pero el motivo de la visita es el contemplar la gran olivera, de la variedad rebuxenca, una de las más fuertes ante la adversa climatología -heladas, sequías- y más longevas.
Cruz de las Oliveras
    Este árbol es portentoso. Tiene un perímetro de 8 metros, una altura de cuatro metros y desde la altura de 1,5m se divide en cuatro cimales, de los que uno se ha secado, parece que por completo. En el mismo bancal hay otros tipos de olivos de variedades empeltre, caspe y moixonenca. Según me comentan a este olivo todavía se le recoge la oliva a mano para no dañarlo, aunque hay años en que sus olivas se quedan sin recoger.
     La ruta es muy sencilla. Desde Ráfales tomamos la TE-V-3005 camino de La Portellada. A unos dos km, a la derecha veremos la Cruz de las Oliveras, donde iniciamos la ruta de wikiloc. Tomamos el camino que sale a izda. paralelo al barranco de Els Postalls y recorremos el kilómetro y medio en sentido contario al barranco.
    La ruta de Wikiloc está hecha a mano por fallo "técnico". De todas formas es difícil perderse. Seguimos el camino principal y después de que veamos a mano izda. una antigua masía, tomamos en primer desvío a la derecha. En cuestión de 100m veremos, a la izda., el amplio bancal de la olivera.




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14 julio 2018

Author ImgMÀRIUS SERRA, en La Vanguardia 
De árboles y bosques

     A finales de junio, parece que haga siglos, asistí a una sesión explicativa para el vecindario del proyecto de reforma de los jardines de la masía de Can Fargas, en el paseo Maragall. Vivo tan cerca que paso cada día por ahí e incluso los pisé años atrás, cuando empezaban a organizar alguna visita guiada por Desideri Díez. Ahora Vila Marguerita, que es como en realidad se llamaba Can Fargas, ya es una escuela municipal de música, tras años de luchas vecinales para no dejarla en manos privadas que la querían ordeñar como una vaca pétrea con usos que la habrían desnaturalizado. La primera vez que participé activamente en una acción de protesta a pie de calle fue con los vecinos canfarguistas, que cada año cortaban la calle para organizar una feria reivindicativa, con música y parlamentos. Una vez que la rodeamos con una cadena humana me tocó delante del jardín y tuve tiempo para fijarme con más detenimiento. Era un verdadero bosque, espeso y sombrío, que contrastaba con el tráfico del dinámico paseo que tiene en uno de los tramos de su perímetro. En la reunión técnica con los vecinos, el arquitecto responsable de las obras de adaptación habló del valor que tenían los jardines. Me sorprendió la gran cantidad de especies que contiene y la lógica de jardín romántico que responde a su disposición, tan difícil de apreciar para un lego en la materia. Evidentemente, el paso del tiempo transformó la vegetación en masa forestal.
     Desde hace unas semanas, coincidiendo con los cambios constantes que se dan en la actualidad política catalana, los operarios de Parcs i Jardins arreglan el jardín según el plan que nos expusieron. Hacen de todo. Desbrozan, podan, abren paso, apuntalan los especímenes más altos y, en general, conjugan todos los verbos que comprende el paraguas de adaptar. De repente, los vecinos empezamos a pararnos cada vez que pasamos por ahí. Descubrimos rincones ignotos que la vegetación había ocultado durante años. Detalles de obra, como una fuente o unos peldaños, o bien plantas que ni sospechábamos que estuvieran ahí. Ya hace semanas que, cada mañana cuando paso por ahí, pienso que escribiré este artículo. Si lo hago hoy es por lo que oí en boca de un niño que iba con su madre hacia la escuela pública Torrent de Can Carabassa. Mama, le dijo, el bosque no nos dejaba ver los árboles. La madre empezó a corregirle, como para decir que había invertido los términos y que eran los árboles los que no, pero en ese punto se calló y sonrió. El niño acertó. Ahora que la incertidumbre de los cambios todo lo ocupa, muchos analistas sabiondos con madera de profeta nos repiten sus teorías y, si les replicamos, nos riñen diciendo que “los árboles no nos dejan ver el bosque”. Pero en ocasiones son los bosques los que no dejan ver los árboles. Y sin árboles no hay bosque.
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12 julio 2018

"El árbol que lo vio todo"
AMSTERDAM
reune en un mapa sus árboles monumentales

     La ciudad de Amsterdam ha hecho un mapa para proteger mejor los árboles monumentales y parques que tienen un valor monumental.
En el mapa ( http://www.gisdro.nl/monumentaal_groen ), puede ver los árboles de 50-80 años, 80-100 años y árboles que tienen más de un siglo. El árbol más antiguo de Amsterdam tiene más de 200 años (es un roble en el Zoológico Artis, junto a los chimpancés).
     El mapa también incluye monumentos estatales y monumentos de la ciudad oficialmente incluidos en la lista. Algunos ejemplos son el jardín del Vondelpark, el cementerio Oosterbegraafplaats, una calle en Artis Zoo, el jardín de Amstelrust (una casa solariega del siglo XVIII a lo largo del río Amstel) y el cementerio abandonado Huis Te Vraag.
     También se enumeran árboles con un valor cultural, como el "Árbol que lo vio todo". Este árbol es parte de un monumento en el sureste de Amsterdam para conmemorar a las víctimas del accidente aéreo de El-Al del 4 de octubre de 1992.

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