"Quién hubiera dicho que estos poemas de otros iban a ser míos, después de todo hay hombres que no fui y sin embargo quise ser, si no por una vida al menos por un rato..." Mario Benedetti.
A los amantes de los árboles,... localización, poesía, cuentos/leyendas, etc.
29 mayo 2016
DAVID S. RESTREPO El arbolado urbano Un enfoque práctico sobre los beneficios de los árboles y bosques urbanos
Estas son las fotos que acompañan a la charla:
http://www.slideshare.net/ArborCulture/restrepo-david-beneficios-de-los-arboles-y-bosques-urbanos-20151113-monterrey-reduced-55864700
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26 mayo 2016
A. GRAU & A. M. KORTSARZ
Universidad Nacional de Tucumán (UNT), Argentina
¿Para qué los árboles?
Transcribo lo que dice la fotografía por si no se lee bien...
Temperatura de sitintas superficies
medidas con un termómetro infrarrojo en dos cuadras contiguas de una
calle de San Miguel de Tucumán en el mes de enero. Mientras que la
temperatura del aire es bastante similar en ambos casos (menos de un
grado de diferencia), la tempera de las superficies muestra
diferencias drásticas.
Con un arbolado pobre, un transeúnte o
un automóvil se ven sometidos no sólo a la radiación solar
directa, sino también a la radiación de las superficies cercanas,
que pueden ser superiores en más de 30ºC a superficies similares
sombreadas.
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De "Únete al Planeta"
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23 mayo 2016
LA LEYENDA DE LA VICTORIA REGIA
Era una noche calurosa, las miles de tribus del Alto Amazonas podían ver la cálida luz emitida por una luna brillante como un diamante puro. En el centro del terreno de una aldea ardía una intensa hoguera. Un viejo cacique, que ya contaba con más de cien años de edad, sentado en un tronco de un árbol, contaba algunas historias para los niños, dando prueba de que el conocimiento milenario debía pasarse de mayores a jóvenes. Era el miembro con más edad de la tribu y también un poderoso chamán (hechicero y médico) que conocía todos los misterios de la naturaleza. Cuando terminó su leyenda uno de los niños le preguntó que de dónde provenían las bellas y maravillosas estrellas que brillaban en el cielo. El cacique, de voz lenta y cansada en razón del peso de la edad, tomó una bocanada de su enorme pipa y les contó a los niños la siguiente historia...
— Hijos míos, sabed que las conozco a todas. Sabed que cada estrella es una india que se casó con la luna, bella y brillante. ¿No lo sabían, eh? La luna para nosotros es un valiente guerrero, hermoso y fuerte (para los blancos es una mujer). En las noches de luna llena, él desciende a la tierra para casarse con una india que haya conocido – informó el anciano y curvado cacique.
— Mirad –continuó el anciano y sabio indio– ¿veis allá, aquella estrella brillante, a un lado del conocido Crucero del Sur? Aquella brillante estrella era la india Nacaíra. Era la india más hermosa y bella de la tribu de los maués. La otra era una india llamada Janã. Ella no sólo era una joven muy bonita y hermosa, sino que también era la flor más bella y con más garbo de toda la tribu de los auraques. Respecto a eso, les voy a contar una historia que ocurrió hace muchos años aquí en nuestra tribu.
Hace muchos años existía entre nosotros una joven y agraciada india llamada Naiá. Era como una verdadera y bella flor. Cuando supo por su padre, de forma secreta, que la luna era un increíble y encantado guerrero, inmediatamente se enamoró de él. Por este motivo, siempre rechazaba los pedidos de mano de los jóvenes guerreros de la tribu a quienes les gustaba. No le interesaba nadie.
La bella y linda Naiá tomó una extraña costumbre. Al caer la tarde empezó a ir a la selva y allí se quedaba horas y horas admirando la luna, embrujada por sus bellos y plateados rayos, cubriendo las noches con sus más ardientes y maravillosos reflejos, como si fuesen los rayos de un enorme diamante. A veces, su pasión por la luna era tanta que salía corriendo a través de la floresta, con la intención de agarrarla con sus brazos, intentando abrazarla. Pero ella, la luna, continuaba siempre distante e indiferente ante las súplicas de la enamorada india, que intentaba conseguir alcanzarla por todos los medios. Cierta noche, la bella y linda Naiá llegó a la orilla de un lago y vio en él, en el centro, la imagen de la luna llena reflejada, siempre bella, plateada, de rayos claros.
La bella india se exaltó de alegría. Pensó que el grande y apuesto guerrero plateado que amaba, estaba allí para admirarla y amarla también, y, para no perderlo como siempre, se tiró de cabeza zambulléndose en el ciego y profundo lago, adentrándose en las aguas turbias de donde no volvió a surgir.
Cuando su cuerpo flotó en las aguas, el grande y plateado guerrero, la luna, no deseaba hacer de Naiá una estrella más en el cielo, decidió convertirla en una estrella en la tierra. ¿Cómo? Transformó su hermoso cuerpo de esplendoroso semblante en la más fantástica flor de toda la región amazónica, flor linda y enorme que todas las noches, después de las seis de la tarde, abre sus enormes pétalos para que la luna ilumine sus hojas y sus puntos rosados. Esa bella y maravillosa flor en la que la linda Naiá se transformó es la conocida Victoria regia.
---Fin---
20 mayo 2016
EL CAUCHO EN EL BAJO CAUCA Antioquia - Colombia
ElHevea brasiliensis y otros muchos de los cuales se extrae el látex es un árbol que,probablemente, protagonizó uno de los capítulos más tristes y terribles de la historia de la humanidad... la explotación de los indígenas de la selva de la cuenca del Amazonas por parte de los despiadados caucheros. Gota a gota, la savia blanca y
viscosa aparece y fluye para depositarse en un recipiente colgado del tronco al final de la hendidura que le ha provocado el cuchillo.
Sangrado del palo
En el Bajo Cauca, Tarazá, Colombia, un grupo de 60 familias campesinas, hace 16 años, creyó en las bondades
del caucho. Hoy lideran una economía tan rentable que es
la esperanza de toda la
Mapa de Tarazá y del Depto. de Antioquia - Colombia
región. El caucho es la redención, el
bienestar, la estabilidad económica y empleo, además de la paz que trae a la región, acabando con los cultivos no legales y "reforestando" la región. El Hevea brasiliensis vuelve a protagonizar, esta vez, una historia de esperanza.
La plantación de árboles caucheros se inició en Santa Clara, a 24 km de Tarazá. En estos momentos se están incrementando las Ha de cultivo que son unas 3.000 y el hecho de que se esté pensando en una cooperativa de recogida del látex da la idea de la pujanza del cultivo.
A pesar de que en Colombia la experimentación del cultivo del caucho se remonta a la década de los 30, sólamente produce un 5% de su consumo de caucho por lo que tienen mucho margen para su autoabastecimiento.
Semillas
Los tiempos:
- Una vez recogida la semilla en junio-julio hay que sembrarla muy rápidamente porque su poder germinativo se pierde en poco tiempo. Bien lo sabía Henry Wickham cuando 1876 hizo los primeros envíos -70.000 semillas- al botánico de Kew, en Londres.Este hombre no robó las semillas,simplementeno estaba prohibida su comercialización. Los brasileños aún tardaron 8 años en cobrar por la exportación de semillas, y pasarían 4 décadas hasta prohibir su comercio. Esto "del robo" constituye todo un bulo frecuente en nuestro pensamiento y, también, en la Wikipedia. La falta de previsión brasileña constituyó la devacle de la extracción del látex a principios del siglo XX. Las semillas enviadas por Wickham no fueron afectadas por el hongo que ataca a los cultivos en Sudamérica porque no resiste largas travesías. (Pinchar para leer el relato de los hechos)
- Al cabo de 8 mesesel plantón suele alcanzar la altura de 1,5m. Entocesse injerta en la variedad de caucho deseada. Ésta no siempre es la más productiva porque hay que tener en cuenta la altitud, clima, resistencia a las plagas, flexibilidad a los vientos del lugar, ... y otros factores.
- Si el injerto toma se corta el palo original a unos 8 cm por encima del injerto. Si éste falla se intenta de nuevo.
- Cuando la ramita del injerto alcanza una altura de medio metro, el plantón ya se puede llevar al monte.
- En cada hectárea se plantan 500 árboles -palos-, dejando un espacio de tres metros entre árboles y 7 metros entre las hileras.
- El precio del plantón es de 5.000 pesos (+/- 2 euros)
- El cultivo debe realizarse siempre en laderas que tengan entre el 5% y el 25% de pendiente. La recogida del látex se hace penosa en grandes pendientes.
- Este cultivo no admite otros usos de la tierra, ni ganadera porque las pezuñas dañan la raíces muy superficiales del árbol, ni mezcla de cultivos, porque la sombra y sustancias del árbol matan toda
vegetación inferior. El monte se camina con facilidad, cosa no desdeñable porque hay que recorrerlo muchas veces y con mucho peso.
- El árbol se le deja crecer la guía hasta una altura 2,5m, donde se le corta para que se ramifique.
- El sangrado -rayar el palo-, que dicen los caucheros, se inicia, a los 6 años, cuando suelealcanzar un grosor de 45 cm. El sangrado se extiende por un periodo de 50 años.
- El primer corte de sangrado se inicia a una altura de 170 cm, con pendiente de 45 grados, en sentido inverso a las agujas del reloj y abarcando la mitad de la circunferencia del árbol.
- Cada rayada del palo se lleva medio milímetro de corteza, con una profundidad de unos dos milímetros. Este aspecto es fundamental para no hacerle al árbol unas heridas tan profundas que dañen alterando el cambium. Si éste se daña el árbol reacciona formando bultos, haciendo casi inviable un posterior rayado. - Un inconveniente tiene la recogida del látex, la lluvia. Ésta, al discurrir por el árbol, se mezcla con el látex y lo hace inservible.
- El sangrado puede realizarse todos los días pero se recomienda hacerlo cada dos días. Debe hacerse muy de mañana porque la producción de látex es más abundante. Pasadas las primeras horas de la mañana la producción baja ostensiblemente.
- La producción depende de la pujanza y madurez del árbol, en los momentos iniciales, es normal que se obtengan 150 cm3 por árbol. El látex se recoge al cabo de tres horas, periodo en que cicatriza la herida del árbol. La producción se va incrementando con la madurez del árbol.
- El rendimiento por hectárea de caucho es de un
millón de pesos mensuales (410 euros al cambio actual), frente a los 800.000 pesos, y los problemas, que puede dejar el cultivo de la coca.
- El sangrado se extiende desde febrero a diciembre, dependiendo de la climatología. En los meses de diciembre-enero los árboles pierden la hoja y es conveniente un periodo de descanso, aunque hay agricultores que no los dejan descansar.
- La tierra se fertiliza dos veces al año, con nitratos y calcio.
- Además del caucho se recogen las semillas para extraer su aceite de uso industrial.
- Al cabo de esos 50 años no hay que menospreciar el valor de la madera del árbol, que ayudará a establecer un nuevo proceso productivo.
Las metas de los caucheros se reafirman a medida que crecen los miles de árboles de caucho plantados. El proyecto denominado Semillas de Esperanza, es uno de los más
ambiciosos de cuantos existen en Antioquia (Colombia) y materializa el
anhelo de muchos hombres que quieren trabajar esta tierra y
no volver a la guerra, según uno de los líderes de los
desmovilizados.
Los usos del caucho
En estos momentos se vende la producción de látex a empresas de neumáticos, aislantes, cubre-cables, impermeabilizantes, globos, guantes, preservativos...
Pero estas imagenes valen más que lo que yo he tratado de explicar...
Es un poco extenso el relato pero es muy clarificador. Es una de tantas falsas creencias que todos transmitimos como ciertas. No hubo ningún robo, ni expolio, ni soborno...
Alumno y profesor
(...) Al decidir entonces romper el monopolio
brasileño, Markham recurrió a Sir Joseph Hooker, el director del
Jardín Botánico Real de Kew. Desde hacía unos meses Hooker se
había comunicado con un excéntrico plantador inglés, Henry Wikham,
que estaba viviendo en Santarém, un pueblecito amazónico situado
a seiscientos cuarenta kilómetros río arriba de Belém. Hijo de un
sombrerero de Londres y artista en ciernes, había huido de
Inglaterra siendo aún muy joven y vagado durante varios años en las
selvas de Nicaragua y de Venezuela, y finalmente por el Orinoco y el
Amazonas hasta llegar a Santarém, donde estableció una pequeña
granja. Una relación de sus viajes se publicó en Londres en 1872.
Era un libro más bien mediocre, pero repleto de muchas atractivas,
aunque imprecisas, referencias al caucho hebea, que interesaron a los
botánicos de Kew. En 1874, Hooker y Markham acordaron pagarle a
Wickham diez libras por cada mil semillas del caucho que pudiera
enviar del Amazonas.
El primer intento fracasó. Las
semillas, ricas en aceite y en látex, que se fermenta rápidamente y
se pone rancio, no pudieron resistir la larga travesía del Atlántico
en velero. De las diez mil semillas recogidas en 1875, ni una sola
germinó en los invernaderos de Jardín Botánico. La suerte de
Wikham no cambió hasta febrero de 1876, cuando recibió una
invitación de último minuto para cenar en el S.S. Amazonas,
un transatlántico de mil toneladas que hacía el viaje de
inauguración de la línea Liverpool-Manaos. Era el primer vapor que
navegaba en el Amazonas. Wikham pasó una noche agradable con el
capitán Murray, pero no pensó más en el barco hasta que un mes
después le llegó la noticia de que unos socios deshonestos de
Murray en Manaos lo habían dejado sin una onza de carga para su
viaje de vuelta.
Wikham actuó con rapidez. Aunque
sin un centavo, envió un mensaje a Manaos ofreciendo fletar el navío en
nombre del gobierno de la India. Luego partió de Santarén antes del
alba y recorrió cien kilómetros en canoa hasta Tapajós, un puesto
comercial donde contrató a unos indios tapuyos para que recogieran
cuanta semilla madura encontraran en la selva. Por casualidad el
barco había llegado en el momento perfecto del año, y los ruidos de
los frutos de la hevea al explotar y lanzar las semillas hasta
treinta metros a la redonda de los altos y plateados árboles rompían
el silencio de la selva al mediodía. En menos de dos semanas había
reunido más de setenta mil semillas y las había hecho empacar
cuidadosamente en serrín húmedo y hojas de banano, puestas en
canastas tejidas por mujeres tapuyos allí mismo.
La forma como él y el capitán
Murray se las arreglaron para sacar las semillas del Brasil y
transportarlas a Inglaterra sigue siendo objeto de polémicas. Los
brasileños, olvidando por conveniencia que toda su economía agraria
se basa en seis plantas importadas -la palma africana, el café de
Etiopía, el arroz de la India, el cacao de Colombia y el Ecuador, la
soja de China y la caña de azúcar del Sureste Asiático-, todavía
hablan de “robo del caucho” y lo califican como un hecho infame.
El mismo Wickham, en sus Memorias, le da al asunto un toque de
misterio, sin duda para ganar prestigio ante sus camaradas. De hecho,
todas las evidencias sugieren que la exportación fue un negocio
común y corriente realizado en forma abierta y con activa ayuda de
las autoridades brasileñas de Belén.
No había en esa época ninguna
ley que prohibiera la exportación de semillas del caucho hevea. En
el manifiesto aduanero, Wickham describió la carga como “especímenes
botánicos extraordinariamente delicados con destino al Jardín
Botánico Real de Kew, de la propia Majestad Británica”.
Perfectamente consciente de la fragilidad del envío, el funcionario
brasileño a cargo hizo pública la naturaleza de la carga. Por
cierto que sólo ocho años después empezó el país a cobrar un
pequeño impuesto por la exportación de las semillas, y pasarían
cuatro décadas antes de que se prohibiera su comercio. En esa época
los brasileños desdeñaban como una fantasía la idea misma de
establecer plantaciones de caucho productivas. Un miembro de la
Cámara de Comercio de Manaos declaró que “si no fuera nuestro
deber estar al tanto de los desarrollos científicos, podríamos
perfectamente pasar por alto esas plantaciones extranjeras”.
Los primeros indicios sugirieron que
los brasileños tenían poco de qué preocuparse. Después de una
rápida travesía, el Amazonas atracó en Le Havre el 9 de junio de
1876. Wickham se apresuró a cruzar el Canal de la Mancha, despertó
a Hooker en mitad de la noche y le pidió con insistencia que
despachara de inmediato un tren real a Liverpool, donde el barco
llegaría por la mañana. Durante la siguiente semana los jardineros
de Kew trabajaron las veinticuatro horas, desocupando los
invernaderos, preparando los arriates y sembrando las semillas. Para
el 15 de junio las habían sembrado todas. Los primeros brotes
surgieron el 19. Para el 7 de julio, centenares habían germinado. En
total crecieron dos mil ochocientas plantas, notable promedio de
supervivencia del cuatro por ciento. El primer envío de plantas de
semillero con destino al Jardín Botánico de Colombo, Ceilán,
partió de Inglaterra el 12 de agosto, protegido por invernaderos
portátiles y escoltado por la Marina Real. El costo total de toda la
operación, incluido el pago a Wickham, fue de poco más de mil
quinientas libras.
Aunque toda la industria del
caucho del Lejano Oriente se basaría en la progenie de las semillas
de Wickham, su introducción inicial en Ceilán fue una desilusión.
Convencidos por la Oficina de Colonias de que el Amazonas era un
vasto pantano, los cingaleses plantaron las primeras plantas de
semillero asiáticas a lo largo del río Kaluganga, región que
recibe cuatro mil milímetros de lluvia anuales. Las inundaciones se
llevaron más de treinta mil plantas jóvenes. Aun en áreas
apropiadas para el caucho, no les fue fácil a los ingleses convencer
a los campesinos de que ensayaran el nuevo cultivo. El té de Ceilán
y el café de Malaya eran productos establecidos y productivos, y
nadie sabía muy bien qué hacer con el caucho. Un plantador en el
norte de Bormeo tuvo cien árboles que crecieron plenamente y luego
les ordenó a sus trabajadores que treparan. Como no aparecieron
bolas de caucho colgando de las ramas, ordenó talarlos. Otros
insistieron en que no tenía sentido cultivar caucho en Oriente,
puesto que en América se podía sacar de la tierra. Pasarían veinte
años antes de que se dieran cuenta del potencial de la planta.
Los acontecimientos cruciales
tuvieron lugar durante la última década del siglo. En 1888 Henry N.
Ridley, un joven protegido de Sir Joseph Hooker, se hizo cargo del
Jardín Botánico de Singapur. En en inventario había nueve cauchos
maduros y mil plantas jóvenes, todas descendientes de las veintidós
semillas llevadas al Estrecho de Malaya en 1877. Con un presupuesto
anual de no mas de cien libras, Ridley se dio a la tarea de crear una
industria. Importó semillas de Ceilán y de inmediato cultivó ocho
mil plantas adicionales. Luego se dedicó al problema de la
producción.
En ese tiempo los hacendados sostenían
que sólo se podían talar los árboles de veinte años, y además
sólo cada dos años. Para hacerlo cortaban segmentos del tronco o
usaban un hacha para hacer incisiones profundas a lo largo. Ambos
métodos formaban grandes protuberancias que a la larga hacían
imposible sangrarlos. Ridley demostró que al cortar láminas muy
delgadas del tronco era posible cortar al través los vasos con látex
sin dañar el cámbium, la capa de células que es base del
crecimiento de la corteza. Con cuidado, los árboles se podían
sangrar diariamente desde los cuatro años, y en forma casi
indefinida. Probó que el rendimiento era mayor si la incisión se
reabría por la mañana, en espiral y cortando de derecha a izquierda
y al sesgo el canal portador del látex. Para 1897, todo el sangrado
del caucho de Asia se basaba en el método Ridley. Otra innovación
suya fue el empleo de ácidos para espesar el caucho, permitiendo así
que el látex se pudiera procesar a escala industrial.
Richard Evans Schultes
Fue en esta época, mientras Ridley
abogaba por el establecimiento de plantaciones, cuando convergieron
tres factores importantes: el precio del té se desplomó, un hongo
devastador atacó la cosecha de café de Malasia y los
norteamericanos adoptaron el automóvil. En noviembre de 1895, Ridley finalmente convenció a dos
jóvenes agricultores de café de que sembraran dos acres de cauchos,
y en 1907, apenas doce años después de este experimento inicial,
las plantaciones de Ceilán y Malaya tenían diez millones de cauchos
heveas en trescientos mil acres. En ese mismo año, una oleada de
inmigrantes tamiles y chinos se volcó sobre Singapur para trabajar
en las plantaciones. Para 1909 Malasya había sembrado más de
cuarenta millones de cauchos, a una distancia de tres metros y en
hileras rectas, lo que permitía que un solo trabajador pudiera
sangrar cuatrocientos árboles cada día; cada uno producía
dieciocho libras de látex al año, más o menos cinco veces el
producido por las más fértiles heveas silvestres del
Amazonas. (...)