El Pino de la Cruz del Castillo, rey en el santuario de la tea
La puesta en
práctica de la ingeniería, en cualquiera de sus disciplinas, resulta
siempre más difícil de aplicar cuando la inclinación del terreno se
torna exigente. El hecho de que hoy podamos recorrer cómodamente la
mayor parte de los rincones de estas maravillosas islas es el fruto de
complicadas ingenierías, donde los volúmenes de terraplén rara vez han
superado a los de desmonte. La apertura de carreteras, a veces por
lugares inverosímiles, ha supuesto un enorme coste para la naturaleza
canaria, pero también una influencia negativa que se manifiesta de forma
diaria y constante.
En islas como La Palma, la de mayor verticalidad, la ingeniería civil
a la hora de realizar y conservar carreteras, o la ingeniería forestal a
la hora de contener y sofocar los incendios, han supuesto siempre una
tarea ardua y complicada. Todavía hoy son fácilmente perceptibles las
marcas de barrena para romper la piedra al borde de carreteras y, sobre
todo, es fácil adivinar el perfil natural anterior a la construcción.
Pinar de Garafía
Franceses, Gallegos, Briesta, Roque El Faro, La Mata, Machín o Cruz del
Castillo son topónimos mayores cuando hablamos del santuario del pino
canario: el pinar de Garafía. Este pinar que se localiza en la zona N y
NO de la Isla Bonita constituye una de las mejores representaciones del
ecosistema cuyo máximo exponente es el Pinus canariensis. Aun así, la
relación del hombre con el pinar ha sido intensa y significativa
abarcando desde las extracciones de brea –de los que todavía quedan
vestigios en forma de hornos en la zona– hasta el aprovechamiento masivo
de madera –por lo general a través del mar–, sobre todo en épocas de
hambrunas y carestías.
En el paraíso de la tea todo se encuentra relacionado con esta
especie resinosa, no olvidemos el vino de tea, envejecido en barricas
del corazón del pino o los quesos ahumados con la quema de acículas
secas.
Si bien el pinar de Garafía alberga notorios y admirables ejemplares,
el majestuoso Pino de la Cruz del Castillo ocupa un lugar privilegiado
(28º 48´10″ N y 17º 52´18″ W), confiriéndole una especial vistosidad.
Encrucijada del camino real que une Garafía con Los Sauces, este
monumental espécimen se alza junto a la carretera logrando una todavía
mayor altura aparente. El muro de contención que lo rodea, de unos seis
metros de alto, junto al que se disponen unas escalinatas de piedra, se
construyó en el año 1990, a la vez que se asfaltaba este tramo de la
carretera. En aquella época fue motivo de polémica, ya que se llegó a
insinuar su tala por motivos de seguridad de la propia vía. La defensa
del ayuntamiento garafiano fue tal, que además de lograr que se
construyera el muro de protección, el árbol terminó formando parte del
escudo municipal.
No sabemos si este fue el árbol que inspiró la magnífica lámina
botánica que ilustrara Mary Anne Kunkel, pero perfectamente podría
haberlo sido. El Pino de la Cruz del Castillo atesora una figura esbelta
y armoniosa, con un porte equilibrado y simétrico y a su vez una copa
perfectamente aparasolada. En su atalaya a modo de pódium sobresalen
sus casi 32 metros, junto a otros dos hermosos ejemplares.
El perímetro de este portento forestal (a la altura del pecho) es de
cinco metros, manteniendo un grosor casi continuo a lo largo de toda su
longitud. Su radio de copa abarca todo el ancho de la calzada, mientras
que en el talud opuesto encontramos varias raíces asomando sobre el
terreno. Por su aspecto y vigor podemos atribuirle una edad próxima al
medio milenio, quizás un poco menos.
Su base no presenta grandes heridas, salvo en la cara SE donde la
madera aparece descubierta. En este pequeño hueco podemos apreciar
antiguas muescas de hacha, seguramente para “catar el pino” –testear su
proporción enteada– y a su vez obtener tillas para la lumbre, así como
una pequeña mancha de fuego que parece responder más a algún acto
vandálico que al incendio forestal.
En su corteza encontramos varios clavos ya oxidados, así como vergonzosas inscripciones con nombres y fechas, algunas demasiado actuales, circunstancia que nos transmite preocupación por la escasa educación hacia estos seres tan vulnerables. Por seguridad resultaría conveniente instalar una barandilla rústica al borde de la escalinata. Igualmente, pero esta vez por dignidad, consideramos importante instalar algún tipo de cartel que informe sobre la singularidad de este árbol y el respeto general hacia esos seres tranquilos que no solo nos deleitan, sino que también nos benefician.
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