martes, 6 de septiembre de 2022

El pino de la Cruz del Castillo, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing. técn. forestal
El Pino de la Cruz del Castillo, rey en el santuario de la tea

La puesta en práctica de la ingeniería, en cualquiera de sus disciplinas, resulta siempre más difícil de aplicar cuando la inclinación del terreno se torna exigente. El hecho de que hoy podamos recorrer cómodamente la mayor parte de los rincones de estas maravillosas islas es el fruto de complicadas ingenierías, donde los volúmenes de terraplén rara vez han superado a los de desmonte. La apertura de carreteras, a veces por lugares inverosímiles, ha supuesto un enorme coste para la naturaleza canaria, pero también una influencia negativa que se manifiesta de forma diaria y constante.
      En islas como La Palma, la de mayor verticalidad, la ingeniería civil a la hora de realizar y conservar carreteras, o la ingeniería forestal a la hora de contener y sofocar los incendios, han supuesto siempre una tarea ardua y complicada. Todavía hoy son fácilmente perceptibles las marcas de barrena para romper la piedra al borde de carreteras y, sobre todo, es fácil adivinar el perfil natural anterior a la construcción.

El perímetro de este portento forestal (a la altura del pecho) es de cinco metros, manteniendo un grosor casi continuo a lo largo de toda su longitud
     Precisamente, el Pino de la Cruz del Castillo quedó atrapado en un pequeño promontorio, hacia el lado mar, tras el corte de la montaña por la carretera LP-1 entre sus puntos kilométricos 52 y 53. Cabe recordar que esta parte de la isla no fue conectada hasta la década de los 60 del pasado siglo.

Pinar de Garafía
      Franceses, Gallegos, Briesta, Roque El Faro, La Mata, Machín o Cruz del Castillo son topónimos mayores cuando hablamos del santuario del pino canario: el pinar de Garafía. Este pinar que se localiza en la zona N y NO de la Isla Bonita constituye una de las mejores representaciones del ecosistema cuyo máximo exponente es el Pinus canariensis. Aun así, la relación del hombre con el pinar ha sido intensa y significativa abarcando desde las extracciones de brea –de los que todavía quedan vestigios en forma de hornos en la zona– hasta el aprovechamiento masivo de madera –por lo general a través del mar–, sobre todo en épocas de hambrunas y carestías.
     En el paraíso de la tea todo se encuentra relacionado con esta especie resinosa, no olvidemos el vino de tea, envejecido en barricas del corazón del pino o los quesos ahumados con la quema de acículas secas.
     Si bien el pinar de Garafía alberga notorios y admirables ejemplares, el majestuoso Pino de la Cruz del Castillo ocupa un lugar privilegiado (28º 48´10″ N y 17º 52´18″ W), confiriéndole una especial vistosidad. Encrucijada del camino real que une Garafía con Los Sauces, este monumental espécimen se alza junto a la carretera logrando una todavía mayor altura aparente. El muro de contención que lo rodea, de unos seis metros de alto, junto al que se disponen unas escalinatas de piedra, se construyó en el año 1990, a la vez que se asfaltaba este tramo de la carretera. En aquella época fue motivo de polémica, ya que se llegó a insinuar su tala por motivos de seguridad de la propia vía. La defensa del ayuntamiento garafiano fue tal, que además de lograr que se construyera el muro de protección, el árbol terminó formando parte del escudo municipal.
      No sabemos si este fue el árbol que inspiró la magnífica lámina botánica que ilustrara Mary Anne Kunkel, pero perfectamente podría haberlo sido. El Pino de la Cruz del Castillo atesora una figura esbelta y armoniosa, con un porte equilibrado y simétrico y a su vez una copa perfectamente aparasolada. En su atalaya a modo de pódium sobresalen sus casi 32 metros, junto a otros dos hermosos ejemplares.
      El perímetro de este portento forestal (a la altura del pecho) es de cinco metros, manteniendo un grosor casi continuo a lo largo de toda su longitud. Su radio de copa abarca todo el ancho de la calzada, mientras que en el talud opuesto encontramos varias raíces asomando sobre el terreno. Por su aspecto y vigor podemos atribuirle una edad próxima al medio milenio, quizás un poco menos.
      Su base no presenta grandes heridas, salvo en la cara SE donde la madera aparece descubierta. En este pequeño hueco podemos apreciar antiguas muescas de hacha, seguramente para “catar el pino” –testear su proporción enteada– y a su vez obtener tillas para la lumbre, así como una pequeña mancha de fuego que parece responder más a algún acto vandálico que al incendio forestal.

      En su corteza encontramos varios clavos ya oxidados, así como vergonzosas inscripciones con nombres y fechas, algunas demasiado actuales, circunstancia que nos transmite preocupación por la escasa educación hacia estos seres tan vulnerables. Por seguridad resultaría conveniente instalar una barandilla rústica al borde de la escalinata. Igualmente, pero esta vez por dignidad, consideramos importante instalar algún tipo de cartel que informe sobre la singularidad de este árbol y el respeto general hacia esos seres tranquilos que no solo nos deleitan, sino que también nos benefician.

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Al Norte de la Isla de La Palma, el pinar de Garafía cuenta con una de las mejores representaciones del ecosistema del pinar canario. Hoy te presentamos a 'un rey en el santuario de la tea', el Pino de la Cruz del Castillo.
     Cualquier labor que se pretendiese realizar en la Isla de La Palma, ya fuesen trabajos forestales o la apertura de una pista, han supuesto siempre una tarea ardua por su difícil orografía.
     Hoy en día, aún son perceptibles las marcas sobre la piedra labrada para la apertura de pistas, como la de gallegos construida durante los años 50 del siglo pasado. Durante las labores de apertura de la pista, en la encrucijada del camino real que une Garafía con Los Sauces, un gran pino canario quedó aupado a una atalaya, lo que engrandeció aún más su porte. El Pino de la Cruz del Castillo.
     En cierto momento, se llegó a insinuar su tala por motivos de seguridad de la carretera, pero la defensa del ayuntamiento garafiano fue tal, que además de lograr que se construyera un muro de protección, el árbol pasó a formar parte del escudo municipal.

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