miércoles, 8 de diciembre de 2021

La edad de los árboles (1), del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
¿La edad de los árboles? 

Para medir la edad de algunos árboles, en ocasiones se practica un barreno con un aparato adecuado (barrena de Pressler) al objeto de extraer una muestra de los anillos de crecimiento y poder así datarlo. Naturalmente, como sucede con cualquier herramienta, es preciso saber cómo usarla y tener una cierta práctica, de lo contrario te encontrarás con problemas tales como que se tuerce, y al final no avanza ni retrocede, como ya le ha sucedido a alguno, que terminó cortando el árbol (hay ocasiones en las que un doctorado en ciencias no soluciona ciertos problemas prácticos). Estos métodos dendrocronológicos ofrecen lo que se denomina una edad calculada (que habría de hacerse al menos dos veces, para evitar errores) pero cuyo uso también está restringido por los adecuados permisos, las características propias del árbol y el riesgo que conlleva esta agresión, como posible vía de entrada de patógenos, y más aún en el caso de árboles monumentales. 
     En el caso concreto de los tejos, este método no es de aplicación, por diversos motivos, entre otros la dureza de su madera y el diámetro de los troncos, además sus anillos de crecimiento suelen estar poco marcados siendo en ocasiones preciso el uso de un microscopio para verlos. En ocasiones se han encontrado casos de más de treinta de estos anillos de crecimiento en tan sólo un centímetro, con lo que su grosor sería de décimas de milímetro. También se ha comprobado múltiples veces, que el crecimiento no es uniforme y en ocasiones, el tejo permanece años en un aparente estado de reposo absoluto, sin crecer nada y sin crear anillos en su tronco, con lo que el recuento de estos sólo lleva a engaño. Una complicación adicional es el carácter multitronco que presentan los tejos, bajo una sola corteza no es infrecuente que existan diferentes núcleos de crecimiento, como si fuesen ramas que se han ido englobando en el tronco principal, que rara vez es cilíndrico. 
     En los tejos muy antiguos lo habitual es que el corazón del árbol esté podrido, putrefacción que rara vez se aprecia antes de los 400 años, al menos exteriormente, pero a partir de los 700 pocos tejos presentan un tronco sin oquedades. En el caso de tejos muy viejos, como es el Tejo de Fortingall, al que se le calculan entre 2.000 y 5.000 años, el tronco (más bien la raíz o la base que ocupó en su momento el árbol) pasa a ser una masa que ocupa una superficie de 16 x 7 metros y de la que aparentemente brotan “nuevos troncos”. 
     La conclusión definitiva a la que se ha llegado es que resulta imposible datar un tejo, a menos que se conozca la fecha de plantación, claro. Todas estas precisiones, que ya formaban parte de otras publicaciones mías, tanto digitales como sobre papel, vienen al caso de la presentación por parte del gobierno turco de un tejo que se encuentra en la meseta de Karatepe de la ciudad de Gümeli en Zonguldak, y al que otorgan una edad de ¡más de 4.000 años! Naturalmente podría ser, pero la precisión manifestada: 4115 años, la forma de medirla: en un laboratorio de la Universidad Técnica de Karadeniz, mediante un microscopio y tras haber sacado una muestra del árbol y la escasez general de datos, junto a la forma de presentar la noticia hacen pensar más en una tomadura de pelo que en otra cosa. Se han suministrado algunas fotos, pero ha sido difícil conseguir una medida del tronco. Según las fuentes tiene una altura de entre 23 y 26,6 metros y un perímetro de 7,7 metros, lo cual es notable, pero tampoco se sale de lo extraordinario, puesto que existen algunos más gruesos. Sea como sea, resulta extraña la precisión turca, y más siendo un país donde la leyenda dice que los tejos antiguos contienen en su interior un tesoro de oro o plata y con frecuencia son perforados en su búsqueda.
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