miércoles, 15 de diciembre de 2021

Misión: Proteger el "Pinar de los Belgas" (1 de 3)

CLEMENTE ÁLVAREZ, en "El País"
Pinar de los Belgas, ¿árboles en peligro?

Pinar de los Belgas desde la caseta de vigilancia de Cabeza Mediana, en la vertiente madrileña de la sierra de Guadarrama. JUAN MILLÁS
[URGENTE: Desde el día 3 de Diciembre de 2021 este paraje ya pertenece al Estado Español ]
Nos adentramos en las historias y los sonidos de tres bosques que fueron salvados y que hoy se enfrentan a nuevas amenazas, como la despoblación o el cambio climático.
Su realidad podía haber sido muy diferente. Pero estos tres enclaves naturales extraordinarios en la Sierra de Guadarrama, el Pirineo navarro y los Montes de Toledo sobrevivieron gracias al empeño de personas que supieron apreciar y defender su valor ecológico.

Al final de una empinada escalera de metal con 23 peldaños de subida se llega a una solitaria caseta de vigilancia en lo alto de una loma, cerca del pueblo madrileño de Rascafría. Es el Pinar de los Belgas, un bosque único, justo fuera de los límites del parque nacional. Desde aquí arriba, a unos 1.680 metros de altura, se abre una vista espectacular: un agitado mar de árboles cubre de verde las montañas, entre las cumbres de la sierra de Guadarrama. Es el Pinar de los Belgas, un bosque único, justo fuera de los límites del parque nacional. A esta misma atalaya, pero sin escalera, subía trepando por la roca en los años ochenta el escritor y naturalista Julio Vías (Madrid, 1957), cuando de joven trabajaba en verano como guarda para controlar los incendios. Pasaba en este puesto de vigía 10 horas al día, sin hablar con nadie, solo pendiente del bosque. Eran unas interminables jornadas en las que los sonidos del pinar se mezclaban con música clásica y canciones de Alaska y Dinarama. Ver de pronto a pocos metros un águila real o un buitre negro era la recompensa. “Haber trabajado siete veranos aquí es algo que se lleva en la mochila toda la vida”, afirma más de tres décadas después en la misma caseta. Pocos conocen estos pinos tanto como su antiguo guarda.
     Hace unas semanas, un grupo de científicos, académicos y conservacionistas —entre los que se incluye Vías— lanzaron un manifiesto pidiendo al Gobierno que compre este pinar para incorporarlo al parque nacional. Es un bosque de propiedad privada, una circunstancia bastante común en España, donde esto ocurre con el 69% de la superficie forestal arbolada. Lo que no resulta tan habitual son las extraordinarias cualidades del lugar. Este espacio de 2.054 hectáreas, en el que ya crecían pinos en el siglo XIV, primero perteneció a la Comunidad de la Ciudad y Tierra de Segovia en tiempos de la Reconquista y luego a los monjes del cercano monasterio del Paular. Pero en 1840, tras la desamortización de Mendizábal, fue adquirido por un grupo de empresarios y banqueros belgas que constituyeron la Sociedad Belga de los Pinares del Paular, compañía maderera con sede en Bruselas que explota desde entonces este bosque. Se considera que durante todo este tiempo la gestión forestal del pinar fue modélica: extraían la madera de forma selectiva y no repetían las cortas en una misma zona hasta pasado más de un siglo. Como destaca Vías, otros lotes de los pinares del Paular comprados en la misma época por propietarios españoles fueron talados a matarrasa, sin dejar nada en pie, para conseguir beneficios inmediatos. A comienzos del siglo XX, el entonces director de la sociedad, Henri Dubois, salvó el pinar al rechazar cuantiosas ofertas de Francia por grandes cantidades de madera para reconstruir ciudades destruidas en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, las dificultades actuales por las que pasa el negocio de la madera, un material mucho menos usado que antes, han complicado la gestión del enclave. De ahí, la alerta lanzada ahora. “Este es un bosque en venta”, incide el naturalista, que asegura que ya no se está cuidando como antes.

El escritor y naturalista Julio Vías, que trabajó aquí de guarda, camina entre los árboles silvestres del Pinar de los Belgas.

     La historia de este pinar se concentraba en un árbol colosal escondido en una recóndita ladera. Sostiene Vías que tenía cerca de 500 años y que era el pino silvestre más viejo de la sierra de Guadarrama. El antiguo guardabosques trató de salvarlo con unos amigos colocando mortero para consolidar el tronco, inclinado y afectado por la pudrición, pero acabó desplomándose en las duras tormentas del invierno de 1996. Aunque el bosque perdió a aquel patriarca, ganó a otros gigantes. En la actualidad, uno de los sonidos típicos es el de los buitres negros cuando pasan volando cerca con sus enormes alas desplegadas, como si fueran buques que hacen silbar el mar. Estas rapaces se han multiplicado en las últimas décadas, formando una de las mayores colonias de la Península. Son una prueba más de la riqueza del Pinar de los Belgas, junto a sus más de 700 variedades de plantas y el centenar de especies de aves nidificantes. “El valor de un bosque así es incalculable. Durante mucho tiempo las arboledas se valoraban solo por la madera, pero hoy se sabe que cumplen unas funciones esenciales, como la conservación de la biodiversidad, la protección del suelo frente a la erosión o el mantenimiento del ciclo del agua”, dice Vías. Tal es así que, a menos de dos kilómetros de la caseta de vigilancia, canturrea el arroyo que luego se convertirá en el río Lozoya, el principal suministro de agua de la ciudad de Madrid.
     “Dentro de la gestión privada, la sostenibilidad tiene que ser también económica. No estoy hablando de ganar mucho, sino de cubrir las nóminas”, comenta Nicolás Lecocq, actual director de la Sociedad Belga de los Pinares del Paular, que defiende el manejo que se hace del bosque. “El contexto del mercado de la madera es difícil, el valor forestal de los montes se ha devaluado”, especifica el responsable de la compañía, que se muestra dispuesto a sentarse con la Administración si surge alguna oferta de compra. Sin embargo, otras voces rechazan esta opción. “Para que no se especule con el precio libre, la figura más adecuada es una expropiación forzosa”, opina Nuria Hijano, jurista especializada en medio ambiente y guía en estas montañas, que cree que este bosque debía haberse incluido desde el principio dentro del parque nacional: “El Pinar de los Belgas y la Cinta de Cabeza de Hierro quizá sea lo que tiene más valor ambiental de toda la sierra de Guadarrama”, recalca.
     En las largas guardias, a cada hora Vías debía coger la emisora y, si no había ocurrido nada, repetir el mismo aviso: “Atención, Rascafría; aquí, Cabeza Mediana, sin novedad”. Ahora sí hay problemas. Mientras camina bajo los pinos silvestres de corteza anaranjada, pisando una crujiente alfombra de acículas y piñas secas, a cada rato mueve la cabeza y señala un árbol muerto, un esqueleto gris todavía en pie. “Antes esto era impensable, en cuanto empezaba a cambiar de color, se bajaba la madera para evitar que se propagaran plagas”, destaca el profesor, que asegura que los pinos se están muriendo a un ritmo inusual, debilitados por las sequías. “Esto está relacionado con el cambio climático, si tuviera hijos me preocuparía; yo no los tengo, mis hijos son estos pinos”.

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Como dato adicional que no se mencionaba en el artículo sobre la compra cabe decir que el Estado ha pagado casi 19 millones de euros, algo mas de 9.000€ por Ha.

 Y para quien no quiera entenderlo: "El Pinar de los Belgas tiene una importancia fundamental como bosque protector de la principal cuenca abastecedora de agua de la Comunidad de Madrid, que es la cuenca alta del Lozoya y todos los embalses", dice Julio Vías en elDiario.es

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