10 pasos para recuperar los ecosistemas forestales quemados (extracto) |
Superficie de un suelo afectado por un incendio forestal de gran severidad: capa de cenizas |
La destrucción de la cubierta vegetal y la acumulación sobre la
superficie del suelo de cenizas, que contienen una gran cantidad de
nutrientes procedentes de la combustión de esta vegetación y también de
la materia orgánica del suelo, constituye el efecto más visible de los
incendios.
Es muy importante proteger esta capa de cenizas cargada de
nutrientes, porque estos van a ser la base de la fertilidad del suelo
para la regeneración de las plantas. En el suelo, además de la pérdida
de materia orgánica, se observan otros daños tales como la muerte de
muchos microorganismos y animales (micro- y meso-fauna), que realizan
procesos fundamentales relacionados con el crecimiento y el desarrollo
de las plantas, y la pérdida de la estructura, relacionada con
importantes propiedades físicas (porosidad, aireación, infiltración,
etc.), que conlleva la dispersión de las partículas que forman las
unidades estructurales (agregados), que pueden obturar los poros del
suelo, impidiendo así la infiltración del agua en el suelo y obligándola
a discurrir por la superficie del suelo (escorrentía).
Por lo tanto, si el suelo está disgregado y desnudo, es decir, sin la
cubierta vegetal, no está protegido frente al impacto de la lluvia y
podrá sufrir procesos erosivos, con pérdida de nutrientes, y también de
semillas, por arrastre de la capa de cenizas y de la capa superficial
del suelo que contiene el banco de semillas del suelo. Los materiales
arrastrados por escorrentía y el agua infiltrada o de escorrentía que
fluye desde las zonas quemadas puede provocar desequilibrios en los
ecosistemas terrestres y acuáticos que reciben los materiales (ríos,
lagos, embalses, dunas, playas, rías, fondos marinos, etc.) y numerosos
problemas: relleno de cunetas, lagos, embalses, etc., contaminación de
las aguas superficiales y de las capas freáticas subterráneas, fuentes
de agua potable, etc., la eutrofización o el aumento de la temperatura
de las aguas fluviales provocando el crecimiento anormal de algas y
otras plantas acuáticas y la muerte de peces y otros organismos por
anoxia o alteración de su hábitat, dilución de la salinidad del agua del
mar en la proximidad de la costa, lo que provoca la muerte de numerosos
bivalvos que se desarrollan en las playas o en parques marisqueros,
perturbación física y ecológica de zonas protegidas (dunas y demás zonas
de la red natura), etc., como ocurrió en el año 2006. (...)
Contexto temporal de las actividades de mitigación de impactos del incendio y restauración posterior:
La recuperación de la mayor parte de las propiedades de los suelos
afectados por incendios puede tardar, en casos favorables, entre 1 y 5
años y, en las condiciones más desfavorables (suelos situados en zonas
con mucha pendiente y/o con destrucción total de la materia orgánica),
la restauración de la vegetación puede incluso no llegar a producirse
nunca debido a la pérdida total del suelo y afloramiento de la roca. (...)
Primeras actuaciones
Estas primeras medidas han de orientarse hacia la regeneración rápida
de la cubierta vegetal, la fijación de la capa de cenizas y la
retención de nutrientes, la mejora de la estructura del suelo y la
regeneración de los microorganismos del suelo. Con este objetivo, pueden
utilizarse las siguientes técnicas de recuperación de suelos quemados:
1) implantación temporal de una cubierta vegetal herbácea,
sembrando a voleo, sin ninguna preparación del terreno, una mezcla de
leguminosas y gramíneas (en mayor proporción), acompañada o no de la
adición de residuos orgánicos (gallinaza, purín, etc.), que desarrollan
rápidamente su parte aérea y sus raíces, fijando así la capa de cenizas y
los nutrientes en los órganos de las plantas, favoreciendo la formación
de la estructura del suelo y la regeneración de los microorganismos y
de su actividad biológica, y disminuyendo la acción erosiva del viento
y, sobre todo, de la lluvia, cuyo impacto es frenado por la parte aérea
de las plantas; además, esta vegetación herbácea, que no se corta, se
desarrolla y, al secarse, sus restos se incorporan de nuevo al suelo,
aumentando la reserva de nutrientes del mismo;
2) la inoculación de microorganismos
(cianobacterias, Rhizobium y micorrizas), que promueven el desarrollo de
la vegetación al proporcionar nutrientes y protegen el suelo por
formación de costras microbianas en su superficie;
y 3) el acolchado de paja o de otros materiales (corteza y astilla de eucalipto), la distribución de obstáculos tales como troncos de árboles, ramas y restos de poda en la superficie del suelo, que frenan la escorrentía y el arrastre de materiales en suelos muy susceptibles a la erosión (incendios de alta severidad, fuerte pendiente y abundantes precipitaciones). En todos estos casos se procurará evitar o reducir al mínimo toda perturbación del terreno afectado por los incendios (tránsito de maquinaria, remoción del suelo, etc.). Los resultados de experiencias en invernadero demostraron que las técnicas más adecuadas para su aplicación en el campo eran la siembra de herbáceas y el acolchado de paja. (...)
Actuaciones a medio y largo plazo
Las acciones a medio plazo, que se conocen como tratamientos de
rehabilitación, se desarrollan normalmente entre 1 y 3 años después del
incendio, centrándose básicamente en mitigar los daños producidos en los
sistemas afectados y acelerar su recuperación. Estas acciones incluyen
básicamente actividades tales como ayudas a la regeneración natural
post-incendio de las masas quemadas, por ejemplo tratamientos de clareo o
eliminación de competencia del matorral, nuevas plantaciones,
recuperación de bosques autóctonos y formaciones ripícolas, reparación
de infraestructuras, etc.
Por último, las acciones de restauración post-incendio se acometen en
un plazo superior a 3 años, y tienen como objetivo una verdadera
restauración ecológica (sistema suelo-planta), en el sentido de
recuperar la integridad del ecosistema o, al menos, sus aspectos más
relevantes en términos de composición, estructura y funcionamiento,
teniendo en cuenta también su auto-regeneración y sostenibilidad,
incluyendo en esta última la gestión forestal asociada.
Revegetación de áreas quemadas
Respecto a la tercera fase, la revegetación de las áreas quemadas,
tanto en el caso del matorral como de la vegetación arbórea, puede
producirse de forma natural, debido a que las plantas tienen mecanismos y
estrategias para regenerarse por sí mismas, aunque el proceso puede ser
lento y dejar el suelo desnudo durante mucho tiempo. No obstante, en la
mayoría de los casos de vegetación arbórea, habrá que recurrir a una
reforestación o a una repoblación, es decir, efectuar nuevas
plantaciones, dependiendo de las características de la zona, del tipo
del ecosistema quemado y de los daños sufridos por el mismo.
Dado que es imposible modificar las condiciones climáticas, para que
la plantación tenga éxito es necesario actuar sobre las propiedades del
suelo susceptibles de ser mejoradas, sobre las técnicas de manejo,
utilizando técnicas de gestión conservadoras que perturben lo menos
posible las capas orgánicas del suelo, y sobre la planta, eligiendo el
genotipo o la especie que mejor se adapte a las condiciones del medio
(suelo y clima), que sea competitiva y tenga buena productividad.
En cuanto a las especies a plantar, no hay que olvidar que cada
especie vegetal tiene su hábitat (condiciones climáticas, profundidad de
suelo, etc.) y sus exigencias nutricionales (agua y nutrientes). Hay
especies frugales y otras más exigentes, y hay especies plásticas que se
adaptan a cualquier medio. Por consiguiente, para rentabilizar el monte
y producir árboles de calidad, hay que garantizar a la especie que se
plante que tendrá a su disposición las condiciones necesarias para su
desarrollo y no es un tema menor el espesor o profundidad del suelo.
Pero también es importante saber que cualquier especie vegetal
autóctona, cualquier especie forestal, es preferible al suelo desnudo.
Por ello el futuro del monte pasa por proteger el suelo contra la
erosión y luego seleccionar la especie vegetal más adecuada para la
reforestación en cada zona. En cualquier caso, siempre que sea posible,
la restauración del monte afectado por incendios forestales debe tender a
la regeneración del bosque, el sistema natural más evolucionado, con
sus tres estratos, herbáceo, arbustivo y arbóreo, para garantizar su
estabilidad.
Conclusiones: 10 pasos clave para recuperar suelos quemados
En resumen, para realizar la restauración de los ecosistemas
forestales afectados por incendios hay que tener en cuenta los
siguientes principios:
1) el futuro del monte depende de que se proteja el suelo contra la erosión;
2) si no hay suelo no puede regenerarse la vegetación: sobre las rocas no crece la vegetación;
3) la conservación del suelo afectado por los incendios y la
recuperación de las propiedades de éste, dependen estrechamente del
proceso de revegetación, es decir, de la regeneración de la cubierta
vegetal, y para ello es necesario evitar primero las pérdidas de suelo y
nutrientes;
4) como primeras medidas para evitar la erosión
post-incendio, en áreas susceptibles a la misma, se recomienda el
acolchado de paja;
5) el proceso de restauración ha de iniciarse inmediatamente o
poco tiempo después del incendio para evitar que con las primeras
lluvias después de la quema se inicien el lavado de nutrientes de la
capa de cenizas y/o los procesos de erosión;
6) es importante y urgente retener en los órganos de las
plantas, mediante la implantación rápida de una vegetación, que
lógicamente ha de ser herbácea, los nutrientes acumulados en la capa de
cenizas para evitar la pérdida de los mismos;
7) siempre que sea posible, la restauración del monte
afectado por incendios forestales debe tender a la regeneración del
bosque, el sistema natural más evolucionado, con sus tres estratos,
herbáceo, arbustivo y arbóreo, para garantizar su estabilidad,
utilizando especies preferentemente autóctonas que se adapten a las
características del medio físico;
8) para tener árboles de calidad hay que garantizar a la
especie que se plante los recursos y condiciones que necesitan para su
desarrollo (tipo de suelo y profundidad del mismo y clima);
9) se necesitan protocolos de actuación para la restauración
de los sistemas forestales quemados (sistema suelo-planta), que son
específicos para cada zona climática y que deben ser ejecutados por los
gestores forestales;
10) si no se protege el suelo, si no se conserva, si se
pierde, la desertización en zonas de Galicia no será una probabilidad
sino una dramática realidad.
La importancia del suelo forestal
Los montes están constituidos por el suelo, la vegetación (arbórea,
arbustiva y herbácea) y la fauna, cuyo conjunto se denomina ecosistema
forestal. Galicia tiene vocación forestal porque aproximadamente el 66 %
de su superficie está cubierta por estos ecosistemas, de la cual un 60 %
está ocupada por bosques y un 40 % por matorrales.
Los montes son fuente de riqueza, porque proporcionan bienes
indispensables para nuestra supervivencia y nuestra economía (oxígeno,
energía, madera, fibras, resinas, alimentos, plantas medicinales, caza y
cría de ganado mostrenco, turismo basado en el maravilloso paisaje de
nuestros montes, etc.), cumplen importantes funciones ecológicas entre
ellas el mantenimiento de la biodiversidad (ofrecen multitud de hábitats
distintos en los que se encuentran una gran variedad de especies
vegetales y animales), la regulación del clima, de las aguas
superficiales y profundas y la conservación del suelo y de la atmósfera;
por otra parte, son lugares de esparcimiento y contribuyen a crear la
belleza del paisaje gallego.
Por todas estas razones es necesario protegerlos, conservarlos y
revalorizarlos y para ello es necesario mejorar su productividad, no
sólo en cantidad sino sobre todo en la calidad de nuestra madera, fibras
y subproductos. Y para mejorar la productividad del monte hay que
conservar y mejorar la calidad del suelo.
El suelo y la vegetación son dos recursos naturales
interdependientes. El suelo no es un sistema inerte sino que es una
formación viva y dinámica constituida por compuestos minerales (arena,
limo y arcilla) y orgánicos (materia orgánica, que es una mezcla de
restos vegetales y animales y los productos de su descomposición,
sustancias húmicas y organismos vivos, meso- y micro-fauna y
microorganismos, que, junto con las enzimas, son los responsables de los
innumerables procesos biológicos que se están produciendo continuamente
en el suelo y, por lo tanto, son responsables de su funcionamiento). El
suelo no es solo el soporte físico de la vegetación sino también el
almacén de los nutrientes y del agua que necesitan las plantas para
crecer y desarrollarse.
Pero a su vez, el suelo depende de los restos vegetales que caen al
suelo porque son la materia prima de la materia orgánica, componente
fundamental del suelo, especialmente en Galicia; además, la vegetación
forma una cubierta que protege el suelo del impacto directo de la lluvia
y con su entramado de raíces fija el suelo, impidiendo que la lluvia o
el viento arrastren las partículas de la superficie del suelo y lo
deterioren (proceso de erosión).
Los incendios son uno de los principales factores responsables de la degradación y pérdida de suelo
Por otra parte, es necesario subrayar que la vegetación es un recurso
renovable, siempre que exista suelo, mientras que el suelo es un
recurso no renovable a escala temporal humana porque si se pierde el
suelo y queda la roca al descubierto, un suelo tardaría miles de años en
formarse o nunca se formaría y se produciría la desertización. Por lo
tanto es necesario protegerlo e impedir que se deteriore.
Uno de los principales factores responsables de la degradación y
pérdida de suelo desde hace muchos años son los incendios forestales ya
que producen daños directos o indirectos, que afectan a todos los
componentes del medio ambiente: atmósfera, vegetación, suelos, fauna y
aguas, destruyen grandes superficies de bosque y matorral, afectando
negativamente a nuestra riqueza ecológica y económica y a nuestro
paisaje, lo que tiene repercusiones graves que afectan a toda la
sociedad gallega.
Cuando se produce un incendio tanto el suelo como la vegetación
resultan afectados y es necesario restaurarlos con el fin de preservar
la biodiversidad, proteger el medio ambiente (suelo, agua y atmósfera) y
garantizar las necesidades actuales y futuras en materias primas, agua,
energía y alimentos.
En los últimos 42 años se registraron en Galicia 250,000 incendios
forestales, que afectaron a 1.711.000 ha (86% de su superficie
forestal). En el año 2006, en una oleada de incendios ocurrida en el mes
de agosto, ardieron en Pontevedra, en 12 días, alrededor de 40.000 ha,
unas 18.500 ha en montes vecinales, de las cuales el 67% eran arboladas,
ocasionando enormes daños ecológicos y económicos (asimismo, en una
pequeña cuenca de Pontevedra se recogieron 34.000 t de sedimentos de los
cuales un 10% llegó al mar). En el año 2017 la ola de incendios
desencadenada el pasado mes de octubre en Galicia y Portugal por las
condiciones asociadas al paso del huracán Ophelia supuso un gran coste
en vidas humanas además de enormes daños materiales, creando una
situación de gran alarma social en todos los sectores de la sociedad
gallega (en un día se quemaron en Galicia más de 1.300 ha de bosque).
Lo hemos leído aquí
Otros autores: Ángela Martín Jiménez, Serafín J. González Prieto y Tarsy Carballas Fernández
-----