El Pino Esrengado, un árbol doblemente castigado, De "Pellagofio"
Para desarrollar unas dimensiones notables y admirables no siempre es
necesario distanciar los frondes muchos metros sobre el suelo. Árboles
como las onduladas sabinas de La Dehesa de El Hierro o el Pino Esrengao,
pieza central del presente artículo, constituyen buenas muestras de tal
aseveración.
El Pino Esrengao nació hace al menos 300 años, aproximadamente, en el paisaje dominado por el color ocre de la tosca o pumita volcánica que abunda en las faldas del sector este de la Corona Forestal de Tenerife, en el municipio de Arico. Este singular ejemplar de Pinus canariensis quedó atrapado en la zona de explotación secular, siendo uno de tantos árboles nativos y aislados que podemos encontrar salpicando esta particular zona de uso agrícola tradicional. Tal y como indica su popular nombre, se trata de un árbol con porte abanderado, un árbol de aspecto reptante cuya copa crece horizontalmente hacia el oeste de la coordenada 28º 11´ 58´´ Norte y 16º 28´ 35´´ Oeste.
Este anciano forestal de aspecto dócil presenta un perímetro de base de unos 4,50 metros. Entre su máxima altura vertical, apenas 4 metros, y su altura horizontal cercana a los 10 metros, deja entrever un enorme arco leñoso que ramifica en un laberinto de múltiples formas, algunas circulares, para acabar besando el árido suelo de color crema. Pese a su complicada forma geométrica se aprecia que el pie se encuentra en equilibrio, ya que una gruesa rama, haciendo las veces de bastón, impide que sus raíces se sigan descalzando.
También es posible observar las marcas ya históricas del hacha, ausencia de corteza en la base así como una marca de fuego en uno de sus costados. No obstante este fenómeno de resistencia natural que ya ha ganado su particular batalla con el viento –descartando otras causas que pudieran conferirle esta forma–, presenta un buen estado sanitario.
Lo que realmente resulta preocupante, antiestético y, sobre todo, irrespetuoso es el asedio por actividad humana al que este ejemplar se encuentra sometido. Prácticamente junto a la base discurre una pista transitada por los vecinos locales; por debajo del pino pasa una tubería de plástico rígido; y por encima discurren unas líneas eléctricas de media tensión y una línea de teléfono. La separación entre el árbol y la pista, suponemos que con la mejor de las intenciones, es una estridente cadena pintada en rojos y blancos. El muro exterior de la casa más cercana, que hace las veces de cortavientos, se sitúa justo al otro lado de la pista.
A buen seguro, de localizarse este curioso ejemplar en un paraje más favorable, podría haberse convertido en la postal e insignia municipal, o de mayor grado, más repetida. Sólo por su rareza y ganas de vivir sería deseable que la Administración realizara, o al menos estudiara, algún tipo de acción para dignificarlo. Procurar devolver el increíble Pino Esrengao a un entorno menos duro debe considerarse no solo como un principio de ética y sostenibilidad, sino también como un tributo de respeto por esos agradecidos seres vivos que, por muy extenuados que estén, nunca transmiten la menor queja.
El Pino Esrengao nació hace al menos 300 años, aproximadamente, en el paisaje dominado por el color ocre de la tosca o pumita volcánica que abunda en las faldas del sector este de la Corona Forestal de Tenerife, en el municipio de Arico. Este singular ejemplar de Pinus canariensis quedó atrapado en la zona de explotación secular, siendo uno de tantos árboles nativos y aislados que podemos encontrar salpicando esta particular zona de uso agrícola tradicional. Tal y como indica su popular nombre, se trata de un árbol con porte abanderado, un árbol de aspecto reptante cuya copa crece horizontalmente hacia el oeste de la coordenada 28º 11´ 58´´ Norte y 16º 28´ 35´´ Oeste.
Este anciano forestal de aspecto dócil presenta un perímetro de base de unos 4,50 metros. Entre su máxima altura vertical, apenas 4 metros, y su altura horizontal cercana a los 10 metros, deja entrever un enorme arco leñoso que ramifica en un laberinto de múltiples formas, algunas circulares, para acabar besando el árido suelo de color crema. Pese a su complicada forma geométrica se aprecia que el pie se encuentra en equilibrio, ya que una gruesa rama, haciendo las veces de bastón, impide que sus raíces se sigan descalzando.
También es posible observar las marcas ya históricas del hacha, ausencia de corteza en la base así como una marca de fuego en uno de sus costados. No obstante este fenómeno de resistencia natural que ya ha ganado su particular batalla con el viento –descartando otras causas que pudieran conferirle esta forma–, presenta un buen estado sanitario.
Lo que realmente resulta preocupante, antiestético y, sobre todo, irrespetuoso es el asedio por actividad humana al que este ejemplar se encuentra sometido. Prácticamente junto a la base discurre una pista transitada por los vecinos locales; por debajo del pino pasa una tubería de plástico rígido; y por encima discurren unas líneas eléctricas de media tensión y una línea de teléfono. La separación entre el árbol y la pista, suponemos que con la mejor de las intenciones, es una estridente cadena pintada en rojos y blancos. El muro exterior de la casa más cercana, que hace las veces de cortavientos, se sitúa justo al otro lado de la pista.
A buen seguro, de localizarse este curioso ejemplar en un paraje más favorable, podría haberse convertido en la postal e insignia municipal, o de mayor grado, más repetida. Sólo por su rareza y ganas de vivir sería deseable que la Administración realizara, o al menos estudiara, algún tipo de acción para dignificarlo. Procurar devolver el increíble Pino Esrengao a un entorno menos duro debe considerarse no solo como un principio de ética y sostenibilidad, sino también como un tributo de respeto por esos agradecidos seres vivos que, por muy extenuados que estén, nunca transmiten la menor queja.
Fotos de la red
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