ANTONIO PORPETTA (Alicante, 1936)
Si un día, al despertar, veis que
en los brazos
os han crecido ramas,
que minúsculas hojas como estrellas
brotan de vuestros dedos,
y que la piel se os cubre lentamente
de un musgo serenísimo.
Si no podéis andar, porque una hermosa
maraña de raíces
nace de vuestros pies y os encadena
buscando entre la tierra las ocultas
respuestas a la sed, el ciego origen
de la piedra y el agua.
Si el viento es algo más que una llamada
batiendo los cristales,
y se acerca a vosotros y os acuna
con antiguas canciones,
desvelando a los pájaros lejanos
que os arden en el pecho.
Si el río es un vecino venerable
y su voz os alienta y acompaña
en las tardes oscuras,
y alumbra vuestros ojos describiendo
sus remotas andanzas,
el clamor de sus huellas imposibles...
No temáis, el milagro
se ha hecho luz vegetal, fructificada
promesa en vuestra sangre:
Árboles sois, anclados universos,
esperanza de humanas primaveras,
prisioneros y libres. No os preocupe
la especie ni la forma:
es igual ser ciprés, nogal, olivo,
araucaria o enebro. Lo que importa
es disponer de sombra y ofrecerla
a todo caminante,
vigilar en silencio los cruceros,
y aguardar la llegada de quien quiera
grabar en vuestro tronco
unas pobres palabras de tristeza,
un radiante dibujo de alegría,
o una fecha de amor entre iniciales.
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