lunes, 9 de febrero de 2009

Cuento de Australia

.KOOBOO Y EL EUCALIPTO
Aborígenes de Australia


El eucalipto tiene una corteza grisácea con manchas marrones y unas hojas de color verde plateado que son como lenguas que no cesan de hablar cuando el viento las sacude. Crece junto a los lechos de los ríos y en las zonas despejadas de los montes de un antiguo país que queda mucho más al sur.
      En lo alto de un eucalipto, en sus ramas más elevadas, duerme Kooboo, el koa­la. Se despierta tarde, pasado el mediodía, sube un poco más, estira la mano para agarrar unas hojas, se las acerca a la boca y las mastica con parsimonia. Algunas veces desciende, da un paseo por el suelo cubierto de hojas y trepa a otro árbol hasta llegar a una altura en la que está a salvo.
      Pasa la mayor parte del tiempo sentado, masticando hojas de eucalipto, y nunca bebe nada. Entonces, ¿cómo sobrevive? Si de verdad quieres saberlo, escucha su his­toria.
      Kooboo era un niño que se quedó huérfano de pequeño y no había nadie que le cuidara. Sus familiares ni siquiera pensaban en alimentarlo, de modo que el pobre sólo podía comer hojas: las duras y aromáticas hojas de los eucaliptos. Pero la sed era peor que el hambre. Vivía en una zona árida, donde la gente preservaba el agua como un tesoro, en cubos de corteza, y sólo le dejaban beber un sorbo al día. Se pasaba el día mendigando agua. Pero, milagrosamente, consiguió sobrevivir.
      En las épocas de sequía, la gente salía a cazar y ocultaba los cubos de agua. Pero un día, cuando Kooboo vagaba por el pueblo lamentándose de sed y soledad, encontró los cubos de agua ocultos en el hueco de un eucalipto.
      —¡Qué suerte! —pensó. Y a continuación metió la cabeza en el cubo y bebió y bebió hasta que no pudo más—. ¡Qué maravilla! ¡Por fin he saciado mi sed!
      Entonces, ideó una estrategia que le permitiría guardar el agua para sí. Colgó los cubos en las ramas de un eucalipto joven. Luego, subió a lo alto del árbol, se sentó en una de las ramas y entonó una canción.
      Al árbol le gustó la magia de la canción de Kooboo, así que creció y creció para alejarle del suelo, a él y a los cubos, y no paró hasta conseguir ser el árbol más alto de todo el bosque. El joven sonrió y pensó: «Ahora no volveré a pasar sed nunca más».
      Aquella noche, los habitantes del poblado volvieron de cazar cansados y sedien­tos. Al no encontrar sus cubos de agua, se pusieron furiosos. Mientras buscaban el rastro del ladrón en la arena, una mujer alzó la vista y divisó a Kooboo en las ramas superiores de un enorme eucalipto, rodeado de cubos de agua.
      —Si no bajas inmediatamente esos cubos ¡te vas a meter en un aprieto! —amenazaron los hombres. Pero Kooboo se sentía a salvo en su refugio y no hizo caso.
      —Vosotros nunca me dejáis beber agua —gritó desafiante—. Ahora no podréis alcanzar vuestra propia agua.
      Al principio, nadie osaba escalar un árbol tan alto. Pero cuando los niños empe­zaron a llorar de sed, los más ancianos convencieron a los más jóvenes para que lo intentaran. Desde lo alto, Kooboo vio que dos jóvenes iniciaban el ascenso. Cuando habían llegado a la mitad del tronco, Kooboo partió una rama vieja y se la tiró a la cabeza. Los jóvenes se soltaron y cayeron al suelo.
      El muchacho repitió la hazaña varias veces, hasta que dos jóvenes curanderos idearon un plan más inteligente. Subieron girando alrededor del tronco. Así, cuan­do Kooboo les tiraba una rama, ésta no caía sobre ellos porque ya se encontraban en otro punto del tronco. Cuando se acercaron a Kooboo, éste empezó a gritar pre­so del miedo y a rogar que se apiadasen de él. Pero los curanderos no se compade­cieron del muchacho. Lo sacaron de su cómodo asiento en las ramas y lo tiraron al suelo.
      Sin embargo, en ese instante, el árbol le concedió a Kooboo una protección mágica, de tal forma que, al tocar su cuerpo el suelo, se transformó en un pequeño koala y se subió a otro árbol en cuestión de segundos.
      Así que Kooboo, el pequeño niño huérfano transformado en koala, vive desde ese día en un eucalipto.
Duerme durante todo el día y por las noches se cambia de rama y come hojas del árbol. El árbol lo cuida, le brinda una protección mágica y le proporciona todo lo que necesita. Dispone de un hogar seguro, le gusta comer hojas de eucalipto y ya no ha vuelto a tener que bajar para beber. Tal vez todavía le quede algo de aquellos cubos ocultos en el hueco de un eucalipto. Sea como sea, su nombre, «koala», significa ¡«el que nunca bebe agua»!

---Fin---

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