30 junio 2019

CESAR-JAVIER PALACIOS
Las malas hierbas no existen
Olivar florido. Foto: SEO/BirdLife
        
     ¿Qué es eso de “malas hierbas”? ¿De verdad existen hierbas malas? ¿De verdad es necesario acabar con ellas en los campos de cultivo, arrancarlas o rociarlas con herbicidas? ¿También en lo olivares, lo más parecido a un bosque domesticado?
     Amapolas, jaramagos, ajoporros, hinojos, ortigas, esparragueras, manzanillas, olivardas o borrajas han sido tradicionalmente plantas que han acompañado a los olivos en el campo. Muchas se han comido, otras se emplearon con fines medicinales, las hay que son forrajeras, otras que fijan nitrógeno o incluso que actúan como fungicidas o insecticidas. Son las plantas arvenses (plantas silvestres que crecen en los campos de cultivo) que, en cualquier caso, mejoran la estructura y fertilidad del suelo, el verdadero capital del agricultor, evitan la erosión e incrementan la biodiversidad y sus servicios ecosistémicos para la agricultura.

Expresión injusta
     Con tantos beneficios, ¿cómo pueden entonces llamarse ‘malas hierbas’? Para erradicar una expresión tan injusta y equivocada, el proyecto Life Olivares Vivos, coordinado por SEO/BirdLife, ha lanzado la publicación Buenas ‘malas hierbas’ del olivar, junto con el vídeo La cubierta vegetal en el olivar. Unos materiales didácticos que pretenden desmitificar tales prejuicios y percepciones en torno a las plantas arvenses e informar a los olivareros de los beneficios reales derivados de una gestión adecuada de la cubierta herbácea.
     Coincidiendo con la primavera, cuando se realiza el control de la cubierta herbácea en el olivar, esta publicación analiza los pros y contras de los diferentes métodos de manejo de la cubierta herbácea, para que los agricultores puedan decidir cuál es la gestión más adecuada para sus fincas.
      De igual modo, también muestra cómo está cambiando la percepción en torno a estas hierbas, desde la lucha sin cuartel que la mayoría de los olivareros han tenido tradicionalmente en contra de las cubiertas herbáceas, hasta el reconocimiento actual de los beneficios que aporta.

Las plantas como aliadas
     Gestionar adecuadamente la cubierta herbácea en el olivar ofrece toda una serie de ventajas que van desde aquellas más obvias, como son la reducción de la erosión, la fertilización natural de las leguminosas (que fijan en el suelo el nitrógeno atmosférico) o el mantenimiento de la biodiversidad, a otras menos conocidas.
     Entre estas últimas, la publicación destaca los servicios ecosistémicos que generan plantas arvenses relacionadas con el control de plagas y enfermedades del olivar. Por ejemplo, la presencia de la olivarda (Dittrichia viscosa) en zonas improductivas de los olivares aumenta la densidad de predadores de larvas de la mosca del olivo (la principal plaga del olivar y que ocasiona daños significativos en la producción y en la calidad del aceite de oliva), o los beneficios de crucíferas como la mostaza blanca (Sinapis alba) o el jaramago (Diplotaxis virgata), que actúan como fumigadores biológicos del hongo Verticillium dahliae, que causa la verticilosis y que está matando a miles de olivos.

-----

27 junio 2019

Maider Rodríguez
MAIDER RODRÍGUEZ
Árboles para combatir el calor


Empiezan a subir las temperaturas y poco a poco el calor se deja sentir en nuestras ciudades. Eso sí, en unas más que en otras. ¿Sabes qué papel juegan los árboles?
Los árboles son un pilar fundamental para hacer frente a las altas temperaturas.
     (...)Ante las altas temperaturas y esta modificación en los patrones climáticos, la adaptación se hace necesaria y urgente, ya que el calor constituye un importante problema de salud. En este punto entran en juego los árboles: funcionan como refrigeradores de nuestras ciudades.
     Los árboles ayudan a descender la temperatura del llamado efecto “isla de calor” que se produce en los núcleos urbanos debido al hormigón, el asfalto y otros materiales que absorben calor. Si las especies plantadas son las adecuadas, la temperatura puede llegar a descender entre un 20% y un 40%. Los árboles pueden reducir unos 10 grados la temperatura mediante la evapotranspiración, captando CO2 y emitiendo vapor de agua. Además, nos proporcionan más zonas de sombra, ayudan a limpiar el aire y hacen las ciudades lugares más agradables.

Las ciudades con más árboles

     Un equipo de científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) desarrolló en 2016 mediante los datos de Google Street View, un índice para medir la porción aérea de árboles de distintas ciudades del mundo. A través de Treepedia, el sitio web interactivo en el que están volcados los datos, podemos como ciudadanos, conocer y comparar la cobertura arbórea de las ciudades estudiadas. El objetivo es que las autoridades locales y las comunidades reaccionen y tomen medidas para proteger y fomentar las zonas verdes en las ciudades. Este índice, eso sí, no tiene en cuenta parques o jardines, simplemente contabiliza los árboles plantados en las calles.
     De las 27 ciudades estudiadas, Tampa (Florida) encabeza el ranking de las ciudades más verdes según este índice, con un 36,1%. A la cola estarían ciudades como París con un 8,8%, Kobe (Japón) con un 9,4% o Londres con un 12,7%.
     Ninguna ciudad española ha sido evaluada para este análisis, pero otros estudios sitúan a Madrid como la capital europea con más árboles.
CaixaForum
Edificio de CaixaForum en Madrid con un jardín vertical.
Arquitectura bioclimática 
     No solo los árboles de las ciudades pueden ayudarnos a combatir el calor, las plantas en nuestros hogares también son buenas aliadas contra las altas temperaturas. No hace falta tener un gran espacio, con pequeñas plantas, jardineras o huertos urbanos en nuestro balcón, podremos reducir la temperatura y regular la humedad del aire para crear un ambiente más agradable cuando el calor apriete. Lo ideal es colocarlas en el alféizar de la ventana, colgarlas del techo o situarlas junto a una mesa.
     En los últimos años la arquitectura bioclimática se ha puesto muy de moda. Esta arquitectura está basada en el uso de la vegetación como recurso para aislar, crear ambientes cómodos y minimizar el uso de energía. Los jardines verticales o los jardines situados en las azoteas de los edificios funcionan, además, como perfectos aislantes térmicos. Además, por su diseño, consumen muy poca agua.
     Tanto en el caso de las plantas como de los árboles, habrá que tener siempre en cuenta que las especies sean las adecuadas al entorno, para que su adaptación sea óptima y su eficiencia máxima.
-----

11 junio 2019

PLOS ONE y Jehuite
Polinizadores en crisis


     Un artículo científico dió la vuelta al mundo: un estudio cuidadoso que mostró que la biomasa de insectos voladores había bajado en promedio un 75% en los últimos 27 años.
     Ya se sabe desde hace tiempo que el número de insectos -y con esto los principales polinizadores de plantas- está en declive, pero es un fenómeno que es relativamente dificil de comprobar bien. La mayoría de los estudios son sobre algún grupo de ellos, o sobre áreas muy pequeñas. Muchos tenemos observaciones anecdóticas, como por ejemplo que hay menos insectos pegados en los parabrisas de los coches después de viajes largos, que ya no están las nubes de polillas y otros insectos que se daban cita abajo del alumbrado público.
Este es el contexto del trampeo y las trampas.
      Este trabajo destaca porque se basa en datos que se están recogiendo desde 1989 en forma estandarizada (tanto de las trampas como de las observaciones), por parte de una asociación entomófila (o sea, es un buen ejemplo de ciencia ciudadana). El otro aspecto muy resaltado es que los datos se recogieron en áreas naturales protegidas, y más o menos bien manejadas en Alemania. O sea, si pasa allí, ¿cómo será el estado del resto del paisaje? Los datos se basan en 63 sitios de diversos tipos de vegetación en dos estados federales de aquel país y 96 años/sitio de observaciones. No se muestrearon todos los sitios todos los años, pero sí existe una buena serie.
     En el mismo artículo se relacionan los datos con toda una serie de variables, como cercanía de superficies arables, clima, cambios en la cobertura vegetal o contenido de nitrógeno del suelo. Varios de estos factores influyen, pero, el factor más importante resultó desconocido.
     Los resultados indican que las pérdidas eran más fuertes en la temporada principal -medio verano- que en los extremos. Además, los declives eran similares en diferentes sitios de muestreo. Los datos indican una disminución de 5-6 % por años, que es mucho.
Esta gráfica resume los resultados. Arriba se observan los promedios y varianzas por año, y abajo las mediciones de cada punto de observación durante la estación (de abril a noviembre). Los datos azules son los más antiguos, y los amarillos los recientes. Favor de notar que la escala del eje Y es logarítmica.
     Mucha gente quizás dirá -¡que bien! A mi me chocan los insectos. (Aunque generalmente no incluyen las mariposas en estos sentimientos- que son de los primeros que sufren).
     Pero, si no los tienes, no tienes flores bonitas (más o menos 3/4 de todas las especies de plantas con flor dependen de animales polinizadores), aves insectívoras, almendras o manzanas, y muchos más, o sea, son partes muy importantes de redes; si se quitan, colapsan muchas otras partes de estas relaciones de interdependencia. Los insectos también son importantes en el ciclo de la vida como descomponedores y fuentes de proteinas.
     Entonces, vayan pensando cómo podemos abordar mejor este fenómeno desde el punto de vista científico. Pero, todavía más importante, debemos pensar qué podemos hacer para revertir esta tendencia sumamente preocupante. ¿Quizás empezando con no considerar un cesped uniformado como lo máximo en los jardines? ¿O tomando en cuenta los efectos de nuestros trabajos agrícolas?

La referencia:
Hallmann, C. A., M. Sorg, E. Jongejans, H. Siepel, N. Hofland, H. Schwan, W. Stenmans, A. Müller, H. Sumser, T. Hörren, D. Goulson y H. de Kroon (2017). More than 75 percent decline over 27 years in total flying insect biomass in protected areas. PLoS ONE12(10): e0185809. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0185809

-----

08 abril 2019

JOHAN STRAUSS II
Cuentos de los bosques de Viena

     Compuesto en 1868, es uno de los seis valses vieneses de Johan Strauss hijo que incluyen una parte para cítara. El estreno de la obra significó un hito en el desarrollo del vals desde sus orígenes aldeanos hasta el centro de la moda vienesa, en gran parte gracias al talento de la familia Strauss, el título recuerda la música popular de los habitantes de los bosques de Viena.

-----

31 marzo 2019

nzherald.co.nz
     Encuentran otro kauri de las marismas, los árboles sepultados hace 50.000 años, Isla del Norte, Nueva Zelanda
Escaleras talladas en el interior de un tronco de kauri antiguo (Ancient Kauri Kingdom, Awanui, Northland, Nueva Zelanda
 
     Un kauri de las marismas es un tronco de kauri, nombre maorí de la especie Agathis australis, una conífera que sólo crece en la Isla Norte de Nueva Zelanda por encima de los 38º de latitud sur, pero que fue sepultado por un cataclismo natural hace miles de años.
    Los kauris son árboles de tronco grueso, llegando a alcanzar en diámetro a las secuoyas norteamericanas, y pueden crecer hasta los 50 metros de altura. Se cree que la especie apareció durante el jurásico, hace 135–190 millones de años, y los bosques que forma se encuentran entre los más antiguos del mundo.
     Algunos de los que existen actualmente tienen más de 1.000 años, pero los científicos no han encontrado evidencias que prueben que puedan vivir más de 2.000 años.
     Debido al tamaño y resistencia de la madera de kauri pronto se la empezó a aprovechar para la construcción, tanto de casas como de barcos. Su belleza la hizo también ideal para la fabricación de muebles de alta gama, lo que dio lugar a una explotación intensiva, iniciada a mediados del siglo XIX, que redujo su superficie forestal de 12.000 kilómetros cuadrados antes de 1840 a tan sólo 1.400 en la década de 1950. Se calcula que hoy queda un 4 por ciento de bosque de kauri.
      Los kauris de las marismas quedaron enterrados en marismas saladas a causa de erupciones volcánicas, cambios en el nivel del mar o inundaciones. Un número considerable han sido encontrados y desenterrados, el último hace apenas unos días cerca de la localidad de Ngāwhā Springs en las excavaciones de construcción de una planta eléctrica.
     Las pruebas de radiocarbono indican que este tronco de kauri tiene unos 40.500 años, algo menos que otros hallados anteriormente, que sobrepasan los 50.000. Tiene 16 metros de largo y 60 toneladas de peso.
El tocón de 28 toneladas se levanta de su lugar de descanso en el sitio de construcción de la central eléctrica de Ngawha,  cargado en un remolque. Foto / Debbie Beadle
     Sorprendentemente la mayoría de kauris de las marismas desenterrados están en tan buen estado que su madera todavía es aprovechable. Es de un color más claro que la de los kauris actuales, pero todavía se puede emplear para la fabricación de muebles, aunque no en la construcción.
     Este nuevo kauri de las marismas descubierto es especialmente interesante para los científicos que estudian el Evento de Laschamp, la inversión de los polos magnéticos de la Tierra sucedida hace unos 41.400 años, precisamente porque data de esa época. El análisis de los anillos del kauri puede ayudar a determinar con mayor precisión cuándo sucedió la inversión y cuánto tiempo duró.
  
Los miembros e invitados de Ngāwhā Marae hacen fila para tomarse una foto con el árbol de 40 000 años. Foto / Debbie Beadle
     El Evento de Laschamp se descubrió por primera vez en flujos de lava de la localidad del mismo nombre, en el distrito francés de Clermont-Ferrand en la década de 1960. Desùés fue confirmado en archivos geológicos en otras partes del mundo. Se cree que la inversión duró unos 440 años y que la intensidad del campo magnético terrestre cayó al 75 por ciento del actual, lo que provocó una mayor incidencia de rayos cósmicos en la Tierra aumentando la cantidad de isótopos de berilio 10 y carbono 14. Según Alan Hogg, director del laboratorio de radiocarbono de la Universidad Waikato, cuando murió este kauri debía tener entre 1.500 y 2.000 años.
-----