19 junio 2017

 ALFONSO VÁZQUEZ, en"La Opinión" de Málaga
Dos mil árboles para el Guadalhorce, Málaga

La ONG ecologista, que el año que viene cumplirá tres décadas, lleva ocho años creando junto al paraje natural de la Desembocadura del Guadalhorce una pantalla vegetal de cerca de 2.000 árboles y arbustos gracias a voluntarios y empresas

 
De izquierda a derecha, Guillermo Castilla, la británica Patricia Macaulay, Antonio Miguel Sánchez y el presidente de Almijara, Miguel Ángel Barba, esta semana junto a la Desembocadura del Guadalhorce.

Cuando las empresas cogen el azadón

  • En los ocho años que Almijara lleva plantando la pantalla vegetal junto al paraje natural del Guadalhorce han sido muchas las empresas que han apadrinado la iniciativa. Y no sólo con dinero para comprar árboles y arbustos sino con parte de sus trabajadores y familiares listos para cavar con el azadón.
    «Los que más nos están ayudando son las empresas. Les organizamos una mañana, les explicamos cómo se planta, las medidas de seguridad de todo el proyecto y ellos mismos plantan lo que han apadrinado», explica Miguel Ángel Barba, presidente de Almijara. La mayoría de las empresas que han colaborado son malagueñas, aunque también hay nacionales. A continuación, la lista de empresas y entre paréntesis los árboles y arbustos apadrinados: Bar Tula (40), Sfera Proyectos Ambientales (30), Rain Central SL (50), Skyteam (400), Fundación Más Capaz-Adecco (200), Oracle (125), Fujitsu Team (740), Onspain Languages & Services SL (140). Además, también han colaborado con sus plantones ISA (53) y el Colegio de Las Esclavas (90), cuyos alumnos los han plantado y apadrinado de forma individual y lucen sus nombres.
    Como destaca Miguel Ángel Barba, Fujitsu Team es la empresa que durante más años ha colaborado (desde 2010). Almijara calcula que solo la generosidad de Fujitsu ha logrado reducir la huella del dióxido de carbono en 97.000 kilos. En otoño será el turno de Booking.
­Si alguien rescata este artículo dentro de 30 años y se va al mismo punto de la Desembocadura del Guadalhorce donde tiene lugar el reportaje, es muy posible que compruebe que los árboles han crecido lo suficiente como para que la ciudad de Málaga deje de llamar a la puerta de este paraje natural.

«Una vez estábamos observando aves con Antonio Tamayo, el agente ambiental del Guadalhorce y dije, hay que ver, hace 40 años esto era una selva, no se veía nada, era todo campo alrededor y hoy en día te pones a mirar con los prismáticos y dices: anda, un tío en el balcón», cuenta Miguel Ángel Barba, presidente de Almijara.

Desde hace ocho años, esta ONG con sede en Pedregalejo hace todos los esfuerzos posibles por crear, a lo largo de ocho kilómetros, una pantalla vegetal que aísle la zona de la ciudad. De hecho, mientras habla, Miguel Ángel da la espalda a los bloques de Parque Litoral, el centro Inacua y el estadio de atletismo, una expansión urbana que los ecologistas quieren mitigar. «Surgió la idea de crear una pantalla para aminorar el impacto paisajístico, por eso hemos metido plantas de crecimiento rápido como pinos, álamos o casuarinas, que no son de aquí, pero dan árboles de gran porte», explica Antonio Miguel Sánchez, voluntario de Almijara.

Pinos piñoneros y carrascos, adelfas, lentiscos, acebuches, fresnos... Una brigada ligera de árboles y arbustos junto al canal de desagüe que hay al lado del río, una primera línea verde frente a la ciudad que también incluye cipreses, «no porque el árbol sea realmente especial sino porque hay pajarillos a los que les gusta mucho las semillas», señala Miguel Ángel, que explica que además de aminorar el impacto visual, el proyecto de Almijara, llamado Pantalla Paisajística del Guadalhorce, proporciona tranquilidad a las cientos de aves que viven y crían en la zona.

Los árboles se plantan en enero y febrero todos los años y en verano, sobre todo en julio y agosto, viene el mantenimiento de esos árboles primerizos, en forma de riego semanal, aunque algún año muy seco han comenzado a regar en junio.

Hasta la fecha, la veterana asociación, que el año que viene cumplirá 30 años, ha plantado 1.868 árboles y arbustos. Algunos de los plantados los dos primeros años miden ya entre dos y tres metros.

Una de las artífices de este milagro, que se explica por la constancia y la ilusión, es la veterana británica Patricia Macaulay, voluntaria de Almijara así como de Médicos sin Fronteras y miembro de la Asociación de Amigos de La Concepción. El calor de una tarde de agosto no hace mella en esta residente en Torremolinos y malagueña de adopción desde 1974.

«Me gusta mucho el paraje natural y colaboro con Almijara desde hace más de diez años», cuenta. Patricia es la encargada de «llenar los cacharros»: garrafas de cinco y ocho litros que alimenta con una manguera conectada a un depósito de agua de mil litros que transporta la batallada furgoneta de Almijara. La asociación cuenta con una llave con la que poder entrar en las inmediaciones del paraje, pues la circulación de coches, prohibida, se ha conseguido atajar bastante con la presencia de topes y muretes que han logrado frenar los botellones motorizados del pasado, cuenta Miguel Ángel Barba.

Perros, no, por favor

Pero como explica el presidente, «hay menos basura, todo está más controlado pero por otra parte viene más gente a pasear, en bici y a correr y eso hace que la gente traiga perros, que ocasionan bastantes problemas a las aves, porque hay algunas que nidifican en el suelo, en matorrales bajos y eso que se supone que en los espacios naturales no se puede entrar con perros».


Otro de los voluntarios, desde hace 12 años, es Guillermo Castilla, un profesor de piano de 28 años que carga con las garrafas de cuatro en cuatro. Un caso meritorio porque, a decir verdad, escasean los voluntarios.

«Desde que empezó la crisis, en Málaga ha desaparecido casi el 70 u 80 por ciento de las asociaciones medioambientales que había y las subvenciones, con lo único que se podían hacer actividades, desaparecen», cuenta Miguel Ángel Barba, que explica que la crisis también ha hecho que muchos voluntarios dejen de colaborar para buscarse la vida.

En el caso de Miguel Ángel, que trabajaba de formador ocupacional en materia medioambiental, ahora está a cargo junto a su mujer de una academia de inglés. De hecho, es el único fundador de la asociación que continúa en ella. Nació en 1987, tras un primer curso de monitores medioambientales organizado por la Diputación y la antigua Agencia de Medio Ambiente. «Cuando terminamos hubo un grupo de gente que dijimos, bueno, y ahora qué y decidimos montar la asociación, con el nombre de Almijara, porque por entones estaba a punto de salir la ley de espacios públicos de Andalucía y la Sierra de Tejeda y Almijara se quedaba sin protección».

En la actualidad, Miguel Ángel Barba calcula que queda algo más de la mitad para reforestar los ocho kilómetros junto al Guadalhorce, que la asociación ha dividido en siete sectores, desde Los Chopos a la playa.

Aunque siempre faltan plantas y mano de obra, este año han recibido una ayuda inesperada: «Hemos plantado más árboles gracias a que cerraron el vivero de Ardales y nos trajimos dos furgonetas llenas de plantas», explica.

«Sólo quedan 100 cien litros de agua», anuncia Patricia. Son las 9 de la noche y las aguas estancadas del canal de desagüe comienzan a ser sobrevoladas por nubes de mosquitos. Los árboles reciben los últimos riegos. Misión cumplida. Es posible que dentro de 30 años varias hileras de árboles frondosos transmitan la sensación de que estamos en medio del campo. En el paraíso de la Desembocadura.
Protección
Menos coches pero cada vez más perros
Los ecologistas creen que las medidas para impedir el acceso de coches en el entorno de la Desembocadura del Guadalhorce están surtiendo efecto, aunque critican que siguen abundando los perros, prohibidos en la zona.
 
 
Canal de desagüe
Vida animal también aquí

Los ecologistas llaman la atención sobre la explosión de vida natural en toda la zona, incluido el canal de desagüe junto al río, a veces con agua salada. En la foto, dos cigüeñuelas en el canal esta semana.
 
 
Riego de verano
Una vez a la semana

Para que la última partida de plantas no se pierda en los meses de más calor, en julio y agosto los voluntarios de Almijara acuden una vez a la semana a la zona para regarlas. Consideran un éxito que sólo se pierda el 20 por ciento.
 
 
Pasarela del guadalhorce
Mejor en el puente de la Azucarera

La ONG Almijara ve con preocupación el proyecto de pasarela próxima a la desembocadura del Guadalhorce. Los ecologistas prefieren que se adapte el puente de la Azucarera para que las molestias a las aves sean las mínimas.

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17 junio 2017


LUIZ GONZAGA, biólogo brasileño planta 3000 árboles y recupera 20 mil m2 de vegetación
Por Raúl Mannise
Caminando entre las plantas le gustaba repetir que la naturaleza sólo necesita un pequeño empujón para mostrar su gracia
(Extracto del artículo de ECO-PORTAL)

      Cerca de Río de Janerio está la laguna de Itaipú. Hace años que Luiz Gonzaga trabaja en su recuperación. El proyecto para recuperar la zona comenzó en 2012 en el borde del canal Camboatá. Aquí la vegetación ya es casi impenetrable. Los esfuerzos más recientes también han mostrado resultados en la frontera de río João Mendes, donde unos 300 arbolillos dan un tinte verde a la tierra negra. Él sólo se ha ocupado de plantar y cubrir con una botella de plástico para proteger de los cangrejos a la jóvenes plantas. Una vez crecen lo suficiente se retiran las botellas para evitar la contaminación del plástico.
     Al igual que los cangrejos, los pájaros también regresaron a las orillas de la laguna Itaipú gracias al trabajo incansable de reforestación realizado por Luiz, que ha plantado más de tres mil árboles y recuperando unos 20 mil metros cuadrados en la zona de la laguna.


     Cuando los árboles crecen regresan las aves, cangrejos y lagartos. Este es el tipo de cosas que cualquiera puede hacer, y son las que realmente pueden hacer una diferencia en este mundo- dice Gonzaga-, rodeado de diversos árboles en el tramo Río João Mendes.
     Recupera también un lugar que antiguamente era usado para verter escombros y hoy es una reserva natural y se encarga de mantener la biodiversidad de la laguna. Además coordina esfuerzos en un parque nacional cercano, del cual la laguna también forma parte, para trabajos de educación ambiental y limpieza del sector donde se involucra a los más pequeños.
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15 junio 2017

 VALENTÍN CARRERA
¿Por qué no arden los montes de Suiza y sí los del Bierzo? 

Las consecuencias de que la sociedad viva de espaldas al bosque

Una cita académica (para impartir dos conferencias en la Universidad de Fribourg, sobre mi reciente viaje a la Antártida y sobre el viaje interior al Bierzo), me ha permitido gozar de la contemplación de un país cuyo paisaje emociona y enamora: Suiza.
      Profundamente indignado por las oleadas de incendios que año tras año devastan Galicia y El Bierzo, y en especial por el reciente crimen ecológico contra la Tebaida, durante todo el viaje por Suiza no he podido apartar de mi mente la última estampa negra, cenicienta y humeante del Valle del Silencio, que había recorrido pocos días antes.
      A medida que la ventanilla del tren —limpio, puntual y silencioso— me iba mostrando el paisaje del lago Lemans y la espléndida postal de los Alpes, no dejaba de torturarme con una sola pregunta, ¿por qué los bosques de Suiza no arden y los de Galicia y El Bierzo sí?
      Una explicación simple sería porque en Suiza no gobierna el Partido Popular, pero no me gustan las explicaciones simplonas, como algunas que culpan del desastre a un imbécil con una cerilla y mucho viento. En Suiza también hay mucho viento, imbéciles e incendiarios, pero el monte no arde… porque las autoridades y toda la sociedad se lo toman en serio.
      Con o sin cerilla, el bosque arde cuando está abandonado, como los montes bercianos, ignorados por una Consejería de la Junta de Castilla y León cuyo titular debería estar procesado penalmente por presunta prevaricación y negligencia, además de las responsabilidades políticas que requieren su dimisión (o, dado que aquí no dimite nadie, su cese inmediato y ejemplar por el presidente Herrera), como habría ocurrido en Suiza y en cualquier país europeo no tercermundista.
      Un tercio de Suiza son bosques. En los últimos veinte años han sufrido una media anual de 90 incendios y 374 hectáreas. El incendio de la Tebaida cuadruplica todos los bosques quemados en Suiza durante un año. Algo estaremos haciendo mal como sociedad y algo estarán haciendo mal nuestros gestores autonómicos y locales.
      El bosque suizo es una inmensa fuente de riqueza sostenible (cuando se lee el Plan forestal que el Ayuntamiento de Ponferrada guardó en un cajón desde 2008, se ve el potencial económico que hemos desperdiciado). El bosque crea miles de puestos de trabajo: 6.223 empleos directos, la mayoría a tiempo completo, en mano de obra forestal (nuestras famosas brigadas); y más de 80.000 empleos en la industria de la madera.
      Los suizos consideran que la biodiversidad de sus bosques —más de 26.000 especies— es más importante que plantar pinos y eucaliptos, monocultivo incendiario. Desde pequeños, los escolares y las familias van una vez por semana al bosque, hacen allí sus cabañas y barbacoas, sin que pase nada. [Todos los datos en La forêt suisse en bref; y les invito a visitar la web www.lfi.ch, Inventario forestal nacional, para entender por qué los bosques suizos no arden]. Porque hay prevención diaria y permanente. Los bosques están limpios de maleza, no almacenan las toneladas de combustible que nuestros montes apilan en sus laderas. Porque la propia biodiversidad, frente al monocultivo eucalíptico o apocalíptico, frena e impide los incendios descontrolados. Tampoco es preciso ir a Suiza: estas cosas las supieron desde siempre nuestros abuelos, respetuosos con los bosques de acebos, robles, encinas, nogales y castaños. Créanme, es muy difícil quemar un bosque de acebos…
      Los bosques suizos no arden porque, además de la educación ciudadana, del sentimiento de pertenencia común o colectiva (¡Ubuntu!: si todos ganan, tú ganas), hay una vigilancia permanente. Una vigilancia seria y eficaz, no el paripé nuestro, sin medios ni recursos, con promesas de cámaras y patrullas, reiteradamente incumplidas.
      Los bosques suizos no arden porque nos llevan trescientos años de adelanto —la democracia más antigua del mundo— y un alcalde al que se le quemaran mil hectáreas en su municipio sería inmediatamente expulsado; y ningún juez suizo osaría archivar, sin investigar, un delito ecológico de graves consecuencias económicas y ambientales.
      Contemplando el paisaje de postal entre Genève y Lausanne, entendí mejor, con envidia y con tristeza, por qué arde el bosque del Bierzo: porque llevamos décadas sin prevención ni vigilancia, sin ningún planeamiento forestal, despreciando (como nuevos ricos paletos que somos) el aprovechamiento económico sostenible de nuestros montes, apostando por repoblaciones salvajes, devastadoras; porque ha habido una absoluta dejación de funciones desde la Junta de Castilla y León en el ejercicio de sus competencias; pero también porque la sociedad berciana, a diferencia de la suiza, vive de espaldas a nuestros bosques. Por eso esta sección grita, ¡Arriba las ramas!

Información 
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13 junio 2017

CHISTOPHER THOMOND & PATRIC BARKHAM
Un año en la vida de un roble
Quien no quiera saber del cambio climático que no escuche a este granjero, Peter Duxbury. Aquí sólamente voy a reproducir las fotos del artículo.










































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11 junio 2017

América, la leyenda del pehuén

LEYENDA DEL PEHUÉN, EL ÁRBOL SAGRADO DEL NEUQUÉN
 de www.tripin.travel

El Pehuén o Araucaria, es un árbol emblemático y uno de los símbolos de la provincia de Neuquén. Se trata de un “fósil viviente”, que ya estaba presente en esta zona cuando los dinosaurios habitaban la Patagonia, antes incluso de que se formara la cordillera de los Andes.
     Puede alcanzar hasta 40 metros de altura y tiene forma de pirámide cuando es joven y más tarde de una enorme sombrilla. Es de crecimiento muy lento. Sus ramas son un poco arqueadas hacia arriba con hojas duras y punzantes.
     Su floración es unisexual: unos árboles producen el polen y otros dan la piña que es fecundada por el polen llevado por el viento. Una vez madura, cada piña tiene entre 200 y 300 piñones y en cada árbol pueden madurar unas 30 piñas.
     Los piñones son muy nutritivos y eran el alimento básico de los indígenas pehuenches, quienes los consumían cocidos o tostados o hacían bebidas fermentadas. Utilizaban también la resina que segrega la corteza del árbol como medicina cicatrizante.
     Lo consideraban árbol sagrado y algunas de sus ramas formaban el rehue (altar) en su Nguillatún (rogativa al Dios).

La Leyenda del Pehuén
     Desde siempre Nguenechén hizo crecer el pehuén en grandes bosques, pero al principio las tribus que habitaban eses tierras no comían los piñones porque creían que eran venenosos.
Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado y lo veneraban rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo, y hasta conversaban con él y le confesaban sus malas acciones. Los frutos los dejaban en el piso sin utilizarlos.
    Pero ocurrió que en toda la comarca hubo unos años de gran escasez de alimentos y pasaban mucha hambre, muriendo especialmente niños y ancianos. Ante esta situación los jóvenes marcharon lejos en busca de comestibles: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías, pareciendo que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente se seguía muriendo de hambre.
     Pero Nguenechén no los abandonó, y sucedió que cuando uno de los jóvenes volvía desalentado se encontró con un anciano de larga barba blanca.
     - ¿Qué buscas, hijo? -le preguntó
     - Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre. Pero por desgracia no he encontrado nada.
     - Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?
     - Los frutos del árbol sagrado son venenosos abuelo -contestó el joven.
     - Hijo, de ahora en adelante los recibiréis de alimento como un don de Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden o tostadlos al fuego y tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en sitios subterráneos y tendréis comida todo el invierno.
     Dicho esto desapareció el anciano. El joven siguiendo su consejo recogió gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu explicándole lo sucedido. Enseguida reunieron a todos y el jefe contó lo acaecido hablándoles así:
     - Nguenechén ha bajado a la tierra para salvarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con el fruto del árbol sagrado que sólo a él pertenece.
     Comieron en abundancia piñones hervidos o tostados, haciendo una gran fiesta. Desde entonces desapareció la escasez y todos los años cosechaban grandes cantidades de piñones que guardaban bajo tierra para mantenerlos frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada.
     Cada día, al amanecer, con un piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol: "A ti de debemos nuestra vida y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre, que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los árboles sagrados".
---Fin---