02 septiembre 2025

En el norte de Italia, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
El plátano de "Los cien Bersaglieri"

 
 
En el norte de Italia, a medio camino entre Venecia y Milán, existe una localidad llamada “Plátano” (y que antes se llamaba Salgarèa, un puñado de casas y algunas villas a pocos kilómetros de Caprino Veronese) donde crece un plátano oriental -es inútil explicar de quién toma el nombre el lugar en la actualidad- llamado “de los cien Bersaglieri“ y declarado monumento nacional. Los “bersaglieri” son un cuerpo muy especial de la infantería italiana, creado en 1836.
     Cerca del árbol, el mayor de esta especie en Italia, un cartel indica que este mide 15 metros de circunferencia y 24 de altura y cubre un área de 300 metros cuadrados, pero no marca su edad. Se estima que fue plantado en el año 1400 (+/-10), por lo que tiene en la actualidad unos 620 (+/-10 años). El plátano crece en el borde de un terraplén por cuyo fondo pasa un torrente y al que se le supone que debe sus extraordinarias medidas: nunca ha conocido la sequía.
      Los vecinos de la zona conocen bastante bien su historia, a fin de cuentas el árbol da nombre al pueblo, aunque su propio nombre es bastante reciente. Fue en 1937 cuando un compañía de soldados bersaglieri se subió al completo a este árbol
(eran 100), de ahí el nombre que le ha quedado, pero no es este el único suceso que se recuerda de él.
      Hubo otro suceso trágico anteriormente: al terminar la Primera Guerra Mundial quedó algún depósito de armas sin recoger por la zona. Dos muchachos, uno mayor que el otro, robaron explosivos plásticos empaquetados en forma de panes alargados con mechas y se fueron al plátano, dónde el mayor subió y el pequeño esperó abajo. Desde arriba el primero se dedicó a encender mechas y arrojar lejos los explosivos, mientras el pequeño miraba divertido desde abajo. En el enésimo lanzamiento, una repentina ráfaga de viento detuvo el explosivo en el aire, lo hizo girar y lo deslizó, precisamente, dentro de la camisa abierta del más pequeño, pulverizándolo. Durante la Segunda Guerra Mundial los alemanes tuvieron un cuartel cerca del plátano, así que lo mutilaron drásticamente ya que su exuberancia y su proximidad a la carretera podrían haber sido explotados por los partisanos como excelentes escondites para atacarles. Seguramente muchas de las oquedades que en la actualidad presenta, datan de esa época.

 
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30 agosto 2025

El bosque de Doramas en la memoria

BARTOLOMÉ CAIRASCO DE FIGUEROA (Las Palmas de G.C., 1538-1610)
 

Éste es el bosque umbrífero
que de Doramas tiene el nombre célebre,
y aquéstos son los árboles
que frisan ya con los del monte Libano
y las palmas altísimas
mucho más que de Egipto las pirámides,
que los sabrosos dátiles
producen a su tiempo y dulces támaras.
Aquí de varias músicas
hinchan el aire los pintados pájaros.
La verde yedra estática
a los troncos se enreda con sus círculos
y más que el yelo frígidas
salen las fuentes de peñascos áridos.
Aquí de Apolo délfico
no puede penetrar el rayo cálido
ni del profundo océano
pueden damnificar vapores húmedos.
Aquí con letras góticas
se escriben epigramas, nombres, títulos
en árboles tan fértiles
que parece que estuvo recreándose
en ellos el artífice
de las terrenas y celestes fábricas.
Aquí, pues, de la próspera
fortuna está gozando el fuerte bárbaro
que por sus propios méritos
alcanzó la corona y regia púrpura
y en la terrestre máquina
es celebrado en ejercicios bélicos:
Doramas es el ínclito
nombre del capitán fiero e indómito

 Tomado de: Cairasco de Figueroa y el mito de la Selva de Dorama, pág. 34

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27 agosto 2025

MARÍA OLIVELLA, Nov2-023 en "La Vanguardia"
¿Están vivos los árboles huecos?


Las cavidades arbóreas se forman en muchas especies y dan refugio a pequeños animales, hongos y bacterias.

En Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia podemos ver esta fotografía del tronco de un árbol hueco, lo que nos ha llevado a preguntarnos: ¿estos árboles están vivos o muertos?
     La respuesta es que puede haber ejemplares con esta cavidad arbórea perfectamente vivos. De hecho, está demostrado que suelen servir de refugio a pequeños animales, hongos y bacterias.
     Un agujero en un árbol es una cavidad semicerrada que se ha formado naturalmente en el tronco o en una rama. Se encuentran principalmente en árboles viejos, vivos o no.
     Estas curiosas cavidades se forman en muchas especies de árboles. La amplitud del hueco depende de la edad y el diámetro del árbol. Pueden formarse cavidades como resultado del estrés fisiológico de las fuerzas naturales (el viento, el fuego, el calor, los rayos, la lluvia, el ataque de insectos, bacterias u hongos) que provocan la excavación y exposición del duramen.
     Muchos animales desarrollan y hacen aún más grandes estos huecos utilizando instrumentos como el pico, los dientes o las garras. El tamaño de las cavidades puede depender de la edad del árbol.
     Los huecos pueden ser un rasgo de adaptación de los árboles, ya que los animales proporcionan fertilizante al árbol huésped. Y hay cavidades de árboles húmedos y secos.

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24 agosto 2025

Takahashi en Tochigi, el cronista de Japón, (121)

TAKAHASHI HIROSHI (1960, japón)
El Senbon Katsura de Kasosan (prefectura de Tochigi) 

La estación de las lluvias

Para los árboles, que han gastado en el salto a la primavera buena parte de sus reservas nutritivas, el tsuyu o baiu (estación de las lluvias) es un importante periodo para volver a aprovisionarse de dichas sustancias. Presentaremos a continuación árboles que brillan con esplendor en esta estación pasada por agua, como el katsura (Cercidiphyllum japonicum), que en algunos casos es adorado y objeto de rogativas por la lluvia en zonas montañosas apartadas de los núcleos de población, o el akagi, especie considerada sagrada según las creencias de las islas Ryūkyū (prefectura de Okinawa).
     Durante la última parte de la primavera, el verde de las hojas cobra intensidad y los árboles lucen exultantes de vida, pero lo cierto es que sus energías no dan para mucho más. Especialmente en el caso de los caducifolios, que han gastado en el esfuerzo de crecimiento primaveral todos los nutrientes acumulados durante el otoño anterior, puede hablarse incluso de una incipiente precariedad nutritiva.
     El tsuyu visita, tras la primavera, todo el territorio japonés, si exceptuamos la septentrional isla de Hokkaidō y el lejano archipiélago de Ogasawara, perdido en el océano Pacífico. Entre el 20 % y el 25 % de todas las precipitaciones pluviales anuales que recibe Japón (un país que dobla el promedio mundial de lluvia) se produce en este periodo. El agua que se evapora de las hojas de todas las especies vegetales trae nieblas y con ellas los bosques quedan empapados de humedad. En este ambiente, los árboles van atesorando los nutrientes que necesitarán para el verano. Si nos fijamos en los diversos fenómenos relacionados con el agua que son propios de esta estación, como el kisame (literalmente, “lluvia de árbol”, la que cae al condensarse la lluvia en la superficie de ramas y hojas y formar gotas) o el jukanryū (literalmente “corriente por tronco de árbol”, en referencia al flujo formado en el tronco por la lluvia recogida por toda la copa) sentiremos con gran inmediatez cómo el bosque vivo, con todo su dinamismo, promueve el ciclo del agua.
     A diferencia de las grandes lluvias producidas por la temporada de los tifones, que suelen acarrear grandes daños a los árboles, las suaves lluvias de esta estación son en muchos casos benéficas. Claro está, no se trata simplemente de que llueva mucho, pues la escasez de horas de sol que acompaña a los días de lluvia puede convertirse en un factor de retraso en el crecimiento de las especies. Si el volumen de precipitaciones es el adecuado, la aportación de humedad y nutrientes será suficiente y los árboles podrán seguir creciendo sanos y fuertes cuando reciban los rayos del sol estival.
     A muchos japoneses, pese a todo, el tsuyu no les resulta grato. Sus argumentos son un tanto egocéntricos: el ambiente empapado de humedad se les hace muy molesto, la ropa tendida no se seca, etcétera. Pero para los árboles, que en primavera han echado brotes, este es el momento de acceso a esa esperada estación de plena actividad, en la que se harán más frondosos y desarrollarán su ramaje. Si salimos al encuentro de los árboles gigantes, que hallaremos exultantes, recibiendo la lluvia en toda su anatomía, es muy probable que la imagen que teníamos del tsuyu cambie.

Especie: Katsura (Cercidiphyllum japonicum), familia Cercidiphyllaceae, género Cercidiphyllum
Dirección: 1710 Kamikuga, Kanuma-shi, Tochigi-ken 322-0254
Perímetro del tronco: 8,25 m.
Altura: 38 m.
Edad: 1.000 años (atribuida)
Designado monumento natural prefectural
Tamaño ★★★★        Vigor ★★★★        Porte ★★★★
Calidad del ramaje ★★★★         Majestuosidad ★★★★★

     Si, entre los árboles que alcanzan grandes dimensiones, hay alguno cuyo aspecto mejore con la lluvia, ese es sin duda el katsura. Tanto su tronco, que brilla empapado de lluvia, como sus bellas hojas acorazonadas parecen recibir con gozo el agua que tan generosamente mana en esta estación. El santuario sintoísta de Kasosan está rodeado de un bosque de cedros. Ascendiendo durante unos 30 minutos por el camino de montaña que partiendo de un costado de su pabellón principal y remontando el curso de un arroyo conduce al monte Ozaku, aparece nuestro gigante en plena quebrada, cortándonos el camino. Por su majestuosidad, diríase que estamos ante el dueño y señor del bosque. Una enorme personalidad la de esa estampa suya de árbol ennoblecido por el paso del tiempo, a la que contribuye no poco su corteza cuarteada y poblada de musgo.
     Este katsura está formado por dos cepas bien definidas y de diverso tamaño que se han ido desarrollando entorno al antiguo tronco principal. Este debió de ocupar la parte central del conjunto, pero terminó pudriéndose por completo. Según el ángulo desde el que lo miremos podría parecernos un único árbol y es esta compenetración lo que le ha ganado desde antiguo la fama de árbol propiciador de uniones y ha hecho de él el árbol sagrado asociado al citado santuario de Kasosan, al pie de la montaña. Tampoco quienes hayan tomado este camino solo para llegar hasta el pabellón trasero del santuario pueden ocultar su sorpresa ante una aparición tan aparatosa y se les ve detener su paso olvidados de sí mismos y levantar sus ojos hacia las ramas superiores, que alcanzan una altura de unos 40 metros. El árbol aparece justo cuando el visitante desearía tomarse un descanso en su ascenso, así que es el lugar ideal para recuperar el aliento refugiándose en la sombra y hacer acopio de valor para afrontar la dureza del camino restante.

Nº 121

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