5/10/2023

SOPMAC NEBUR, en Facebook febr-2023
La madera que permitió navegar el mundo

Los agrimensores eran los encargados de seleccionar y dirigir en los montes la corta de las maderas que iban a emplearse en la construcción de los barcos. «Un cometido sumamente difícil y delicado, porque se solían aprovechar las formas naturales de los troncos y ramas de los árboles para hacer las principales piezas de los navíos. Además de tener presente la orientación de los árboles a la hora de su tala —eran preferibles los que estaban al norte por tener una mayor durabilidad en el agua—, los peritos agrimensores eran los encargados de dar la forma de todos los ángulos que formaban las curvas de los «árboles tiernos y fáciles de doblar». Para todo ello, estos peritos contaron con la inestimable ayuda de los aserradores y de algunos carpinteros de ribera».
     “Lo más sorprendente para todo el que sube a la réplica de estos barcos es su reducido tamaño, entre 25 y 28 metros de eslora, muy pequeños para las travesías tan importantes que hicieron. Algo muy curioso también es el sistema de gobierno, de pinzote, en vez de rueda, que es un palo vertical que sale por la cubierta de mando, la que está en popa por encima de la cubierta principal. Este palo de madera va articulado, unido a la máquina del timón de la cubierta principal, situada por debajo de la de mando. Este artilugio se empleó para sacar el gobierno del barco hasta la cubierta principal, que tiene más visibilidad».
Otra cosa que puede llamar la atención, son los instrumentos de navegación tan rudimentarios, como astrolabio, cuadrante, ballestilla, «que permitía tomar la altura del sol, referencias al norte, o la sonda para asondar fondos, correderas para medir los nudos… que hoy nos parecen muy rudimentarios para navegar por rutas desconocidas».
     Las condiciones espartanas de la vida a bordo: «En la Nao, y en contra de lo que se puede pensar, para una nave de 85-90 toneles y una media de 40 tripulantes, la vida a bordo se hacía en la cubierta principal, porque las bodegas iban llenas repletas de víveres, toneles, fardos, todo el almacenaje del agua… Los marinos buscaban acomodo done podían. Se calcula que el espacio habitable por tripulante podía ser de un metro cuadrado».
A esto se unían las dificultades de una travesía en barcos de madera, para la que entonces apenas existían tratamientos que permitieran resistir la corrosión. El agua, el aire y los insectos o gusanos vermiculares eran los causantes. «Por ello, los carpinteros y aserradores de maderas adoptaron una serie de medidas preventivas que las aprendieron de la observación de la naturaleza. Una de ellas era cortar los árboles robles y trasmochos en los cuartos menguantes de los meses de noviembre, diciembre y enero de cada año. Se desconoce cuáles eran las causas de los efectos positivos que la luna generaba sobre la corta del maderamen en estos meses; pero los robles talados en estos meses solían tener una mejor calidad y durabilidad que los cortados en los otros meses del año», puede leerse en libros que recogen la historia de la construcción de esos navíos.
     Otra medida preventiva era la de emplear en las fábricas navales «las maderas de los árboles plantados en la parte norte de los bosques. Estas piezas eran las más afectadas por las inclemencias meteorológicas, en concreto, por las lluvias, lo cual les hacía tener un tratamiento natural para la humedad. Y en definitiva, una mayor perdurabilidad en todas las fábricas navales.
     «La madera de roble se utilizaba para la estructura las naves y el pino era el forro del barco, y para detalles, desde barandillas a las piezas del equipamiento. Cómo se conseguía que aguantaran, lo único que les daban, como protección era brea, muy buena para la obra muerta, lo que estaba fuera del agua, y sólo relativamente, porque en zonas cálidas como El Caribe, donde navegaban tanto, casi se derretía por la temperatura. Pero en la parte sumergida daba poco resultado, porque se iba cayendo al navegar».
     Otro enemigo de los barcos de madera era la broma, que, pese a su nombre, suponía un grave inconveniente. Era el Teredo navalis, un molusco capaz de horadar la madera reblandecida de los barcos. Para evitarlo, «dos veces al año sacaban el barco, para dejar la parte sumergida al aire, limpiarla de moluscos a y volver a darle brea. En la primera vuelta al mundo, harían esta operación cuatro o cinco veces. Había muchos sistemas, además recurrían a un procedimiento que consistía en recubrir con láminas de plomo, de lo que se encargaba el emplomador. Todos los barcos salieron con plomo en la bodega. Daba resultado».

Paco Simó Argudo: Real cédula de 1770, de mi colección privada que espero algún día poder exponer, sobre condiciones y obligaciones de la tala de árboles para la Real Armada de Cartagena
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5/07/2023

El pino de las 10 pesetas, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, "Pellagofio" nº 46
El Pino de Santo Domingo, a salvo de la tala por 10 pesetas

El Pino de Santo Domingo se encuentra en el Paisaje Protegido de Tamanca, a 800 metros de altitud sobre el extremo sur insular de la isla de La Palma. | FOTO JUAN GUZMÁN

La relación entre la religión, la cultura de los pueblos y el mundo forestal es tan antigua como la propia historia del mundo. A lo largo de la misma han existido varios especies y/o ejemplares sagrados como son el roble (género Quercus) para los celtas, la ceiba (género Ceiba y Chorisia ) para los mayas, el árbol de las salchichas (Kigelia pinnata) para buena parte de las etnias africanas o, sin ir más lejos, el ejemplar Garoé (Ocotea foetens) para los bimbaches herreños.
     Las razones por las que estos seres vegetales saltan del espacio terrenal hacia la divinidad responden, por lo general, a circunstancias como encontrarse en los territorios de ritual y ser a su vez ser un ejemplar notorio; o bien ser productor de agua o alimento, en zonas donde estos recursos esenciales resultan escasos. Mención aparte lo constituye el punto de vista de la cultura indoamericana, en la que es toda la naturaleza la que tiene un carácter sagrado: la carta que escribió el jefe de la tribu suquamish en 1885 sigue siendo, y con razón, una de las enseñas del ecologismo moderno.Por su parte, en nuestra cultura el carácter sagrado de los árboles se identifica a menudo con la aparición de la imagen mariana en las primeras ramas de ejemplares sobresalientes, coincidiendo normalmente con periodos de colonización y refuerzos de la fe cristiana. Significativos son los casos de la Virgen del Pino, en Teror (Gran Canaria) o del Pino de la Virgen (La Palma), pero además existen más árboles santos en las Islas.
     Más extraño resulta que estos santos vegetales no hagan mención directa a la Virgen. Es el caso del Pino de Santo Domingo localizado ( 28º30´11″ N y 17º 50´51″ W) en el Paisaje Protegido de Tamanca, a 800 metros de altitud sobre el extremo sur insular de la isla de La Palma.

Encrucijada de caminos
      Este singular icono fuencalentero es hoy legado forestal, ya que logró superar el intenso proceso deforestador del pasado siglo, cuando los pinares se transformaban en viñedos prácticamente al mismo ritmo que marcaban los hachazos. Quizás las razones de este hecho guarden relación con que La Palma sea hoy una referencia mundial del senderismo. El ser humano siempre ha necesitado orientarse y nunca ha desagradecido la sombra de los árboles, en especial cuando el calor del camino obliga.
     El Pino de Santo Domingo es el centro de una encrucijada de cuatro caminos: el sendero GR-130 y los ramales que parten para Los Canarios, Los Quemados, La Fajana y Las Indias. Como nos dice Juan José Santos, eminente estudioso de la cultura palmera, “esta es una de las causas de la importancia de este lugar, además de sitio de encuentro y descansadero de las personas que iban y venían de las labores del campo; era revolcadero de burros o terrero de luchadas improvisadas. Yo recuerdo descansar cargado de pasto en la pared norte del camino junto al pino”.
     Hoy en día el pinar reivindica su espacio y el Pino de Santo Domingo se ve acompañado de numerosos congéneres entre fincas de viñedos separadas por muros de piedra. Respecto al nombre del árbol, la tradición cuenta que un tal Domingo Díaz fue el dueño del árbol y que, incluso, a principios del pasado siglo llegó a pagar 10 pesetas de la época para que el árbol no fuera talado. Quizás fuera él mismo quien promoviera la santidad de este individuo, a fin de eliminar para siempre el yugo de su tala. Sobre esa época debió de practicarse también la excavación del hueco en la madera, sobre la cara oeste.

400 años

      El Pino de Santo Domingo siempre ha recibido luz hasta su base, motivo por el cual ha conservado sus primeros frondes, concediéndole un aspecto faldero. En cuanto a su biometría, destacamos un perímetro normal de 4,60 metros y un altura promedio de 25 metros. Se bifurca profundamente a unos seis metros sobre el suelo y resultan muy características las formas quebradas de varias de sus ramas. Una de sus ramas bajas llega a tocar el suelo y luego vuelve hacia arriba. Esta rama es mal usada frecuentemente por los visitantes a modo de columpio. La edad del ejemplar seguramente se sitúe entre los 350 y los 400 años de edad.
     Sin duda el aspecto faldero ayudó a que tanto el incendio forestal de 2009, como el del verano de 2016, alcanzaran a éste árbol, siendo más intensa la afección del primero de ellos. El color negruzco es patente entre las escamas de toda su corteza. En el invierno de 2009, tras las lluvias torrenciales y ante la ausencia de la capa de pinillo, se produjeron importantes riadas que obligaron a restituir el entorno.
     En 2011, con la ayuda del Área de Medio Ambiente del Cabildo de La Palma y gracias al empeño del Ayuntamiento de Fuencaliente, se concluyeron las obras del área recreativa anexa al Pino de Santo Domingo, con capacidad para unas 70 personas. Dicha inauguración fue aprovechada para reponer una pequeña imagen de Santo Domingo de Guzmán, el gran predicador que formó la Orden de los Dominicos.
      Cuando fuimos a visitar el árbol nos llamó la atención la grandeza local concedida a este singular símbolo vegetal y su entorno, en contrapunto a la fragilidad y vulnerabilidad a la que actualmente se expone. Pudimos observar camiones de gran tamaño circulando junto a la misma base del árbol, vehículos que aflojan de modo evidente la fina tierra y que, además de ejercer un importante peso sobre el sistema radicular, también han roto algunas ramas con sus altas cajas.
     Observando en detalle la hornacina, labrada a modo de capilla, comprobamos la escasa altura a la que se encuentra del suelo, aproximadamente un metro, lo que nos hace pensar que quizás el árbol debe tener varios centímetros enterrados; también es fácil de apreciar cómo el proceso de cicatrización va engullendo poco a poco el enrejado, hasta el punto de que actualmente éste no puede abrirse sin causar un daño al vegetal; por último, a través del cristal vemos cómo la imagen se encuentra impregnada de numerosos goterones de la resina que es exudada desde el corazón del árbol.
     Entre los iconos que acompañan al santo también se aprecia el libro en mano, como símbolo de predicación y un pequeño perro a los pies de la imagen. El pequeño animal no porta en la boca la peligrosa antorcha de fuego que pudiera prender al pino, aunque sea en sentido retórico. Al parecer, este símbolo animal responde a la explicación de un sueño que la madre del beato, de origen burgalés, recibió de Santo Domingo de Silos.
     El cuidado y mantenimiento de este tipo de árboles resulta a menudo mínimo y sencillo, por ejemplo un desbroce puntual y periódico de la vegetación circundante evitaría la afección del posible incendio, cuasi mortal en ejemplares muy longevos. En el caso del Pino de Santo Domingo, además de estas medidas debería evitarse el tráfico de vehículos junto a su base, así como buscar una solución definitiva al sangrado de resina. Desde aquí queremos animar a las instituciones públicas para que implementen medidas de bajo coste pero de largo recorrido al permitir alargar la vida de los increíbles seres vegetales que destacan en la simpar Naturaleza Canaria.
Nº 8 de La Palma

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5/04/2023

En Macedonia, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
De árboles y perlas



En el suroeste de la actual Macedonia del Norte, que antes perteneció a la desaparecida Yugoeslavia, hay una vieja ciudad llamada Ohrid (en español y otros idiomas es conocida como Ocrida u Ojrida) que está en la orilla de un lago del mismo nombre que hace frontera con Albania. Ohrid, fue llamada la “Jerusalén de los Balcanes”, porque se dice que llegó a tener 365 iglesias, una para cada día. Es patrimonio de la humanidad declarado por la Unesco, única representación en ese país. Combina restos arqueológicos y culturales de las épocas griega, romana, otomana, etc. siendo toda la ciudad un auténtico museo (y sospecho que también un gran cementerio, pues desde el siglo III A.C., ha habido continuos “cambios de propietario”, a base de liquidar al anterior).
      En el centro de la ciudad, en la Plaza de la República, existe desde hace siglos un plátano oriental que los locales dicen que fue plantado en el año 868 por San Clemente de Ohrid (primer arzobispo de Bulgaria e inventor del alfabeto cirílico), hace pues algo más de 1150 años. La “Fundación de Árboles Gigantes” por su parte, le otorga al menos unos 800, pero también advierte de que carece de cualquier medio para aseverarlo. Sea como sea, el tronco del árbol tiene una forma casi cónica, hueco en su interior y reforzado últimamente con diversos medios. Tiene un perímetro de 18,81 metros a 1,3m de altura. Una medida del año 1967 era tan sólo un centímetro menor, lo que sugiere que en los últimos 50 años prácticamente no ha crecido nada. La foto en blanco y negro de 1900, muestra que aunque haya cambiado el entorno, el árbol no lo ha hecho. Curiosamente, frente a otros árboles de estas características, no hay una relación conocida de posibles usos de su interior, ni leyendas asociadas, así que les contaré una realidad de la ciudad. 
      Desde hace unos 85 años, pese a que está en un lago de agua dulce, la ciudad es conocida por sus perlas. Importa productos nacarados de escaso valor de diversos lugares del mundo que son cubiertos, cada 45 minutos, por varias capas de una emulsión obtenida con las escamas de un pez que vive exclusivamente en el lago (lo llaman “Platica”-la que tiene miedo- y es de la familia de los Ciprínidos, igual que las carpas) de entre 5 y 15 cm y un intenso color plata. Una vez aplicada la emulsión (cuya fórmula es secreta) se almacenan en condiciones especiales (también secretas) durante seis semanas. Las perlas son baratas frente a las auténticas (de 5 a 35 euros unidad) se venden bien y son apreciadas. Incluso hay una lista de celebridades que las poseen, encabezadas por la mismísima Reina de Inglaterra. El origen de tal formula procede de la zona del lago Baikal, en Rusia, y fue traída por un antiguo soldado. Según alguna versión cedió su fórmula por amistad, según otras, la familia propietaria de la misma pagó todo su dinero, 25 monedas de oro, por ella. Sea como fuere, le han sacado rendimiento



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5/01/2023

JULES SUPERVIELLE (Uruguay, 1884-1960)
En el bosque

En el bosque sin horas
Un gran árbol derriban.
Un vacío vertical
Tiembla en forma de fuste
Cerca del tronco tendido.

Buscad, pájaros, buscad
El lugar de vuestros nidos
En ese algo recuerdo
Mientras aún susurra.

De "Vivir y quehacer del poeta"

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