23 julio 2025

JOSÉ LUIS GALLEGO, en "El Confidencial", julio-2025
Cortar árboles para salvar los bosques: no nos queda otra 

Puede parecer una paradoja, pero en realidad es una solución de viabilidad para preservar unos ecosistemas forestales más sanos, resilientes al cambio climático y con una biodiversidad más próspera

Retirada de árboles en un bosque mediterráneo. (Jose Luis Gallego)






España se enfrenta a un dilema crucial ante la obligación de conservar y proteger su patrimonio natural. Con 28 millones de hectáreas de superficie forestal, lo que equivale a más del 55% de nuestro territorio, y cerca de siete mil millones y medio de árboles, somos el segundo país más boscoso de Europa, tan solo superado por Suecia, pero con una notable diferencia.
     Así como los bosques del país escandinavo son en gran medida un continuo abedular, el paisaje forestal español está representado por un variado mosaico de arboledas que acogen una gran variedad de especies. Pinares, encinares, alcornocales, robledales, hayedos, castañares, quejigales, alamedas, choperas, fresnedas, sabinares, enebrales, tejeras… la variedad de nuestros bosques es tanta y su calidad tan alta que no se puede comparar a la del resto de Europa. 
Un patrimonio natural extraordinario que acoge más de tres cuartas partes de nuestra biodiversidad terrestre. Que nos presta multitud de servicios ecosistémicos. Que conforma el mayor sumidero de carbono en la lucha contra el cambio climático y que durante siglos ha anclado a buena parte de la población rural al territorio. Pero un patrimonio que se encuentra más amenazado que nunca.
     Como señala el propio Inventario Forestal Nacional (IFN), en las últimas décadas se viene detectando un constante aumento de la superficie de monte arbolado, así como un crecimiento desmesurado de la biomasa arbórea, es decir, de la espesura. Unos índices que tampoco tienen comparación con los que se observan en el resto de Europa, pero que, lejos de ser observados como una señal de prosperidad, nos sitúan en un contexto de alto riesgo.
     Hace año y medio, en su propuesta de un pacto por los bosques españoles, el Colegio de Ingenieros de Montes alertaba que, desde 1990, la superficie arbolada en España muestra un ritmo de crecimiento cercano al 2,2% anual. Un porcentaje muy superior a la media europea, situada en torno al 0,5 %. Pero es que, además, la densidad de nuestros bosques ha aumentado un 130% desde 1975, pasando de 656 árboles por hectárea a casi mil. En muchas de nuestras arboledas no cabe un solo árbol más.

Aprovechamiento responsable

     Tenemos cada vez más bosque y más denso, pero también más abandonado. Antaño quien tenía un bosque tenía un tesoro, ahora tiene una carga. No olvidemos que en España, como recoge y muestra el último Anuario Forestal, alrededor del 72% de la propiedad forestal es privada. Pero los propietarios forestales están desesperados. Mientras la bioeconomía avanza en toda Europa, en el segundo país más forestal de la UE la actividad silvícola, es decir el aprovechamiento sostenible de los bosques, ha caído en picado ante la falta de incentivos de mercado y el desdén de las administraciones. 

El descorche de alcornoques: ejemplo de práctica forestal sostenible. (EFE/J.Zapata)
     En España, lejos de verse compensados por los servicios ecosistémicos que nos ofrecen sus bosques, los propietarios se enfrentan a una política forestal ineficaz, con un aumento desproporcionado de las trabas administrativas, una presión fiscal insoportable y sin ninguna posibilidad de relevo generacional. Nadie quiere cargar con un bosque. Y todo ello mientras en la sociedad avanza un papanatismo falsamente ecologista que defiende la intocabilidad de los bosques y según el cual cortar un árbol es poco menos que un crimen. Una idea que muestra, no ya la ignorancia, sino el desprecio por la cultura forestal y el mundo rural de una población cada vez más urbanita y ajena a todo lo que tiene que ver con la conservación de la naturaleza.
     Porque si queremos prevenir el riesgo de perderlos, va a ser necesario cortar árboles para preservar nuestros bosques. Ante la situación de emergencia climática en la que vivimos y el avance de los modelos hacia los peores escenarios, con sequías cada vez más largas y persistentes y olas de calor más intensas, va a ser necesario un cambio de paradigma a la hora de afrontar el reto de conservar y proteger nuestros bosques y la rica biodiversidad que acogen. Y en ese nuevo paradigma la gestión forestal esta llamada a jugar un papel determinante.

Cortar para sanear y prevenir

     Porque tenemos cada vez más bosque, es cierto, pero un bosque desequilibrado y enfermo. Un bosque alterado por la flora invasora, que ha entrado a saco debido al abandono, y por las plagas forestales, cada vez más virulentas. Bosques congestionados, incluso asfixiados de árboles, incapaces de adaptarse a unos fenómenos meteorológicos cada vez más extremos y adversos. Danas que derriban ramas y árboles enfermos y estiajes prematuros que, como este año, han convertido el matorral en un inmenso pajar a punto de prender a la menor ocasión. 
Los trabajos forestales mantienen el bosque sano. (Jose Luis Gallego)
      Tenemos muchos bosques, sí, pero son bosques gasolinera. Enormes manchas forestales con una alta densidad de vegetación reseca que, convertida en combustible, arde de forma espontánea dando lugar a incendios de una virulencia desconocida, imposibles de extinguir. Unos incendios que, como vienen alertando los expertos, un día convertirán nuestras 28 millones de hectáreas de superficie forestal en un gigantesco cenicero. Por eso es necesario clarear el monte, incluso dejar que los pequeños incendios actúen como regulador de carga.
     Es necesaria una gestión forestal adaptada a la nueva realidad climática, en la que se vuelva a poner en valor el aprovechamiento sostenible de los bosques, se recuperen los paisajes en mosaico y se incentive la actividad agroforestal como lo que es: una de las mejores estrategias para hacer frente al reto demográfico, evitar los megaincendios o incendios de sexta generación y promover el avance de la economía circular en el sector primario.
     Por suerte en este país disponemos de la ciencia forestal, la tecnología y el conocimiento necesarios para lograrlo. Nuestros profesionales en gestión forestal están entre los más reconocidos a nivel mundial. Solo nos falta una gobernanza comprometida y responsable. Unas administraciones que promuevan en la sociedad el sentimiento de pertenencia, de pertenencia al bosque. Una sociedad en la que todos valoremos mucho más los beneficios ambientales, sociales y económicos de las actividades forestales y mostremos un mayor respeto hacia el mundo.
 
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