jueves, 8 de junio de 2023

En la Selva de Doramas, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing. técn. forestal
El viñátigo de las Ánimas en la nueva Selva Doramas

Al margen de la isla fantasma de San Borondón, los paisajes marinos que nos permiten atisbar la dimensión del archipiélago suelen ser más bien reiterados. No obstante, existen días en los que la atmósfera y sus variables se conjuran de manera que, desde Gran Canaria, se puede apreciar nítidamente la isla de La Gomera. Es en ese instante cuando el tiempo se detiene y, casi sin querer, te da por comparar la salvaje y fantástica laurisilva del Garajonay con la imaginaria –por desaparecida– Selva de Doramas
     Se cree que Doramas, el William Wallace de los aborígenes de Gran Canaria, residió en las cuevas de Carretería, en el municipio de Moya, en un extremo de la que fuera la laurisilva de mayor continuidad en las islas. Tras la conquista, esta formación vegetal de carácter profuso y exuberante fue progresivamente menguando hasta rozar el abismo de su extinción. El son de la deforestación fue tal que algunas crónicas aseveran que se podía bailar al ritmo de los hachazos. Aún hoy, recorriendo los dominios de este antiguo bosque pueden adivinarse las cascadas y las grandes pozas en las que debieron zambullirse y disfrutar nuestros ancestros.
     De las trece especies arbóreas que entretejen el dosel del monteverde son el til (Ocotea foetens) y el viñátigo (Persea indica) las que suelen ocupar las situaciones de máxima sombra y humedad. Del resto de especies, es el laurel (Laurus novocanariensis) el que, por su estrategia, resulta casi siempre más frecuente.
     El barranquillo de las Ánimas es un cauce que parte desde la falda oeste de la montaña de Osorio. En esta vaguada, con sección de estrecha V, se distribuyen múltiples laureles, olmos (Ulmus minor) y algunos castaños (Castanea sativa), pero sobre la coordenada 25º 04´27´´ Norte y 15º 33´40´´ Oeste el reducto se enriquece gracias a un solitario viñátigo.

Exclusivo y atrayente cromatismo

      Para descubrir este superviviente de la Selva de Doramas no es necesario contemplar las copas, podemos advertir la presencia del viñátigo observando los colores de la hojarasca. Persea indica es un árbol que realiza su particular otoño en verano, desprendiéndose de un buen número de hojas pero con la salvedad de antes teñirlas con vivos colores anaranjados y rojizos. Este atrayente y exclusivo cromatismo suele alcanzar su máximo apogeo coincidiendo con la festividad de San Antonio de Padua (primer domingo de agosto).
     El viñátigo de las Ánimas no tiene unas dimensiones excepcionales, en especial si las comparamos con los Guardianes del Garajonay, su mérito radica sobre todo en su propia existencia. Este árbol se encuentra conformado por tres pies principales, dos de gran grosor y un tercero más delgado. Al pie del mismo encontramos gran cantidad de chupones con hojas mucho más grandes que las de las ramas superiores. Su diámetro máximo ronda los 75 cm, mientras que su altura resulta próxima a los 20 metros. Su corteza con mayor rugosidad y pequeñas verrugas lo diferencian claramente de los laureles circundantes.
     La copa de este luchador sobresale por encima del encajonado cauce, coincidiendo con una amplia meseta antaño utilizada para el cultivo agrícola. Durante muchos años la reproducción de este ermitaño, alejado de sus congéneres –los más cercanos, en el barranco de la Virgen–, ha sido prácticamente nula. Por otro lado, su escasa prole, en caso de prosperar, sería extirpada una y otra vez por el sacho o guataca del campesino. Hoy la situación se invierte poco a poco, la reforestación en el entorno cercano y el desuso agrícola han reactivado la potencia germinativa de este ejemplar. Pero además, gracias a la sombra estival concebida por una alameda (Populus alba) muy cercana, en tándem con la acción de las aves, nos sorprende encontrar una elevada proliferación natural de viñátigos. En efecto, las hordas de la naturaleza capitaneadas por los incansables mirlos (Turdus merula) están contribuyendo sobremanera a la dispersión y auto reconstrucción de la nueva Selva de Doramas.
     El viñátigo de las Ánimas ha logrado sobreponerse y ahora es uno de los máximos enriquecedores genéticos del bosque. Este centinela de la laurisilva registra en su savia los paisajes de la esplendorosa jungla, el carácter inmortal del alma o ánima del bosque de las nieblas perpetuas, del arbolado fascinante y primigenio con que un día fue tocada la isla de Gran Canaria.


Número 78 de Gran Canaria

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