miércoles, 15 de febrero de 2023

Takahashi en Yamagata, el cronista de Japón (081)

TAKAHASHI HIROSHI (Japón, 1960)
El Jijisugi del monte Haguro (prefectura de Yamagata)

Contemplando las siluetas de estos gigantes que, en medio de un paisaje nevado, esperan silenciosamente la llegada de la primavera, puede sentirse la portentosa vitalidad que, agazapada hoy bajo una resistente corteza, con el tiempo acabará desbordándose.
     A medida que se avanza hacia el Norte, los árboles caducifolios tienden a disminuir su proporción y las coníferas pasan a ser las especies dominantes. Se cree que esto ocurre porque estas especies están mejor dotadas para protegerse del frío del invierno y de la nieve. Y no son pocos los ejemplares que, no pudiendo resistir el peso de la nieve acumulada, pierden alguna de sus grandes ramas. Entre ellos los hay también que pierden su tronco principal, lo cual puede ocasionarles la muerte. Y es como si estos seres que luchan denodadamente por sobre
vivir en tan duras condiciones nos transmitieran su ansia por disfrutar cuanto antes de la llegada de la primavera.
     Las costas del mar del Japón correspondientes a las regiones de Tōhoku y Hokuriku están entre las que reciben mayores precipitaciones de nieve del mundo. Los árboles gigantes que crecen en las zonas más nevosas, aunque puedan encontrarse cerca de las áreas pobladas, no son nada fáciles de visitar durante el invierno, pues quedan aislados por la nieve. Y la satisfacción que produce poder rendirles una visita en estas condiciones es, por ello, mucho mayor. Resulta incluso conmovedor verlos ahí, resistiendo heroicamente hasta que la primavera acabe por derretir la nieve.


Especie: Sugi (Cryptomeria japonica, familia de las cuprasáceas, subfamilia Taxodiaceae, género Cryptomeria).
Dirección: Recinto del santuario de Dewasanzan, Aza Tōge 7, Tōge, Haguro-machi, Tsuruoka-shi, Yamagata-ken 997-0211
Perímetro del tronco: 8,3 m.         Altura: 48,3 m.            Edad: 1.000 años.
Designado monumento natural nacional
Tamaño ★★★    Vigor ★★★★     Porte ★★★★   Calidad del ramaje ★★★
Majestuosidad ★★★★★

     La avenida del monte Haguro que conduce al santuario sintoísta de Dewa tiene una longitud, contándola desde la puerta de Zuishinmon, de dos kilómetros. A ambos lados de los 2.446 escalones de piedra que salvan el desnivel hay hileras de cedros japoneses a los que se atribuye una antigüedad de entre 300 y 600 años. Son más de 400 cedros que crean un ambiente misterioso, manteniendo las inmediaciones en la penumbra incluso a mediodía. Esta avenida fue declarada Patrimonio Natural Nacional Especial y constituye uno de los conjuntos naturales más bellos de Japón. Ayudado por el boom de lo espiritual que se ha visto en Japón en los últimos años, este espacio sagrado atrae cada vez más miradas.
     A unos 10 minutos caminando desde la base de esta avenida arbolada, cuando el visitante ha cogido ritmo de marcha y está en condiciones de disfrutar del paisaje, puede atisbarse, escondida entre los cedros, una pagoda de cinco alturas declarada Tesoro Nacional, cuya construcción se atribuye tradicionalmente al guerrero del siglo X Taira no Masakado. Y como si de un heraldo de esta egregia pagoda se tratase, hunde sus raíces en el paraje un imponente cedro llamado el Jijisugi (tío cedro) del monte Haguro. De proporciones incomparablemente mayores que las de los árboles que lo rodean, impresiona al caminante por su aspecto macizo y su altura, que parece rasgar las nubes.
     Se dice que en otros tiempos se alzó junto a este cedro otro todavía más grande, verdadero protector del recinto sagrado. Al parecer, durante el periodo Edo se usaban los apelativos de “abuelo cedro” y “abuela cedro” para referirse a estos dos ejemplares, y la pareja debió de llamarse los “Esposos Cedros”. Pero en 1902 un fuerte tifón tumbó a uno de ellos. Cuentan las leyendas locales que la pérdida de su cónyuge sumió en el llanto al superviviente tres días con sus tres noches. Posteriormente, este fue declarado Patrimonio Natural Nacional, recibiendo entonces su actual nombre. Algunos afirman que fue el abuelo el caído y la abuela la superviviente, pero ya no hay forma de saberlo.
     Es esta una arboleda que ofrece una gran diversidad de matices a lo largo de las estaciones del año y una de las opciones es tratar de visitar este gigante cuando, rodeado de quietud, afronta con gallardía lo más crudo del invierno.
     Revelaré, para finalizar, un atractivo más que ameniza el ascenso al monte Haguro: las 33 figuras en relieve que adornan sus escalones. Se trata de botes y vasos para servir sake, flores de loto, etc. Quien los descubra todos verá, según se cree, satisfechos sus deseos.

Nº 081
 

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