Francisco Mira |
Francisco Mira, el ingeniero de las dunas
Francisco Mira i Botella, en 1887, a los 24 años, e influido por su tío, el ingeniero forestal Gaspar Mira, se licenciaba en la Escuela de Ingenieros de Montes de El Escorial, Madrid, con el segundo mejor expediente de promoción. Su primer destino sería Lleida. En julio de 1888 volvería a su tierra y, entre cambios de destinos y viajes, dirigiría dos de las intervenciones medioambientales más notables de su tiempo. Un encargo urgente, la contención de las dunas móviles de Guardamar y Elx, que, en 1896 e impulsadas hacia el norte del municipio por el potente viento de Levante, ya habían soterrado viviendas y campos en la margen derecha del río Segura, y otra paisajística y de protección fluvial, la repoblación arbórea del árido y despojado monte Benacantil, en 1912.
(...) Para conocer experiencias y perfeccionar el proyecto de defensa de Guardamar, Mira visitó antes Las Landas galas de Gascuña, la playa de Ayamonte (Huelva), la cuenca del río Xúquer y las dunas de Torroella de Montgrí, L'Empordà.
En
el periodo andalusí Guardamar era el río de las dunas. Ancestralmente,
una reunión de montículos en apariencia fósiles entre una espesa y
protectora pineda. Talada a saco durante el siglo XVIII para la
construcción de barcos de guerra, la desertización del paraje litoral se
disparó a una velocidad de hasta diez metros al año,
alcanzando la arena a finales del XIX el interior urbano y los cultivos
de un municipio que ya en 1830 había sufrido los desagradables efectos
de un terremoto. Con carácter urgente, el 2 de diciembre de 1897 se
aprobaba la Real Orden del Proyecto de Defensa y Repoblación de las
Dunas de Guardamar, entregando la complicada dirección de la obra al
ingeniero Mira i Botella, y la inspección del trabajo a su eficaz
maestro, el cartagenero Ricardo Codorniu, el apóstol
del árbol, que ya había reforestado en Murcia la Sierra Espuña. Sin
embargo, la repoblación no se iniciaría hasta 1900, tras regresar el
ingeniero de sus traslados temporales a Jaén y Albacete.
Para fijar las dunas, Mira recurrió al método utilizado por Nicolas Brémontier, inspector general de Caminos y Puentes tras la Revolución Francesa y destacado ingeniero, que ya había asentado el imparable movimiento dunar del golfo de Vizcaya. La repoblación o protección forestal se abordó primeramente mediante una compacta empalizada de estacas que evitó el deslizamiento de la arena. Más tarde, fijaría un nuevo resguardo interior de especies vegetales, especialmente gramíneas de costa, aunque también piteras, palmeras datileras y eucaliptos. Para acabar sembrando, en una extensión de 846 hectáreas y en una franja marítima de 16 kilómetros, nada menos que 600.000 pimpollos de pino piñonero, marítimo y, sobre todo, carrasco.
En
la gigantesca obra de contención, que costó 647.000 pesetas, colaboró la mayoría de la población. La intervención resultó un
éxito, propagado por la visita del rey Alfonso XIII en
1923. Jubilado en 1925, Mira amparó la finalización del proyecto hasta
1930, dedicándole más de tres décadas de su vida al hoy atractivo y
visitado Parque Natural y a la salvación de un pueblo. No en vano,
declaró que, con aquella dilatada operación, se evitaba que Guardamar
muriera «sepultado junto con los terrenos de su fértil huerta».
Esmerado y práctico fotógrafo, que supo captar numerosos e inolvidables instantes de sus obras, Mira, distinguido con la Orden Civil del Mérito Agrícola, es hijo adoptivo de Guardamar del Segura y también de Alicante, con medalla de plata y una breve calle en la falda del Benacantil. Falleció a los 82 años, el 27 de julio de 1944 y en su casa de Hondón de las Nieves.
Para fijar las dunas, Mira recurrió al método utilizado por Nicolas Brémontier, inspector general de Caminos y Puentes tras la Revolución Francesa y destacado ingeniero, que ya había asentado el imparable movimiento dunar del golfo de Vizcaya. La repoblación o protección forestal se abordó primeramente mediante una compacta empalizada de estacas que evitó el deslizamiento de la arena. Más tarde, fijaría un nuevo resguardo interior de especies vegetales, especialmente gramíneas de costa, aunque también piteras, palmeras datileras y eucaliptos. Para acabar sembrando, en una extensión de 846 hectáreas y en una franja marítima de 16 kilómetros, nada menos que 600.000 pimpollos de pino piñonero, marítimo y, sobre todo, carrasco.
Guardamar 1900 |
Verde Benacantil
En 1912, la Dirección General de Montes también confió a Francisco Mira la colonización forestal de las laderas del Benacantil alicantino, siendo alcalde Federico Soto. Para convertirlo en «un pulmón verde sanitario», el ingeniero fabricaría grandes terrazas de bancales y plantaría miles de pinos carrascos, todavía altos y vigorosos, y varias especies vegetales indígenas. A su lado estuvo su amigo, el médico y concejal Antonio Rico Cabot, quien en marzo de 1911 había propuesto al Ayuntamiento la adquisición de la tierra del Tossal de San Fernando, entonces de propiedad privada, por derrama directa del alcalde y los concejales, y que se encargaría en persona de gestionar la repoblación y los usos del monte.Esmerado y práctico fotógrafo, que supo captar numerosos e inolvidables instantes de sus obras, Mira, distinguido con la Orden Civil del Mérito Agrícola, es hijo adoptivo de Guardamar del Segura y también de Alicante, con medalla de plata y una breve calle en la falda del Benacantil. Falleció a los 82 años, el 27 de julio de 1944 y en su casa de Hondón de las Nieves.
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