domingo, 5 de abril de 2020

¿Se comunican los pinsapos?

IGNACIO LILLO
¿Se comunican los pinsapos entre sí?

Un estudio científico revela que existen interconexiones entre las raíces de los árboles a través de hongos microscópicos llamados micorrizas
 Las micorrizas permiten que los árboles 'se avisen' sobre ataques de enfermedades. / Migue Fdez.
     La pista surgió durante una serie de visitas de campo, propiciadas por la Academia Malagueña de Ciencias, para preparar unas ponencias sobre la Sierra de las Nieves, en las que los investigadores pudieron observar tocones de pinsapo que permanecían vivos después de 40 años de haber sido talados; que habían cicatrizado e incluso con brotes nuevos. Ahora, las conclusiones de una investigación a cargo de José Carreira, malagueño de Antequera y profesor de Ecología de la Universidad de Jaén, aporta la que previsiblemente sea la clave que explica este comportamiento. El científico acaba de terminar el primer estudio de las comunidades de micorrizas del pinsapar, que apunta a la posibilidad de que los árboles estén interconectados entre sí y con el resto del ecosistema, a través de una vasta red de hongos microscópicos, con mucha diversidad de especies y de funciones, que se asocian simbióticamente con las plantas para obtener beneficios comunes.
      El estudio, que ha dado pie a una tesis doctoral y a un artículo científico, mediante técnicas metagenómicas y muestras captadas a diferentes altitudes, ha permitido caracterizar y describir unas 300 especies diferentes de hongos de este tipo en la Sierra, de los que el 20% no se han podido encontrar en las bases de datos existentes hasta ahora, y posiblemente sean específicos del pinsapo. Además, existe una diversidad amplia, con 10 a 15 tipos de estos en muestras de sólo 3-4 centímetros de raíz, y con distintas funciones.
      El campo de estudio que se ha abierto es enorme, por lo que Carreira anuncia que próximamente se van a hacer nuevas investigaciones para seguir profundizando. En estas también colabora José López Quintanilla, coordinador del Plan de Recuperación del Pinsapo en Andalucía, y la Delegación de Medio Ambiente de la Junta en Málaga, que facilita la logística, los accesos, las localizaciones, los vallados necesarios e incluso aporta propuestas de trabajo.

Relevo generacional. Los estudios sobre micorrizas muestran que los ejemplares jóvenes se pueden desarrollar en condiciones de escasa luz gracias a los aportes de estos hongos. / Migue Fernández
     El problema para su estudio hasta fechas recientes era que estos organismos son microscópicos y se asocian al sistema radical, por lo que era muy difícil observarlos por las técnicas de análisis microbiológico convencionales. Recientemente, la metagenómica ha facilitado esta labor. De esta forma, se ha podido extraer el ADN, secuenciarlo, contrastarlo mediante supercomputadores y conocer las especies asociadas. «Estamos viendo que lo que hay es muchísimo más de lo que se esperaba, y que es universal». Aparte de la función simbiótica, sobre todo en la nutrición mineral (los hongos fundamentalmente aportan fósforo, que es difícil de captar), también se ha observado que por cada centímetro de raíz puede llegar a haber unos 80 centímetros de micorrizas explorando el suelo, lo que le da acceso al árbol a un volumen de terreno al que no podría llegar por su cuenta. A cambio, la planta le aporta nutrientes, fruto de la fotosíntesis, que puede llegar a ser de hasta un 30-40% de su producción.
      Las micorrizas también mejoran la disponibilidad de agua: las raíces sólo tienen capacidad para captar líquido hasta un cierto porcentaje de sequedad del suelo, pero estos microorganismos tienen potenciales mayores de absorción. Junto a las descritas, desarrollan otras funciones que tienen que ver con la protección contra patógenos, pues tienen propiedades antibióticas. De manera que, mientras más diversidad de especies y más población de micorrizas haya en torno a una planta, menos incidencia de enfermedades.

La red social del bosque

      El máximo nivel del estudio es constatar –como ya ha ocurrido– que las micorrizas llegan a interconectar las raíces de distintos árboles entre sí. «Es el culmen de esta maravilla, demostrar que la cooperación no se limita al microorganismo y la planta, sino que sirven de nexo en un 'network' (red cooperativa) en el bosque que conecta a diversos individuos». En esta dirección apunta la observación de grandes regenerados de pequeños plantones que no reciben apenas luz, pero que se mantienen con vida. En este punto intercede Quintanilla: «En el pinsapar de la Sierra de las Nieves se han observado tocones que siguen vivos incluso 40 años después de talados, e intentan cicatrizar como si fueran heridas de poda». Ello da una pista de la existencia de vínculos subterráneos entre ejemplares, que deben estar motivados por las micorrizas, dado que el sistema radical del pinsapo tiene poca capacidad de extensión en un suelo tan pedregoso.
      La universidad de British Columbia ya ha descubierto que las hifas (filamentos) de hongos conectan a individuos, especialmente en el mundo de las coníferas. En la comunidad científica ya se habla de la 'Wood Wide Web' (la red social del bosque), un tipo de comunicación que permite compartir alimentos o favorecer la supervivencia de los retoños. Pero incluso hay evidencias de laboratorio sobre señales químicas que tienen que ver con la advertencia de unos árboles a otros ante el ataque de patógenos.
     
El tocón que seguía vivo. Uno de los hitos más sorprendentes fue el descubrimiento de este tocón, talado hace más de 40 años, que había cicatrizado la herida y de hecho seguía vivo. / Migue Fernández
     Los estudios multidisciplinares en el pinsapar comenzaron en la etapa de Miguel Ángel Catalina al frente del parque natural –en breve, nacional– hacia 1992, y entonces se centraban en el control de plagas y enfermedades. Posteriormente, han avanzado hacia cuestiones ecosistémicas, en las que se tienen en cuenta los múltiples factores que intervienen. José Carreira empezó a trabajar en este espacio en 1999, con los primeros estudios de caracterización y funcionamiento ecológico, y ahora se ha centrado en los componentes ocultos del bosque milenario malagueño, de los que no se sabía nada hasta ahora. Y es que la Sierra de las Nieves todavía guarda grandes secretos por descubrir.

Cooperación entre especies vinculada a la evolución

      Desde la perspectiva evolutiva, la posibilidad de que las algas pudieran salir del mar y colonizar el medio terrestre se vincula precisamente a la asociación con hongos, que les suministraban los nutrientes del suelo, el agua, etc. Ese tipo de asociación es casi universal en el reino vegetal, donde más del 98% de las plantas a nivel global tienen micorrizas que interactúan con sus raíces de manera muy íntima, incluso penetrando dentro de ellas, para ayudarse mutuamente.
      Así lo explica el malagueño José Carreira, que dirige el grupo de investigación sobre Ecología Forestal de la Universidad de Jaén: «Ahora que está tan de moda hablar de la competencia en la Naturaleza hay que reclamar que los mecanismos de cooperación son fundamentales. Y este es uno de ellos».

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