"Quién hubiera dicho que estos poemas de otros iban a ser míos, después de todo hay hombres que no fui y sin embargo quise ser, si no por una vida al menos por un rato..." Mario Benedetti.
A los amantes de los árboles,... localización, poesía, cuentos/leyendas, etc.
Algunos profesionales y empresas del
sector forestal llevan años afirmando que la solución al problema de los
incendios forestales está en «limpiar» el monte. No se trata de que
éste esté lleno de basura, sino que quienes hacen esta afirmación consideran al matorral y el sotobosque como residuos vegetales.
Su propuesta consiste en retirar toda esa vegetación, rasurando el
monte hasta dejarlo como un parque urbano. Unos recomiendan que esa
limpieza se haga mediante el uso de maquinaria, y que se utilice la
vegetación como biomasa para la producción de electricidad. Otros
sugieren que se utilicen medios más «ecológicos», incrementando la
cabaña ganadera para convertir nuestros montes en una inmensa granja de
vacas, caballos, ovejas y cabras. Una tercera opción es la denominada
«quema controlada», que se diferencia de una quema incontrolada en que
la superficie calcinada es menor y se evita dañar el arbolado. Por lo
demás, ambos tipos de quemas tienen las mismas consecuencias, erosionan
el suelo y destruyen el sotobosque y el matorral.
Aves (aguiluchos, chotacabras, pardillos, currucas…), reptiles
(culebras, víboras, lagartos, eslizones…), mamíferos (lobos, zorros,
jabalíes, comadrejas, conejos…), la lista de animales que viven, crían o
dependen de los matorrales (brezales, tojales, retamales) es inmensa.
En la imagen, cartel señalando algunas de las especies animales que se
pueden encontrar en esos riquísimos ecosistemas. El matorral, que
algunos despectivamente llaman “maleza”, realmente es un tesoro de
nuestros montes.
La
limpieza mediante maquinaria fue materia de un artículo de «Europa
Press». La multinacional Ence describía como residuos forestales o
combustible abandonado todo lo que no sean árboles, afirmando que su
existencia es desencadenante de incendios. La empresa cuenta con una
planta de biomasa en Asturias, y sugiere que la mejor manera de
conservar nuestros montes sería quemar toda esa vegetación en una planta
de ese tipo para producir de electricidad. Sin duda, una buena manera
de evitar que alguien queme el monte es adelantarse y quemarlo antes.
Esto puede generar importantes beneficios económicos a la empresa
propietaria de la central de biomasa, pero es un sinsentido plantear la
roza y quema de vegetación como estrategia de conservación de la
naturaleza. De hecho, numerosos ejemplos han demostrado que la
«limpieza» del monte o la construcción de cortafuegos y pistas de acceso
son medidas poco eficaces a la hora de prevenir o controlar el fuego,
si tenemos en cuenta los graves daños ambientales que conllevan. Sorprende
que mientras lanzan al aire este tipo de propuestas, tanto Ence como
algunos profesionales del sector forestal continúan fomentando la
expansión de las grandes plantaciones de pino y eucalipto sobre las que
se concentran la inmensa mayoría de los incendios forestales.
En
lugares como la Sierra del Barbanza, miles de cabezas de ganado (en las
fotos, cabras, caballos, vacas y ovejas en montes barbanzanos) pastan
en los matorrales todo el año, causando un gran impacto sobre muchas
especies de animales salvajes que viven y crían en este hábitat (ver Sierra del Barbanza, la cuadra medio ambiental de Galicia)
Calificar al matorral y el sotobosque
como residuos tiene poco que ver con la realidad. El sotobosque es un
componente fundamental de las zonas arboladas. En él se concentra una
buena parte de la diversidad vegetal del bosque y de él dependen
numerosas especies animales, incluyendo algunas tan importantes desde un
punto de vista de conservación como el urogallo. Si eliminamos el
sotobosque gran parte de la fauna y flora forestal desaparecen. Lo mismo
ocurre con los brezales y piornales, formaciones vegetales que
contribuyen a retener la humedad y proteger el suelo de la erosión,
facilitando además la regeneración natural del arbolado. Por estos
motivos, para una amplia mayoría de la sociedad, matorrales y
arbustos son mucho más valiosos en el monte que transformados en
electricidad en la caldera de una central de biomasa.
En
la imagen, ladera del Monte Enxa (Ayuntamiento de Porto do Son – Sierra
del Barbanza). En esta zona, dedicada a la ganadería, supuestamente
ecológica, puede observarse la gran extensión de terreno quemada en el
año 2013 por la Xunta de Galicia. La Consellería de Medio Rural realiza
en Galicia numerosos incendios “controlados” todos los años lo que ha
sido motivo de queja por parte de organizaciones defensoras de la
naturaleza.
Aunque
se trata de una labor muy difícil, identificar y procesar judicialmente
a quienes provocan incendios parece la solución más eficaz. En algunos
lugares, las mismas zonas son quemadas una y otra vez durante décadas
sin que se detenga al causante. Descubrir a los incendiarios sería más
sencillo si se incrementase la vigilancia, algo que a su vez
contribuiría a la detección del fuego antes de que se extienda. Por
desgracia la sociedad no parece estar aún muy concienciada sobre las
graves consecuencias derivadas de los incendios, y la colaboración
ciudadana para detener a los incendiarios es insuficiente. Seguir
informando a la sociedad y educando a los niños desde que comienzan en
la escuela parece una buena alternativa para lograr esa concienciación.
Paralelamente, resulta lógico pensar en la necesidad de evitar que
alguien pueda sacar provecho de un incendio, por ejemplo prohibiendo el
uso ganadero de las zonas quemadas, tal y como se está haciendo en
algunas lugares en la actualidad. Como medida preventiva, cabría
racionalizar el uso del territorio evitando la existencia de masas
continuas de especies foráneas muy susceptibles al fuego, como pinos y
eucaliptos. Intercalar áreas de bosque caducifolio dentro de estas
plantaciones rompería esa continuidad y dificultaría el avance del fuego
en caso de incendio.
Sea
“quema controlada” realizada por la administración o incendio provocado
por un delincuente, ambos destruyen el matorral, la fauna que no puede
escapar de las llamas muere igualmente abrasada y los efectos negativos
en el suelo carbonizado son los mismos. En la imagen una quema realizada
por la Xunta de Galicia el 8 de abril de 2011 (con el agravante de que
en esta época muchas especies ya están criando) en el ayuntamiento de
Bande (Ourense), a petición de los cazadores del lugar, que se le fue de
las manos y acabó arrasando más de 400 hectáreas de terreno.Resulta tan sorprendente como necesario tener que recordar que los montes son sistemas naturales y no meros almacenes de materias primas. Describir la frondosidad de un monte como combustible acumulado es como calificar de montón de carne a una manada de venados.
En esto el Ayuntamiento representa admirablemente a los sevillanos: a ambos les importan un pito los árboles
Cuando
supe que se había caído una rama en la plaza de San Lorenzo di por
talado el árbol. Me equivoqué. Han talado tres. En Sevilla hay que
ponerse en lo peor cuando de patrimonio -histórico, cotidiano o verde-
se trata. No sé qué hace el Ayuntamiento en lo que se refiere al
arbolado de la ciudad. O sí lo sé: nada. Parece que siempre interviene
demasiado tarde. Contaba ayer el compañero Juan Parejo que los técnicos
de Parques y Jardines han talado los tres árboles "tras realizar una
minuciosa inspección". ¿Esta "minuciosa inspección" solo se realiza
cuando la caída de una rama alerta sobre el estado del árbol? ¿No se
revisan periódicamente para tomar las medidas que impidan el deterioro
que obliga a la tala? ¿Son médicos de los árboles o sus ejecutores?
El compañero Parejo también informaba que los señores
técnicos van a colocar mallas protectoras en los 13 árboles
supervivientes -que no están en "situación extrema" aunque si malitos-
para evitar que las odiosas palomas y las aún más odiosas cotorras
invasoras aniden en sus huecos, "ya que es éste uno de los motivos de la
mala conservación". ¿No lo sabían? Si cuantos frecuentan la plaza los
ven entrar y salir de dichos huecos debe deducirse que nunca se han
pasado por allí y que los árboles San Lorenzo, como los del resto de
Sevilla, están dejados de la mano del Ayuntamiento hasta que un
accidente obliga a talarlos. Digo yo que si se hubieran revisado
periódicamente, puesto las mallas y tomado otras medidas preventivas no
hubiera sido necesario cortarlos.
Reconozco que soy injusto con el Ayuntamiento. Si su
misión es representar a los sevillanos, en esta cuestión lo hace
admirablemente porque a la mayoría de nuestros conciudadanos los árboles
les importan un pito, si no es que directamente les molestan y los
odian porque ensucian, albergan pajaritos que se cagan en sus
queridísimos coches y "tapan" las hermosas vistas de la ciudad. ¿Qué se
hizo cuando se restauró el Hospital de las Cinco Llagas y San Telmo?
Cortar los árboles que "tapaban" sus arquitecturas. ¿Qué se hizo cuando
se peatonalizó la Avenida? Cortar los grandes árboles que iban de la
Puerta de Jerez a Santo Tomás, faena de Monteseirín rematada por Zoido
talando los de Almirante Lobo (la memoria técnica del proyecto decía que
el arbolado "impide las vistas de la Torre del Oro desde la Puerta de
Jerez"). Así de horteras y catetos somos.
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Mi opinión...
Odiamos los árboles desde siempre, no hay mas quedarse una vuelta por la geografía hispana para comprobar la deforestación, la nula puesta en marcha de planes de plantaciones, el nulo caso en erradicar especies invasoras, la utilización extrema de especies con valor crematístico inmediato, los incendios y los pocos planes para prevenirlos, las podas impropias e inadecuadas, los poquísimos parques en pueblos y ciudades.... yo me deprimo.
domingo, 25 de junio de 2017
PRZEMYSŁAW KRUK, (Polonia) Fotógrafo
La fotografía infrarroja es aquella que nos permite fotografiar uno de los espectros lumínicos comprendidos entre 700 y 1.200 nanómetros, no visibles para el ojo humano. Para realizar este tipo de fotografía sólo necesitamos una cámara, un trípode y un filtro infrarrojo del tipo Hoya-R72. La función de este filtro es bloquear todo el
espectro de luz visible y dejar pasar únicamente la luz infrarroja. Además tendremos que contar con un gran aliado, el sol, si no, no tendríamos suficiente luz
para hacer la toma. La fotografía infrarroja varía totalmente la visión
normal, es impresionante el efecto de las imágenes de naturaleza, sobre todo en paisajes con mucho verde y cielo, en el que podemos incluir algún elemento arquitectónico. He aquí una muestra del maestro polaco...
REYES ALEJANO,la ingeniera que descifra la edad de los últimos árboles milenarios de España por S. FERRER en "El Confidencial"
La ingeniera Reyes Alejano descifra la edad del último bosque milenario de España. (E
La madera también tiene una historia que contar. La dendrocronología
es una ciencia joven y de extravagante nombre que estudia la edad de
los árboles y permite desde gestionar mejor nuestros bosques hasta
reconstruir el comercio maderero de hace siglos. La investigadora de la
Universidad de Huelva (UHU) Reyes Alejano es una de las encargadas de
narrar esta historia. Para ello cuenta con el apoyo de una de las becas
que National Geographic ofrece a científicos, fotógrafos y periodistas y que esta semana ha presentado en Madrid. Los anillos de crecimiento
de los árboles son una huella digital que no miente: gracias a ellos es
posible saber el año exacto en el que se cortó la planta, pero también
la especie e incluso la zona geográfica. "Pensábamos que había menos
comercio maderero, bastante desconocido porque no se presta atención al
material, que también lleva historia aunque no se piense", explica a
Teknautas la ingeniera de montes. Conocer la edad de la madera
es sólo una parte del trabajo de Alejano, más centrado en el estudio de
árboles vivos. Al contrario de lo que pueda parecer, para datar una de
estas enormes plantas no es necesario talarla: "No cortamos, extraemos
un cilindro de unos cinco milímetros de diámetro de
muestra cuya longitud va desde la corteza hasta el centro del árbol". La
resina natural que genera el organismo facilita que la 'herida' se
cierre antes de causar daños.
¿Cuánto puede vivir un árbol? Hoy
sabemos la respuesta, que no por ello deja de ser fascinante. El 6 de
agosto de 1964 un estudiante universitario cortó en las montañas del
este de Nevada (EEUU) al pino 'Prometeo', que había nacido 5.000 años
antes, más o menos cuando el ser humano comenzaba a usar la escritura
cuneiforme. Más allá de este récord al organismo más antiguo conocido,
los bosques milenarios todavía sobreviven. También en España.
Los pinos milenarios de Jaén
"No
es tan fácil que haya bosques milenarios, en Europa no quedan muchos
aparte de Albania, Grecia y España", comenta la ingeniera. La Sierra de
Cazorla (Jaén) alberga pinos salgareños de algo más de mil años que
vieron la luz poco antes de que comenzara la Primera Cruzada. Alejano centró su tesis doctoral precisamente en esta especie, 'Pinus nigra', la más longeva de nuestro país.
La
importancia de estos datos va más allá de la mera curiosidad, ya que
permite saber "cómo funciona el bosque", su dinámica y su evolución. Así
podemos calcular cuánto vive un árbol, cuándo surge la siguiente
generación y a qué edad se pueden talar. "La gestión de los bosques es
desconocida. Hay una mala educación ambiental porque la gente cree que
cortar un árbol es un crimen, cuando todos nos sentamos en sillas de
madera, más fáciles de reciclar que unas de plástico".
"No quedan
bosques sin gestión en Europa. Nosotros trabajamos con 'manchitas'
relegadas a zonas de montaña, aunque aquí hemos tenido la gran suerte de
que en las cordilleras béticas se han conservado bastante". La
ingeniera defiende la buena gestión de los bosques españoles, a pesar de
que "hemos heredado unos bosques muy utilizados porque tenemos una
historia muy larga con muchas civilizaciones". Nuestra responsabilidad
ahora reside en cuidar esta herencia y el primer paso es preguntarles a
los árboles cuántos años tienen.
ALFONSO VÁZQUEZ, en"La Opinión" de Málaga Dos mil árboles para el Guadalhorce, Málaga
La ONG ecologista, que el año que viene
cumplirá tres décadas, lleva ocho años creando junto al paraje natural
de la Desembocadura del Guadalhorce una pantalla vegetal de cerca de
2.000 árboles y arbustos gracias a voluntarios y empresas
De izquierda a derecha,
Guillermo Castilla, la británica Patricia Macaulay, Antonio Miguel
Sánchez y el presidente de Almijara, Miguel Ángel Barba, esta semana
junto a la Desembocadura del Guadalhorce. ÁLEX ZEA
Cuando las empresas cogen el azadón
En
los ocho años que Almijara lleva plantando la pantalla vegetal junto al
paraje natural del Guadalhorce han sido muchas las empresas que han
apadrinado la iniciativa. Y no sólo con dinero para comprar árboles y
arbustos sino con parte de sus trabajadores y familiares listos para
cavar con el azadón. «Los que más nos están ayudando son las
empresas. Les organizamos una mañana, les explicamos cómo se planta, las
medidas de seguridad de todo el proyecto y ellos mismos plantan lo que
han apadrinado», explica Miguel Ángel Barba, presidente de Almijara. La
mayoría de las empresas que han colaborado son malagueñas, aunque
también hay nacionales. A continuación, la lista de empresas y entre
paréntesis los árboles y arbustos apadrinados: Bar Tula (40), Sfera
Proyectos Ambientales (30), Rain Central SL (50), Skyteam (400),
Fundación Más Capaz-Adecco (200), Oracle (125), Fujitsu Team (740),
Onspain Languages & Services SL (140). Además, también han
colaborado con sus plantones ISA (53) y el Colegio de Las Esclavas (90),
cuyos alumnos los han plantado y apadrinado de forma individual y lucen
sus nombres. Como destaca Miguel Ángel Barba, Fujitsu Team es la
empresa que durante más años ha colaborado (desde 2010). Almijara
calcula que solo la generosidad de Fujitsu ha logrado reducir la huella
del dióxido de carbono en 97.000 kilos. En otoño será el turno de
Booking.
Si alguien rescata este artículo dentro de 30 años y se va al mismo
punto de la Desembocadura del Guadalhorce donde tiene lugar el
reportaje, es muy posible que compruebe que los árboles han crecido lo
suficiente como para que la ciudad de Málaga deje de llamar a la puerta
de este paraje natural.
«Una vez estábamos observando aves con
Antonio Tamayo, el agente ambiental del Guadalhorce y dije, hay que ver,
hace 40 años esto era una selva, no se veía nada, era todo campo
alrededor y hoy en día te pones a mirar con los prismáticos y dices:
anda, un tío en el balcón», cuenta Miguel Ángel Barba, presidente de
Almijara.
Desde hace ocho años, esta ONG con sede en Pedregalejo
hace todos los esfuerzos posibles por crear, a lo largo de ocho
kilómetros, una pantalla vegetal que aísle la zona de la ciudad. De
hecho, mientras habla, Miguel Ángel da la espalda a los bloques de
Parque Litoral, el centro Inacua y el estadio de atletismo, una
expansión urbana que los ecologistas quieren mitigar. «Surgió la idea de
crear una pantalla para aminorar el impacto paisajístico, por eso hemos
metido plantas de crecimiento rápido como pinos, álamos o casuarinas,
que no son de aquí, pero dan árboles de gran porte», explica Antonio
Miguel Sánchez, voluntario de Almijara.
Pinos piñoneros y
carrascos, adelfas, lentiscos, acebuches, fresnos... Una brigada ligera
de árboles y arbustos junto al canal de desagüe que hay al lado del río,
una primera línea verde frente a la ciudad que también incluye
cipreses, «no porque el árbol sea realmente especial sino porque hay
pajarillos a los que les gusta mucho las semillas», señala Miguel Ángel,
que explica que además de aminorar el impacto visual, el proyecto de
Almijara, llamado Pantalla Paisajística del Guadalhorce, proporciona
tranquilidad a las cientos de aves que viven y crían en la zona.
Los
árboles se plantan en enero y febrero todos los años y en verano, sobre
todo en julio y agosto, viene el mantenimiento de esos árboles
primerizos, en forma de riego semanal, aunque algún año muy seco han
comenzado a regar en junio.
Hasta la fecha, la veterana
asociación, que el año que viene cumplirá 30 años, ha plantado 1.868
árboles y arbustos. Algunos de los plantados los dos primeros años miden
ya entre dos y tres metros.
Una de las artífices de este
milagro, que se explica por la constancia y la ilusión, es la veterana
británica Patricia Macaulay, voluntaria de Almijara así como de Médicos
sin Fronteras y miembro de la Asociación de Amigos de La Concepción. El
calor de una tarde de agosto no hace mella en esta residente en
Torremolinos y malagueña de adopción desde 1974.
«Me gusta mucho
el paraje natural y colaboro con Almijara desde hace más de diez años»,
cuenta. Patricia es la encargada de «llenar los cacharros»: garrafas de
cinco y ocho litros que alimenta con una manguera conectada a un
depósito de agua de mil litros que transporta la batallada furgoneta de
Almijara. La asociación cuenta con una llave con la que poder entrar en
las inmediaciones del paraje, pues la circulación de coches, prohibida,
se ha conseguido atajar bastante con la presencia de topes y muretes que
han logrado frenar los botellones motorizados del pasado, cuenta Miguel
Ángel Barba.
Perros, no, por favor
Pero
como explica el presidente, «hay menos basura, todo está más controlado
pero por otra parte viene más gente a pasear, en bici y a correr y eso
hace que la gente traiga perros, que ocasionan bastantes problemas a las
aves, porque hay algunas que nidifican en el suelo, en matorrales bajos
y eso que se supone que en los espacios naturales no se puede entrar
con perros». Otro
de los voluntarios, desde hace 12 años, es Guillermo Castilla, un
profesor de piano de 28 años que carga con las garrafas de cuatro en
cuatro. Un caso meritorio porque, a decir verdad, escasean los
voluntarios.
«Desde que empezó la crisis, en Málaga ha
desaparecido casi el 70 u 80 por ciento de las asociaciones
medioambientales que había y las subvenciones, con lo único que se
podían hacer actividades, desaparecen», cuenta Miguel Ángel Barba, que
explica que la crisis también ha hecho que muchos voluntarios dejen de
colaborar para buscarse la vida.
En el caso de Miguel Ángel, que
trabajaba de formador ocupacional en materia medioambiental, ahora está a
cargo junto a su mujer de una academia de inglés. De hecho, es el único
fundador de la asociación que continúa en ella. Nació en 1987, tras un
primer curso de monitores medioambientales organizado por la Diputación y
la antigua Agencia de Medio Ambiente. «Cuando terminamos hubo un grupo
de gente que dijimos, bueno, y ahora qué y decidimos montar la
asociación, con el nombre de Almijara, porque por entones estaba a punto
de salir la ley de espacios públicos de Andalucía y la Sierra de Tejeda
y Almijara se quedaba sin protección».
En la actualidad, Miguel
Ángel Barba calcula que queda algo más de la mitad para reforestar los
ocho kilómetros junto al Guadalhorce, que la asociación ha dividido en
siete sectores, desde Los Chopos a la playa.
Aunque siempre
faltan plantas y mano de obra, este año han recibido una ayuda
inesperada: «Hemos plantado más árboles gracias a que cerraron el vivero
de Ardales y nos trajimos dos furgonetas llenas de plantas», explica.
«Sólo
quedan 100 cien litros de agua», anuncia Patricia. Son las 9 de la
noche y las aguas estancadas del canal de desagüe comienzan a ser
sobrevoladas por nubes de mosquitos. Los árboles reciben los últimos
riegos. Misión cumplida. Es posible que dentro de 30 años varias hileras
de árboles frondosos transmitan la sensación de que estamos en medio
del campo. En el paraíso de la Desembocadura.
Protección Menos coches pero cada vez más perros Los
ecologistas creen que las medidas para impedir el acceso de coches en
el entorno de la Desembocadura del Guadalhorce están surtiendo efecto,
aunque critican que siguen abundando los perros, prohibidos en la zona.
Canal de desagüe Vida animal también aquí Los
ecologistas llaman la atención sobre la explosión de vida natural en
toda la zona, incluido el canal de desagüe junto al río, a veces con
agua salada. En la foto, dos cigüeñuelas en el canal esta semana.
Riego de verano Una vez a la semana Para
que la última partida de plantas no se pierda en los meses de más
calor, en julio y agosto los voluntarios de Almijara acuden una vez a la
semana a la zona para regarlas. Consideran un éxito que sólo se pierda
el 20 por ciento.
Pasarela del guadalhorce Mejor en el puente de la Azucarera La
ONG Almijara ve con preocupación el proyecto de pasarela próxima a la
desembocadura del Guadalhorce. Los ecologistas prefieren que se adapte
el puente de la Azucarera para que las molestias a las aves sean las
mínimas.
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sábado, 17 de junio de 2017
LUIZ GONZAGA, biólogo brasileño planta 3000 árboles y recupera 20 mil m2 de vegetación Por Raúl Mannise Caminando entre las plantas le gustaba repetir que la
naturaleza sólo necesita un pequeño empujón para mostrar su gracia (Extracto del artículo de ECO-PORTAL)
Cerca de Río de Janerio está la laguna de Itaipú. Hace años que Luiz Gonzaga trabaja en su recuperación. El proyecto para recuperar la zona comenzó en 2012 en el borde del canal
Camboatá. Aquí la vegetación ya es casi impenetrable. Los esfuerzos más
recientes también han mostrado resultados en la frontera de río João
Mendes, donde unos 300 arbolillos dan un tinte verde a la tierra negra. Él
sólo se ha ocupado de plantar y cubrir con una botella de plástico para
proteger de los cangrejos a la jóvenes plantas. Una vez crecen lo
suficiente se retiran las botellas para evitar la contaminación del
plástico.
Al igual que los cangrejos, los pájaros también regresaron a las orillas de la laguna Itaipú gracias al trabajo incansable de reforestación realizado por Luiz, que ha plantado más de tres mil árboles y recuperando unos 20 mil metros cuadrados en la zona de la laguna.
Cuando los árboles crecen regresan las aves, cangrejos y lagartos. Este es el tipo de cosas que cualquiera puede hacer, y son las que realmente pueden hacer una diferencia en este mundo- dice Gonzaga-, rodeado de diversos árboles en el tramo Río João Mendes.
Recupera también un lugar que antiguamente era usado para verter escombros y hoy es una reserva natural y se encarga de mantener la biodiversidad de la laguna. Además coordina esfuerzos en un parque nacional cercano, del cual la laguna también forma parte, para trabajos de educación ambiental y limpieza del sector donde se involucra a los más pequeños.
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jueves, 15 de junio de 2017
VALENTÍN CARRERA ¿Por qué no arden los montes de Suiza y sí los del Bierzo?
Las consecuencias de que la sociedad viva de espaldas al bosque
Una cita académica (para impartir dos conferencias en la Universidad de Fribourg, sobre mi reciente viaje a la Antártida y sobre el viaje interior al Bierzo), me ha permitido gozar de la contemplación de un país cuyo paisaje emociona y enamora: Suiza. Profundamente indignado por las oleadas de incendios que año tras año devastan Galicia y El Bierzo, y en especial por el reciente crimen ecológico contra la Tebaida, durante todo el viaje por Suiza no he podido apartar de mi mente la última estampa negra, cenicienta y humeante del Valle del Silencio, que había recorrido pocos días antes. A medida que la ventanilla del tren —limpio, puntual y silencioso— me iba mostrando el paisaje del lago Lemans y la espléndida postal de los Alpes, no dejaba de torturarme con una sola pregunta, ¿por qué los bosques de Suiza no arden y los de Galicia y El Bierzo sí? Una explicación simple sería porque en Suiza no gobierna el Partido Popular, pero no me gustan las explicaciones simplonas, como algunas que culpan del desastre a un imbécil con una cerilla y mucho viento. En Suiza también hay mucho viento, imbéciles e incendiarios, pero el monte no arde… porque las autoridades y toda la sociedad se lo toman en serio. Con o sin cerilla, el bosque arde cuando está abandonado, como los montes bercianos, ignorados por una Consejería de la Junta de Castilla y León cuyo titular debería estar procesado penalmente por presunta prevaricación y negligencia, además de las responsabilidades políticas que requieren su dimisión (o, dado que aquí no dimite nadie, su cese inmediato y ejemplar por el presidente Herrera), como habría ocurrido en Suiza y en cualquier país europeo no tercermundista. Un tercio de Suiza son bosques. En los últimos veinte años han sufrido una media anual de 90 incendios y 374 hectáreas. El incendio de la Tebaida cuadruplica todos los bosques quemados en Suiza durante un año. Algo estaremos haciendo mal como sociedad y algo estarán haciendo mal nuestros gestores autonómicos y locales. El bosque suizo es una inmensa fuente de riqueza sostenible (cuando se lee el Plan forestal que el Ayuntamiento de Ponferrada guardó en un cajón desde 2008, se ve el potencial económico que hemos desperdiciado). El bosque crea miles de puestos de trabajo: 6.223 empleos directos, la mayoría a tiempo completo, en mano de obra forestal (nuestras famosas brigadas); y más de 80.000 empleos en la industria de la madera. Los suizos consideran que la biodiversidad de sus bosques —más de 26.000 especies— es más importante que plantar pinos y eucaliptos, monocultivo incendiario. Desde pequeños, los escolares y las familias van una vez por semana al bosque, hacen allí sus cabañas y barbacoas, sin que pase nada. [Todos los datos en La forêt suisse en bref; y les invito a visitar la web www.lfi.ch, Inventario forestal nacional, para entender por qué los bosques suizos no arden]. Porque hay prevención diaria y permanente. Los bosques están limpios de maleza, no almacenan las toneladas de combustible que nuestros montes apilan en sus laderas. Porque la propia biodiversidad, frente al monocultivo eucalíptico o apocalíptico, frena e impide los incendios descontrolados. Tampoco es preciso ir a Suiza: estas cosas las supieron desde siempre nuestros abuelos, respetuosos con los bosques de acebos, robles, encinas, nogales y castaños. Créanme, es muy difícil quemar un bosque de acebos… Los bosques suizos no arden porque, además de la educación ciudadana, del sentimiento de pertenencia común o colectiva (¡Ubuntu!: si todos ganan, tú ganas), hay una vigilancia permanente. Una vigilancia seria y eficaz, no el paripé nuestro, sin medios ni recursos, con promesas de cámaras y patrullas, reiteradamente incumplidas. Los bosques suizos no arden porque nos llevan trescientos años de adelanto —la democracia más antigua del mundo— y un alcalde al que se le quemaran mil hectáreas en su municipio sería inmediatamente expulsado; y ningún juez suizo osaría archivar, sin investigar, un delito ecológico de graves consecuencias económicas y ambientales. Contemplando el paisaje de postal entre Genève y Lausanne, entendí mejor, con envidia y con tristeza, por qué arde el bosque del Bierzo: porque llevamos décadas sin prevención ni vigilancia, sin ningún planeamiento forestal, despreciando (como nuevos ricos paletos que somos) el aprovechamiento económico sostenible de nuestros montes, apostando por repoblaciones salvajes, devastadoras; porque ha habido una absoluta dejación de funciones desde la Junta de Castilla y León en el ejercicio de sus competencias; pero también porque la sociedad berciana, a diferencia de la suiza, vive de espaldas a nuestros bosques. Por eso esta sección grita, ¡Arriba las ramas!
CHISTOPHER THOMOND & PATRIC BARKHAM Un año en la vida de un roble Quien no quiera saber del cambio climático que no escuche a este granjero,Peter Duxbury. Aquí sólamente voy a reproducir las fotos del artículo.
LEYENDA DEL PEHUÉN, EL ÁRBOL SAGRADO DEL NEUQUÉN
de www.tripin.travel
El Pehuén o Araucaria, es un árbol emblemático y uno de los símbolos de la provincia de Neuquén. Se trata de un “fósil viviente”, que ya estaba presente en esta zona cuando los dinosaurios habitaban la Patagonia, antes incluso de que se formara la cordillera de los Andes.
Puede alcanzar hasta 40 metros de altura y tiene forma de pirámide
cuando es joven y más tarde de una enorme sombrilla. Es de crecimiento
muy lento. Sus ramas son un poco arqueadas hacia arriba con hojas duras y
punzantes.
Su floración es unisexual: unos árboles producen el polen y otros dan
la piña que es fecundada por el polen llevado por el viento. Una vez
madura, cada piña tiene entre 200 y 300 piñones y en cada árbol pueden
madurar unas 30 piñas.
Los piñones son muy nutritivos y eran el alimento básico de los
indígenas pehuenches, quienes los consumían cocidos o tostados o hacían bebidas fermentadas. Utilizaban también la resina que segrega
la corteza del árbol como medicina cicatrizante.
Lo consideraban árbol sagrado y algunas de sus ramas formaban el rehue (altar) en su Nguillatún (rogativa al Dios). La Leyenda del Pehuén
Desde siempre Nguenechén hizo crecer el pehuén en grandes bosques,
pero al principio las tribus que habitaban eses tierras no comían los
piñones porque creían que eran venenosos.
Al pehuén o araucaria lo consideraban árbol sagrado y lo veneraban
rezando a su sombra, ofreciéndole regalos: carne, sangre, humo, y hasta
conversaban con él y le confesaban sus malas acciones. Los frutos los
dejaban en el piso sin utilizarlos.
Pero ocurrió que en toda la comarca hubo unos años de gran escasez de
alimentos y pasaban mucha hambre, muriendo especialmente niños y
ancianos. Ante esta situación los jóvenes marcharon lejos en busca de
comestibles: bulbos de amancay, hierbas, bayas, raíces y carne de
animales silvestres. Pero todos volvían con las manos vacías, pareciendo
que Dios no escuchaba el clamor de su pueblo y la gente se seguía
muriendo de hambre.
Pero Nguenechén no los abandonó, y sucedió que cuando uno de los
jóvenes volvía desalentado se encontró con un anciano de larga barba
blanca.
- ¿Qué buscas, hijo? -le preguntó
- Algún alimento para mis hermanos de la tribu que se mueren de hambre. Pero por desgracia no he encontrado nada.
- Y tantos piñones que ves en el piso bajo los pehuenes, ¿no son comestibles?
- Los frutos del árbol sagrado son venenosos abuelo -contestó el joven.
-
Hijo, de ahora en adelante los recibiréis de alimento como un don de
Nguenechén. Hervidlos para que se ablanden o tostadlos al fuego y
tendréis un manjar delicioso. Haced buen acopio, guardadlos en sitios
subterráneos y tendréis comida todo el invierno.
Dicho esto desapareció el anciano. El joven siguiendo su consejo
recogió gran cantidad de piñones y los llevó al cacique de la tribu
explicándole lo sucedido. Enseguida reunieron a todos y el jefe contó lo
acaecido hablándoles así: - Nguenechén ha bajado a la
tierra para salvarnos. Seguiremos sus consejos y nos alimentaremos con
el fruto del árbol sagrado que sólo a él pertenece.
Comieron en abundancia piñones hervidos o tostados,
haciendo una gran fiesta. Desde entonces desapareció la escasez y todos
los años cosechaban grandes cantidades de piñones que guardaban bajo
tierra para mantenerlos frescos durante mucho tiempo. Aprendieron también a
fabricar con los piñones el chahuí, bebida fermentada. Cada día, al amanecer, con un
piñón en la mano o una ramita de pehuén, rezan mirando al sol: "A ti de
debemos nuestra vida y te rogamos a ti, el grande, a ti nuestro padre,
que no dejes morir a los pehuenes. Deben propagarse como se propagan
nuestros descendientes, cuya vida te pertenece, como te pertenecen los
árboles sagrados".
En los siglos VI y VII, la temperatura bajó hasta 4º, afectando a civilizaciones en Europa y Asia
La plaga de Justiniano, la invasión de Europa por varios pueblos de
las estepas, la caída del segundo imperio persa, la entrada de los
turcos en Anatolia, la unión de los tres reinos de China, el inicio de
la expansión árabe... Todos son eventos que tuvieron lugar entre el año
540 y el 660 de la Era Común. Ahora, un estudio de los árboles muestra
que durante ese siglo y poco se produjo una edad de hielo donde la
temperatura bajó hasta 4º en verano y aquel frío pudo ser el marco de
tanta historia.
En los últimos 2.000 años se han producido varias anomalías
climáticas. Por el lado del frío, la más significativa es la denominada Pequeña Edad de Hielo
(PEH), que se inició en el siglo XV y acabó a mediados del XIX. Antes,
el clima fue especialmente cálido desde la época del Imperio Romano
hasta la llegada del Renacimiento. Sin embargo, en esos 1.500 años de
clima benigno, hubo un hiato que, aunque más corto en extensión que la
PEH, experimentó temperaturas aún más bajas. Los que lo han descubierto
lo han llamado LALIA, siglas en inglés de Pequeña Edad de Hielo de la
Antigüedad Tardía.
"Fue el enfriamiento más drástico en el hemisferio norte en los
últimos dos milenios", dice en una nota el investigador del Instituto
Federal Suizo de Investigación, Ulf Büntgen,
coautor de una investigación sobre la temperatura en estos 20
siglos. Büntgen es dendroclimatólogo y usa los patrones de crecimiento
de los anillos de los árboles para inferir la temperatura. En 2011 ya
publicó en la revista Science
una investigación del clima del pasado basada en lo que pudo leer en
los árboles de los Alpes austríacos. Ahora completa aquel trabajo con la
información que le ha arrancado a 660 alerces siberianos (Larix sibirica), el árbol más abundante en el macizo de Altái, en Asia central
Entre ambas fuentes de datos hay unos 7.600 kilómetros pero también
una sincronía que enseguida llamó la atención de Büntgen y sus colegas.
Los L. sibirica sólo crecen en verano y en su ritmo de
crecimiento, los dendroclimatólogos pueden estimar la temperatura
estival. Para validar sus estimaciones del pasado, los científicos han
usado la evolución de los anillos en el presente, cuando ya había buenos
registros de la temperatura.
Con los datos de Altái y los anteriores de los Alpes, los científicos
han podido determinar la evolución de las temperaturas del verano en
estos 2.000 años dentro de un proyecto aún mayor, que hace unos días
mostró cómo las últimas décadas han sido las más calurosas desde tiempos de los romanos.
El actual trabajo, publicado en la revista Nature Geoscience,
se detiene más en el frío que en el calor. En los árboles de Altái, los
climatólogos encontraron que los veranos más fríos fueron los de 172 y
1821, con temperaturas 4,6º inferiores a la media del final del siglo
XX. Ambas fechas coinciden con erupciones volcánicas de gran intensidad.
Pero lo que enseguida llama la atención del gráfico elaborado por los
autores del estudio es el pronunciado y sostenido descenso de las
temperaturas a partir de 536. Así, la década entre 540 y 550 fue la más
fría en Altái y la segunda más fría en los Alpes. Además, desde esa
fecha y hasta alrededor de 1660, se dieron 13 de las 20 décadas más
frías de todo el periodo estudiado.
Gráfico con la evolución de la temperatura durante LALIA en los Alpes (azul) y Altái. Abajo, correlación de eventos históricos. Past Global Changes International Project Office
El origen de LALIA no está escrito en los árboles, pero sí en el hielo. Un estudio publicado en Nature
el año pasado determinó las erupciones volcánicas de los últimos 2.500
millones de años las erupciones volcánicas midiendo la ceniza volcánica
atrapada en cilindros de hielo extraídos en los dos polos. Una de las
más intensas se produjo en 536. Le siguió otra cuatro años mas tarde, en
lo que hoy es El Salvador. Y aún hubo una tercera, cuya ubicación se
desconoce, en 447. Las dos primeras crearon, según los registros en el
hielo, verdaderos inviernos volcánicos, con una capacidad de reflejar la
radiación solar aún mayor que la de la erupción del Tambora en 1815.
La sucesión de erupciones volcánicas, según los autores, se vio
reforzada con las corrientes oceánicas, la expansión del hielo y la
coincidencia en el siglo VI de un mínimo solar. La consecuencia fue el
descenso sostenido de las temperaturas. De hecho, esas décadas
registraron un gran retroceso de las tierras dedicadas a la agricultura y
el pastoreo.
En la segunda parte del estudio, Büntgen se rodea de historiadores
lingüistas y naturalistas para relacionar LALIA con la historia de los
humanos. Es muy sugerente comprobar como al poco de la primera erupción,
estalla una de las mayores epidemias de peste, la plaga de Justiniano
en lo que entonces era el Imperio Romano de Oriente. En Asia central,
donde los pastos dependen de ligeras variaciones de temperatura, se
sucedieron grandes movimientos de poblaciones turcas y rouran
que desestabilizaron toda Eurasia. Al este, acabaron con la dinastía
Wei e, indirectamente, ayudaron a la unificación de China. En el oeste,
llegaron hasta Constantinopla, empujando a los pueblos que se
encontraban cada vez más al oeste.
Durante LALIA también entró en declive el imperio persa de los
sasánidas. En la península arábiga, las temperaturas más suaves pudieron
aumentar el régimen de lluvias y, con ellas, la disponibilidad de
pastos para alimentar los camellos sobre los que se expandieron los
árabes a partir de la Hégira de Mahoma.
"Con tantas variables, debemos ser cautos con la causa ambiental y el
efecto político, pero fascina ver cuánto se alinea el cambio climático
con las grandes convulsiones que se sucedieron a lo largo de diferentes
regiones", comenta Büntgen. También deja claro que la historia no se
puede escribir sin tener en cuenta fenómenos climáticos como LALIA.