RICARDO OLANO (Colombia)
Juventud
HUYENDO del sol canicular que tuesta los prados, me arrimo al linde del bosque. Grata sombra dan los árboles, y un perfume viene de adentro, tropical y lascivo. El bosque me brinda descanso con la frescura de su alfombra de hojas secas, en el místico silencio del mediodía. Tendido allí, dulce somnolencia me invade, y mi pensamiento se aduerme también, como un pájaro...
Maquinalmente arranco la hoja de un árbol que extiende hacia mi sus ramas. Es una hoja casi redonda, gruesa como un cartón, de un verde pálido suavísimo. Sin pensarlo, como si mis manos no supieran otros rasgos, escribo su nombre en la hoja pálida. Las líneas se avivan, surgen los caracteres. Así también en mi alma vibrante y en mi cuerpo joven, su recuerdo. ¡Oh, sus labios rojos, cómo me dejaron miel eterna en el único beso, furtivo, y cómo sueñan mis manos acariciar sus senos redondos! Ardientes como el sol canicular son sus ojos, y tiene su cuerpo embriagador un perfume igual al del bosque.
Sol, perfumes, vibrante recuerdo de su carne gloriosa, todo me sumerge en un éxtasis erótico...
Y al despertar de él salieron del bosque a perderse en el abrasado cielo dos mariposas, locas como mis deseos, rojas como llamas.
Juventud
HUYENDO del sol canicular que tuesta los prados, me arrimo al linde del bosque. Grata sombra dan los árboles, y un perfume viene de adentro, tropical y lascivo. El bosque me brinda descanso con la frescura de su alfombra de hojas secas, en el místico silencio del mediodía. Tendido allí, dulce somnolencia me invade, y mi pensamiento se aduerme también, como un pájaro...
Maquinalmente arranco la hoja de un árbol que extiende hacia mi sus ramas. Es una hoja casi redonda, gruesa como un cartón, de un verde pálido suavísimo. Sin pensarlo, como si mis manos no supieran otros rasgos, escribo su nombre en la hoja pálida. Las líneas se avivan, surgen los caracteres. Así también en mi alma vibrante y en mi cuerpo joven, su recuerdo. ¡Oh, sus labios rojos, cómo me dejaron miel eterna en el único beso, furtivo, y cómo sueñan mis manos acariciar sus senos redondos! Ardientes como el sol canicular son sus ojos, y tiene su cuerpo embriagador un perfume igual al del bosque.
Sol, perfumes, vibrante recuerdo de su carne gloriosa, todo me sumerge en un éxtasis erótico...
Y al despertar de él salieron del bosque a perderse en el abrasado cielo dos mariposas, locas como mis deseos, rojas como llamas.
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