sábado, 4 de julio de 2015

CIRO BAYO (Madrid, 1859-1939)
De "El peregrino en Indias: en el corazón de la América del Sur"


El hoy olvidado escritor y caminante -viajero- Ciro Bayo recorrió las tierras de España y de América dejando gratos recuerdos en sus libros...

Capítulo: “Escenas fluviales”

… Bejucos hay de tanto vigor y resistencia, que parecen cables aéreos puestos a propósito de orilla a orilla. El güenbé, por ejemplo, es tan fuerte que en Misiones se aprovecha para amarrar y colgar objetos tan pesados como vigas y campanas, con la particularidad de que es incorruptible. Otro árbol hay rebereño, aunque también de monte adentro, de triste recordación para el viajero que con él tropiece: es el palo santo de hormigas, una bombácea de tronco leñoso, hojas grandes lanceoladas y de hermoso color verde, pero de tronco hueco con ramificaciones a la corteza y a las ramas, por cada uno de cuyos nudos salen unas hormigas grandes y rojas, no bien se toca el árbol. Así que, cuando la cabalgadura en el monte o el batelón en el río, en uno de sus rumbos forzados, tropieza con uno de estos árboles, cae una lluvia de hormigas que muerden rabiosamente y le hacen desnudar a uno para librarse de ellas. Por eso se llama el árbol “palo santo”, porque no se le puede tocar.
    No obstante que la época de este viaje fue en abril, que corresponde a octubre en el hemisferio boreal, los árboles conservaban su verdor, y apenas un que otro amarilleaba o se deshojaba. Por entre los tacurales de las márgenes o en las ramas de los arbolones vense uno que otro huésped del monte: monos, antas y capiguaras; loros, garzas y tucanes. Alguna que otra vez hacemos parar la embarcación y apuntamos a alguna capiguara que se para a poca distancia de la proa; pero el tiro es difícil, porque hay que hacerlo entre dos aguas.
    El tapir (anta) es lo que más comemos, porque los guarayos se pasan las noches de luna espiando con el arco tendido o con nuestras escopetas el momento en que baja el animal al río, aunque el tiempo mejor para cazarlo es a la madrugada. La tupidez de la floresta, los claroscuros del agua y la actitud del cazador indio, no menos que su entusiasmo cuando hace blanco en la presa así que la sorprende en un remanso iluminado por la luna o por los albores matinales, es cuadro que holgara reproducir un pintor, cuanto más que saborearía el original de la víctima, de carne apetitosa para quien gusta de la de cerdo.
    La noche en que caía un anta a tiro de fusil o de flecha, nuestra embarcación volaba al otro día a impulso de los remeros, ahitos y satisfechos...
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El veneno de las "hormigas palo santo" en grandes dosis es mortal,  pero en pequeñas dosis los indígenas lo han utilizado desde tiempo inmemorial para combatir los calambres, el reumatismo, la ciática, la artrosis...

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