Miraflores de la Sierra |
de "Madrid, Cuentos, leyendas y anécdotas, Vol II"
MIRAFLORES DE LA SIERRA. Vicente Aleixandre, la olma del poeta.
A José Uceda y Manuel de Riaza les pareció interesante la idea de comprar un árbol. Claro que no era un árbol cualquiera, no, se trataba de un olmo especial, de una especie singular, histórica, símbolo de un pueblo y con el tiempo lugar de reunión de gentes y enamorados. En aquellas fechas -diciembre de 1834- el árbol en cuestión ya destacaba por sus poderosas ramas y tronco atlético y posiblemente fuera plantado el siglo anterior, en tiempos de Carlos III. El caso es que los dos vecinos de Miraflores decidieron invertir una parte de sus caudales en comprar “el primer olmo que hay en el Paseo de los Álamos, yendo del pueblo para el Calvario, frente de la casa de José Uceda...” Tuvieron que pagar 80 reales de vellón más 14 maravedís como derechos de inscripción en el Registro de la Propiedad de Colmenar Viejo, como era menester. La escritura de compra del árbol gordo, la popular olma de Miraflores, es de propiedad privada, aunque su uso y disfrute siempre ha sido comunal.
En el contrato de venta se indicaba
además “que dicho árbol u olmo no ha de poder ser cortado, bajo
ningún pretexto ni motivo, ni por el D. José ni D. Manuel, ni por
persona alguna, a no ser que se secase enteramente -como ocurrió por
desgracia-, cuya leña, en tal caso, ha de venir a beneficio del
común de vecinos de esta Villa, pero en ningún otro caso se ha de
poder cortar, ni por ellos ni por sus herederos ni sucesores, ni
ninguna otra apersona como dicho queda...”
Pasaron los años y aquella olma -los
biólogos siempre han proclamado su feminidad- o álamo negro,
negrillo, se adueñó de la plaza del pueblo, y todos los lugareños
se cobijaron bajo sus sombra y melena de hojas y ramas. Uno de esos
amigos del árbol fue Don Vicente, vecino ocasional que pasaba los
veranos en el pueblo acompañando a sus padres. Los que le conocieron
le recuerdan con agrado y respeto. A partir de 1925 empezó a
frecuentar el pueblo, quizá debido a su enfermedad, una nefritis
tuberculosa que le obligaba a consumir los aires sanos del
Guadarrama. Probablemente coincidió con Niceto Alcalá Zamora, por
entonces presidente de la Segunda República, y con Santiago Ramón y
Cajal, ilustres veraneantes de Miraflores.
Don Vicente paseaba y escribía
hasta que sus libros fueron conocidos y publicados. En 1977 recibió
el Premio Nobel de Literatura y el consistorio le dedicó una calle,
su calle, la de su casa Vistalegre: calle de Vicente Aleixandere
decía la placa. Uno de sus últimos deseos consistió en pedir hojas
del abuelo, su árbol gordo y favorito. Y a Madrid le llevaron una
rama y una bolsa de semillas. Don Vicente, poeta, murió en 1984.
Unos años más tarde, durante el invierno de 1989, la grafiosis
terminó con la olma de Miraflores y entonces comenzó su leyenda....
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