GONZALO RESTREPO JARAMILLO (Colombia, 1895-1966)
La selva
LA SELVA tiene toda la majestad de un rito.
Maravilloso templo de verde columnata,
se inciensa con las brumas de ronca catarata
que ruge bajo el ábside azul del infinito.
Salmodian las torcaces en el palmar bendito,
y bautismales fuentes el peñascal recata.
En los copudos robles su orquestación desata
del huracán potente el órgano contrito.
La selva es templo santo de Dios. Allí resuena,
creador de maravillas, el poderoso acento
que de incontables seres el universo llena.
En su vivir humilde predica cada caña
-a quien oírla sabe- movida por el viento,
el dulce y milagroso Sermón de la Montaña.
La selva
LA SELVA tiene toda la majestad de un rito.
Maravilloso templo de verde columnata,
se inciensa con las brumas de ronca catarata
que ruge bajo el ábside azul del infinito.
Salmodian las torcaces en el palmar bendito,
y bautismales fuentes el peñascal recata.
En los copudos robles su orquestación desata
del huracán potente el órgano contrito.
La selva es templo santo de Dios. Allí resuena,
creador de maravillas, el poderoso acento
que de incontables seres el universo llena.
En su vivir humilde predica cada caña
-a quien oírla sabe- movida por el viento,
el dulce y milagroso Sermón de la Montaña.
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