PÁVEL GRUSHKÓ (Rusia, 1931)
En el bosque
Aquí fueron batallas... Por la pendiente de abedules
me precipito al bosque de pinos sin cabeza,
esas ruinas de un Partenón silvestre
con las columnas rotas de los troncos.
Bajo el ronco y oscuro tabletear delos cuervos
enmarañados bajo la yerba soñolienta,
yacen los gruesos troncos apilados...
(Es dudoso que sueñen los árboles caídos).
Pero si de repente algo les pica,
y ese algo es parecido al sufrimiento humano,
bajo el sordo rumor del aguacero
los árboles acaso recuerdan las raíces,
esas mismas raíces de que fueron tronchados...
Al bosque no le entierran. Se cubrieron de musgo,
los árboles se pudren en el templo ruinoso,
manchados por la sangre del fruto del saúco.
Vibrando, los visores de las telas de araña
taladran con mirada voraz el día terrestre.
Más es a mí, y a ustedes, que estas cosas ocurren.
Aún nos envuelve a todos la urdimbre de la guerra,
aunque el mundo, tal vez, se ha humanizado un poco.
En el bosque
Aquí fueron batallas... Por la pendiente de abedules
me precipito al bosque de pinos sin cabeza,
esas ruinas de un Partenón silvestre
con las columnas rotas de los troncos.
Bajo el ronco y oscuro tabletear delos cuervos
enmarañados bajo la yerba soñolienta,
yacen los gruesos troncos apilados...
(Es dudoso que sueñen los árboles caídos).
Pero si de repente algo les pica,
bajo el sordo rumor del aguacero
los árboles acaso recuerdan las raíces,
los árboles se pudren en el templo ruinoso,
manchados por la sangre del fruto del saúco.
Vibrando, los visores de las telas de araña
taladran con mirada voraz el día terrestre.
Más es a mí, y a ustedes, que estas cosas ocurren.
Aún nos envuelve a todos la urdimbre de la guerra,
aunque el mundo, tal vez, se ha humanizado un poco.
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