ABDERRAMÁN I
(Damasco 731, Córdoba 788)
Tú también eres ¡oh palma!...
Éste es un poema árabe escrito en
España, en Al-Ándalus, en el siglo VIII que expresa la tristeza y
la añoranza de Abderramán I, el primer emir de Córdoba, que, como
la palmera que él ha plantado en los jardines de la Arruzafa, está
lejos de su patria:
En Almuñécar |
Tú también eres ¡oh palma!
en este suelo extranjera.
Llora, pues; mas siendo muda,
¿cómo has de llorar mis penas?
Tú no sientes, cual yo siento,
el martirio de la ausencia.
Si tú pudieras sentir,
amargo llanto vertieras.
A tus hermanas de Oriente
mandarías tristes quejas,
a las palmas que el Éufrates
con sus claras ondas riega.
Pero tú olvidas la patria,
a par que me la recuerdas;
la patria de donde Abbas
y el hado adverso me alejan.
(Von Schack, 1867-1871: capítulo II)
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Los versos de Almakkari en boca del
gobernador de Sevilla, Abdulmalek, no difieren en gran parte de los
anteriores, atribuidos por Conde a Abderraman I...
vives aquí solitaria:
a ti también de los tuyos
te aleja la suerte infausta.
Lloras, ay, y tus flores
el blanco cáliz desmaya:
lacios penden tus racimos,
que aura extranjera no halaga.
¿Lamentas acaso, oh palma,
que tu simiente arrebaten
los vientos de la montaña?
-¡Lloro, sí, porque aunque prenda
en suelo que riegan aguas
cual las que el Eúfrates lleva
de Siria a las vegas caras,
menguados serán mi hijos,
no verán aquí su patria:
que crueles Abassidas
quieren que extranjeros nazcan!
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LAS PALMERAS DE LA RUSAFA*
Cuenta una leyenda que una vez, el emir
Abderramán I estando paseando por los jardines de su palacio de la
Arruzafa encontró un pequeño brote que salía del suelo.
Se
agachó y lo estudió con detenimiento… Era una única hoja que
miraba hacia el cielo, como preparándose para abrirse en abanico
pasados unos días.
Abderramán sabía que en aquella tierra no
nacían plantas así, salvo los pequeños palmitos del
Guadalquivir.
Según pasaba el tiempo iba viendo crecer a la
planta. La protegía, y avisó a sus sirvientes de que no debía ser
dañada bajo ningún concepto.
Poco a poco, fue tomando la forma
que el emir esperaba y la pequeña planta se convirtió en una
palmera.
Dice la leyenda que no existía ninguna hasta ese momento
en la península Ibérica, y que esta primera vino como semilla de
algún dátil que habría caído de algún cargamento procedente de
Oriente.
El caso es que Abderramán I, que añoraba su tierra de
origen, veía a la palmera como una compañera en el destino que le
había llevado a fundar su dinastía lejos de su tierra de
nacimiento...
---Fin---
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