3/24/2025

El drago del Anti-Atlas

LOS DRAGOS DE MARRUECOS

 

Dr Cuzin, Foto: Association Ajgal

El descubrimiento del drago en Marruecos es muy reciente (1995) y se le atribuye al Dr Cuzin, un descubrimiento botánico de los más importantes del final del siglo XX.
     Arnoldo Santos Guerra, del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA), fue el primer botánico español en visitar los dragos de Marruecos. Las poblaciones del drago se encuentran en el curso medio del río Massa, en su curso medio llamado Asif Ou-Magouz (cerca de Addar), que se encaja y serpentea entre los macizos de Jebel Imzi y Adad Medni, a unos 70 km de Tiznit. Estos escarpes se precipitan desde las cumbres que rondan los 1.500 y 1.300 m de cota, respectivamente, hasta el curso del oued -río- en torno a los 400 metros. Aquí se han localizado varias poblaciones que en conjunto pueden aproximarse a varios miles de individuos, la mayoría situados en orientación norte.

Resto de la floración de un drago, Foto: Rincones del Atlántico
El ambiente bioclimático es de tipo semi-árido y subhúmedo en invierno, cálido y templado. En cuanto al substrato geológico está constituido por cuarcitas.
     "El paisaje es impresionante. Es un lugar aislado, entre zonas muy visitadas tradicionalmente por los botánicos. Es una garganta, con paredes de 200 a 1.500 metros de altura, y los dragos están encaramados en los riscos, en lugares completamente inaccesibles, a salvo de las cabras. En la zona hay otras especies endémicas de Canarias, como los veroles, pero también encinas y madroños, algarrobos y laureles, seguramente mucho más comunes en el pasado. Gracias a la peculiar topografía de la zona y al microclima que allí se genera, esta vegetación representa el último relicto de una paleoflora de incalculable valor ecológico", explica Lázaro Sánchez-Pinto, del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, en un artículo sobre el hallazgo de los dragos. ​
      Por supuesto, la población local, sobre todo pastores, conocían los árboles. No así los botánicos, que aún ahora se maravillan. "Es asombroso que a estas alturas hubiera pasado inadvertida una población de miles de dragos", afirma Fernando Gómez Manzaneque, de la Escuela de Montes de la Universidad Politécnica de Madrid, que por puro placer los visitó el verano de 2015. Por su parecido con Dracaena draco de Canarias, los descubridores del drago marroquí lo consideraron una subespecie, y lo bautizaron Dracaena draco-ajgal. Ajgal es el término bereber para estos árboles y significa "el que crece en lo alto o inaccesible". En la región existen varios topónimos que se refieren al mismo: Agadir-ajgal ("la fortaleza del drago"), Ti-ajgal ("los dragos"), T-ajgal-t (el draguillo"), etc., lo que parece indicar que, ya desde muy antiguo, los dragos solo se encontraban en lugares de difícil acceso. La región del Anti-Atlas occidental es aún famosa por su ganadería, particularmente por la abundancia de cabras que, durante milenios, han provocado grandes estragos en la vegetación natural, incluyendo los dragos. 





     Los habitantes del Anti-Atlas occidental no son conscientes de la importancia del drago ajgal y siguen talándolo con la principal finalidad de hacer colmenas con su tronco.​ Cortan el tronco, lo dejan secar y extraen las fibras que quedan en el interior, pues es una especie de planta perenne de porte arbóreo de la familia Asparagaceae. En cuanto al tamaño se han avistado ejemplares de 15 m.
     La resina del drago se obtiene al sajar su corteza que en contacto con el aire adquiere un color rojizo, utilizado para
fortalecer encías, cicatrizar heridas o úlceras sangrantes y tratar toses y catarros. Debido a su contenido en sapogeninas y flavonoides, tiene propiedades antiinflamatorias, hemostáticas y cicatrizantes. Se dice que también se utilizó para realizar dibujos rupestres en cuevas. 

Foto: Association Ajgal




 

 

Foto: Association Ajgal

     Según Sáchez-Pinto las gargantas deAsif Ou-Magouz constituyen, sin duda, uno de los enclaves botánicos más importantes del Noroeste de África. De hecho, se trata de una región aislada entre grandes montañas de rocas cuarzilíticas precámbricas, que no está conectada directamente con el resto del macizo del Anti-Atlas. Gracias a su peculiar topografía y al microclima que allí se genera, representa el último relicto de una paleo flora de incalculable valor ecológico y biogeográfico, además de poseer una belleza natural impresionante. 

Foto: Association Ajgal
Información:
https://atlastoubkalblog.com/2023/11/21/cronica-tour-costa-atlantica-1a-parte-los-arboles-dragos-de-jebel-imzi/
https://www.wikiloc.com/hiking-trails/ajgal-imzi-drago-tree-153794087
http://dracaenadracoajgal.blogspot.com/
https://es.wikipedia.org/wiki/Dracaena_draco_subsp._ajgal
https://www.rinconesdelatlantico.es/num6/lector.php?id=130
https://www.arbolappcanarias.es/especies/ficha/dracaena-draco/
file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Dialnet-ElDragoDelAtlas-2602315.pdf
 
Foto: Association Ajgal


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3/21/2025


JORDI DOCE (Gijón, 1967)
Amanecer con tejo

En sombra, este ramaje
dispone celdas, redecillas,
calladas oquedades
de una penumbra
que la escarcha humedece apenas
con lengua terca y desprendida.
A espaldas de la luz
principiante,
mientras ladran los perros a lo lejos
y el íntimo rumor del aire
aviva los matojos de las lindes,
cuánta noche se anuda aún
en su corteza atenta
como una palabra no dicha,
como una sílaba prohibida
que el alba sólo atina a remedar
con voz y cuerpo largo
de calina.
Grávida, la mañana
desciende, se detiene junto al tronco
como enhebrada a su perfil
negro, fijo,
nocturno,
de dueño que reclama
sin prisa a su lebrel.

También sin prisa, yo los miro
absorto en la terraza, con palabras
que el silencio propone
como ciñe el ramaje
esa luz que despierta y, breve, se despereza
tras la primera nube fugitiva.

... de su poemario, Diálogo en la sombra (1997)

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3/19/2025



ION STEGMEIER en "Diario de Navarra", marzo 2025
La artista navarra, MÓNIKA ARANDA, declara la guerra al Plumero de la Pampa, la planta que ha invadido el arco cantábrico
Monika Aranda observa un campo con gran presencia de plumeros de la Pampa, Fotos: Iñaki Aldatz
Monika Aranda Castellanos (Pamplona, 1976) está convencida de que el arte puede ser un agente de cambio y, concretamente, cree que puede salvar a Navarra del plumero de la Pampa. Es una cruzada personal en la que lleva embarcada estos últimos años. Aranda se propone que a través del arte la gente conozca e identifique esta planta invasora para evitar que continúe su silenciosa colonización del territorio. Ella la llama “la femme fatale de las plantas”, ya que llega por su belleza, por su clara función decorativa, pero sin embargo “acaba arrasando todo”, recalca. Y el hecho es que cada vez está encontrando más colaboración y apoyo por parte de las instituciones y las distintas asociaciones en su lucha contra ésta y otras plantas invasoras, como el ailanto, protagonista de la exposición que acaba de inaugurar en Sangüesa.
     El plumero de la Pampa es, en todo caso, el que más estragos está causando al territorio. Esta especie de origen sudamericano empezó su invasión en Santander. El “paciente cero”, como apunta Aranda, se introdujo allí en el siglo XIX como planta ornamental para los jardines. “Es una planta muy vistosa, imponente, que fue llegando en ejemplares aislados”, señala. Después, en la guerra, llegaron barcos de Argentina que traían grano y ahí también venían mezcladas semillas del plumero. Pronto dio el salto al medio natural y allí ya se empezó a ver su verdadera naturaleza, y su fuerza.
      El plumero de la Pampa forma unas masas que llegan en un momento dado a imposibilitar que se retiren. “Arrasa con toda la flora, no llega la luz al suelo, lo desnutre, y desplaza al resto de plantas”, menciona Aranda. Los animales que se alimentaban o que se cobijaban en las plantas autóctonas también se tienen que desplazar, y no hay depredadores que la amenacen, porque sus hojas cortan, y los animales no pueden comerla. El ser humano, además, no le ha encontrado un uso más allá de la decoración, por lo que no ha tenido interés en cortarla. Y, por si fuera poco, es una planta que se dispersa con facilidad. Un ejemplar es capaz de producir un millón de semillas cada temporada. 
La artista Monika Aranda rodeada de plumeros de la Pampaiñaki aldatz
     Su dominio se extiende hoy desde Santander a Las Landas y, por el otro lado, ha pasado a Galicia y está bajando hacia Portugal. “Una vez que ha colonizado todo el Arco Cantábrico, lo que está haciendo es meterse hacia el interior”, advierte Aranda. La amenaza llega a Navarra.
     Monika Aranda ha viaja varias veces a Cantabria para investigar cómo empezó el problema y evitar que suceda lo mismo en la Comunidad foral. Está en contacto con Jesús Varas, jefe de Fauna y Flora Silvestre del Gobierno de Cantabria. “En lugares como Asturias, Bizkaia y Gipuzkoa el problema se les ha ido de las manos”, advierte la artista. “Todas las comunidades del arco cantábrico no han visto el problema hasta que ha sido demasiado tarde, y ahora gastan millones de euros en contenerlo, ya que no pueden eliminar lo que ya está presente”, expresa.
      La zona de Baztán es especialmente sensible por compartir ese clima atlántico, y ya hay plumeros en la zona de Sunbilla, lo que ha generado preocupación, pero Aranda está convencida de que Navarra está a tiempo de salvarse.
     Su cruzada se remonta años atrás. La artista pamplonesa quería trabajar con un material que produjera poco residuo. Ya había empleado antes materiales reciclados, pero pensó que quizá podía utilizar directamente lo que le sobrara a la naturaleza, como las plantas invasoras. Con las ayudas a la investigación artística del programa Innova, de la Fundación Caja Navarra y Fundación La Caixa, se puso a investigar sobre plantas invasoras en la Comunidad foral y se encontró con más de 35 especies vegetales catalogadas en Navarra. Ella se centró en las tres que le parecieron más peligrosas: el plumero de la Pampa, el ailanto y el arbusto de las mariposas.
      Aquel primer impulso ha desembocado en que hoy se ha convertido, como ella dice, en “la friki de los plumeros”. Se ha especializado en ellas, convencida de que el arte es un buen agente de cambio medioambiental. El primer proyecto en torno a las plantas se tituló 'Exotic', y se presentó en el Museo de Navarra en el contexto del Festival Arbola. Allí plantó una instalación con 800 plumeros de la Pampa. Pero ahora, Aranda, apunta directamente a la acción.
     “Estoy agrupando a más agentes y estamos haciendo algo más grande, estoy notando una colaboración y una gran predisposición de todos, desde las administraciones hasta las asociaciones en toda Navarra”, asegura. Su objetivo es la erradicación. “Voy a seguir hasta que lo consiga o por lo menos morir en el intento”, señala. La difusión y el conocimiento a través del arte es esencial porque cree que esta extirpación hay que hacerla entre todos. 
                          La artista pasa ante un paisaje con presencia de la plantaiñaki aldatz
     Aranda planea hacer una exposición en Bertiz a la vuelta del verano sobre este tema y realizar acciones directas para eliminar la planta en los alrededores. Está recibiendo el apoyo de todas las puertas a las que llama, de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, del Valle de Baztán o de la alcaldesa de Sunbilla. Todos quieren ayudar para que el plumero no cambie el paisaje.
     Ha empezado por el plumero porque es fácil de identificar y cree que la ciudadanía puede participar fácilmente. “Parece imposible poner barreras a una planta, pero si la población está consciente podrán reconocerlas y quitarlas cuando sean pequeñas”, confía. Es una cuestión de mantenimiento, compara, como quien tiene un jardín o una huerta y quita las llamadas malas hierbas. Su propósito es hacer eso, pero a nivel de comunidad. “Navarra podría ser la única comunidad autónoma libre de plumero, lo cual es nuestro objetivo”, ambiciona.
     El ailanto, por su parte, es un caso más complejo porque es un árbol que se puede confundir con otros. “En Estados Unidos, tienen un gran problema y están investigando cómo eliminarlo, incluso inoculándole un hongo que han descubierto en Pensilvania”, expone. Se trata de un árbol de origen chino que llegó a Europa también como árbol ornamental y para sujetar taludes. Y también emprendió una invasión silenciosa. Se le llama “el árbol del cielo”, porque crece más de un metro al año y puede llegar a casi 30. Y sus hojas y raíces tienen toxinas que impiden que crezca nada más junto a él. “En Navarra, especialmente en Sangüesa, hay un problema grande”, apunta.
     La tercera especie que tiene entre ojo y ojo es el arbusto de las mariposas, que está generando problemas en la cuenca del Arga. “Las plantas invasoras a las orillas de los ríos son peligrosas porque los ríos, como las carreteras y los trenes, son vías de dispersión”, señala Aranda. En Pamplona y en el Arga ya se están dando pasos por parte del Ayuntamiento para erradicarlo.
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3/16/2025

Su sombra... mi descanso

JULIO ALFREDO EGEA (Chirivel, 1924-2018)
V I E J A E S T A M P A


Pieter Bruegel the Elder, La cosecha
Sesteando bajo el árbol, en duermevela placentero se reproducen en mi memoria, y casi ven mis ojos cerrados, en retrospectiva visión por galerías del subconsciente, viejos grabados sobre pergamino de agostos lejanos, cuando palpitaba la vida por estos contornos, cuando el campesino que a lo largo del año había faenado la tierra en abrazo de barbecheras y siembras, se apresuraba en la recolección ante temores de la nube, recurriendo a gentes del Levante jornalero.

Condecoraban el alto valle los oros gloriosos del cereal: trigos recios de robusta espiga, con el negro mostacho de las raspas inclinado hacia la tierra por el peso de la simiente; la humilde cebada, esbeltos centenos, gloriosa plenitud del candeal, la avena reidora al mecerla el viento... Concierto de dorados en las parcelas de la cosecha, a lo largo de la estrecha faja en sembradura. En las riberas de aquel lago de oro había matas intrusas, resistiendo soles, con flores amarillas y moradas, en ofrenda a la fecundidad.

A lo largo del tajo de hombres inclinados en fatigas de siega, escondido el rostro bajo amplios sombreros de paja, zahones de áspero lienzo defendiendo las piernas, dediles de fuertes cueros almenando la mano que abrazaba la mies, previniendo el cardo traidor y el mordisco de las hoces que brillaban alzadas como interrogaciones de acero. Quizá acudió la mercenaria cuadrilla de segadores desde lejanos territorios del hambre, llamada por el cortijero para abreviar la recogida de una cosecha no siempre lograda.

De sol a sol duraba la faena bajo la iniciativa del manigero, sin pausa alguna; sólo un respiro para comer las migas que hacía la cortijera a la sombra del árbol. Rodeaba la cuadrilla la gran sartén colmada de migas de trigo con algún adorno de tajadas de cerdo. Pasaban de mano en mano las tazas del gazpacho hecho con la finísima agua serrana; el tomate, el pepino, la cebolla, eran verdaderos lujos redimiendo de la sed. Después la breve pausa del cigarro, el tabaco repartido por el cortijero con su gran petaca de cuero repujado, cultivado en los huertecillos de Molina o el Mojonar.

Bajo la plenitud de un sol terrible vuelta al tajo, formación de la gran hilera de hombres inclinados sobre la tierra, avanzando ordenados en la batalla del cereal, formando haces uniformes, atados con las matas más altas de la mies cortada o con guitas de esparto cuando la cosecha no había conseguido suficiente altura.

Transpuesto el sol, ya invisible por derrumbes lejanos, cuando su último rayo dejaba de iluminar la cumbre de la Burrica, finalizaba la tarea y empezaba la recogida de haces, amontonándolos ordenadamente en cargas para facilitar la saca, para una vez concluida la siega, acarrearlos sierra abajo con las bestias, hasta formar hacinas al borde del redondel de las eras, junto al cortijo, para después la familia campesina acabar la faena recolectora con trillas y aventados.

Con los últimos claros llegaba la cuadrilla al pie de la sabina, en donde la mujer encargada de la comida ya tenía la olla abocada en un gran lebrillo: el guiso caldoso con patatas, legumbres y tocino, y un inmenso pan moreno que se repartía en grandes rebanadas. Corría de mano en mano el porrón de cristal y un hilo de vino áspero iba pasando de boca en boca.

Quedaban los sombreros repartidos sobre la tierra, como formando un seto de grandes margaritas, y la cara quemada del segador brillaba feliz en la creciente oscuridad. A veces alguien rasgueaba una guitarra y una voz cansada iniciaba un canto alegre con dejos melancólicos, como una despedida a la dura tarea o un prólogo al descanso. Pronto el silencio, el sueño profundo sobre las mantas extendidas bajo el árbol, la total oscuridad o el tímido nacimiento de la luna, la pausa en el trabajo hasta el primer parpadeo del nuevo día. Sólo las bestias atadas con largas cuerdas en el rastrojo se mantenían despiertas en su pacer y cruzaban relinchos y rebuznos amordazando al canto del mochuelo.

En el suceder de las jornadas algo iba cambiando, en reunión de pastores se hablaba de la llegada del tractor, se oía el ruido de máquinas en las largas besanas de los llanos bajos; fue rompiéndose la vieja amistad en el trabajo de hombres y bestias, las reatas de mulas de las ferias pueblerinas fueron sustituyéndose por exposición de maquinaria agrícola, propagándose modernas eficacias. Se precipitaban aconteceres. Disueltas las cuadrillas de segadores, los hombres dispersos fueron tomando trenes de emigración hacia los Nortes ricos, hacia fatigas de nueva vida trabajadora para conseguir el pan, en alternancia de redenciones y dolorosas renuncias.

Desaparecieron las grandes bandadas de buitres leonados que volaban en círculo hasta descubrir la bestia muerta. Un día dejó de subir, barranco arriba, el cortijero con sus caballerías y las tierras altas, humildes y generosas, quedaron sumidas en el desprecio. Nunca más orló a la sabina la gloria del cereal, y la tierra se vistió de cardos, sublevada en su hurañez.

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