jueves, 19 de diciembre de 2024

THE ELFIN OAK - KENSINGTON GARDENS - LONDRES

RICHARD JONES
El árbol duende de Kensington Gardens

       ¿Has ido a ver el Griglan gigante en los jardines de Kensington?
     ¿Sabías realmente que había un Griglan gigante en los jardines de Kensington?
     ¿Sabes siquiera qué es un Griglan?
     Yo tampoco.  Hasta que descubrí el árbol duende, el tronco nudoso de un viejo roble que se puede encontrar junto al parque infantil Princess Diana en los jardines de Kensington.
     De repente, me encontré transportado a un reino mágico, habitado por una variedad de elfos, hadas, duendes, brujas y animales y pájaros en miniatura.


Creado por IVOR INNES 

     El Roble Elfin es una escultura creada entre 1928 y 1930 por el artista escocés Ivor Innes, quien talló 74 figuras en miniatura alrededor de las características naturales del tronco hueco de un roble de 800 años de antigüedad, que había sido traído específicamente para este propósito a Kensington Gardens desde Richmond Park. 
     Hoy en día, el árbol parece un poco incongruente, aprisionado como está dentro de una jaula de hierro; una precaución necesaria destinada a evitar que las criaturas mágicas del interior escapen de regreso al país de las hadas o, más probablemente, a evitar que las criaturas no mágicas se escapen con algunas de las figuras.

La tierra de los Gnomos del Tío George
 
     La idea de traer el viejo roble de Richmond a Kensington surgió del político laborista George Lansbury (1859 - 1940), padre de la actriz de Hollywood Dame Angela Lansbury, quien (George, no Angela) era en ese momento jefe de la Oficina de Obras Públicas. 
Winifred Fortescue le había presentado a Lansbury a Ivor Innes, y quedó lo suficientemente impresionado por el trabajo de Innes como para invitarlo a contribuir a su plan de mejoras públicas para Londres. 
     Cuando se reveló que el árbol se convertiría en un refugio para los pequeños, la prensa lo apodó "La Tierra de los Gnomos del Tío George". 
     Como lo expresó el Graphic, el sábado 26 de julio de 1930:  
     "La nueva incorporación a los más luminosos jardines de Kensington del tío George Lansbury es un enorme y viejo tronco de roble, de 20 pies de circunferencia, que un artista escocés, con un excelente don de imaginación celta, ha tallado en numerosas figuras del país de las hadas..."
 
Presentado por la alcaldesa
 
     El árbol fue inaugurado por la esposa del alcalde de Kensington el viernes 25 de julio de 1930, y The Western Morning News, en su edición del día siguiente, proporcionó una descripción del proceso creativo empleado por el Sr. Innes, al tiempo que revelaba exactamente lo que era un Griglan: "Cornualles contribuyó de manera indirecta al curioso "árbol de elfos" que la alcaldesa de Kensington inauguró en el patio de juegos de los niños en los jardines de Kensington. 
     Este es el tronco de un roble desmochado muy antiguo sacado de Richmond Park, y en él el Sr. Ivor Innes, el artista, ha tallado una población de elfos y animales. El método del Sr. Innes es peculiar. Toma las formas y figuras que ya están en el tronco de su árbol y luego talla lo que le sugieren, ya sea un elfo, un búho o un conejo, las tallas luego se colorean mediante un proceso secreto propio. 
     El Sr. Innes llama a su arte "Griglans", que, como sabrá cualquier hombre de Cornualles que sepa, es la palabra del dialecto de Cornualles para brezo o brezo silvestre. La idea se le ocurrió al señor Innes por la curiosa forma de un tallo de brezo retorcido y nudoso que había recogido en la costa de Cornualles y en el que practicó su arte por primera vez. 
El crítico de arte estrictamente honesto tal vez no apruebe el "árbol de los duendes", que puede parecer demasiado afín a la base de la estatua de Peter Pan de Sir George Frampton. Sin duda, estas figuras del señor Innes, por ingeniosas que sean, parecen un poco incongruentes en un viejo y robusto roble, pero no tengo ninguna duda de que los numerosos niños que abarrotan el patio de recreo las encontrarán una fuente de deleite sin fin.
Una atracción popular
 
El árbol pronto se convirtió en una atracción popular y cientos de personas acudían a los jardines de Kensington para admirarlo cada semana. 
El martes 2 de diciembre de 1930, The Aberdeen Press and Journal publicó el siguiente artículo, del propio Ivor Innes, en el que contaba cómo se sintió fascinado por los Griglans:  
"¡Griglans! ¿Qué son los Griglans?" Seguramente se harán esta pregunta quienes vean este nombre por primera vez, así que lo explicaré. 
 Los Griglans son trozos de raíz de brezo que he convertido en artículos decorativos y útiles para el hogar, como adornos, candelabros, lámparas de mesa eléctricas y fruteros. Son adornos especialmente atractivos y novedosos para la mesa. 
El roble enano de los jardines de Kensington podría llamarse un Griglan gigante. Está realizado con el mismo espíritu y de la misma manera. 
Pero en este caso, un robusto tronco de roble sustituye a las raíces del brezo y hay setenta y cuatro personitas y animales en lugar de, tal vez, dos, tres o cuatro. "Griglan" es la palabra celta para la raíz del brezo. La elegí para describir mis piezas porque tiene precisamente esa sugerencia de misterio que la hace intrigante." 
 
Los primeros Griglans  
 
     "El nacimiento de los Griglans se debió enteramente a un accidente. Un día de verano, después de pintar durante horas bajo el sol abrasador de la costa de Cornualles, divisé un estanque límpido, fresco y tentador en las rocas de abajo.  
     Con ambas manos llenas de mi parafernalia de pintura, comencé a descender por el acantilado. De repente, me desparramé. Todo lo que llevaba estaba esparcido por todas partes. Encontré mi cuadro terminado en el suelo, y tan manchado que era solo una masa de color sin sentido. ¡Todo mi trabajo desperdiciado! 
     ¡La causa de mi desastre fue una raíz de brezo retorcida!" "Eso no volverá a suceder", dije mientras arrancaba la raíz con saña. "Estaba a punto de arrojarla al vacío cuando vi una cara mirándome. Era una cara extraña, con dos orejas grandes y un cuerpo indefinido unido a ella que terminaba en una cola graciosa y ondulada." 
Grimjawl 
 
     "El objeto me fascinó. Lo llevé conmigo a la piscina. Mientras estaba sentado, lo toqué distraídamente aquí y allá con los colores que quedaban en mi paleta. La fascinación aumentó. Lo llevé a nuestro campamento para mostrárselo a mi esposa. Ella estaba encantada. Colgamos al pintoresco animalito fuera de nuestra tienda como mascota y lo bautizamos "Grimjawl". 
     Ese fue el comienzo de los "Griglans". Empecé a buscar raíces en las que pudiera rastrear figuras fantásticas o realistas. Mi mayor ambición es hacer por los niños de mi Escocia natal lo que he hecho por los niños de Londres.  
     Quiero ver un roble elfo en algún lugar de Edimburgo. Escocia no puede producir un roble de un perímetro parecido al de los jardines de Kensington, que ha estado creciendo en Richmond Park durante 800 años. 
     Algún día, los problemas de transporte podrán superarse y podremos enviar un roble digno a Edimburgo desde este país. Entonces espero pasar cinco meses tan felices como los que pasé cuando trabajé en Elfin Oak en Kensington Gardens, creando un país de hadas para los niños".
La restauración de 1957 
 
     Sin embargo, el tiempo y los elementos no trataron con benevolencia al Roble Elfo, y en la década de 1950 se encontraba en un estado lamentable y triste. El Birmingham Daily Post informó sobre su restauración el jueves 20 de junio de 1957:  
     "El Ministerio de Obras Públicas está restaurando el Roble Elfo. Es un gran tronco de roble desmochado, de casi seis metros de diámetro, cubierto de gnomos, duendes, hadas y animales tallados, todos ellos de colores brillantes. Se encuentra en los jardines de Kensington y es una gran atracción para los niños. George Lansbury fue el responsable de la introducción de este extraño objeto en el parque. Lady Fortescue, esposa del historiador militar, le había presentado a Ivor Innes, un artista de Cornualles, y le había pedido que produjera algunas de sus tallas a partir del tronco del árbol."
Spike Milligan y el roble enano
 
     En 1964, el árbol volvió a necesitar cuidados y atención. Esta vez, su salvador fue el comediante Spike Milligan (1918-2002), que vivía cerca y cuya hija, Laura, le había dicho que era una pena que el árbol necesitara reparaciones. 
The Pink Floyd album, ‘Ummagumma’
    Dedicó sus fines de semana a restaurar el árbol, financiando el proyecto con sus propios recursos. Le llevó dos años completar la tarea y, a finales de septiembre de 1966, el árbol volvió a estar a la vista para el deleite de niños y adultos por igual.   Tatler aplaudió el servicio que Spike había prestado a la comunidad local en su edición del sábado 24 de septiembre de 1966: "Cuando Spike Milligan mostró interés, el árbol necesitaba desesperadamente reparaciones y renovaciones. Ahora su trabajo ha terminado y el árbol vuelve a estar a la vista como una atractiva curiosidad".
     En 1969, el cantante principal de Pink Floyd, David Gilmour, fue fotografiado de pie frente al Elfin Oak para la portada interior de su cuarto álbum "Ummagumma".
Se necesita mas trabajo
 
     En 1996, la constante exposición al viento, la lluvia y la contaminación habían hecho mella en el árbol y éste necesitaba de nuevo reparación y restauración. Una vez más, Spike Milligan acudió en su ayuda y se dedicó a reunir las 100.000 libras que se necesitaban para que los estudiantes de la Escuela de Arte Byam, en Holloway (bajo la dirección del artista y conservador Marcus Richards) pudieran tratar la madera para evitar que se deteriorara más, antes de remodelar y volver a pintar las figuras. 
     "Lamentablemente, el árbol se encuentra ahora en un estado lamentable", declaró Spike Milligan al Kensington Post, "y necesita atención para garantizar su supervivencia permanente". El trabajo tardó un año en completarse y, en junio de 1997, el Príncipe Carlos inauguró el recién restaurado Roble Elfo.
Nuevo status
 
     En diciembre de 1997, se anunció que el árbol de los duendes iba a ser declarado patrimonio de la humanidad. El 19 de diciembre de 1997, el Departamento de Cultura, Medios de Comunicación y Deportes publicó el siguiente comunicado de prensa deliciosamente caprichoso para anunciar la decisión: 
     "La gente pequeña tendrá un motivo especial para divertirse y retozar en los jardines de Kensington esta noche. La bruja Wookey, el gnomo Huckleberry y los elfos Grumples y Groodle se han convertido hoy en los orgullosos habitantes de uno de los edificios protegidos más inusuales de Inglaterra. El roble de los duendes de los jardines de Kensington ha sido añadido a la lista de edificios de especial interés arquitectónico o histórico siguiendo una recomendación de English Heritage. Ha sido incluido en el Grado II. 
     Al anunciar la inclusión del roble en la lista, el Ministro de Patrimonio Tony Banks dijo: "El roble de los duendes es una maravillosa curiosidad, amada tanto por los londinenses como por los visitantes. También tiene un considerable interés histórico. El Roble, esculpido por el ilustrador de libros infantiles Ivor Innes entre 1928 y 1930, pertenece claramente al interés de finales de la época victoriana por los personajes pequeños, que culminó en Peter Pan de J. M. Barrie. El Roble complementa la estatua de Peter Pan de Sir George Frampton, que Barrie erigió en 1912. Juntas, las dos esculturas hacen de los jardines de Kensington la capital mundial de las hadas, los gnomos y los elfos."

lunes, 16 de diciembre de 2024

CARLA SAMON ROS, en National Geographic Dic-2024
El desierto peruano, la capital mundial del arándano
Fotografía de Alessandro Cinque
Así es como Perú acelera, tras la ola de calor del año pasado, la carrera por conseguir variedades de frutos más resistentes al cambio climático y que necesiten menos frío.
A principios de agosto, las colinas arenosas de la costa de La Libertad, en el norte de Perú, están cargadas de frutos de color púrpura azulado. Faltan pocas semanas para la cosecha del arándano en un desierto considerado inhóspito para las bayas desde hace poco más de una década. Ahora, la árida región está situando a Perú a la cabeza del mercado mundial de arándanos.
     Mientras camina entre los arbustos, Álvaro Espinoza, de apenas metro y medio de altura, se inclina hacia ellos y sus ojos se abren de par en par ante tantos arándanos y el tamaño gigantesco de algunos. "Incluso el calibrador no sirve", dice el ingeniero agrónomo, tratando de medir uno con un llavero con diferentes aberturas circulares. La baya no cabe en el agujero más grande, de 2,5 centímetros.
     Espinoza fue uno de los primeros en experimentar con el cultivo de arándanos en Perú hace unos 15 años, cuando esta fruta, originaria del hemisferio norte, apenas aparecía en el radar del país. "La gente me llamaba loco", recuerda. Desde entonces, el crecimiento de la industria peruana del arándano ha sido tan meteórico como el del Bitcoin.
     El país sudamericano pasó de plantar solo unos cientos de hectáreas de arándanos en 2012 a convertirse en el primer exportador mundial de arándanos frescos durante los últimos cinco años consecutivos.
Los trabajadores de una importante multinacional del arándano son transportados entre las distintas zonas de la explotación en un autobús de la empresa
Carlos Núñez, investigando variedades en su laboratorio

"Los avances tecnológicos y científicos están impulsando el crecimiento de los arándanos en Perú, con empresas científicas que mejoran genéticamente la fruta para que prospere en el difícil clima desértico de la región", afirma Núñez.

A la caza de un arándano que ame el desierto

Inspirados por el éxito de sus vecinos chilenos, los empresarios peruanos empezaron a explorar un mercado local de arándanos a principios de la década de 2000. Pero encontrar la variedad adecuada llevó años de ensayo y error: Espinoza intentó montar un vivero, pero fracasó. Ahora trabaja en ventas para Planasa, una empresa española que desarrolla bayas más sabrosas y de mejor crecimiento.
     En Perú, el reto consistía en superar la creencia convencional de que los arándanos necesitaban un número mínimo de horas de frío (temperaturas inferiores a 7°C) para prosperar. Aunque el altiplano andino reunía estas condiciones, el terreno accidentado planteaba importantes obstáculos para una industria que dependía en gran medida de la mano de obra y de una infraestructura de avanzados sistemas de riego y plantas de envasado.
La pequeña ciudad de Malverde ha crecido con la floreciente industria de las bayas. Los trabajadores de las granjas de arándanos suelen alquilar casas cercanas para permanecer cerca de sus puestos de trabajo. Al fondo se ven los campos de arándanos de Camposol, la primera empresa que exportó arándanos peruanos.
     El objetivo era la costa, donde ya había megaproyectos de irrigación y grandes empresas agroexportadoras, dice Carlos Gereda, pionero en el sector y fundador y director general de Inka's Berries.
     Él fue el primero en identificar una variedad de arándano que pudiera adaptarse a la templada costa peruana, donde la corriente de Humboldt se encuentra con los Andes, creando condiciones similares a las del desierto.
     Nacido en una familia de agricultores, Gereda empezó a viajar a Chile en 2006 para aprender sobre los arándanos. En uno de sus viajes se trajo 14 variedades para probarlas en el desierto peruano. Tardó dos años en encontrar la adecuada, bautizada como Biloxi. Una vez identificada esta variedad, invirtió unos 280 euros en crear una empresa que se convirtió en pionera del arándano peruano.
 
El cultivo de los arándanos resistentes del futuro

     En la actualidad, los campos de arándanos de Perú abarcan más de 20.000 hectáreas (el doble del tamaño de la ciudad de Barcelona) y el país envía al extranjero más del doble de arándanos que sus competidores más cercanos. Más de la mitad de las ventas se destinan a Estados Unidos, donde Perú suministra cuatro de cada 10 importaciones de arándanos frescos.
     Pero el año pasado este auge sufrió su primer revés. Una fuerte ola de calor provocada por el fenómeno de El Niño azotó la costa norte de Perú, incluida La Libertad, el corazón de la industria del arándano. Las temperaturas superaron la media en 4°C, convirtiéndose en el invierno más caluroso del país en más de 60 años. El calor devastó algunas variedades de arándanos y la producción se desplomó un 25%.
     “La agricultura es así: nada es seguro y todo está por demostrar; hay que vivirla”, dice Gereda. “Hay momentos en los que, de la nada, un acontecimiento climático poderoso te obliga a replanteártelo todo”, explica.
     Esta experiencia, junto con la previsión de un aumento de las temperaturas debido al cambio climático, ha acelerado los esfuerzos para desarrollar nuevas variedades de arándanos genéticamente mejoradas que puedan prosperar en climas aún más cálidos.
     Para crear estas variedades resistentes, los científicos cruzan plantas madre, germinan las semillas y las evalúan durante años para seleccionar los mejores individuos, que luego son clonados y multiplicados in vitro. Otro objetivo de esta carrera genética es producir arándanos “jumbo”, es decir, arándanos que midan un par de centímetros, para aumentar la producción y satisfacer las expectativas del mercado.
     El año pasado, Inka's Berries lanzó dos nuevas variedades de tamaño gigante, Alessia y Abril, que llevan el nombre de las sobrinas de Gereda. Ambas son variedades tropicalizadas que prosperan sin temperaturas frías.
Los arándanos que miden más de 18 milímetros de diámetro se clasifican como "jumbo", un tamaño premium muy valorado por el mercado, especialmente en China.
Un trabajador agrícola transporta arándanos en carretilla durante la temporada de cosecha. En 2012, Perú solo tenía unos cientos de hectáreas de arándanos; ahora el país cuenta con más de 49 000 campos de arándanos.




 La prosperidad se olvida de los recolectores

A pesar de las dificultades iniciales, el microclima costero de Perú ha demostrado ser ventajoso para obtener altos rendimientos de arándanos y producción durante todo el año. Las empresas nacionales y extranjeras (atraídas por los incentivos fiscales y una mano de obra barata) ganaron dinero rápidamente vendiendo la fruta a un precio superior durante la temporada baja en Chile y Estados Unidos.
     Incluso teniendo en cuenta las condiciones meteorológicas extremas del año pasado, Perú vendió en el extranjero arándanos frescos por un valor récord de 1600 millones de euros. En la actualidad, los arándanos son el segundo cultivo más importante del país, después de la uva, y han contribuido a multiplicar por 13 el total de las exportaciones agrícolas anuales desde 2000.
     Sin embargo, las condiciones de vida de los recolectores de arándanos no han seguido el ritmo del éxito del sector. "Mientras las empresas siguen creciendo, a nosotros nos explotan con el salario mínimo [260 euros al mes]", afirma Julisa González, recolectora de Camposol, el mayor exportador de arándanos. Lo que gana diariamente apenas cubriría el coste de tres paquetes de arándanos en Nueva York.
     Aunque unas pocas grandes empresas dominan la industria peruana del arándano, cada vez son más los agricultores medianos que se incorporan al negocio.
     Entre ellos está Emilia Luján Pérez, una agricultora de 76 años que se dispone a plantar arbustos de arándanos en su parcela de 0,8 hectáreas en Virú, provincia costera de La Libertad. En ocho meses espera cosechar sus primeras toneladas de arándanos para satisfacer el creciente apetito mundial.
     "Si necesito más tierra", bromea Pérez, señalando con su bastón las áridas montañas que hay detrás de su propiedad, “tomaré las colinas”.

Emilia Pérez Luján dedica parte de sus tierras al cultivo de arándanos. Forma parte de una tendencia creciente de pequeños agricultores de regiones como La Libertad (Perú), que esperan sacar provecho del auge del arándano en Perú

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viernes, 13 de diciembre de 2024

RAFA RUIZ, Nov-2020
Viaje a un bosque con corazón
Los colores del otoño en Devesa da Rogueira, en los montes do Courel, en Lugo. Foto: FSC-España
 En ‘Bosques para Siempre’ viajamos este otoño a Lugo, a la Serra do Courel, a Devesa da Rogueira, uno de los bosques-tesoro de la Galicia Profunda, profunda porque nos toca lo más hondo, porque es un bosque con corazón (os vamos a explicar por qué). Para empezar, este es el bosque al que FSC ha concedido el primer sello de “Certificación de Servicios de los Ecosistemas en España”. Palabras mayores (ahora os explicamos en qué consiste). Acompañadnos al corazón del bosque con corazón.

Esta es la nota que lo avala: “El pasado marzo 2020 Enxeñería Forestal Asefor y la Comunidad de Montes Vecinales en Mano Común (CMVMC) de Rogueira e Cabana, integrada por 32 propietarios, vecinos de la localidad de Folgoso de Courel http://folgosodocourel.com/ , obtuvieron la Certificación FSC de Servicios del Ecosistema del Monte Vecinal en Mano Común de Rogueira y Cabana, de más de 600 hectáreas de masa forestal, que permite la declaración y demostración de los impactos positivos de sus prácticas de gestión forestal para la conservación y preservación de su biodiversidad”.

Así que en El Asombrario fuimos a conocer ese monte y en qué consiste ese certificado. Los datos aportados por FSC: “La Devesa da Rogueira es el mayor entorno forestal de la Serra do Courel, está integrada en la Red Natura 2000 y ha sido declarada por la Xunta de Galicia Zona de Especial Protección de los Valores Naturales. Tiene más de 440 hectáreas y está poblada por especies arbóreas de frondosas autóctonas con una finalidad estrictamente protectora y de conservación de la biodiversidad. Atesora 21 tipos diferentes de bosque, 900 especies de plantas, 25 especies de orquídeas, más de 400 especies de hongos y 200 especies de vertebrados, entre corzos, martas, comadrejas, turones, garduñas, gatos monteses, lobos, zorros y osos pardos. Devesa da Rogueira es considerada un enclave natural único en Galicia con una densidad arbórea y botánica inusual de gran valor patrimonial, cultural y ecosistémico”.

Pero más allá de estas cifras, ¿dónde está el verdadero corazón de este bosque? No está en su riqueza de orquídeas, no; ni en sus centenarios y sagrados tejos, ni en sus abundantes regatos y pequeñas cascadas, ni en esos enormes robles/carballos y hayas con líquenes barbas de viejo que les prestan un aspecto de sabios o magos, ni en las Fontes da Rogueria (ya sabéis, aquí también esa agua suertuda que te concede deseos). No. Sino que lo encontramos en la pequeña aldea de Moreda, donde habita ahora una treintena escasa de personas, que son los comuneros, los propietarios en régimen comunal del monte, y que hace ya décadas decidieron, en un alarde de adelantarse a los tiempos, en un triple salto de glocalidad (lo global visto desde lo local) que el principal valor del bosque no era ya su aprovechamiento maderero, sino su conservación para disfrute de todos y todas, del pueblo y del mundo, para poner su granito de hojas a la buena salud del planeta.

Senderismo por Devesa da Rogueira

Nos lo cuenta Lola Castro, alcaldesa del Concello de Folgoso do Courel, 45 núcleos de población, poco más de 1.000 habitantes (cuando a mediados del siglo pasado eran 10.000), solo 30 niños en el cole (cuando hace 40 años, cuando Lola era una rapaza, eran 250 y en dos escuelas); nos lo cuenta: “Desde pequeños nos inculcaron el amor al monte, estamos muy orgullosos de él. Creemos que los proyectos, poco a poco y desde abajo, es como llegan a ser grandes proyectos”. Pocas palabras y profundas. Con todo el sentido del mundo y de su tierra. Y por ese amor a su tierra y por sentirla de cerca, hace menos de dos años regresó a Moreda su hermano, José Antonio Castro; dejó la ciudad grande y su trabajo de soldador para dedicarse a la ganadería en extensivo, 44 vacas de monte que pastan por los alrededores de Moreda.

Ese es el auténtico corazón del bosque, más allá de las retamas de arándanos, de los resbaladizos caminos de pizarra, de los bellísimos blancos troncos de abedul vestidos de verde-musgo, de la levedad flotante de las hojas amarillentas de las hayas, de los recovecos de helechos, acebos y avellanos, de los frutos rojos del serval de cazadores, de las comunidades bien avenidas de rebollos y brezos, de las escaramuzas de martas, zorros y armiños, de la presencia atávica de lobos y el paso mitológico del oso por estos territorios. El corazón está en esa gente que sí cree en que hay otra forma de habitar el planeta.

Pero, claro, llega el momento de preguntarse: ¿y qué rendimiento le sacan al monte que es suyo, si apenas lo explotan? Se lo preguntamos los periodistas que fuimos en este viaje otoñal organizado por FSC España y Asefor (Ingeniería Forestal). ¿Cómo hacer rentable esto? ¿Cómo hacer SOStenible la SOStenibilidad del bosque? Y algo de SOS hubo en sus respuestas. Necesitan darlo a conocer. Y necesitan que la sociedad entienda que el bosque requiere cuidados. Ahí es donde entra en acción, y por eso le damos tanta importancia, la etiqueta FSC por los servicios ecosistémicos que presta este bosque. Ya, el nombre no ayuda. Tan poco romántico resulta; incluso suena a esotérico. Pero hay que atenderlo y entenderlo: Porque hasta hace bien poco la etiqueta FSC –esa que nos encontramos en cajas y envases de cartón, y en las páginas de los libros, y en algunos muebles…– se centraba en reconocer la gestión, el aprovechamiento sostenible, maderero y de celulosa, de los bosques; pero hace bien poco llegaron a un punto en que reconocieron que eso no era del todo justo –ni del gusto de los tiempos que corren, de encrucijada y reto–, y que había que dar un paso más y valorar lo que aportan los bosques al planeta, a los ecosistemas, a nosotros, desde la retención de carbono –tan clave en la lucha frente a la crisis climática–, a la generación de agua, de paisaje, de biodiversidad, de ocio, de cultura, de símbolo, de memoria… Palabras mayores. Etiqueta que lleva ahora con orgullo la Devesa da Rogueira y que piensan que ha de servirles para llegar a acuerdos con esa otra parte de la sociedad que son las empresas, para que apuesten por invertir en ese bosque con corazón, o en ese corazón con bosque al que solo le faltan gnomos para ser mágico. O quizá ya los hay, aunque en este viaje, que duró poco, no tuvimos oportunidad de verlos. O meigas, que más que en aquelarre están de servicio de protección de la naturaleza. O la Santa Compaña, preservando las almas del monte. Inversiones en iniciativas imaginativas y pioneras que vayan más allá del turismo rural y de naturaleza, ¿por qué no atender, por ejemplo, al bosque como un laboratorio de investigación de aromas, sabores y fármacos?

Impresionante el bosque diverso y multicolor de la Devesa da Rogueira desde dentro. Foto: FSC-España

Si comenzamos con las cifras, terminamos ahora con las declaraciones: “La Certificación FSC de Servicios del Ecosistema, que en nuestro caso ha verificado la conservación de la biodiversidad, supone un orgullo para los comuneros y una forma de demostrar que nuestra actividad es necesaria para mantener, cuidar y preservar nuestros bosques”, nos contó Lola Castro, la alcaldesa y comunera y biznieta de comuneros. “El desarrollo rural, la fijación de población y la actividad económica local representan una necesidad básica sin la cual la conservación no sería posible. Por ello, nuestras poblaciones necesitan apoyo económico para impulsar nuestra economía local, puesto que nuestro objetivo es conservar estos bosques, compartirlos con la sociedad española y para generaciones futuras, tal y como hicieron nuestros antepasados. La Devesa da Rogueira es un legado y patrimonio natural y consideramos que la responsabilidad de conservarlo debería ser compartida”.

“La inversión en servicios del ecosistema es una excelente oportunidad para proteger el patrimonio natural de nuestro entorno dando, además, relevancia a la labor de los comuneros, que han sabido gestionar estos maravillosos montes durante toda su vida sin provocar alteraciones en el ecosistema”, añadió Severiano Ónega, CEO de la compañía lucense dedicada a la valorización de residuos biodegradables Agroamb, primera empresa que ha decidido patrocinar Servicios del Ecosistema en Devesa da Rogueira. “Además, es una enorme satisfacción apoyar proyectos que ayudan a fijar población en zonas como O Courel y con ello apoyar el desarrollo rural gallego. Esta iniciativa refuerza nuestro compromiso con el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”.

“La gestión forestal responsable tiene un gran impacto positivo en la conservación y protección de servicios de los ecosistemas”, concluyó Gonzalo Anguita, director ejecutivo de FSC España. “La demostración rigurosa y real de estos impactos mediante el Proceso FSC proporciona a las empresas comprometidas la posibilidad de invertir en la conservación y mejora de los servicios de los ecosistemas. En ese sentido muestra misión es la de conectar propietarios forestales con empresas, organizaciones y administraciones posibilitando la creación de alianzas estratégicas de alto valor en la sociedad”.

Se va levantando la niebla que quedó pegada al fondo de los valles, huele a frío y humedad, salimos de la pequeña aldea de Paderne, de una casita rural de piedra, pizarra y nutritivo desayuno con ese pan gallego que no conoce competencia. En las afueras del pueblo apiñado, los tendales, para que a la ropa le dé el sol en estos días tan cortos y llegue a secarse; y los castaños, que tanto acompañan a las casas en Galicia; y las huertas de grelos y de calabazas, que abultan, enormes, en la tierra.

Es hora de marcharse y dejar el corazón en manos de gente como la familia Castro que entienden, desde Folgoso de Courel y sin haber ido a ninguna Cumbre del Clima, lo que hay que hacer para que el puzle del planeta no pierda piezas y los baños de bosque que busca la gente de la gran ciudad sigan siendo así. Así de maravillosos y apaciguadores, que dejan esa íntima y profunda sensación de que el mundo nos lo dejaron bien hecho.

Lo hemos leído aquí

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martes, 10 de diciembre de 2024

Fotos de esta página

De pie, frente al Palacio de Justicia del Condado de Goliad, un edificio de piedra caliza particularmente hermoso terminado en 1894, hay un enorme roble* con ramas gruesas y bajas. Una placa histórica señala que a mediados del siglo XIX, cuando se dictaba una sentencia a muerte, ésta se ejecutaba inmediatamente en el inocente árbol. La placa también señala que algunos de los ahorcados no tuvieron derecho a juicio. No es de extrañar que al leer esto te entren escalofríos. Los Texas Rangers pusieron fin, formalmente, a los ahorcamientos en 1870, pero los atropellos siguieron sucediéndose.
      La historia no debe olvidarse para que no se repita. Hace dos años, una fraternidad (organización estudiantil) de la Universidad de Oklahoma fue noticia cuando fue captada por una cámara gritando un canto racista contra los afroamericanos, insinuando que el único buen lugar para un candidato fraternal de color era debajo de un árbol (es decir, linchado). Desde entonces, la fraternidad ha sido cerrada y se le ha prohibido la entrada al campus.
     El hecho de que semejante virulencia se pueda repetir en el siglo XXI es inquietante. Si bien la soga ha sido identificada como emblema de la violencia y la opresión hacia los afroamericanos, a menudo se pasa por alto que también fue un símbolo de terror para los mexicano-estadounidenses.
     Ninguna región vio más de cerca esta práctica contra los mexicano-estadounidenses que el sur de Texas. Entre 1846 a 1870 se dictaron sentencias de muerte a lo largo del césped del palacio de justicia, donde más de 100 víctimas fueron ahorcadas bajo el famoso "Árbol del Ahorcado", muchas de ellas linchadas y sin derecho a juicio. Otros muchos fueron azotados en “postes de azotes” por lo que se definieron como delitos contra la esfera pública. 
      Durante otros muchos juicios y ejecuciones públicas del siglo XIX, las familias anglosajonas presenciaron estas atrocidades en una atmósfera carnavalesca, llevando cestas de picnic y tomando fotografías. Estas acciones kafkianas son episodios que revuelven el estómago y no entiendo cómo el Árbol del Ahorcado de Goliad está etiquetado como una atracción turística, además de un lugar histórico.
     Los documentos registran 871 mexicano-estadounidenses linchados en 13 estados del oeste después de la Guerra Civil (1861-1865). Pero estas cifras no se pueden comparar con lo que se hizo en Texas. Según los historiadores William D. Carrigan y Clive Webb, entre 1910 y 1920, 5.000 mexicano-estadounidenses fueron asesinados en una ola de terror, muchos de ellos a manos de los Rangers de Texas. Éstos no eran ajenos a la injusticia colectiva y los linchamientos deliberados. Los Rangers comenzaron como una milicia, financiada y apoyada por ganaderos de la zona que querían más tierras y detestaban a sus vecinos de habla hispana.
      Los ahorcamientos entre mexico-americanos no eran exclusivos contra el género masculino. Josefa “Chipita” Rodríguez, la primera mujer "legalmente" ahorcada en Texas, fue ejecutada en 1863. Rodríguez vivía a orillas del río Aransas, en una humilde cabaña que también servía como casa de huéspedes para los excursionistas que buscaban comida y refugio en la costa del sur de Texas. En agosto de 1863, en el apogeo de la Guerra Civil, Rodríguez junto con Juan Silvera (presuntamente su hijo ilegítimo), fueron acusados de asesinar a John Savage, un comerciante de caballos. Ella fue sospechosa del crimen sólo porque encontraron el cuerpo en el río cerca de su casa. Savage, después de hacer un trato comercial con el ejército confederado, viajaba con las carteras llenas de oro. Debido a que muchos excursionistas frecuentaban la cabaña de Rodríguez, ella fue considerada la principal sospechosa. Si bien Silvera se declaró culpable de un cargo menor de asesinato en segundo grado, Rodríguez se negó a admitir un delito que no cometió y se declaró inocente. Negándose a dignificar estas acusaciones falsas y las burlas en un absurdo juicio, guardó silencio y mantuvo su dignidad. El hecho de que una mera evidencia circunstancial fuera suficiente para sentenciar a muerte a una anciana es una prueba histórica de la abominable justicia impartida hacia los mexicano-estadounidenses. 

* No he encontrado referencias al tipo de roble ni de su edad. Probablemente ya estaba allí cuando se construyó el Palacio de Justicia

*Los Rodríguez fueron "indultados" después de un siglo, en 1985,  por el gobernador Mark White. Los texanos deben aprender a perdonar, pero nunca olvidar los pecados del pasado para que no vuelvan a repetirse estos hechos. 
  
 Información: 
Alfredo Torres Jr. es editor de CTN: a Journal of Pedagogy and Ideas, e historiador independiente que trabaja en Palo Alto College.
https://www.mysanantonio.com/opinion/commentary/article/The-noose-plagued-Mexican-Americans-too-12381761.php
Hay una entrada anterior en este blog que también aborda este tema y otra entrada con la
Canción del compositor  James Newton Howard     
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sábado, 7 de diciembre de 2024

L. Reguero
HASIER LARRETXEA (Baztán, 1982)
Entrevista de LUIS REGUERO, febr-2019
"Escuchar a los bosques aclara el pensamiento"
Hasier junto a su padre, Patxi

Para Hasier Larretxea los latidos del bosque suenan a ese silencio que ha desaparecido a través de las dinámicas rutinarias “de cemento y hormigón” de las ciudades, donde la supervivencia “se pone a prueba y en muchas ocasiones nos saca lo peor de nosotros”. Para Larretxea, los bosques suenan a “honestidad, a robustez, a anclaje, a respiración entrecortada”, a recuerdos de caminatas con su padre, a recuerdos de familia por los valles del norte de Navarra que quedan plasmados en su nuevo libro, El lenguaje de los bosques (Espasa), una conversación con esos paisajes de los que nos hemos alejado, atraídos por la marea de la tecnología y el consumo, la automatización de la vida, la producción sin descanso, la vida rápida, excesiva, en permanente sobresalto.

Larretxea piensa que desde lo local se puede tejer toda una red de valores éticos, humanísticos y de justicia social. “Creo en la bondad y en el buen hacer del ser humano”, asegura durante esta entrevista, en la que sus palabras nos traen de inmediato el olor a madera cortada durante las noches anteriores a la Luna creciente, la esencia de esos lugares con alma del mundo rural, de la España cada vez más vacía, donde habita la belleza y la verdadera libertad.

El bosque como lugar de encuentro y reencuentro con uno mismo, como lugar donde hallar cobijo, donde recuperar la calma. El bosque como guía, como brújula, como mapa para volver a las raíces de nuestra naturaleza. El bosque para contar y escuchar historias de una vida bella que está desapareciendo. Hemos olvidado los bosques en esta vida de explotación, autocensura, miedos y ruidos…

Sin duda. Además de olvidar sus elementos simbólicos y naturales, como consecuencia de los ritmos frenéticos de vida que nos exigen con esos horarios férreos y responsabilidades sobre todo laborales estamos sumergidos y absortos en las grandes ciudades en dinámicas de cemento y de hormigón. Por otro lado, está la gravedad de los índices de polución alarmantes. En ese día a día, inevitablemente, se va borrando y desfigurando ese territorio e imaginario de los bosques y de la naturaleza, llegándose a ubicar en ese no-lugar desconocido, en ese espacio intransitado, en los márgenes de lo exótico al estar sumergidos en dinámicas y hábitos alejados de todo lo que supone una convivencia sana y acorde con esos tiempos que marcan los latidos internos del paisaje de las estaciones y una vida en conexión con la tierra.

El bosque es esa sutileza que tanto nos hace falta en la vida cotidiana. Es esa calma y ese eje en el que reencontrarnos con esa voz interior a través de esos paseos y ese contacto con ese universo que crece en equilibrio y del que se desprende ese halo de paz. Al ser un gran conocedor y persona que ha estado desde niño en contacto directo desde diferentes vertientes, a la hora de hilvanar El lenguaje de los bosques (Espasa, 2018) hablaba con mi padre sobre muchos aspectos en relación a la naturaleza. Me llamaba la atención cómo me decía que él cuando se sumerge en esos bosques espesos de los Pirineos se le aclara el pensamiento y se le reordenan las ideas, además de disfrutar con los sonidos que acompasan esa voz interior. “El bosque te aclara el pensamiento”, me decía, cuando nos sumergíamos en caminatas largas a través de pendientes y lugares de difícil paso por los que nos llevaba y se forjó su infancia y su educación infantil.

El bosque para mí es hoja de ruta, álbum familiar, genealogía, idioma, reencuentro, asidero, esa manera de enraizarte en el mundo. La vista atrás, todo ese aprendizaje de valores en el entorno rural y la mirada afilada de mis antepasados para los que los bosques han ejercido de lugar de fuga, de hábitat transfronterizo y de una simbiosis poderosa y casi mística hasta llegar a representarlo a través del deporte rural vasco, donde sobre todo tanto mi padre y mi tío han sido figuras clave en esa transmisión y desempeño que en cierta medida mi hermano y primo le han dado continuidad. En mi caso ha sido desde un diferente dialecto, pero el mismo idioma.

En la actualidad vuelvo desde el prisma de disfrute a esas latitudes naturales. No obstante, para las generaciones anteriores como las de mis padres el bosque ha sido supervivencia, dureza, coraza. Ese paisaje de tránsito, superación y huida en el que llegaban a sortear disparos y persecuciones de la Guardia Civil que acechaban en ese entorno y se mantenían tras esos contrabandistas escurridizos y ese universo del silencio y familiar en los caseríos en los que se protegían mutuamente desde ese espíritu comunitario de apoyo mutuo.

Nos hemos ido alejando de esa vida familiar en torno a la chimenea, en torno al fuego, esa vida de la conversación, de la palabra lenta, que toca profundo como un océano en su cadencia. El fuego ha sido sustituido por la luz artificial de la pantalla de un teléfono. Los ojos hoy no ven, miran hacia el suelo, mientras deambulamos como fantasmas por las calles riendo solos, hablando solos. ¿Cómo fue que dejamos de ver con el corazón?

No es tarea fácil y es cierto que hay cierta lógica en esas acciones y decisiones cada vez más férreas a la hora de dejar atrás toda esa maraña que nos absorbe, nos hace perder el tiempo y que construye otro yo que realmente no llegamos a ser al mostrar toda esa cara A nuestra. No sé si somos capaces de establecer nuestras prioridades al respecto o de facto nos vemos sumergidos por un entramado que en cierta medida nos aporta beneficios pero que nos tiene atados y en muchos casos nos cuesta definir las prioridades y sortear la basura y lo perjudicial y dañino.

Los 13 años de vida en Madrid me han aportado, entre otras cosas, esa conexión con el lugar de origen y esa manera de apreciar lo que anteriormente ese entorno representaba era un simple decorado. Y creo que mi vida y obra serpentea e intenta realizar ese equilibrismo entre los significados y toda esa riqueza simbólica a través de la perspectiva que te dota la distancia física y emocional cuando llegas a poder construir el yo que tú mismo decides y no el que está impuesto por nacer en un lugar y en una familia en concreto.

¿A qué suenan los latidos del bosque?

A ese silencio que no nos permitimos. Al euskera de mi familia. Porque para mí el idioma materno se acompasa a esos recorridos a través de los bosques y la naturaleza. Suenan a honestidad, a robustez, a anclaje, a la respiración entrecortada. Al sonido de la naturaleza que se queda como eco en el pensamiento. A Baztan. A permanencia y regeneración. A vida y esencia. A reencuentro. A remanso. A paz. A estación. Al sosiego que recompone.

Estamos saturados por la irracionalidad de un sistema capitalista que ha enterrado cualquier atisbo de belleza, cualquier posibilidad de libertad. “El mundo siempre se engaña con el ornamento”, escribió Shakespeare. Se palpa más que nunca la necesidad de reflexionar en torno a la vida de hoy, a la vida automatizada y comprimida de hoy, la vida desnarrativizada, donde hemos perdido nuestro espacio en el mundo y, alienados, somos simples sujetos de rendimientos sin rumbo…

El pulso de la productividad, de la inmediatez y del capitalismo han ido transformando esas capas de las personas y de la vida en sí. Ahí estaría, como comentaba, la dicotomía, ese puente, ese tránsito entre la vida rural y la vida en la ciudad. De cómo idear ese equilibrio a la accesibilidad a la tecnología sin convertirnos en ese brazo de la máquina o la máquina misma sin obviar los avances que nos benefician.

No sé si es porque he crecido en un entorno rural rodeado por bosques y esa tranquilidad que le caracteriza, pero es cierto que llevo tiempo reflexionando sobre cuánto nos afecta la contaminación acústica y en general, esa espiral en la que estamos sumergidos y donde realmente no llegamos a desconectar de esas dinámicas que empequeñecen la visión que tenemos sobre la vida o que nos consumen hasta tal punto de transformar y mutilar esos tiempos interiores de cada uno y hasta el carácter. La ciudad es la verdadera jungla donde la supervivencia se pone a prueba y en muchas ocasiones nos hace sacar lo peor de nosotros.

La contemplación de la vida y de la cuestión más intranscendental se realiza desde una calidez y una calma en ese entorno rural que propicia esa conexión con uno mismo y con el cambio de las estaciones.

En la sobreabundancia de lo idéntico, de lo que se repite sin descanso, en la sociedad estandarizada, violenta, sin alma, el otro es el enemigo a batir, nuestra competencia. Tenemos una necesidad imperante de demostrar, una necesidad imperiosa de exhibir lo que tenemos por encima del otro. El tener apaga el ser. ¿Hacia dónde vamos?

Hacia esa proyección de las carencias y taras de uno en el otro. No creo que sea algo nuevo en el ser humano ni en cuanto al momento histórico. Vamos hacia esa fragmentación e individualización generalizada de la sociedad donde los extremos son los que en gran parte dotan de identidad a esa masa de personas necesitadas de nuevos gurús y profetas. Tengo miedo a que la hiper-tecnologización nos vaya a traicionar y nos convertimos en protagonistas de cualquier capítulo de Black Mirror, atrapados tras esa pantalla de cristal y siendo protagonistas de nuestra propia farsa. No pierdo la fe en que desde lo local se puede tejer toda esa red de lo global desde redes con valores éticos, humanísticos y de justicia social. Creo en la bondad y en el buen hacer del ser humano, y que para ello hay que propiciar escenarios y situaciones. No creo que por ahora, vayamos encaminados hacia ese escenario.

En las performance familiares que realizan, Hasier termina partiendo el tronco que ha cortado su padre mientras él lee textos y poemas.

En tu nuevo libro señalas que la distancia es una manera de volver. Te fuiste hace más de 12 años a la ciudad, dejando atrás la vida rural del pueblo de Arraioz, en el valle de Baztan, para vivir en Madrid. “Porque para volver a un lugar y estar presente y apreciar los valores que ofrece, primero hay que marcharse y mantener una distancia”. Para alguien que ha nacido y crecido en conexión permanente con la naturaleza, llegar a la ciudad supondría una metamorfosis interior, un choque de mundos…

Sin duda. La verdad es que no sé cómo pude. Todo se me hizo cuesta arriba. Fue un reto tremendo. Un cambio radical. En un principio no me hacía con la ciudad, con sus ritmos, con su dinámica, impersonalidad y con esa transformación tan a lo bestia del horizonte. Con el tiempo, he llegado a la conclusión que es de las mejores cosas que he hecho en mi vida, porque ese cambio de vida me dio oportunidad de fortalecer aspectos personales y poder forjar mi identidad equilibrando toda esa energía concéntrica que desprendía mi padre y su sueño de que continuara con la tradición del deporte rural y mis intereses relacionados con la lectura, el cine, la música o el arte, que en un principio él no entendía. No había mucho lugar para la ficción en mi infancia. Para mí la literatura y la escritura supusieron un ejercicio de resistencia, todo un fuerte, una cabaña donde me resguardaba y me sentía a salvo de esa dureza y de lo que se esperaba de mí. En ese espacio de mi habitación me sentía seguro y salvo.

‘El lenguaje de los bosques’ es sobre todo el retrato de una vida familiar en proceso de demolición, en fase de extinción, un estilo de vivir en convivencia con un entorno natural donde la esencia de uno mismo no se trastoca, no se desvirtúa, no pierde su pureza, su misticismo. Es una vida de amor al árbol, a la tierra, a lo sencillo, ajena a las tecnologías, una vida de contacto con la madera, de trabajos en el bosque durante semanas, de deporte rural. ‘El lenguaje de los bosques’ es un canto a la naturaleza y a tu familia, es un canto a la figura del padre, “heredero del espíritu de la vida tranquila y sin muchos sobresaltos del caserío”…

Diría que es mi libro más luminoso y quizá más tierno. Como comentas, es todo un homenaje a mi familia, a todo ese entramado de vida de los valles del norte de Navarra; de los antepasados y todas esas personas que trabajan en relación a la madera y a los bosques. Es un canto a ese paisaje que también ha forjado mi identidad. He intentado recoger la sabiduría de todas esas personas que están relacionadas de alguna manera con ese universo. He querido también no ceñirme solamente a una narrativa, a esa narrativa de la tradición y que proviene de todas las personas que he entrevistado. Me ha interesado plasmar mi mirada y mis inquietudes en relación a ese ámbito desde diferentes perspectivas donde también tienen su lugar la música, el cine, la fotografía, lo socio-político, las historias de contrabandistas, y sobre todo esa narrativa familiar que parte de lo autobiográfico y es la celebración de ese reencuentro entre un padre y un hijo que con los años se dan cuenta que tienen más aspectos en común que diferencias que los mantenían un poco alejados o sumergidos cada uno en su ámbito.

De hecho, las performances que realizamos juntos y con mi madre y en los que también ha participado mi hermano suponen esa representación familiar de esa convivencia y de esa pluralidad, de ese respeto y cariño y de esa lección de tolerancia que nos da en este caso mi padre. El 17 de marzo lo haremos en el auditorio del Guggenheim de Bilbao dentro del Festival de cultura vasca Loraldia. Mi marido, Zuri Negrín, también estará presente con su propuesta sonora experimental y ambiental, por lo que se fusionarán de esa manera los dos mundos, la tradición y la vanguardia, lo clásico y lo experimental.

En nuestra huida hacia la urbe, hemos dejado una España hermosa y vacía…

Y abandonada. Comenta mi padre y muchas personas cómo ha cambiado el cuidado hacia los espacios comunes como caminos y que la despoblación de las zonas rurales tiene relación directa con el cuidado de ese entorno natural y de los bosques. Por eso la importancia de iniciativas comunitarias en las que los vecinos se reagrupan y realizan tareas de limpieza y de adecuación del entorno. El paisaje también va cambiando con el transcurso del tiempo. Caminos por los que transitábamos antes están cerrados. Es lógica esa correlación entre la despoblación y la falta de cuidados hacia ese entorno. Al preguntarle a mi padre por ese paisaje y si contemplaría hipotéticamente la posibilidad de una vida sin bosques, no entraba en su cabeza esa posibilidad. Sí que relata el abandono generalizado y de las administraciones hacia el sector de la madera en comparación con décadas anteriores. Parece que a sus pulmones les falta oxígeno cuando se aleja de ese epicentro que marcan los Pirineos.

Biografía
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