miércoles, 16 de octubre de 2024

LUCÍA VALERO, en "Hoy Aragón", Oct-24
El fin de un icono enfermo desde hace años por la sal de la carretera

Las ramas de este árbol monumental, todo un símbolo de la localidad, han sido taladas por seguridad.

La secuoya de Cerler, con las ramas taladas. / HOY ARAGÓN
La secuoya de Cerler, con las ramas taladas. / HOY ARAGÓN
     La expresión cortar por lo sano nunca tuvo tanto sentido como en esta historia. Esta semana los vecinos de Cerler se han despertado con una triste noticia. Las ramas de la secuoya monumental que durante décadas ha sido un icono en la localidad se han talado, acabando así con un símbolo para muchos.
     Según el Ayuntamiento de Benasque, al que pertenece este núcleo del Pirineo Aragonés, la acción se ha llevado a cabo por petición de los propios vecinos. La secuoya estaba enferma. Al parecer, la sal que se esparce en la carretera con las heladas había afectado a la raíz de este monumental árbol.
     A consecuencia de ello, las ramas estaban muy deterioradas y suponían una amenaza para la seguridad de los viandantes en una zona muy transitada de Cerler.
     La Asociación de Vecinos y Amigos de Cerler Pico Sarllé solicitó al Ayuntamiento de Benasque una solución para esta situación provocada por una secuoya que, al parecer, llevaba años muerta. Otras voces locales con las que ha hablado HOY ARAGÓN señalan, por contra, que quizás se podría haber curado antes de darla por perdida y acabar así con un icono.
     La situación era especialmente delicada ya que la secuoya está en una zona de fuertes vientos. En cualquier caso, el árbol seguirá estando presente en Cerler y, tras cortar las ramas, se le va a dar una segunda vida. El tronco de la secuoya se ha mantenido y se convertirá en una escultura.
     Las secuoyas son árboles que, de forma natural, crecen en bosques de California. Por eso, las que aparecen en otras zonas se consideran excepcionales y algunas de ellas están protegidas. En el caso de Aragón, solo una forma parte del catálogo de Árboles Singulares y está en Daroca. Tiene un perímetro en la base de 1.130 centímetros y una altura de 40 metros, aunque era más alta, hasta 1988, cuando un rayo la redujo 14 metros.
     En Cerler, además de la protagonista de esta historia, hay otra, bien conservada, en una zona de apartamentos. También hay una secuoya en las inmediaciones de Teruel capital, y otra en la localidad ribagorzana de Seira.

domingo, 13 de octubre de 2024

Premio AEMO 2010, Olivera de Gorga

LA OLIVERA DE GORGA, ALICANTE
Se trata de un tesoro ubicado en las estribaciones de la Sierra de Aitana, en el paraje conocido como Racó de Felip o Sobirà, término municipal de Gorga, en un olivar del Valle de Travadell. Dicen que tienen más de 2.000 años, su tronco tiene un perímetro de 13 metros y una altura superior a los 7 metros. Este olivo es la esencia milenaria del árbol mediterráneo siendo medio de vida y hogar para una familia.
      El olivo es propiedad de D. Juan Ferrándiz Soriano, y fue galardonado por la asociación española de Municipios del Olivo (AEMO) con el premio al mejor olivo de España del año 2010. Sin lugar a dudas, este Olivo Monumental es una de las joyas de la cultura y paisaje alicantino.

     Para los vecinos es un árbol mágico, impresionante por su porte y su leyenda. Está acostado a un bancal de tal forma que el talud y el árbol forman una oquedad que siglos atrás acogió a una familia. Aún hoy esa estancia tiene su puerta y sus ventanas, un refugio para pastores, un espacio que alimenta la imaginación con cuentos y fábulas sobre quienes habitaron en un tronco. Se amplió con algunas estancias más y allí vivió una familia durante años.
      Cada árbol en general y cada olivo en particular, son los hermanos que nos han acompañado durante siglos. Y no hay árbol como el olivo acompañándonos, siendo las diferentes generaciones las que han modelado a un mismo árbol durante siglos. Plantar un olivo es un compromiso que dejas a otras muchas generaciones. Estás aportando a la tierra algo que va a seguir siendo productivo mucho tiempo después de que no estés presente, y cada generación lo modelará conforme a su conocimiento.
      Estar dentro del corazón del árbol modelado para acogerte, apreciar su techo de raíces, sus brotes nuevos y su frescor mientras vislumbras por la ventana el verdor del Valle del Travadell... es algo especial y una experiencia única.
Fotos del Ayuntamiento de Gorga

Información:
https://www.aemo.es/page/historial-de-premios-olivos
https://es.wikiloc.com/rutas-a-pie/olivera-bimilenaria-de-gorga-93791853
https://www.facebook.com/RuralFilmFest/posts/2738437943106101/
 
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jueves, 10 de octubre de 2024

De "CUENTOS DIARIOS"
El cuento del árbol sabio que contaba historias cuando llegaba el otoño


En un bosque encantado, donde los árboles susurraban secretos y las hojas trazaban senderos dorados bajo sus pies, vivía un árbol más antiguo y sabio que todos los demás. Le llamaban El Gran Cuentacuentos. Su tronco grueso y retorcido estaba lleno de marcas y símbolos que solo él conocía; sus ramas se extendían hacia el cielo como los brazos de un anciano dispuesto a contar una historia. Cada otoño, cuando sus hojas adoptaban tonos de oro y cobre, susurraba historias que capturaban la imaginación de todos en el bosque.
     Era una fresca tarde de octubre cuando Martín y Clara, dos hermanos aventureros, decidieron adentrarse en el bosque en busca del Cuentacuentos. Habían oído historias sobre sus relatos desde que eran muy pequeños, pero nunca habían sido testigos de sus maravillas. «Hoy encontraremos al árbol y escucharemos sus historias,» dijo Clara, llena de determinación. Martín, igual de entusiasmado, asintió, y juntos, con pasos cuidadosos para no perturbar la paz del bosque, comenzaron su búsqueda.
     No habían caminado mucho cuando un zorro de pelaje rojo como las hojas otoñales apareció en su camino. «Buscamos al Gran Cuentacuentos,» le explicaron, y el zorro, con un brillo de complicidad en sus ojos, asintió. «Sigan las mariposas de cobre, ellas les mostrarán el camino,» dijo antes de desaparecer entre los árboles.
     Siguiendo el consejo del zorro, los niños se encontraron rodeados de mariposas de un brillante color cobrizo que parecían danzar a su alrededor, guiándolos a través del bosque. El camino se volvía cada vez más intrigante, con criaturas del bosque asomándose curiosas y hojas crujientes bajo sus pies.
     Finalmente, los niños llegaron a un claro donde se erguía majestuoso el árbol más imponente que jamás habían visto. Sus ramas se mecían suavemente, como si les diera la bienvenida. «Soy El Gran Cuentacuentos,» resonó una voz profunda y cálida, «y ya era hora de que nuestros caminos se cruzaran.»
     Fascinados, Martín y Clara escucharon atentamente mientras el árbol comenzaba a narrar su primera historia: la de un valiente caballero que liberó al bosque de un hechizo maligno. Las hojas brillaban bajo el sol otoñal, creando patrones de luces y sombras que daban vida a la narración.
     La historia fue seguida por otras, cada una más emocionante y misteriosa: un pueblo escondido que solo aparecía con la primera luna llena del otoño, una fuente mágica cuyas aguas podían cambiar los colores de las hojas, y una princesa que encontró su verdadero amor en un joven aldeano con el corazón tan puro como el cristal.
     Mientras el árbol contaba sus historias, sucesos extraordinarios comenzaron a suceder a su alrededor. Animales del bosque, atraídos por la magia de las narraciones, se acercaban y formaban un círculo alrededor del claro, escuchando con una atención que solo los seres mágicos pueden ofrecer. Las mariposas de cobre revoloteaban, creando formas y figuras que ilustraban las historias, y las flores del otoño se abrían de par en par, llenando el aire con sus dulces perfumes.
     Martín y Clara se dieron cuenta de que el Cuentacuentos no solo conocía historias: él era el corazón de todas ellas, el enlace entre la magia del bosque y las criaturas que en él habitaban. Cada palabra que pronunciaba, cada historia que tejía, era un hilo dorado que unía aún más a todos los seres del bosque.
     Al caer la noche, y tras muchas historias, el Gran Cuentacuentos concluyó su relato final, una historia sobre la importancia de la amistad y la aventura, y cómo cada cambio de estación trae consigo nuevas historias por vivir y contar. Los niños, embelesados y llenos de maravillas, sabían que era hora de regresar a casa.
     «Volved cuando deseéis,» dijo el árbol con una voz que parecía una caricia, «las historias nunca se acaban en el bosque, y siempre estaré aquí para compartirlas con quienes tengan corazón de aventurero.»
     Con el corazón ligero y la promesa de volver, Martín y Clara se despidieron del árbol y de sus nuevos amigos del bosque. A medida que se alejaban, las mariposas de cobre los acompañaron hasta el borde del bosque, asegurándose de que encontraran su camino de regreso a casa bajo el manto estrellado de la noche.
     Aquel otoño, y muchos otros después, los niños regresaron al bosque, y cada vez, el Gran Cuentacuentos los recibía con nuevas historias que despertaban su imaginación y los llenaban de asombro. El bosque se convirtió en su lugar secreto, un refugio lleno de magia, amistad y aventuras sin fin. 

Moraleja: La verdadera magia reside en las historias que compartimos y en la conexión que estas crean entre nosotros y el mundo que nos rodea. Cada historia nos invita a mirar con ojos de asombro, a explorar lo desconocido con corazón valiente y a creer en la posibilidad de lo imposible. Como las hojas que cambian con cada otoño, cada historia nos transforma y nos invita a crecer.

Lo hemos leído aquí

---Fin--- 

lunes, 7 de octubre de 2024

Los árboles muertos, nueva vida...

LEAH WORTHINGTON, en National Geographic (mayo 2024)
Árboles muertos

Fotografía de Cody Cobb
No los tales: dejar que los árboles muertos se pudran puede ayudar a crear nueva vida. Desde microbios hasta bichos de cuatro patas, los árboles muertos desempeñan un papel esencial en el ecosistema de un bosque. Los expertos dicen que es raro que sea necesaria la eliminación.  
     A primera vista, un árbol muerto puede parecer poco más que un tronco estéril y desmoronado. Pero mira más de cerca. Debajo de la corteza astillada, la madera rebosa vida. Desde escarabajos excavadores hasta hongos que pudren la madera y murciélagos que se posan, se ha asentado toda una comunidad de bichos, cuya supervivencia a menudo depende de la desaparición del árbol. Los árboles muertos se están convirtiendo en un punto central de la gestión forestal. Las últimas décadas han aportado una mayor comprensión de la función vital que cumplen los árboles muertos para sustentar la biodiversidad y la regeneración de los bosques y, con ello, un creciente movimiento para preservarlos. 
      “Déjenlos ahí”, dice David Lindenmayer, ecólogo forestal y profesor de ecología y biología de la conservación en la Universidad Nacional de Australia. "Los grandes árboles muertos desempeñan un papel muy, muy importante a la hora de almacenar carbono, proporcionar hábitat y reciclar nutrientes".
Pájaro carpintero
     A pesar de sus numerosos beneficios, los árboles muertos pueden suponer un riesgo para la seguridad en algunas circunstancias. Los expertos explican su función ecológica y cómo tomar la decisión de permitir que se descompongan de forma natural.
     
La otra vida de un árbol muerto  
     La muerte de un árbol no es el final. En cambio, comienza una rápida transformación que trae nueva vitalidad a las ramas sin vida. Tras su muerte, las tuberías herméticamente selladas del árbol, utilizadas anteriormente para canalizar nutrientes y agua, se vuelven vacías y permeables, según Matteo Garbelotto, profesor de patología forestal en la Universidad de California, Berkeley. Estos esqueletos ahuecados, todavía en pie, también se conocen como troncos o árboles silvestres. Debido a su verticalidad, los troncos pueden albergar una gran diversidad de especies que varía de arriba a abajo. 
Un hongo, iluminado por luz ultravioleta, crece del tronco de un pino muerto en la cordillera Cascade de Washington.
     Los árboles caídos, a menudo llamados troncos, también son hábitats valiosos, aunque para un grupo diferente de especies de menor escala, dice Garbelotto. Ambos son como imanes para todo tipo de vida, empezando por los hongos.
     "Los basidiomicetos que pudren la madera son inusuales porque pueden descomponer un compuesto importante de la madera llamado lignina", dice Gregory Gilbert, profesor de estudios ambientales en la Universidad de California, Santa Cruz. "Una vez que se descompone, la celulosa, más fácil de comer, queda disponible para otros hongos, insectos y bacterias".
     Los hongos hacen gran parte del trabajo duro de acelerar el proceso de descomposición, suavizando el tronco duro hasta convertirlo en algo poroso y penetrable. Esto permite que una gran cantidad de colonizadores busquen refugio y sustento seguros: los escarabajos excavan para poner huevos, los anfibios y roedores anidan bajo la corteza desprendida y las aves insectívoras construyen nidos dentro del propio tronco. El conjunto de vida silvestre cambia a lo largo de la descomposición del árbol, y cada nueva especie contribuye y se beneficia de su desmoronamiento. Los troncos generalmente aumentan las oportunidades para los insectos, anfibios y reptiles y son "complementarios" de los troncos, dice Gilbert. Mientras que algunos organismos como los escarabajos de la corteza y los pájaros carpinteros prefieren fuertemente la madera muerta o podrida para anidar, otros, incluidos los hongos que pudren la madera, solo pueden sobrevivir en la madera muerta.
     En Estados Unidos, más de 1200 especies de vida silvestre dependen de árboles muertos o moribundos para refugiarse y alimentarse. La supervivencia de estos llamados “organismos saproxílicos”, que viven en la madera en descomposición, se ve amenazada por la tala excesiva de troncos y troncos, dice Lindenmayer. "En el hemisferio norte, en lugares como Suecia, Noruega, Finlandia... hay un gran número de especies incluidas en la Lista Roja que están asociadas con la madera muerta", añade. Los escarabajos violetas y el musgo nudoso, por ejemplo, están considerados en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
     Y no son sólo los animales los que dependen de los árboles en descomposición. Proporcionan protección natural y sustento para que las plántulas jóvenes broten de forma segura, según Lindenmayer. A medida que los árboles se descomponen, las reservas de carbono y nitrógeno se reabsorben lentamente en el suelo, un paso crítico en el reciclaje de nutrientes, tanto para los árboles jóvenes como para el ecosistema en general. Desde una perspectiva climática, dejar que los árboles se pudran es fundamental, afirma Lindenmayer. Los árboles grandes, en particular, actúan como importantes sumideros de carbono y permitirles que se descompongan de forma natural prolonga el proceso de secuestro de carbono, reduciendo la cantidad de dióxido de carbono (y, por tanto, de calor) en la atmósfera. ¿Qué hacer con los árboles muertos? Siempre que es posible, los expertos forestales prefieren dejar intactos los árboles muertos. “En las zonas boscosas, normalmente recomendaríamos dejar así los árboles en pie”, dice Kevin Rohling, especialista en gestión forestal y ecología de la Universidad de Illinois.
 
Lo hemos leído aquí
https://www.nationalgeographic.es/medio-ambiente/2024/06/arboles-podridos-muertos-incendios-forestales-excelente-fuente-nueva-vida
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viernes, 4 de octubre de 2024

Clavel de aire, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA
Clavel del aire 

Es una planta de las llamadas epífitas; plantas que se desarrollan sobre un soporte sin que las raíces toquen el suelo y sin parasitar a su huésped. Lo mismo pueden vivir sobre un árbol que sobre un cable, porque lo único que necesitan es un apoyo, no que las alimente otro ser vivo.
     Si la tenemos en una posición más o menos fija, sujeta para que no la mueva el viento, acabará por echar raíces, que sólo sirven como sujeción, sin función alimentaria. Una vez sujeta estas raíces se secan, formando solo el soporte de la planta. Normalmente se conocen como plantas o claveles del aire, su nombre científico es Tillandsia bergeri y procede del centro-este de Argentina, en la provincia de Buenos Aires. De crecimiento muy lento, una planta vieja está formada por cientos de rosetas muy apretadas unas contra otras. Cada una de estas rosetas, vistas de cerca, pueden recordarnos por su estructura una hierba pita en pequeño, pero sin espinas ni dientes o también las de los verdaderos claveles. Si miramos con una lupa las hojas de estas rosetas, vemos que están cubiertas de escamas plateadas (en realidad, son pelos transformados). Estas escamas son capaces de absorber el agua y las sales minerales que escurren por la planta cuando llueve o se moja (riego, heladas, nieblas, etc...) Viendo que come lo que pueden recoger sus hojas es fácil entender que crezcan muy lentamente. En los períodos de sequía estas mismas escamas también tienen una labor de protección contra la desecación, limitando la transpiración y reflejando parte de los rayos del sol.
     Las flores nacen en forma de espiga terminal en las rosetas más viejas y tienen pétalos de color azul o violeta claro. Nunca tienen nada de rojo, lo que la diferencia de un pariente próximo, la Tillandia aeranthos. Se siente bien en zonas húmedas, donde tiene garantizada la humedad ambiental, pero también se da en otras zonas más secas, si están cerca del mar, donde pueden llegar a aguantar sin problemas hasta –10ºC. Si queremos reproducirla, nada mejor y más fácil que tomar unas rosetas de una de las plantas viejas y ponerlas a crecer en una zona alta. ¡Cuidado con ponerlas en tierra!, acaban por pudrirse si las dejamos allí mucho tiempo. A veces podemos querer que crezcan deprisa e intentar fertilizarlas. No es necesario, y menos abono del empleado en huertas y jardines. En todo caso una ligerísima proporción de fertilizante foliar muy diluido. Más bien sería una poca de agua “sucia”. Porque ¿para qué quiere fertilizarse una planta que vive del aire?. Disfrutad de ella.  

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martes, 1 de octubre de 2024

NÂZIM HIKMET (Turquía, 1901-1963)
Sofía 

Je suis entré à Sofia par un jour de printemps, mon amour.

La ville où tu naquis fleure le parfum du tilleul.

Je parcours un monde sans toi

Telle est ma destinée

Je n’y puis rien changer.

A Sofia l’arbre vient avant la pierre, l’arbre est plus beau que la pierre

A Sofia l’arbre et l’homme sont mêlés l’un à l’autre

Le peuplier surtout

Toujours sur le point de pénétrer dans votre chambre

de s’asseoir sur le tapis rouge...

Est-ce une grande ville que Sofia, me demandes-tu ?

Les villes, mon amour, sont grandes non par leurs rues

Mais par les poètes dont elles ont dressé la statue

                               Sofia est une grande ville...

Ici quand vient le soir tout le monde se répand dans les rues

Femmes, enfants, vieillards et jeunes gens

Des rires, des bruits, un bourdonnement,

                                une rumeur de long en large

Côte à côte, bras dessus, bras dessous, la main dans la main...

A Istanbul, à Chehsadebachi, les soirs de ramadan

- Tu n’as point connu ce temps-là, Munevver –

On se promenait ainsi, jadis.

Mais ces jours-là sont révolus

Si j’étais à Istanbul maintenant

                               y songerait-je seulement ?

Mais loin d’Istanbul

                               Tout est pour moi prétexte à nostalgie,

Même le parloir de la prison d’Uskudar.

Je suis entré à Sofia par un jour de printemps, mon amour

La ville où tu naquis fleure le parfum de tilleul

Je ne saurais te décrire l’accueil de tes concitoyens,

La ville où tu naquis est pour moi la maison d’un frère.

Mais la maison d’un frère ne saurait vous faire

                                                oublier votre propre maison

C’est un dur métier que l’exil, bien dur.

 

Varna, 24 Mai 1957

Traduit du turc par Hasan Gureh In, «Nâzim Hikmet, anthologie poétique» Scandéditions, 1993

 

Sofía

Entré en Sofía un día de primavera, mi amor.

La ciudad donde naciste huele a tilo.

Recorro un mundo sin ti

Este es mi destino

No puedo cambiar nada.

En Sofía el árbol viene antes que la piedra, el árbol es más hermoso que la piedra

En Sofia el árbol y el hombre se mezclan

El álamo especialmente

Siempre a punto de entrar en tu habitación

sentarse en la alfombra roja ...

¿Es Sofía una gran ciudad, me preguntas?

Las ciudades, mi amor, son grandes no por sus calles

Son por los poetas cuya estatua erigieron

                               Sofía es una gran ciudad ...

Aquí cuando llega la noche todos se derraman en las calles

Mujeres, niños, ancianos y jóvenes

Risas, ruidos, un zumbido

                                un rumor de ida y vuelta

Uno al lado del otro, del brazo, de la mano ...

En Estambul, en Chehsadebachi, en las noches de Ramadán

- No has conocido esa época, Munevver -

Solíamos caminar así.

Pero esos días terminaron

Si estuviera en Estambul ahora

                               ¿siquiera lo pensaría?

Pero lejos de Estambul

                               Todo para mí es un pretexto para la nostalgia,

Incluso la sala de visitas de la prisión de Uskudar.

Entré a Sofía un día de primavera, mi amor

La ciudad donde naciste huele a tila

No podría describirte la recepción de tus conciudadanos,

La ciudad donde naciste es para mí la casa de un hermano.

Pero la casa de un hermano no te haría

                                                olvidar tu propia casa

El exilio es un trabajo duro, muy duro.

                                                                -----

sábado, 28 de septiembre de 2024

TAMARÁN - Pasión por Gran Canaria.
Dracaena draco L.

Es un árbol legendario y uno de los símbolos de la vegetación canaria. Perteneciente al género drago (Dracaena) del que existen unas 150 especies siendo ésta, Dracaena draco o drago de Canarias, la especie más famosa y que actualmente se encuentra en peligro de extinción. Típico del clima subtropical, podemos localizarlo en la Macaronesia, sobre todo en las Islas Canarias, y en Marruecos.

Distribución

     Además de las Islas Canarias, se halla en Azores, Madeira y Cabo Verde. Recientemente se ha descrito la subespecie ajgal, en el sur de Marruecos así como otras especies afines en África Oriental, en la península de Arabia y en la isla de Socotra, Yemen (Océano Índico). En la actualidad, Tenerife y Gran Canaria son las únicas islas en las que subsisten dragos silvestres mientras que en la isla de La Palma encontramos dragos cultivados. Hasta finales de los noventa no fue catalogada la especie Dracaena tamaranae, drago de Gran Canaria, exclusiva de esta isla y, al igual que el de Canarias, se encuentra en peligro de extinción. Esta especie está presente en la zona termófila del sur de la isla, donde crece sobre riscos y laderas inaccesibles con cierta tendencia a la sombra y la humedad. Los dragos canarios suelen encontrarse en los bosques termófilos influenciados directa o indirectamente por los alisios y, aunque en el pasado el drago llegó a constituir auténticos dragonales, en la actualidad sus poblaciones son reducidas y dispersas entre sí. Los grupos más importantes de dragos están en la isla de Tenerife en los macizos de Anaga (en el noreste), Teno (al noroeste) y Adeje (suroeste). El conocido como drago milenario de Icod de los Vinos es el más famoso debido a su corpulencia y a su longevidad (mide 18 m de altura, la base del tronco tiene de perímetro unos 20 m y más de 300 ramas principales) (antiguamente se creía que rondaba los 3000 años pero hoy en día se estima que no supera los 800-1000 años). Otro drago de relevancia es el de Pino Santo, Gran Canaria; y el de Sietefuentes en los Realejos, Tenerife. En cuanto a los cultivados, en La Palma encontramos los dragos gemelos en Breña Alta y agrupaciones extraordinarias de dragos como en el municipio de Garafía, que crean un paisaje asombroso.

Descripción

     De tronco grueso y muy robusto, cambia de liso en la juventud a rugoso con la edad. Y aunque no presenta anillos de crecimiento sabemos, gracias a las hileras de ramas que crecen cada 15 años aproximadamente, que son árboles longevos, muchos de ellos llegan a ser centenarios. Una característica muy especial es que su savia es roja, única en el mundo vegetal. Dependiendo del medio en el que habiten pueden desarrollarse rápidamente y crecer más de 12 m o por el contrario, ralentizar su desarrollo y quedarse en el metro de altura. Los que llegan a florecer muestran en la punta de las ramas, de hojas planas y flexibles de color verde claro, unas flores con forma de campana de color blanco y frutos redondos rojo-anaranjados. A diferencia del drago de Gran Canaria (Dracaena tamaranae), que no llega a superar los 10 m. Sus hojas se disponen en círculos, estrechas, rígidas, con bordes transparentes, y las flores de tubo muy corto con más hojas envolventes de color blanco-verdoso.

Uso

     Para los aborígenes el drago tenía características mágicas y su resina, que por ser roja se la conocía como “sangre de drago”, se ha utilizado desde la época de los romanos con fines médicos. Hasta hace algunos años los ganaderos utilizaban las hojas de drago como forraje para sus animales, para la elaboración artesanal de cuerdas y para amarrar las parras.

¿Sabías qué?

     El drago, según la leyenda, está relacionado con el dragón encargado de cuidar las manzanas de oro del mitológico Jardín de las Hespérides (a menudo situado en las Islas Canarias). Cuenta la leyenda que un mercader que llegó a las costas tinerfeñas en busca de savia de drago, codiciada en aquella época por su valor curativo, se tropezó con el árbol cuando, corriendo tras una joven guanche de la que se había encaprichado, se encuentra con el gigante drago y asustado le lanza un arma. De la herida ve brotar un líquido rojo semejante a la sangre que asusta sobremanera al comerciante y huye despavorido hacia su embarcación.

MÁS INFORMACIÓN DRAGO ENDÉMICA DE GRAN CANARIA https://m.facebook.com/392908414203604/posts/1609531199207980/
FUENTE y REFERENCIAS Gobierno de Canarias
IMÁGENES TAMARÁN Pasión por Gran Canaria

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miércoles, 25 de septiembre de 2024

Science
Evolución convergente de espinas de plantas mediante cooptación genética repetida a lo largo del tiempo

Resumen del editor

En muchas especies de plantas se encuentran proyecciones afiladas derivadas de la epidermis de las plantas, conocidas como espinas, siendo quizás las más emblemáticas las de las rosas. Sin embargo, la base genética de las espinas se desconoce en muchas especies y no está claro en qué medida se comparte esta arquitectura. Satterlee et al. realizó análisis filogenéticos en todo el género Solanum e identificó genes de la familia LOG, enzimas que subyacen a la biosíntesis de citoquininas, que cuando se interrumpen dan como resultado la pérdida de espinas en múltiples especies (consulte la Perspectiva de Kellogg). Los autores realizaron experimentos CRISPR en varias especies, incluido un cultivo autóctono, y descubrieron que la pérdida de estos genes reduce o elimina en gran medida las espinas sin efectos fenotípicos fuera del objetivo. Este estudio arroja luz sobre la evolución convergente y proporciona un objetivo genético para la eliminación de espinas en los cultivos. —Corinne N. Simonti

Resumen estructurado

INTRODUCCIÓN 

Las presiones ambientales compartidas pueden conducir a adaptaciones similares entre organismos. Cuando estas adaptaciones ocurren de forma independiente en linajes no relacionados, se dice que los rasgos surgieron por evolución convergente. Por ejemplo, las alas de las aves, los murciélagos y los insectos son adaptaciones para el vuelo, pero cada una evolucionó de forma independiente (es decir, convergente) a partir de especies ancestralmente sin alas. Es más probable que la convergencia fenotípica entre linajes estrechamente relacionados haga uso de programas genéticos similares. Sin embargo, no está claro hasta qué punto se mantiene la repetibilidad genética en linajes cada vez más divergentes.

Razón fundamental

Las proyecciones agudas de la epidermis conocidas como espinas evolucionaron de manera convergente en numerosas ocasiones durante la evolución de las plantas. Aunque las espinas son potentes elementos disuasorios para los herbívoros, dificultan el cultivo de plantas agrícolas. Por lo tanto, la pérdida de espinas es parte del síndrome de domesticación de especies criadas a partir de parientes silvestres con espinas. Estas pérdidas fortuitas asociadas al cultivo brindan la oportunidad de comprender si un programa genético compartido subyace a casos generalizados de adaptación convergente. En el género de plantas Solanum, que incluye modelos genéticos como el tomate y la berenjena, casi la mitad de las especies del género tienen espinas, incluidos los parientes silvestres y los progenitores de las berenjenas cultivadas.

Resultados

Para identificar reguladores genéticos del desarrollo de las espinas, realizamos un mapeo interespecífico de poblaciones entre la berenjena (Solanum melongena) y su pariente silvestre espinada Solanum insanum. Descubrimos que la pérdida de espinas es causada por una mutación en un miembro duplicado de la familia de genes biosintéticos de la hormona citoquinina clásica LONELY GUY (LOG). También generamos ensamblajes de genomas de alta calidad para dos linajes de berenjenas domesticados de forma independiente, incluida la berenjena africana de cultivo autóctono, lo que facilitó la identificación rápida de mutaciones LOG adicionales en estas especies. Utilizando una combinación de colecciones de germoplasma y herbario de Solanum, identificamos un total de 16 mutaciones independientes en todo el género Solanum, que explican 14 de las 31 pérdidas de espinas conocidas a nivel de especie en todo el género. En particular, más allá de Solanum, encontramos que las mutaciones LOG se asociaron con pérdidas de espinas en las plantas con flores, incluso en el dátil chino y la rosa ornamental. Finalmente, establecimos nuevos genomas de referencia y edición genómica para una planta silvestre y una baya forrajera de especies de Solanum autóctonas de Australia y demostramos que las mutaciones LOG diseñadas suprimieron las espinas sin afectar otros rasgos.

Conclusión

Nuestros resultados muestran que, incluso en escalas de tiempo evolutivas largas, los mismos componentes genéticos de un conjunto de herramientas de desarrollo común pueden ser cooptados repetidamente para producir fenotipos convergentes. Proponemos que una combinación de la simplicidad morfológica de las espinas, la diversificación funcional del parálogo LOG y el papel clave de la biosíntesis y señalización de citoquininas en la innovación morfológica de las plantas explican la cooptación recurrente de los genes LOG durante episodios repetidos de la evolución de las espinas. Además, estos resultados allanaron el camino para la eliminación predecible de espinas en especies de cultivos alimentarios y ornamentales, como la rosa, mediante la edición del genoma.

 

Genetic convergence underlies plant prickle development.

(A and B) Motivating question (A) and trait system (B). (C to E) Mapping of prickleless (pl) revealed PL to be a LOG cytokinin biosynthetic gene (C), with homologs responsible for prickle losses across the Solanum (D) as well as in distantly related vascular plant lineages (E). (F) Demonstrated strategy to predictably eliminate prickles through genome editing without apparent pleiotropy. Chr, chromosome; My, million years; Mya, million years ago; WT, wild-type

Estracto 

Una pregunta persistente en biología evolutiva se refiere al grado en que los episodios de
evolución de rasgos convergentes dependen de los mismos programas genéticos, particularmente en escalas de tiempo largas. En este trabajo, diseccionamos genéticamente orígenes repetidos y pérdidas de espinas (proyecciones epidérmicas afiladas) que evolucionaron de manera convergente en numerosos linajes de plantas. Las mutaciones en un gen biosintético de la hormona citoquinina causaron al menos 16 pérdidas independientes de espinas en berenjenas y parientes silvestres del género Solanum. Los homólogos subyacen a la formación de espinas en las angiospermas que divergieron colectivamente hace más de 150 millones de años, incluidos el arroz y las rosas. Al desarrollar nuevos sistemas genéticos de Solanum, aprovechamos este descubrimiento para eliminar las espinas en una especie silvestre y en una baya recolectada localmente. Nuestros hallazgos implican un programa genético de activación hormonal compartido que subyace a casos evolutivamente generalizados y recurrentes de innovación morfológica de plantas.

 Lo hemos leído aquí

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domingo, 22 de septiembre de 2024

AMY McDEMONTT, agosto2024
El cambio climático está secando las plantas de dosel, lo que podría significar menos agua para toda la selva tropical

Los ecofisólogos han comenzado a descubrir enorme papel de las epífitas en el movimiento del agua a través de los bosques tropicales, incluso cuando estas orquídeas y helechos se secan.
     Es una mañana de finales de mayo en la brumosa ciudad montañosa de Monteverde, Costa Rica, y la ecofisióloga vegetal Sybil Gotsch está escalando un árbol muy alto. Ataviada con un casco rojo y un arnés, utiliza una llave de cuerda y ascendentes para subir por una línea colgante de unos siete pisos de altura. “Estoy justo debajo del dosel en este momento”, dice por walkie-talkie, antes de pasar la pierna por encima de una rama resistente y desaparecer en la espesura verde de la copa.
Utilizando modelos y experimentos de campo, los investigadores están comenzando a comprender la importancia de las epífitas para el ciclo del agua de la selva tropical y los considerables peligros que enfrentan estas plantas. Crédito de la imagen: Noah Kane (fotógrafo).

     Escondida bajo el dosel, Gotsch, que trabaja en la Universidad de Kentucky en Lexington, entra en un mundo diferente. Cada rama está cubierta de orquídeas, helechos, bromelias y otras epífitas. Esta mañana, la mayoría parece saludable. Las epífitas son atrevidas y regordetas, a pesar de una rara semana sin lluvia. Pero uno, a la izquierda, llama la atención de Gotsch. Es una especie arbustiva, estrechamente relacionada con el arándano, con tallos largos y ramitas y hojas pequeñas y delgadas. Hoy, parece enfermizo y desigual. Al arbusto se le han caído aproximadamente la mitad de sus hojas, señala Gotsch, una señal segura de estrés por sequía.
     Los efectos del cambio climático ya se manifiestan en las altas copas de los árboles del bosque lluvioso. Las epífitas delicadas y sencillas son como un "canario en la mina de carbón", dice Gotsch. Con menos agua las epífitas comienzan a morir, lo que desencadena una cascada de cambios en la recolección y distribución del agua en todo el bosque. El trabajo de campo y los experimentos en invernadero sugieren impactos no solo para Costa Rica, sino también para los bosques de todo el mundo. Las pequeñas plantas de las copas de los árboles ofrecen una ventana y una advertencia de lo frágiles que pueden ser algunos ecosistemas y de cómo los sutiles cambios climáticos pueden, con el tiempo, tener grandes impactos no sólo en la flora, sino también en las personas y animales que dependen de ellos.

Jarras hechas de pétalos

     El estilo de vida de las epífitas es lo que las hace tan vulnerables a la desecación. Crecen a partir de esteras de desechos orgánicos que caen sobre las ramas como alfombras peludas. Si las esteras se secan, las epífitas también lo hacen. En circunstancias normales, las plantas de Monteverde no deberían tener que preocuparse por la humedad. Situado en el centro del país, a lo largo de la columna vertebral de la Cordillera de Tilarán, Monteverde es históricamente muy húmedo, con más de 100 pulgadas (250cm) de lluvia por año. El aire es tan frío y húmedo que las nubes bajas se fusionan y se deslizan entre los árboles para crear un ecosistema de bosque nuboso, un tipo de selva tropical de gran altitud.
     Pero desde la década de 1970, Monteverde se ha vuelto cada vez más caluroso y el número de días secos se ha cuadruplicado, de 25 a más de 110 (1) Las nubes se elevan más con las corrientes de aire cálido y se alejan del alcance de las epífitas, debido en parte al clima y en parte al cambio de uso de la tierra. Para colmo de males, las tormentas eléctricas, cuando llegan, son más intensas. Las lluvias repentinas y fuertes llenan rápidamente las epífitas y los suelos hasta su capacidad de almacenamiento. Gran parte de la lluvia no penetra nada, sino que corre por la tierra, provocando inundaciones y erosión.
     El trabajo de campo y los experimentos de los últimos 10 años muestran que las epífitas de las selvas tropicales de todo el mundo serán las primeras plantas en morir en un clima más cálido y menos predecible: las mismas plantas que desempeñan un papel enorme a la hora de mantener húmeda la selva tropical (para ver un cortometraje, consulte Movie S1). En Monteverde, el dosel de las epífitas absorbe la lluvia, la niebla, la neblina y el rocío, y luego lentamente gotea esa agua hasta el suelo del bosque, ayudando al ecosistema a retener una humedad crucial. La pérdida de estas plantas podría significar el principio del fin de los bosques nubosos, desplazando la región a un hábitat más seco.

En este cortometraje, los investigadores explican por qué se están subiendo a los árboles de la selva tropical para simular los efectos del cambio climático en orquídeas, helechos y otras epífitas.

     "Los mismos atributos que han permitido a las epífitas prosperar en las copas de los bosques en lugares como el bosque nuboso de Monteverde ahora las hacen vulnerables", dice Nalini Nadkarni, ecóloga forestal de la Universidad de Utah en Salt Lake City. La capacidad fisiológica de utilizar nutrientes disueltos en la lluvia, la niebla y las nubes permitió a las epífitas prosperar en el dosel. Pero a medida que el cambio climático trae estaciones secas más largas y una menor humedad, esos mismos rasgos hacen que las plantas sean más vulnerables al estrés hídrico y nutricional que las especies con raíces terrestres, dice Nadkarni.
     A partir de una década de trabajo, Gotsch, como investigador principal (lider PI), y un equipo de co-PI, incluido Nadkarni, ahora están trepando a 20 árboles alrededor de Monteverde para aprender cómo las pérdidas de epífitas cambiarán el paisaje, tanto de bosques como de pastos. Los sensores colocados en estos árboles miden cómo varían la humedad, la temperatura, la luz solar y otros factores en las copas de los árboles con y sin comunidades de epífitas sanas. Todo es parte de un objetivo general: predecir impactos futuros incorporando estos jardines altísimos en modelos de ciclo del agua en Monteverde, modelos que potencialmente podrían aplicarse también a otros bosques tropicales.

Para escalar 90 pies (27 m), la ecofisióloga vegetal Sybil Gotsch (centro izquierda) usa una llave de cuerda, un elevador de pie y un elevador de rodilla, lo que le permite esencialmente caminar por una cuerda hacia el dosel.

Eslabones de una gran cadena  

     Durante la mayor parte del siglo pasado, los ecologistas no creían que las epífitas fueran muy importantes. Las orquídeas tropicales, los helechos y los musgos no son dañinos para los árboles huéspedes ni tienen beneficios obvios. Para muchos, la sabiduría convencional sostenía que estas plantas proporcionaban hábitats para una variedad de aves, insectos y anfibios, pero no eran particularmente importantes más allá del dosel. Esas ideas "simplemente nunca tuvieron sentido para mí", dice Gotsch. Mientras habla, examina las hojas de una epífita Clusia, una planta grande con follaje en forma de paleta que parece un cruce entre una higuera y un cactus. Es una de los cientos de epífitas que crecen en largas planchas de madera en una ladera de Monteverde en una casa con sombra, similar a un invernadero, pero con un techo y paredes hechas de redes.
     Desde 2012, Gotsch ha dirigido un equipo de Estados Unidos y Costa Rica para aprender sobre la biología básica de las epífitas de Monteverde, especialmente cuán vulnerables son a la sequía. Su trabajo incluye más de una docena de estudios. Por ejemplo, el equipo expuso la casa de sombra a una sequía severa que duró un mes y descubrió que las epífitas arbustivas pierden sus hojas, mientras que las suculentas como Clusia drenan sus reservas de agua (2). También han descubierto, de forma tranquilizadora, que la mayoría de las epífitas se recuperan de sequías breves a las pocas semanas de volver a regarlas.
      En la naturaleza, sin embargo, no existe tal retorno a la normalidad. Las condiciones más cálidas y secas tienen consecuencias en cadena, incluida una menor cantidad de nubes bajas en los bosques desde México hasta Argentina (3,4). Las epífitas pueden absorber la niebla a través de sus hojas incluso cuando sus esteras de musgo se secan, por lo que perder lluvia y nubes es un doble golpe. De hecho, en un estudio publicado en 2022, el equipo secó epífitas en dos casas de sombra en Monteverde, una inmersa en las nubes y otra a menor altura (5). A las plantas sumergidas en las nubes “les fue mucho mejor”, dice la autora principal Briana Ferguson, asistente de investigación universitaria en el laboratorio de Gotsch en ese momento. Las epífitas en la casa de sombra inferior cierran sus estomas (poros de las hojas que controlan el intercambio de gases) para conservar agua. Al final del experimento de 10 semanas, la mayoría estaba muriendo: "tócalos y se desmoronaron", dice Ferguson. Por el contrario, las epífitas en la casa de sombra nublada mantuvieron sus estomas abiertos y continuaron absorbiendo agua, permaneciendo regordetas e hidratadas. Los hallazgos sugieren que, si bien la pérdida de lluvia es mala, la pérdida de niebla podría ser peor.
     La combinación de sequía y especialmente la pérdida de nubes podría explicar por qué las epífitas ya están dejando caer hojas en el dosel local. Los hallazgos han sido tan aprensivos que los ecologistas comenzaron a preguntarse qué significaría la pérdida de epífitas para el resto del bosque, particularmente para el flujo de agua a través del sistema. Las epífitas pueden hincharse hasta un 3000% de su peso seco cuando están mojadas, por lo que potencialmente retienen mucha humedad (6).

Vertiendo el cielo al suelo 

     Para los hidrólogos, el ciclo del agua es similar a una serie de jarras que se inclinan, cada una de las cuales se llena y se vacía a medida que se vierte en la siguiente: desde las nubes hasta las hojas de los árboles, la corteza y el suelo. Hace apenas unos años, la suposición generalizada, basada en unos pocos estudios, era que las epífitas silvestres siempre estaban empapadas. Si esto fuera cierto, entonces los nuevos aportes de lluvia, niebla, rocío y neblina básicamente fluirían sobre ellos, hasta el suelo. Los hidrólogos no necesitan incluir a las epífitas como un grupo importante.
     Gotsch y el ecohidrólogo John Van Stan, de la Universidad Estatal de Cleveland (Ohio), no se lo creyeron. Los tapetes de epífitas secas eran lo suficientemente comunes como para que Gotsch trepara con gafas para evitar que la pelusa suelta le picara los ojos. En un artículo de 2019, ella, Van Stan y sus coautores publicaron datos de sensores de humedad instalados en las copas de los árboles de Monteverde, que demostraban que las epífitas se secaban con frecuencia pocos días después de una lluvia o una niebla intensa (7).
     El estudio incluía un modelo dinámico de vegetación llamado LiBry. Calcula la biomasa de epífitas en un lugar determinado a partir de datos climáticos, frecuencia de catástrofes naturales y datos sobre el hábitat, como la superficie arbolada y la superficie foliar. A continuación, introduciendo la capacidad estimada de almacenamiento de agua de las epífitas, su peso y los índices de evaporación conocidos para la región, el modelo simula con qué frecuencia deben empaparse las plantas y con qué frecuencia deben estar secas (6). "Cada hora, obtenemos una estimación de lo lleno que está el cubo de epífitas", dice Van Stan. En consonancia con los datos de campo de Monteverde de Gotsch, LiBry sugirió que la mayoría de las comunidades de epífitas en zonas húmedas pasan alrededor del 15% de su tiempo cerca de la saturación y alrededor de un tercio seco. El agua llena las esteras y se derrama de ellas, "lo que significa que está alimentando otras partes del bosque", dice Van Stan.


Sembrar las semillas del cambio

       Si las epífitas son "el conector entre el cielo y la tierra", como dice Gotsch, entonces el ciclo del agua está destinado a cambiar a medida que estas plantas desaparezcan. En 2021, Gotsch y tres colegas recibieron una subvención de cuatro años de la NSF para averiguar cómo.
     Pero, ¿cómo estudiar la desaparición de un ecosistema de dosel? Una estrategia: deshacer intencionadamente un poco de él y luego registrar las consecuencias, explica el co-investigador Todd Dawson, fisiólogo de árboles de la Universidad de California en Berkeley, mientras se encuentra entre dos higueras en un pastizal de Monteverde. Una de ellas está cubierta de epífitas. La otra ha sido totalmente despojada de ellas. Ambos árboles están atados con cables e instrumentados con detectores de humedad, anemómetros y otros sensores. Cada 15 minutos, estos diversos instrumentos registran la temperatura, la humedad, la velocidad del viento, la penetración de la luz solar (radiación solar) y la humedad de las hojas del árbol. Captan las condiciones hiperlocales de la copa de ese árbol.
     El verano pasado, un equipo de arbolistas e investigadores trepó a este par de árboles y a otros nueve pares alrededor de Monteverde, como parte del mayor experimento de eliminación de epífitas jamás realizado. Un árbol de cada par fue despojado por completo de epífitas, y su corteza fue fregada con un cepillo para botas. El otro árbol se dejó intacto como control. Cada dos semanas, un equipo de técnicos de campo regresaba a cada árbol para tomar los datos de una caja de registro montada en el tronco. Los equipos continuarán monitoreando hasta septiembre antes de pasar al análisis de datos a tiempo completo para comparar las condiciones en las copas de los árboles con y sin epífitas.
     Aunque el proyecto aún no ha publicado los resultados, ya se aprecian algunas diferencias en los datos. La velocidad del viento a través de los árboles, la humedad de sus hojas y la penetración de la luz solar en el dosel difieren significativamente entre los árboles experimentales y los de control, dice Gotsch. De pie en el suelo, mirando hacia arriba a las dos higueras, se puede ver. El árbol
de control, cubierto de epífitas, es denso, imponente y húmedo. Apenas se cuela la luz del sol. Al otro lado, el árbol despojado parece pertenecer a un parque de la ciudad, con su corteza desnuda y visible.
    
Las ramas de un árbol de control (derecha) están cubiertas de esteras florales absorbentes. Pero los árboles despojados experimentales (izquierda) no tienen epiphytes, y sus dosel parecen secarse mucho más rápido. Crédito de la imagen: Chris Pyle (fotógrafo).

Sobrevolando las copas de los árboles 

     Lo ideal sería que los investigadores recolectaran datos de muchos más de 10 pares de árboles, pero los experimentos de desbroce requieren mucho tiempo y son destructivos. Por eso, Dawson utiliza un dron para calcular la distancia que separa grandes franjas de árboles del bosque. Equipado con un sensor térmico y varias cámaras, el dron captura la temperatura, así como el espectro de luz visible y cinco bandas de radiación reflejada que rebota en los árboles. Al pasar en zigzag sobre varios cientos de árboles en tres sitios de investigación, el dron captura la reflectancia espectral del dosel y mide todas las longitudes de onda de la luz que el dosel no absorbe.
      En su computadora portátil, en una soleada cabaña en Monteverde, Dawson analiza los datos para calcular, por ejemplo, el contenido de agua en la copa del árbol. La clave: cuantificar la cantidad de luz del espectro del borde rojo, alrededor de 780 nanómetros, que es absorbida o reflejada por la copa de cada árbol. El agua absorbe la radiación del borde rojo con especial fuerza, por lo que Dawson puede extrapolar el contenido de agua de la copa. Es solo una métrica para evaluar cómo está todo el dosel. Combinado con los datos de los 20 árboles desnudos de epititas y los experimentales, el dron puede mostrar un panorama más amplio de cómo pueden comportarse los bosques ante el cambio climático. Todos estos datos se utilizan para construir un modelo hidrológico que simule el flujo de agua desde el cielo, a través del bosque y hasta el suelo. “Estamos muy interesados ​​en el papel que desempeñan las plantas a la hora de alterar la cantidad de agua que llega al suelo y la cantidad que se libera a la atmósfera”, afirma la investigadora principal adjunta Lauren Lowman, ecohidróloga de la Universidad Wake Forest en Winston-Salem, Carolina del Norte.
     Las epífitas no habían estado representadas hasta ahora en los modelos hidrológicos. El objetivo es representar la comunidad de epífitas como un balde en el bosque que almacena y vierte agua. Un conjunto de entradas llena el balde y otro conjunto de salidas lo vacía. El agua puede entrar en las epífitas a través de la lluvia, la niebla y el rocío, señala Lowman. El agua sale por evaporación, transpiración o absorción por el árbol huésped. El primer objetivo es representar el proceso de llenado y vaciado de la estera de epífitas, dice Lowman. A continuación, probablemente a partir de este otoño, modelarán la interacción del árbol con la estera de epífitas. Y luego, finalmente, utilizando los datos de los drones en 2025, ella y sus colaboradores esperan modelar muchos árboles interactuando con muchas esteras, para crear modelos hidrológicos a escala regional. Con el tiempo, Lowman y su equipo esperan modelar todo el ciclo del agua de los bosques nubosos de Monteverde y, en última instancia, de cualquier ecosistema donde crezcan epífitas. Describir el cubo de epífitas es solo el primer paso, dice Lowman.

Ríos en el cielo 

     Si bien el trabajo en Costa Rica es el más extenso de su tipo, una variedad de estudios más pequeños de todo el mundo, incluido el noroeste del Pacífico y Taiwán, también sugieren que las epífitas tienen un papel importante en el almacenamiento de agua en ambientes húmedos (8, 9). A lo largo de las costas chilenas y peruanas, donde el desierto se encuentra con el mar, las tormentas de lluvia son un evento que ocurre una vez cada década. Los cactus, arbustos y árboles sobreviven con la niebla marina y están cubiertos de líquenes y plantas aéreas, epífitas no vasculares. En 2010, el ecólogo de ecosistemas Daniel Stanton extrajo epífitas de un puñado de plantas en varios sitios, dejando cactus y árboles intactos como controles (10). Stanton, que tiene su base en la Universidad de Minnesota en Saint Paul, luego midió la humedad y la temperatura en la superficie de las plantas hospedantes, así como la humedad del suelo en la semana posterior a una rara tormenta de lluvia. Las plantas despojadas estaban más secas, más calientes y más sedientas en la semana posterior a la lluvia. Absorbieron la humedad del suelo a un ritmo cercano al doble de la pérdida de agua registrada por los grupos de control.
     Hace tres años, Stanton publicó un trabajo en el que se estimaba la biomasa de musgos y líquenes en campos de Minnesota. Luego convirtió esa biomasa en una estimación del almacenamiento de agua entre las epífitas no vasculares. Encontró que podrían almacenar entre el 5 y el 10% de un evento típico de lluvia (11). “Está al borde de lo suficiente como para que probablemente tenga importancia hidrológica”, dice Stanton. Si las epífitas disminuyeran en Minnesota, por ejemplo, en respuesta al cambio climático, probablemente haría que los bosques fueran “más llamativos”, agrega, lo que significa que el agua se precipitaría directamente al suelo y abandonaría el sistema rápidamente, tal como está sucediendo en Monteverde. Todo esto quiere decir que las selvas tropicales no son los únicos lugares que probablemente cambiarán si las epífitas desaparecen.
     Llama la atención porque bosques más secos tienen serias consecuencias para las personas que viven cerca. Las tormentas eléctricas más intensas causan inundaciones. Menos agua se filtra lentamente en el nivel freático y los acuíferos. Las comunidades circundantes sienten la presión sobre su suministro de agua.
     ¿Qué se puede hacer? La respuesta sencilla: más árboles nativos. Sus raíces estabilizan el suelo, lo que frena la erosión, y sus hojas ayudan a retener algo de humedad en el bosque. La Fundación Costarricense para la Conservación, una organización sin fines de lucro, ya dona árboles nativos a los agricultores sin costo alguno. "Nuestra principal misión es reemplazar los bosques lo más cerca posible de su estado natural", dice la bióloga conservacionista Debra Hamilton, cofundadora de la organización. En los últimos 26 años, ha regalado 300.000 árboles, a lo largo de toda la vertiente del Pacífico de Costa Rica. Los técnicos forestales, todos locales y autodidactas, recogen las semillas nativas y cuidan los árboles jóvenes, incluidos algunos de especies en peligro de extinción, en viveros. Luego, los propietarios de las granjas vienen a recogerlos, a menudo para cortavientos en granjas de ganado o para reforestar pastizales abandonados.
     Aunque reemplazar el hábitat es el objetivo principal, plantar árboles también puede ayudar a hacer frente a la pérdida de epífitas. Las nuevas raíces de los árboles ayudan a estabilizar las laderas y a frenar el chorro de agua que se escurre de las montañas. “Necesitamos que estos árboles altos que están surgiendo capten toda la humedad que puedan del aire que pasa”, dice Hamilton.
     Estudiar un sistema que ya está afectado por el clima “realmente me obliga a pensar en formas en las que podemos contribuir a las soluciones”, dice Gotsch. Espera que documentar las pérdidas de epífitas sea un primer paso para lidiar con los efectos perniciosos del cambio climático. Si su investigación ayuda a la comunidad de Monteverde a anticipar, digamos, una pérdida del 10% del almacenamiento de agua en la región, eso da al menos una base para los esfuerzos de mitigación, dice. Esta última subvención se extenderá hasta 2025.
     Es la tarde después de su escalada/trabajo de mayo, y Gotsch está de pie en la entrada de su casa de Monteverde. Por fin, comienza a llover. Las gotas caen sobre los aleros y la grava y, a lo lejos, las nubes brumosas se aglutinan entre los picos de las montañas. Aquí el agua está presente en todas partes. Las preguntas sobre qué será de ella son especialmente obvias, dice Gotsch, “en los bosques nubosos tropicales montañosos hiperverdes, hipermusgosos e hiperhúmedos”. Pero esas mismas preguntas se aplican en todo el mundo. “Los problemas”, dice, “son los mismos en todas partes, creo”.

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