31 julio 2015

RUPER ORDORIKA (Guipuzcoa, 1956)
Zuhaitz eroria



Zuhaitz handi bat
erori da
oihanean, goizean.
Pasaeran nintzen
autotik
ikusi dudanean
zuhaitz eroria,
oihanean.
Errepidean noa,
nahiago nuke
ikusi ez banu
zuhaitza erortzen,
oihanean.
Uste duzu jada
zuhaitzak bere aroa bete duela
oihanean?
Edo arrakalatu den,
atsedenik gabe datzan,
geure bihotzak bezala,
agurraren ondorengo ondoezan.

Paradisutik
kanporatua
sentitu al zara inoiz?
Arrakalatua,
zauritua,
nola gaurko goizaldean
zuhaitz eroria,
oihanean?
Baina arorik aro goaz
bizitzaren legea da
berritzea.
Zuhaitzak bizirik,
oihanean.Uste duzu


Árbol caído

Se ha caído
un gran árbol
en la selva,
a la mañana.
Se ha caído
un gran árbol
en la selva,
a la mañana.
Pasaba
con el coche
cuando he visto
el árbol caído,
en la selva.
Voy por la carretera,
hubiese querido
no ver el árbol
caído, en la selva.
¿Crees que el árbol
ha cumplido su ciclo
en la selva?
O se ha agrietado,
sin descanso,
como nuestros corazones,
en el desfallecimiento
después del adiós.
¿Te has sentido alguna vez
apartado del paraíso?
¿Agrietado,
herido,
como el árbol caído
esta mañana en la selva?
Pero vamos de ciclo en ciclo,
pues es ley de vida
renovarse.
Los árboles vivos,
en la selva.

Traducción: Í. Etxegoien
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28 julio 2015


MIGUEL MÉNDEZ CAMACHO (Colombia, 1942)
Escrito a la espalda de un árbol


No recuerdo si el árbol daba frutos
o sombra,
sólo sé que dio pájaros.

Que era en el centro del patio
y de la infancia.

Que en la madera fácil
tallé tu nombre encima
de un corazón deforme.

Y no recuerdo más:
tanto subió tu nombre con el árbol *
que pudiste escaparte
en la primera cosecha que dio pájaros.

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*Miguel Méndez incurre en un pequeño error bastante generalizado al creer que el árbol, al crecer, eleva sus ramas o su corteza en altura. El árbol al crecer "deja" esas ramas primeras que vemos a la misma altura. Lo que sucede es que esas ramas primeras, bajas, suelen secarse por falta de luz y actividad, el árbol las desecha.
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25 julio 2015

Los árboles gigantes po mu son patrimonio de Vietnam
De... "La Razón Digital / EFE"


Las autoridades vietnamitas han incluido en el patrimonio nacional un grupo de árboles gigantes po mu, algunos de más de mil años de edad, también conocidos en otros países como "falso ciprés" o "camecíparis", informan hoy medios locales. El mayor de los po mu seleccionados tiene 22 metros de altura y el tronco cerca de tres metros de diámetro, de acuerdo con el Vietnam News.


     La protección extendida por la Asociación para la Conservación de la Naturaleza y el Medio Ambiente de Vietnam recae sobre 725 ejemplares de Fokienia hodginsii que crecen en la provincia de Quang Nam, en la región central del país. Estos "falsos cipreses", cuya madera es muy apreciada por los ebanistas, entraron en la lista oficial de Vietnam de especies amenazadas en 1996.
     La Unesco ha declarado varios lugares de Vietnam patrimonio de la humanidad: el conjunto de monumentos de Hué, la bahía de Ha-Long, el santuario Mi-Son y la ciudad antigua de Hoi An, los cuatro inscritos a finales del siglo pasado. El parque nacional Phong Nha-Ke Bang, la ciudad imperial de Thang Long-Hanoi, la ciudadela de la dinastía Ho y el complejo paisajístico de Trang An se incorporaron a la lista este siglo. 
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19 julio 2015

Los peatones crean arte paseando por las calles en China
Vía: deliving blog

Se trata de una campaña de concienciación para darnos cuenta de que andar por la ciudad, en vez de ir en coche, ayuda a cuidar el medioambiente.

Jody Xiong de DDB China junto con la Fundación para la Protección Ambiental de China pusieron la materia prima… los peatones el arte.

Enormes lienzos blancos de 12,6 metros de largo y 7 metros de ancho, ilustrados únicamente con un árbol sin hojas, adornaron las calles de 15 ciudades de China hace unas semanas. A los dos lados de la acera, pintura verde-medioambiental de secado rápido y fáciles de quitar….


Fueron los propios peatones los que cruzando la calle y entintando sus zapatos de verde fueron vistiendo con hojas estos árboles desnudos.

¿El resultado?
Casi 4 millones de personas participaron en la creación de 132 árboles, aunque invitándoles a plantar auténticos árboles sería más efectivo.
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16 julio 2015

EL BOSQUECILLO DE MIRTOS
Italia

Esta era un comarca desnuda, sin árboles, abrumada bajo el Sol y azotada sin descanso por el viento ardiente y salado del mar. En un pueblecito en que vivían algunos pescadores, había un alfarero que se llamaba Luigi. Tenía veinticinco años y se había casad hacía más de seis años con Gina, una linda morena que era exactamente de su misma edad. El alfarero y su esposa se amaban mucho, y podían haber sido muy felices si hubieran tenido un niño. Ese era s¿u mayor deseo, pero, desde el día de la boda, esperaban en vano.
      Gina estaba muy triste, y, cuando Luigi no la necesitaba para barnizar las ollas y las escudillas que había torneado, iba a sentarse a la sombra de la casa, y allí se quedaba inmóvil, con la mirada perdida en dirección a la montaña pelada en donde no crecían sino malas hierbas que los rayos del Sol bien pronto amarilleaban.
      -Tu eres como yo -le decía a la tierra-; eres estéril, y nunca producirás ni el más pequeño árbol.
      Ahora bien, una mañana en que estaba meditando de este modo, Gina vio caer a sus pies una plantita tierna de mirto. Al mirar hacia el cielo, apenas pudo divisar un bello pájaro multicolor que volaba muy rápidamente y que pronto desapareció detrás de la montaña. La pequeña planta tenía tres tallos frondosos y todas sus raíces, que aún retenían un poco de hermosa tierra negra y suave. Gina se apresuró a abrir un hueco a algunos metros de distancia de la casa; plantó allí el mirto y fue a buscar agua para regarlo. Luigi, que había venido a mirar, le dijo que en una región como esa no había la menor posibilidad de que el arbusto creciera; pero la joven se obstinó. Cada tarde y cada mañana sacaba agua y regaba el mirto, que comenzó a crecer y que pronto echó flores.
      Las estaciones pasaron, y, un día en que el príncipe Enrico se paseaba a caballo, vio el mirto y dijo:
      -Qué extraordinario que ustedes hayan podido hacerlo crecer aquí. Nadie, que alguien recuerde, ha podido hacer algo así en esta comarca. Me gustaría tener este arbusto al lado de mis castillo. ¿Cuánto quieren?
      -Cómo nos gustaría complacerlo -dijo Gina-, pero nos hemos encariñado con este mirto como si fuera un hijo. NO quisiéramos separarnos de él ni por todo el oro del mundo.
      El príncipe comprendió muy bien este sentimiento y, reflexionando un poco dijo:
      -Les propongo algo: vengan a instalarse en mi castillo, y trasplantemos allá el mirto. En mi morada, Luigi podrá seguir torneando y cociendo sus vasijas, y así no tendrán ninguna preocupación acerca de dinero.
      Esperaron el día de Santa Catalina porque se dice que "Todo lo que se planta en la fecha de Santa Catalina, echa raíz", y entonces hicieron la mudanza. Arrancaron el arbusto con mil cuidados, dejándole una buena cantidad de tierra, y luego lo plantaron delante del castillo.
Allí, regado cuidadosamente por Gina y también por el príncipe, creció con mayor rapidez aún, hasta que un día se dieron cuenta de que una bella joven habitaba el mirto.
      -Ya ves -le dijo el príncipe a Gina-: Tu marido y tú se lamentaban por no tener un hijo, pero ahora tienen una niña. ¿Cómo quieren llamarla?
      Sin dudarlo, el alfarero dijo:
      -La llamaremos Mirta.
      -Pues bien -dijo el príncipe-, si Mirta consiente, yo les pido que me concedan su mano.
Mirta y sus padres acptaron y, sin tardar, se hizo pública la noticia de la boda del príncipe con la hija del alfarero.
      Como el príncipe era joven, hermoso e inmensamente rico, todas las muchachas de la región habían soñado, más o menos, con llegar a casarse con él, así que su cólera fue grande; entonces, aprovechando que el príncipe se fue de caza, se dirigieron al castillo para matar a Mirta.
      Después de haber atado a Luigi y a su esposa, buscaron por todas partes y rompieron una gran cantidad de objetos, especialmente vasijas, pero no encontraron a Mirta. Entonces, sabiendo cuánto amaba el príncipe al mirto que estaba sembrado delante del castillo, se vengaron en él destrozándole todas las ramas. Cuando las iracundas muchachas desaparecieron, Mirta salió del tronco del árbol en donde se había escondido y se apresuró a liberar a sus padres.
      -¡Dios mío! -dijo Gina cuando vio el árbol mutilado-. ¡Qué pena tan grande va a tener tu novio!
      -No te preocupes, mamá -dijo la muchacha-. El árbol retoñará y habrá muchos más. Ven, ayúdame. Cortando las ramas de mi árbol, esas furias no se dieron cuenta de que te estaban dando muchos hijos.
      Las dos mujeres recogieron todo lo que estaba roto, hasta la más diminuta ramita, e hicieron una plantación, que regaron tal como Gina había regado el primer mirto.
Y seis meses después, cuando se celebró la boda de Mirta y Enrico, los invitados quedaron maravillados al ver el hermoso bosquecillo de mirtos delante del castillo. Cada uno se llevó una rama para plantarla; y así, dese entonces, la comarca ha estado siempre verde y florida.

---Fin---