12/04/2017

JOSÉ MARÍA NAVAJAS PUERTA
Olmo, el árbol de los pueblos 

     Enrique Loriente Escallada (Santander, 1933-2000) dedicó buena parte de su vida a recorrer los paisajes de su tierra, Cantabria, pasando por ríos y bosques, valles y prados, desde la costa hasta las altas montañas, en lo que fue sin duda su gran pasión: la botánica.
Antiguo Olmo de Aras (Navarra), muerto por la grafiosis.
Antiguo Olmo de Aras (Navarra), muerto por la grafiosis
Olma de Polientes (1969)
Olma de Polientes (1969) 
      En uno de aquellos viajes, en los que catalogó los más extraordinarios árboles que habitaban la región, y a los que dedicó diversas obras como Guía de los árboles singulares de Cantabria (1990), Loriente se encontró con la magnífica Olma de Polientes, en Valderredible. Era esta vieja Olma el centro político y social del pueblo y del valle. Bajo su sombra se realizaba el mercado, se celebraban los acuerdos y contratos, y en la corteza de sus dos enormes troncos se publicaban las noticias nuevas y las ordenanzas. Y es que este emblemático árbol, hoy día casi extinto, solía presidir desde tiempos inmemoriales las plazas de las villas y pueblos, era testigo de la vida diaria de cada habitante desde el día de su nacimiento, de sus trabajos y negocios, de sus descansos y charlas, hasta el día de su muerte. "Hasta que me vea pasar La Olma", nos contaba Loriente que solían decir los paisanos del lugar.
      La ninfa Ptelea para los griegos, Ulmus para los romanos. En la tradición de los pueblos queda la memoria de este árbol ligado a su carácter onírico, de muerte y resurrección. Así lo sitúa Virgilio en el Inframundo al ser visitado por Eneas: "En el centro despliega sus añosas ramas un inmenso olmo, y es fama que allí habitan los vanos Sueños, adheridos a cada una de sus hojas". Pero junto a esta expresión mágica, el olmo atraviesa la historia de los pueblos desde el más rutinario y usual aspecto terrenal.
     Son muchas las menciones de autores clásicos sobre los usos del olmo: el abundante follaje se empleaba para alimentar al ganado, las ramas para fabricar las cercas de los campos; la madera de raíces y tronco era ideal para construir puertas y carretería según Teofrasto; Terencio Varrón lo considera el mejor árbol para delimitar los predios, pues a todos los usos antes mencionados añade el cultivo de la vid.
      En efecto, y a falta de otro emparrado, griegos y romanos empleaban los árboles como soporte para el crecimiento de las vides —seguramente por ello, entre las ocho ninfas griegas de los árboles, el escritor Ateneo de Náucratis coloca a Ampelos, la vid—. De entre todas las especies, el olmo aparece como una de las favoritas para los romanos. La descripción que hace Columela en el Libro de los árboles sobre el cultivo y maridaje olmo-vid, quizás sea la mejor que ha llegado hasta nuestros días: «En cuanto al olmo, el que los campesinos llaman 'atinio' es de muy buena casta, crece muy bien y trae mucha hoja".
Vid maridada con olmo, Italia, +/-1930
      Fue muy probablemente ese olmo 'atinio' el que exportaron los romanos por todo el Mediterráneo e introdujeron en la Península Ibérica. Y parece que esta tradición, tanto en el cultivo de la tierra como de las letras, sobrevivió durante siglos hasta el renacimiento de los clásicos:

¿Cuál es el cuello que, como en cadena,
de tus hermosos brazos anudaste?
No hay corazón que baste,
aunque fuese de piedra,
viendo mi amada hiedra,
de mí arrancada, en otro muro asida,
y mi parra en otro olmo entretejida,
que no se esté con llanto deshaciendo
hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.


     Así nos recita Garcilaso de la Vega en la ‘Égloga I’ (vv.13-140), imitando al propio Virgilio:

¡Ah Coridón, Coridón! ¿Qué locura se ha apoderado de ti? Tienes la vid a medio podar en el olmo frondoso. ¿Por qué no te dispones mejor a entretejer al menos algo, de lo que hace falta, con mimbres y junco reblandecido? Encontrarás otro Alexis, si éste te desdeña.


     También Quevedo, en ‘El Escarmiento’, devuelve al olmo y su inseparable compañera la vid aquel originario carácter mortuorio.

Estos que han de beber, fresnos hojosos,
la roja sangre de la dura guerra;
estos olmos hermosos,
a quien esposa vid abraza y cierra
de la sed de los días,
guardan con sombras las corrientes frías;
y en esta dura sierra,
los agradecimientos de la tierra,
con mi labor cansada,
me entretienen la vida fatigada.

Christine Buisman, H. Heybroek, Wageningen
     No es de extrañar que a través lenguaje popular nos llegara, si bien de forma residual, esta práctica agrícola en la expresión "no le pidas peras al olmo". En efecto, aunque ya nadie se acuerde, al olmo se le piden uvas. Todavía en la década de los años 30 sobrevivía este tipo de cultivo, el maridaje de vid y olmo, en ciertas regiones italianas. Tal y como nos legó la botánica holandesa Christine Buisman (1900-1936) a través de las fotografías en su estudio sobre la grafiosis, enfermedad del árbol que ya comenzaba a afectar las regiones europeas.
     Sea con vid o sin ella, el olmo siguió siendo parte del paisaje, de la vida cotidiana y la economía rural, hasta hace apenas medio siglo. Su duro tronco y raíz pivotante lo hizo ideal para contener la tierra en construcciones viarias, diques y canales. Su resistencia a la humedad y podredumbre lo convirtió en materia prima para la industria naval, y las olmedas se extendieron en el siglo XVIII por la Península para surtir los astilleros de material de construcción de navíos. Fue viga de techos y pilar de puentes, banco y borriqueta de talleres, apero de labranza y yugo de bueyes. Y en las plazas de las villas su abundante sombra mitigó fatigas.
     A principios de siglo XX, Antonio Machado le dedicó unos versos a ese olmo seco y longevo, podrido por innumerables primaveras, sin llegar a imaginar el trágico fin que a tan noble especie le esperaba:

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas de alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.

Emblema de Alciato, por Plantin, Amberes (1589).
     Poco durarían estos jóvenes vástagos verdes que admiraba el poeta. Desde mediados de siglo XX, la epidemia de grafiosis comenzó a asolar los campos y montes peninsulares, durando hasta nuestros días. Fue una científica, la ya mencionada holandesa Christine Buisman, quien demostró en 1927 que tal dolencia era causada por un hongo, Ophiostoma ulmi.
      Esta grave enfermedad, que afecta con enorme virulencia a los olmos, se extiende a través de un pequeño insecto, una especie de escarabajos llamados escolitinos. Estos insectos portan en su cuerpo las esporas del hongo y, al alimentarse de la madera del árbol, las van diseminando por el interior del mismo. El hongo colapsa los vasos conductores de savia, por lo que el árbol comienza a marchitarse. En pocos meses las verdes copas se secan y el árbol muere.
      Prácticamente el noventa por ciento de los olmos desaparecieron en España en las últimas décadas, hasta convertirse hoy día en una especie en peligro de extinción. Las nuevas generaciones lo desconocen por completo, pues difícilmente pueden ya encontrarse olmos en el paisaje, ni siquiera rural, que nos den testigo del importante papel que tuvieron estos árboles en la vida cotidiana de nuestros antepasados.
      Desde los años 80 se intentó poner remedio a la enfermedad. Recientemente y tras largas investigaciones lideradas por la Universidad Politécnica de Madrid, se han logrado obtener algunos ejemplares de olmo resistente a la grafiosis. Diversos programas como el Proyecto Europeo Life + Olmos Vivos están en marcha para recuperar a la especie y devolver su hábitat, la olmeda, al paisaje ibérico.
      Quizás en un futuro cercano los olmos vuelvan a poblar las riberas, y sus frondosas copas cubran con agradable sombra las plazas y parques, como en su día hiciese la Olma de Polientes. Pues, como ya nos advirtió Enrique Loriente:
      «No debemos privar a las generaciones futuras de un paisaje, de un espectáculo como el que nuestros mayores y nosotros mismos hemos contemplado».
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12/02/2017

SERVICIO DE DIFUSIÓN DE LA CULTURA CIENTÍFICA DE LA UEx, Badajoz
El tejo, una especie en peligro de extinción con cerca de 200 ejemplares en Cáceres
     Los incendios, el pastoreo y las altas temperaturas han propiciado la fragmentación de las poblaciones de tejos y las dificultades para la polinización. Además, se ha demostrado que la germinación en estos ambientes marginales se ve afectada porque los roedores consumen casi la totalidad de las semillas.
     Muchos árboles acompañan cuentos y leyendas populares. El tejo es una de estas especies, considerada sagrada para los celtas y envuelta en un especial halo de misterio gracias a su longevidad, puede vivir hasta 2.000 años, y las propiedades medicinales de algunos de sus componentes, el taxol, un alcaloide utilizado en el diseño de fármacos anticancerígenos.
     El tejo,  Taxus baccata L, es el único árbol catalogado como especie en peligro de extinción por el Gobierno de Extremadura, según el Decreto 37/2001. Esta especie ha sido objeto de investigación por parte del Grupo Investigación Forestal de la Universidad de Extremadura en el marco de su  línea de investigación relativa a la biología y conservación de especies relictas. El objetivo, iniciado en 2002, ha permitido al grupo estudiar la conservación de más de veinte especies arbóreas amenazadas, con la finalidad de remediar el estado de conservación desfavorable, a través de proyectos financiados en una primer etapa por el Gobierno de Extremadura y desde 2006 mediante convocatorias del Plan Nacional de I+D.
     Los resultados del estudio advierten que el tejo vive en un ambiente marginal y en condiciones desfavorables en Extremadura. Son poblaciones fragmentadas, separadas por largas distancias que impiden la polinización necesaria para la regeneración de la especie. “El tejo es una especie relativamente común en el nordeste de Europa. En el sur de Europa y Norte de África se hace cada vez más raro debido a las sequías, los incendios forestales y el pastoreo excesivo. Todo ello ha acentuado el declive y aislamiento de la especie”, afirma el experto de la UEx, Fernando Pulido, responsable de esta investigación. En la Península Ibérica y en Extremadura, el tejo habita en zonas húmedas de montaña cerca de arroyos. “En este sentido, su inaccesibilidad se convierte en su mejor protección frente a la amenaza del fuego y pastoreo”, sugiere Pulido.
     En un primer momento de la investigación, los expertos de la UEx han identificado y localizado en torno a 200 ejemplares en un inventario y mapa de esta especie en Extremadura.  Esta localización previa ha permitido llevar a cabo el estudio en las tres zonas con una densidad de población relativamente alta, en torno a 20 y 30 árboles: Nuñomoral en las Hurdes, que acoge la reserva más grande de tejos, Garganta de Cuartos en Losar de la Vera y Garganta de los Papúos en el Valle del Jerte.

Enemigos del tejo
     “La peculiaridad del tejo es que hay árboles “machos” que generan polen pero no frutos, y árboles “hembras” que producen sólo frutos”, explica Pulido. Para que la especie se reproduzca, el polen tiene que llegar hasta los ejemplares productores de frutos y polinizarlos.  Sin embargo,  y así lo ha demostrado el equipo de la UEx, las grandes distancias entre los ejemplares obstaculizan la polinización. Para llegar a esta conclusión dividieron los árboles en dos grupos, el primero polinizado de manera natural y el segundo polinizado artificialmente. Esta metodología ha permitido a los investigadores comprobar que los tejos polinizados de forma artificial multiplicaron por tres la producción de frutos. Así, queda probado que es la ausencia de polen y no otros factores, la causa detrás de la disminución de frutos.
     Además, los investigadores han encontrado otro problema añadido a la polinización y que afecta también a la regeneración de la especie en ambientes marginales. Los frutos del tejo están formados por un arilo rojo que envuelve la semilla. Su vistoso color atrae a los pájaros y mamíferos que comen la parte carnosa y blanda del fruto,  expulsando así la semilla. De esta manera, los animales favorecen la diseminación de las semillas y su germinación, ya que se trata de una especie gimnosperma, como los pinos y abetos. Sin embargo, los investigadores han comprobado que el consumo de las semillas por parte de los roedores impide en muchos casos la germinación de estas. Así es el caso sobre todo en poblaciones marginales de tejos donde las tasas de recogida de semillas por los roedores ascienden hasta un 92,5%, mientras  que en grandes concentraciones los valores registrados son de 65,4%.
     La consecuencia de la marginación ecológica es evidente. Sin polinización no hay frutos, y por tanto, tampoco semillas, y sin semillas no se produce la regeneración y nacimiento de nuevos árboles.  “Los tejos que sobreviven en Extremadura son ejemplares viejos, se están muriendo y la población no se regenera, de manera similar a lo que está ocurriendo a las encinas en la dehesa extremeña”, señala Fernando Pulido. Ahora sólo falta aplicar las medidas de mitigación propuestas por los expertos para favorecer la regeneración de la especie.

Referencia:
R. Sanz & F. Pulido.  “Pollen limitation and fruit abortion in a declining rare tree, the Eurasian yew (Taxus baccata L.): A reproductive cost of ecological marginality”. Plant Biosystems (2014)  doi: 10.1080/11263504.2014.976290
R. Sanz & F. Pulido. Post-dispersal seed depletion by rodents in marginal populations of yew (Taxus baccata): consequences at geographical and local scales. Plan Species Biology (2014) doi: 10.1111/1442-1984.12030
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11/30/2017

Chiune Sugihara - El bosque de cedros plantados en su honor en Israel

CHIUNE SUGIHARA (Japón, 1900-1986)
Bosque de cedros 
Fuente: Tigrero

En 1939 el diplomático japonés Chiune Sugihara (1900-1986) viceconsul de Japón en Lituania, salvó a miles de judíos polacos al concederles visa de salida japonesa, contraviniendo órdenes superiores, lo que le costó el puesto, la seguridad de su familia y, casi, su propia vida. Pero su arrojo fue tal que, todavía cuando estaba embarcado en el tren de salida de Lituania para presentarse al gobierno imperial, firmaba y sellaba frenéticamente los pasaportes y visados arrojándoselos a una desesperada multitud de perseguidos por el nacismo que se agolpaban alrededor de su vagón y que completaban los documentos con sus datos personales.





      Años más tarde, el gobierno israelí quiso honrar la memoria de este héroe plantando un bosque en su honor, para ello habían elegido los cerezos, por ser el árbol emblemático del Japón. Pero en una decisión inusual la orden fue revocada pues, comparados con el valor que Sugihara había demostrado, los cerezos eran un símbolo insuficiente y se inclinaron por un bosque de cedros, árbol de mayor majestuosidad símbolo del Líbano, reino que suministró la madera para la construcción del primer Templo, lo que también le añadía una connotación devocional.
      Tiempo después de que los árboles hubiesen sido plantados fue cuando las autoridades israelíes descubrieron que “Sugihara” en japonés significa: “Bosque de Sugis”. Los ingleses dieron al sugi -Cryptomeria japonica- el nombe de cedro japonés, aunque después se demostrara que el sugi es de una especie diferente al cedro.
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El 12 de Octubre de 2021 se inauguró en Jerusalén una plaza en honor a Chiune Sugihara 
Más información: https://www.amia.org.ar/2021/10/13/jerusalen-dedica-una-plaza-a-un-diplomatico-japones-que-salvo-a-miles-de-judios-durante-la-shoa/
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11/28/2017

STEFANO MANCUSO (Italia, 1965)
El futuro es vegetal

     "Las plantas son seres inteligentes. Según mi opinión, la inteligencia es la capacidad de resolver problemas. Si consideramos la inteligencia de esta forma, podemos decir que las plantas son seres muy inteligentes. En los últimos quince años, la información científica ha aumentado mucho pero no la percepción el público de las plantas que seguía siendo la misma. Por ello me decidí escribir un libro divulgativo para poder cambiar esa percepción. Hombres, animales y plantas, son seres inteligentes. El problema es que la similitud entre unos y las plantas no se percibe ni se entiende y eso hace que veamos antes las diferencias. Pero hay que recordar que toda la energía, hasta la energía química, proviene de las plantas. Las plantas son la base de la cadena alimentaria. Otra cosa además es que las plantas son la base de la vida del hombre porque son la conexión entre el sol y la tierra. La energía solar que nos llega es atrapada por las plantas y consiguen transformarla en energía química, en azúcar que es lo que nosotros necesitamos para vivir. Son el punto de conexión entre la energía solar y la energía química. Sin las plantas nosotros no tendríamos energía por lo que no podríamos vivir."
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