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Mas ¡ah! ¡preciosos árboles! que lejos
De daros sucesores que os hereden,
No tememos con mano temeraria,
A golpes de las hachas insolentes,
Derribar vuestros troncos venerables
Que llorarán los pueblos que nacieren;
Sitios queridos de las nueve musas
En cuyos frondosísimos andenes
Paseó de su númen agitado
El divino Cairasco tantas veces.
¡Montaña de Doramas deliciosa!
¿Quién robó la espesura de tus sienes?
¿Qué hiciste de tu noble barbusano?
Tu palo blanco ¿que gusano aleve
Le consumió? Yo vi el honor y gloria
De tus tilos caer sobre tus fuentes…
Huid ya de estas selvas, pajarillos;
Nada os puede alegrar: peligrar debe
El nido maternal de vuestra prole,
Si el leñador y el carbonero quieren.
Huid también vosotros a otra parte,
Zagalas y pastores inocentes:
Ya no hallaréis en este monte bajo,
Corteza dura ó plana suficiente
Para grabar vuestros amables nombres,
Como vuestros abuelos y ascendientes.
Huid, huid: sacad de esta montaña
Las manadas de cabras y los bueyes,
Que devoran los brotes cuando nacen,
Y no permiten que, nacidos, medren.
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Tomado de aquí , páginas 88-89, poema dedicado al mes de Diciembre
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