lunes, 30 de octubre de 2023

Se cumplen cien años de la muerte de Ricardo Codorníu y Stárico (y 2ª parte)

ELISA RECHE / ERENA CALVO "elDiario.es"
Reforestaciones pioneras y parques urbanos: Ricardo Codorníu se adelantó un siglo a la lucha contra el cambio climático

Restauración de bosques de ribera en las ramblas mineras que desembocan en el Mar Menor

(...) Las masas forestales van a menguar en la Región, habrá problemas de plagas y eso impactará tanto en los ríos como en los habitantes, explica Eduardo Lafuente, jefe del Servicio de Estudios Medioambientales de la Comisaría de Aguas de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), quien encuentra “una analogía” en la filosofía del trabajo de Codorníu con las actuaciones de restauración de bosques de ribera en las cuencas superiores de las ramblas mineras para impedir la llegada de metales pesados al mar Menor llevadas a cabo por el Ministerio para la Transición Ecológica a través de la Oficina Técnica del Mar Menor.
     “Ahí sí que se va a reforestar en grandes cantidades en sitios muy duros para trabajar, como lo fue Sierra Espuña. Encima contando con las técnicas y la maquinaria que tenían entonces. Técnicamente fue un logro: tanto en la capacidad de movilización de trabajadores, como en el hecho de tratarse de tan buenos técnicos”, señala Lafuente, quien conoció las grandes reforestaciones en Sierra Espuña y Guardamar del 'apóstol del árbol' durante sus estudios de Ingeniería Forestal en 4º de carrera a finales de los noventa.
     La inventiva solución que encontró Codorníu para plantar las zonas más inaccesibles de Sierra Espuña, por ejemplo, fue disparar las semillas con disparos de escopetas, como se hace actualmente con los drones.
     “Lo que más me sorprende de Codorníu es que fuera capaz de conseguir tanto dinero para acometer una reforestación de ese calibre”, reflexiona el especialista medioambiental. “En la Región de Murcia ahora hay muy poca reforestación, unas 50 hectáreas al año, y es llamativo porque el cambio climático aquí va a afectar mucho”, añade Lafuente.

“¿Qué pasa? Me dicen que quieren cortar el ficus”
Ricardo Codorníu, plaza de Santo Domingo de Murcia

     Hasta los últimos momentos de su vida, ya encamado, seguía preguntando por árboles, como el ficus que hizo plantar en la plaza de Santo Domingo de Murcia, emblema de la ciudad. “¿Qué pasa aquí? Me dicen que quieren cortar el ficus”, escribía en sus últimas cartas frenéticas preguntando al Ayuntamiento murciano.
     “Se dice que nadie es profeta en su tierra: tuvieron que hacerle un homenaje en Madrid en 1926 los ingenieros de Montes con una estatua que se colocó en el Retiro para que en ese mismo momento en Murcia se formara una comisión encargada de levantar un monumento a Codorníu a través de una suscripción popular”, cuenta Fernández. José Planes hizo el busto, acompañado por la figura de una niña con un ramo de flores abrazada a un tronco que hace de cuerpo. Más tarde también se levantaría otra escultura en su honor en Sierra Espuña.
     Codorníu había nacido en Cartagena y quería que le enterraran allí, de modo que recibió un permiso de las autoridades para que su cuerpo lo trasladaran en tren a la ciudad portuaria después de su muerte. Pero en Murcia, el día del entierro, se le hace una despedida tanto religiosa como civil: ingenieros de montes llevan el féretro a hombros hasta la estación de tren de El Carmen con el estandarte franciscano. “Y la memoria de Codorníu permanece”, apunta el comisario de la exposición.
En el Parque del Retiro, Madrid
     “Mi bisabuelo creó un pulmón para la Región y trabajó en otros parajes naturales, pero su legado más importante fue su legado humanista sobre la vida y el trabajo, se impuso como norma el respeto humano y siempre pensar en los demás”, recuerda su bisnieto José Luis Cáceres Hernández-Ros, hijo de su nieta María Teresa y presidente de la Asociación Carolina Codorníu, creada en 1993 por su tíos para mantener vivos la obra y el pensamiento de su antepasado. “Damos un premio anual a colegios de la Región para despertar la conciencia ecológica de los niños y el respeto al medio ambiente y actualmente trabajamos en un proyecto de bosques para la salud junto a la Asociación de Pediatras del Sureste”.
     De su bisabuelo, destaca que fue un “adelantado y un visionario, con la misión de dejar un mundo mejor”. José Luis Cáceres Hernández-Ros cuenta que “siempre trató de enseñar a sus paisanos con sus escritos, cuentos con moraleja o paseos didácticos por el Parque Ruiz Hidalgo que estaba en el barrio del Infante con especies arbóreas del mundo entero”. Ese afán le llevó a poner “siempre” al final de sus libros que autorizaba a cualquier persona o institución a usar el contenido de sus libros “en beneficio de la humanidad”.
     Muy familiar, “mi madre María Teresa recuerda los paseos con ella y el resto de nietos por el Paseo del Malecón, en Murcia, cuando aprovechaba para contarles anécdotas y enseñanzas”. Una de esas tardes, relata, “le explicaba a su nieto Juan de la Cierva Codorníu cómo volaban los aviones y le hizo fijarse en cómo caían las semillas de un árbol, y fue una inspiración para la invención después del autogiro”.
Inauguración del monumento a Ricardo Codorníu en Sierra Espuña | Archivo General de la Región de Murcia
“Quiero ser un árbol, un pino vulgar, quiero estar plantado en Sierra Espuña, mirando a la Cartagena que me vio nacer y a la Murcia que me vio crecer”, escribió a las puertas de su
 muerte.
     El Gobierno regional, a través de la Fundación Séneca, acaba de reeditar su libro 'Doce árboles', cuya primera edición fue en 1914 y es una recopilación de doce historias sobre árboles que Codorníu dedicó a sus nietos, según la personalidad de cada uno.

Centro de Visitantes de Sierra Espuña

     Ricardo Codorníu le da nombre al Centro de Visitantes de Sierra Espuña, que recibe una media de 16.000 visitantes al año, cuenta Cristina López, su coordinadora. “Codorníu es la figura central en la que se basa nuestro trabajo; tenemos una sala de interpretación y otra de proyecciones, y parte de las grabaciones abordan las características del Parque y sus valores naturales y culturales, que parten del legado de Codorníu, sin el que no tendríamos toda esta riqueza”.
     Cristina destaca todo lo referente a las infraestructuras, “porque teníamos los pozos de nieve que datan de la Edad Media pero en la época de Codorníu se construyeron senderos históricos y las casas forestales o los viveros; hay uno, el Vivero Huerta Espuña que todavía sigue funcionando con algunas especies de encinas, fresnos, mirtos o arces”.
     En el centro “acogemos visitas de colegios, programas de empleo y otros grupos de martes a viernes, con actividades programadas y también tenemos otras abiertas a todos los públicos los fines de semana”.
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Los doce cuentos de Codorníu los puedes encontrar en este blog en "301 Cuentos de Europa"

jueves, 26 de octubre de 2023

Cien años de la muerte de Ricardo Codoníu y Stárico (1ª parte)

ELISA RECHE / ERENA CALVO, "elDiario.es", oct.23
Reforestaciones pioneras y parques urbanos: Ricardo Codorníu se adelantó un siglo a la lucha contra el cambio climático

El 'apóstol del árbol', tal y como era conocido el ingeniero forestal Ricardo Codorníu, murió hace 100 años
. Fue responsable de la primera gran reforestación de España en Sierra Espuña, mientras que su apuesta por las soluciones basadas en la naturaleza y la divulgación ambiental le hacen plenamente actual.

Ricardo Codorníu, el llamado 'apóstol del árbol', vestido de uniforme profesional en el homenaje con la medalla del Mérito Agrícola en 1914 | Revista Ibérica, colección particular
(Cartagena, 1846-Murcia, 1923)

“Lo que nos enseña Ricardo Codorníu es cómo intervenir en la naturaleza para conservar y recuperar el paisaje y el árbol, con todo lo que este trae. Las palabras más tensas que hemos podido leer de él son las acusaciones contra quienes cortan árboles”, explica Pedro Jesús Fernández, comisario de la muestra 'El hombre que soñó el futuro' sobre el llamado 'apóstol del árbol' en el Museo de la Ciencia y el Agua de Murcia, una de las pocas conmemoraciones realizadas en la Región a raíz del centenario de la muerte el pasado 26 de septiembre del ingeniero forestal cartagenero, pionero en la reforestación a gran escala en España y un adelantado en la lucha contra el cambio climático.
     Codorníu y Stárico, imbuido de la filosofía regeneracionista del siglo XIX “muy por la labor de avanzar y progresar en el conjunto de la sociedad”, se dio cuenta, entre otros aspectos, de la importancia de cuidar el suelo fértil, uno de los recursos no renovables más escasos en el mundo desarrollado.
     Tanto sus ideas como sus acciones siguen siendo de actualidad ante los problemas a los que se enfrenta Europa y, especialmente la propia Región de Murcia: la desertificación, la lucha por la conservación del suelo, los montes y el suelo forestal, los límites del paisaje marítimo, las inundaciones, la gestión hidrográfica y los parques urbanos. “Su obra en Sierra Espuña va mucho más allá de plantar pinos”, advierte el comisario de la exposición del Ayuntamiento de Murcia.
     Codorníu nace en una familia de Cartagena de orígenes italianos y catalanes que se había enriquecido con el comercio y con la desamortización. Estudia Ingeniería de Montes en Madrid y empieza a trabajar como ingeniero de montes, pero fue ascendiendo hasta obtener cargos en la Inspección Nacional, el Jardín Botánico de Madrid, la Escuela de Montes y el Ministerio de Fomento.
     Con la riada de Santa Teresa en Murcia en 1879 en la que murieron más de mil personas, el llamado 'apóstol del árbol' se da cuenta de que con los bosques deforestados se va perdiendo el suelo y queda la piedra viva. El control hidráulico permite la conservación del suelo, se van acumulando los sedimentos y entonces la tierra no se va arrastrando. A través de sus contactos y de una enorme insistencia emprende la reforestación de Sierra Espuña, hoy un parque regional ubicado a unos 40 km de Murcia.
Vista del Morrón de Espuña y del Barranco de En medio | Archivo General de la Región de Murcia
“Codorníu fue un hombre polifacético, y muy adelantado a su tiempo”, coincide el profesor de Ecología de la Universidad de Murcia (UMU), José Francisco Calvo. En aquella época, finales del siglo XIX, los montes de Sierra Espuña estaban totalmente esquilmados por el consumo de madera de los habitantes de la zona -que se acentuaría con el más industrial de las navieras que hacen barcos para el Ejército-, y el pastoreo, entre otros factores. “Aquella deforestación estaba en el origen de las enormes riadas que se estaban produciendo, y Codorníu lo supo ver”, explica. “Estamos en un momento de efervescencia internacional de corrientes que apostaban por la protección de los espacios naturales y sus especies o de la promoción de los parques”. El cartagenero se subió a esa ola.
     Sierra Espuña se presentó como “una oportunidad” -relata José Francisco Calvo- para llevar a cabo un “gran experimento” de reforestación. Y la obra que acometió fue “pionera” porque previamente “hizo un estudio pormenorizado que le llevó cerca de dos años, de todas las características del entorno para repoblar cada especie en el lugar indicado; en este sentido, fue un ejemplo modélico y con un valor ecológico muy importante”.
     En palabras del profesor de Ecología de la UMU, “este modo de operar fue un avance en la época, era la primera vez que se seguían unos criterios tan rigurosos en una obra de tanta extensión”, 17.804 hectáreas y con su punto más alto en el Morrón de Espuña (1.583 metros de altitud). El Parque de Sierra Espuña es el principal referente geográfico y se sitúa en el centro del territorio que engloba los municipios de Aledo, Alhama de Murcia, Librilla, Pliego, Totana y Mula.
     La repoblación se hizo con pino carrasco principalmente, además de pino rodeno a partir de los 700 metros de altitud, o pino laricio, además de otras especies como álamos, cipreses, madroños, chopos en las inmediaciones de las ramblas, y plantas arbustivas como zarzaparrillas, rosales o madreselvas. 
Ricardo Codorníu inspeccionando el paisaje repoblado con pino carrasco en el paraje de La Tenganera, Sierra Espuña | Archivo General de la Región de Murcia
     “Fue una obra enorme, y para acometerla contó con un equipo de ingenieros que se encargaron de las infraestructuras: los diques y puentes para contener el agua, la red de caminos o las casas forestales”, continúa José Francisco Calvo, quien añade que con el paso de los años “se ha podido comprobar el éxito de aquella repoblación; no solo en el campo de los árboles, porque Codorníu se dio cuenta de que tenía que reproducir todo el sotobosque, y crear los espacios adecuados para la pervivencia de las especies animales”. Su visión, y ahí radica también parte de su innovación, fue “multidisciplinar” en un momento en el que todavía no se hablaba del concepto de biodiversidad. “Pero el cartagenero sí que lo hizo así, de una manera integral y con una interpretación ecológica de la naturaleza, porque si vas a Sierra Espuña ahora parece que sea totalmente natural y no una reforestación”.
     También Codorníu se enfrentó a bulos y tuvo que ir desmintiendo pueblo por pueblo de la zona para explicarles que aquella obra se hacía en pro del conjunto de ciudadanos, explica el comisario de la exposición en la capital murciana.
     Otra de las grandes intervenciones del 'Viejo Forestal' fue la repoblación de las dunas de Guardamar. Las dunas se estaban comiendo el pueblo y promovió una obra de de ingeniería con tablestacas de madera que iban haciendo de bloque, permitían afianzar las dunas y plantar luego árboles que ya no se podía llevar el viento.
     El ingeniero forestal también reclamó el derecho al árbol en la ciudad al plantear el Parque Ruíz Hidalgo en la capital murciana que existió entre 1908 y 1955. Se creó en el lado norte del río Segura y fue lo que hoy se llamaría un parque inundable con una zona de uso social, pero también de arbolado. En ese momento se superaron los estándares de porcentaje de zona verde en zona urbana, “cosa que no hemos vuelto a recuperar”, explica el comisario de la exposición. El parque también era un arboreto, donde se iba probando cómo se adaptaban nuevas especies al clima mediterráneo.
     El 'apóstol del árbol' fundó diversas publicaciones ambientales, promocionó una escuela gratuita para niños sin recursos y montó la primera caja rural Murcia para luchar contra la usura a los huertanos y quienes cultivaban el campo. Era profundamente religioso, terciario franciscano, que “son los franciscanos seglares”, explica Fernández.
      Antitaurino, antibelicista y promotor en España del Esperanto, “su figura no habría desentonado para nada en la actualidad”. Otra de sus facetas más relevantes fue la de divulgador, “en una época en la que era revolucionario porque no había tantos medios, pero él puso muchísimo empeño en dar a conocer sus investigaciones”. También impulsó la Fiesta del Árbol, como actualmente se hace en los colegios, apunta el comisario de la exposición Pedro Jesús Fernández. “Se congregaba a la familia y a los niños y se hacían plantaciones comunitarias para extender ese amor que tenía por el árbol”.
Grupo de niños plantando pinos durante la celebración de la Fiesta del Árbol en Guardamar del Segura | Archivo General de la Región de Murcia
     A Jorge Sánchez, técnico de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), lo que más le impresiona de la figura del 'Viejo Forestal', como también era conocido Codorníu, es “su visión holística”. El 'apóstol del árbol' contaba con conocimientos de flora muy elevados para la época, así como de diversidad faunística, mientras que también conocía los temas relacionados con suelo y el clima. Eso, sumado a su perfil humanístico nos llevan a la figura de “un sabio del siglo XIX”.
     El ingeniero forestal “planteó la renaturalización de ciudad y la necesidad de establecer arbolado en los núcleos urbanos y fue un pionero de la educación ambiental. Codorníu ya hablaba hace más de 100 años de las cosas que hoy en día consideramos modernas”, explica el biólogo. “Creo que su visión tan adelantada también viene de que él era un personaje muy internacional. Fue un un promotor del esperanto y eso le tuvo que dar una una visión global; veía una necesidad de confluir entre distintas culturas”, considera Sánchez.
     Codorníu formaba parte de la Academia de Ciencias de Barcelona y una rama de su familia eran comerciantes de Génova que, ya desde la Edad Media, tenían mucho contacto con Murcia.
     Otro de los aspectos más llamativos de Codorníu para el biólogo de ANSE fue la introducción de la Sabina Mora en Sierra Espuña. “Esa planta solo tiene una población en la sierra de Cartagena, pero lo curioso es que cuando él la introdujo en Sierra Espuña no se conocían esas poblaciones. Es decir, las trajo por paralelismo con el norte de África, advirtiendo que el sur de Europa se iba a parecer cada vez más a esta zona”.
     Sánchez cree que el espíritu de Codorníu se refleja hoy en el manejo de agricultura en aquellas zonas en las que se están ejecutando plantaciones con setos. “Él hubiera puesto sobre la mesa la utilización de vegetación natural como herramienta para frenar la erosión y la escorrentía de los terrenos de cultivo”, apunta. (...)

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domingo, 22 de octubre de 2023

NAPKO ABE (Japón)
El hombre que salvó los cerezos

La fascinante y desconocida historia del británico que luchó por preservar los cerezos en flor japoneses.

En Japón cada primavera la floración de los cerezos es una fiesta de los sentidos, y todo un símbolo de la cultura del país. Lo que casi nadie sabe es que si hoy sigue vivo ese patrimonio de la humanidad es gracias a un inglés llamado Collingwood Ingram, cuya historia nos descubre este libro.
     Ingram, hijo de una familia rica, se interesó en su adolescencia por la ornitología, y el entusiasmo lo llevó a viajar a Japón para escuchar el canto de los pájaros de aquellos parajes. Con el tiempo fue abandonando la pasión ornitológica y la sustituyó por la horticultura, y en el país asiático quedó fascinado por las múltiples variedades de cerezos, de las que se calcula que había unas doscientas cincuenta. Cuando en 1919 se instaló con su familia en Kent, descubrió alborozado que en el jardín de la casa había dos espléndidos cerezos japoneses, que cultivó con mimo.
     En 1926 emprendió un nuevo viaje a Japón en busca de esos árboles y descubrió alarmado que, debido a la occidentalización y modernización del país y a la decisión de apostar por una única variedad clonada, se estaba perdiendo la riquísima diversidad de cerezos japoneses, incluido el espectacular Taihaku o «gran blanco». Ingram dedicó su vida a salvaguardar esos árboles y a proteger la tradición de la sakura (palabra japonesa para referirse al cerezo en flor) hasta su muerte, ya centenario, en 1981.
     Este es en parte un libro sobre botánica, pero fundamentalmente trata sobre una pasión y una obsesión, sobre la preservación de un patrimonio estético mediante una lucha callada y constante. Trata también sobre la historia de dos países y dos culturas; sobre el final del mundo victoriano, en el que nació Ingram en 1880, y sobre el convulso siglo XX. La fascinante historia de un hombre enigmático y de un árbol cuya floración es de una belleza que admira al mundo entero.

«Una biografía cautivadora sobre el hombre que ayudó a cambiar el rostro de la primavera» (Ian Critchley, The Sunday Times).
«De lectura compulsiva... Escrito con elegancia y erudición» (Tania Compton, Country Life).
«Un retrato de un gran encanto y sofisticación, rico en detalles botánicos e históricos; tras su lectura no volverás a contemplar los cerezos en flor del mismo modo» (Christopher Harding, The Guardian).
«Un libro conmovedor... Bellamente escrito, y todo un logro en cuanto a su investigación» (Claire Kohda Hazelton, The Spectator).

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miércoles, 18 de octubre de 2023

¿Te gustan los cipreses?

LUIS FERRER I BALSEBRE
Cipreses


     Todos tenemos un árbol favorito. Son como los animales, cada cual tiene su preferencia. Hay gente que es más de perros que de gatos, igual que hay amantes de los camelios, los robles o los sauces llorones. Charlando salió a colación este tema y constaté que los gustos arbóreos tienen tanto connotaciones estéticas como sentimentales. Había quien mostraba nostalgia por un carballo centenario de la casa de sus abuelos. Otro se emocionaba recordando la corteza del abedul dónde grabó con su chica un corazón ensartado, después de un revolcón veraniego. Una se derretía hablando de la higuera que asombró su infancia, otro de un limonero, otro de un souto de castaños, donde, decía, iba a reiniciarse abrazándolos. A mí me gustan los cipreses, dije. ¡Qué horror! —contestaron al unísono— si son árboles de cementerio, tristes, no dan flores ni sombra, ni te puedes subir a ellos, ni grabar corazones en su piel ¿Cómo te pueden gustar? En Cataluña, los cipreses son árboles que expresan hospitalidad. Toda mi vida he vivido entre ellos y en mi casa presiden la entrada y salpican todo el espacio.
     La sombra del ciprés, efectivamente, es alargada, cosa singular para un árbol; están en
los cementerios no solo por su carácter hospitalario, sino también por sus dignidades, tienen un cepellón muy pequeño que no extiende raíces y no causa daño a las sepulturas, y muchos sostienen que ahuyenta de ellas a los ratones. Son árboles perennes de un verde seco que relaja la vista y el alma. No admiten grafitis ni ahorcados. A todos los árboles los mueve el viento, pero, al ciprés, lo acaricia. Muy pocas especies bailan como el ciprés, que flamea habaneras, elegante, serio, sin estridencia alguna. Los Cupressus sempervivens, además de creer en Dios, actúan como antenas que recogen las malas energías, como una especie para malos rollos. Y, por si fuera poco, es magnífico remedio para la circulación, alivia varices, mata verrugas y se faja con herpes y hemorroides con unas indudables propiedades antivíricas. Además, desprende una resina con profundo olor a cedro que es uno de los olores más relajantes que hay, con reminiscencias a inciensos árabes. Los cipreses se miran de abajo para arriba, obligan a levantar la vista al cielo y eso siempre reconforta. Fueron mis razones, pero he de reconocer que alguien que contó su idilio con un liquidámbar me hizo dudar. Un relato apasionado que transcurría acariciando la corteza del liquidámbar —esas cordilleras de corcho que lo envuelven— y lágrimas de ámbar. Pero me quedo con el ciprés, es mucho más fiable, no muda de color, no se desnuda, ni llora y, en estos tiempos, se agradece.

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sábado, 14 de octubre de 2023

 Mapa de los Árboles Singulares de Aragón

 

Este mapa pretende ubicar los Árboles Singulares de esta gran comunidad. Está basado en el libro: Árboles de Aragón, que editó la Dirección General del Medio Ambiente en el año 2000. 

Todos los mapas envejecen rápidamente porque la remodelación del medio ambiente es constante. Si percibís alguna incorreción no dudéis en comunicármelo y lo corregiré, gracias de antemano.

Para cualquier comunicación: juanechegoyen@gmail.com

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martes, 10 de octubre de 2023

El roble de Liernu - Bélgica, del narrador de historias

TOMÁS CASAL PITA 
El Gros-Chêne de Liernu


Este es el Gros-Chêne de Liernu (provincia de Namur, en Bélgica). Se trata de un roble común (Quercus robur) superviviente de los grandes bosques que en otro tiempo cubrían parte de Bélgica. Siendo el árbol más famoso del país, se dice que puede ser también el más grande, aunque no es el más alto, y como tal, la historia y las leyendas se le acumulan. No hay referencia cierta de su edad, lo que inmediatamente le coloca como milenario, lo sea o no. Parte de la rumorología popular le coloca como nacido en tiempos de Carlomagno (muerto en 814), leyenda que nos lleva a que fue el mismísimo emperador quien lo plantó. 
     Sus medidas actuales son: 14 metros de circunferencia a nivel del suelo (esta medida nunca se tiene en consideración), a un metro de altura 10,82 m (la referencia suele tomarse a 1,30 metros) y una altura de 18 metros. Todavía produce bellotas en abundancia y resiste el peso de sus ramas y la fuerza de los temporales gracias a tres columnas metálicas que le ayudan, puesto que el tronco está hueco, lo que permite el acceso a su interior. No se sabe cuándo un rayo rompió parte de la copa, provocando una gran grieta dejando paso a su interior. Esta cavidad servía de refugio a los peregrinos que iban a Santiago de Compostela, ya que Liernu está en el paso de la cuenca de Rin a la del Sena (una calzada romana pasaba cerca, por las mismas razones). Esa misma oquedad acogió a lo largo de los siglos a algunos forajidos y a un hojalatero que se instalaba allí cuando iba a trabajar al pueblo. El roble acogió también bajo sus ramas a la administración de justicia por el señor local y se sabe que sirvió de horca (tal vez de alguno que durmió en el interior del tronco). 
     En 1836, el pueblo quiso talar el roble, a lo que se opuso el sacerdote local, que incluso cuando el árbol fue incendiado, dirigió la restauración y raspado de la oquedad para recubrirla con arcilla. En 1838 se instaló en el hueco una imagen de San Antonio Ermitaño -padre de la vida monástica- para atraer la protección divina, al tiempo que se colocó una placa de madera que dice lo siguiente. 

"Tú que eres invocado en este viejo roble,
poderoso protector de este lugar,
consuélanos en nuestro dolor,
San Antonio, amigo del Buen Dios"
 
     Desde 1898 una valla, renovada en el 2000, rodea el roble para protegerlo. En julio de 1924, pasó a ser árbol notable de Bélgica y monumento catalogado en de abril de 1939. Pese a la protección divina, la imagen de San Antonio desapareció en el verano de 1970. Desde 1978 una cofradía, que exclusivamente custodia y pone el valor este viejo roble, le colocó las muletas metálicas y cambiaron las rejas. En 1981 y en 1991, se hizo un “hermanamiento” con otros robles históricos y en 1992 fue declarado patrimonio inmobiliario excepcional de la Región Valona, designándosele en 2015 como “Árbol Belga del Año”.
 
Las fotos modernas son de Jean-Pol GRANDMONT para Wikipedia, bajo licencia “Creative Commons Attriution-Share Alike 3.0 Unported”.
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viernes, 6 de octubre de 2023

El árbol del muro de Adriano

BEN MARTYNOGA, en The Guardian (05/10/23)
¿Qué sigue después de la tala ilegal de un árbol de 300 años en Gran Bretaña?
 
La semana pasada Gran Bretaña perdió una leyenda viviente. El venerable y muy venerado árbol sicomoro talado ilegalmente en Sycamore Gap, en el muro de Adriano, era una auténtica estrella de cine, ya que apareció en el éxito de taquilla de Hollywood Robin Hood: Príncipe de los ladrones. Era un árbol cargado de recuerdos. Un ser icónico con el que innumerables visitantes de cerca y de lejos sintieron una fuerte conexión. 
     Un aullido de angustia resonó desde este rincón escasamente poblado de Inglaterra donde se encontraba el árbol y que se extendió por todo el mundo. ¿Qué clase de tormento podría llevar a alguien a hacer tal cosa? Para colmo de males, al día siguiente se publicó el último informe británico sobre el estado de la naturaleza y nuevas noticias sobre la naturaleza bajo ataque sostenido y la vida silvestre en rápido declive. 
     Y todo esto inmediatamente después de que el gobierno del Reino Unido anunciara sus planes para aprobar nuevos proyectos de petróleo y gas en el Mar del Norte, al tiempo que frenaba las acciones cruciales necesarias para alcanzar el cero neto. En ese momento, nos enteramos de que las temperaturas promedio globales de septiembre batieron récords anteriores, por un margen realmente aterrador. No ha sido una buena semana. Pero volvamos al vandalismo de ese famoso y muy querido árbol. ¿Qué dice realmente sobre nuestra relación con el mundo no humano? ¿Y podría este lamentable interludio traer alguna semilla de esperanza? Volvamos a esas preguntas después de ver los titulares esenciales de esta semana.
     Ayer fui al muro de Adriano. En parte para contar una historia sobre cómo la tala del árbol en Sycamore Gap crea una apertura, literal y figurativa, a través de la cual podemos mirar con ojos nuevos los paisajes de las tierras altas de Gran Bretaña. Y en parte para presentar mis respetos al gigante caído, cuyo aroma dulce como la miel y sus hojas crujientes aún llenan esa famosa hendidura del paisaje.  
     Mientras estuve allí, conocí a Mike Pratt, director de la organización conservacionista local Northumberland Wildlife Trust. Como tantos otros, Pratt ve el crimen como una terrible evidencia de que demasiadas personas en la sociedad actual han perdido toda reverencia y comprensión por el resto del mundo viviente. "Si un árbol es lo suficientemente sagrado, nunca debería ser talado", afirmó. 
    También hablé con mi amigo Pete Leeson, que trabaja para Woodland Trust. Si bien compartía su preocupación, Pratt Leeson se centró en la luz positiva revelada por la efusión masiva de sentimientos. "Es sorprendente y brillante que tanta gente haya respondido con sus emotivas historias y sus recuerdos de ese fantástico árbol". 
     Leeson establece un vínculo directo entre esa potente respuesta emocional y la conexión profundamente arraigada que sienten los pueblos indígenas del Amazonas y más allá cuando sus bosques son asaltados. Si tiene razón en esto, los civiles del mundo industrializado no han olvidado o rechazado por completo todas nuestras conexiones con la matriz viva que sustenta todas nuestras vidas. Aún no.  
     Como observó William Blake en 1799 cuando escribió “el árbol que hace llorar de alegría a algunos es, a los ojos de otros, sólo una cosa verde que se interpone en el camino”, nuestra relación con la naturaleza siempre ha sido complicada. ¿Entonces, qué vamos a hacer? ¿Cómo podemos canalizar los sentimientos primarios que surgieron esta semana por el bien colectivo?  
     Aquí hay una sugerencia inmediata, al menos para aquellos del Reino Unido. Ya sea que viva en el centro de una ciudad, en un pueblo o en el campo, tiene la suerte de compartir su mundo con una gran cantidad de árboles veteranos, muchos de ellos antiguos, pasados por alto y genuinamente irremplazables. 
     Salga y busque uno en su vecindario. Conózcalo y luego regístrelo en el Inventario de árboles antiguos de Woodland Trust. Esta organización está haciendo esfuerzos para proporcionar a los árboles y otros apreciados elementos vivos de nuestros paisajes la protección legal que merecen y necesitan.  
     Pero, así como no existe una forma inmediata de reemplazar un árbol de 300 años, también debemos reconocer que no existen soluciones rápidas para la relación cada vez más tensa y distorsionada de la humanidad con el mundo viviente en general.  
     Dicho esto, el titular del reciente Informe sobre el estado de la Naturaleza del Reino Unido que ha recibido poca atención y podría ser el más importante de todos. Las acciones de conservación y reconstrucción funcionan. Cuando le damos una oportunidad a la naturaleza, ésta regresa con fuerza.

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lunes, 2 de octubre de 2023

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (HUELVA,
1881-1958)
Álamo blanco


Arriba canta el pájaro
y abajo canta el agua.
(Arriba y abajo,
se me abre el alma).

¡Entre dos melodías,
la columna de plata!
Hoja, pájaro, estrella;
baja flor, raíz, agua.
¡Entre dos conmociones,
la columna de plata!
(¡Y tú, tronco ideal,
entre mi alma y mi alma!)

Mece a la estrella el trino,
la onda a la flor baja.
(Abajo y arriba,
me tiembla el alma).

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