lunes, 16 de mayo de 2022

"Acercando mimbre a mi padre, aprendí", la memoria del bosque

YURI MILLARES
José Correa, cestero en La Gomera: “Acercando mimbre a mi padre, aprendí”
José Correa
 

El barrio donde vive y trabaja Pepe Correa –como lo conocen sus vecinos– tiene sus casas en el cauce alto del barranco de Vallehermoso, en torno a una ermita consagrada a una virgen marinera como es Nuestra Señora del Carmen: se llama Ingenio, nombre con reminiscencias de la caña de azúcar que, sin duda, crecía en sus fértiles tierras siglos atrás. “Acercándome a mi padre para darle mimbre fui aprendiendo”, explica en la puerta de su taller, de sólidas paredes aunque, recuerda, “antes no trabajábamos como ahora, en un cuarto; trabajábamos en un barranco que hubiera apenas sombra, no había dónde meterse uno”. Como su padre, artesanía y agricultura (papas, millo, naranjas, manzanas, viña) han llenado una larga vida de laboriosa actividad en un pasado cercano más propicio a estas tareas.
      El mimbre crece en un estrecho y discreto cauce que conoce como barranco del Carmen, por el que se adentra caminando en el mismo borde por un sendero que permite ver las ranas saltar y esconderse en las charcas más hondas, en cuanto oyen pasos acercarse. El camino pasa junto a huertas de papas y, tras un paso estrecho, desciende con cuidado a sus mimbreras, que cuida y atiende para obtener de ellas la materia prima de, por ejemplo, grandes cestos de vendimia, con capacidad para 50 kilos de uva, que los agricultores de la isla le han comprado, tradicionalmente, durante décadas.

Ramas gruesas

      De los troncos de los mimbres corta las ramas más gruesas empleando unas tijeras de podar de gran tamaño; con otras más pequeñas corta las ramas más finas. La poda que realiza sirve tanto para coger varas, como para limpiar la mata y que siga dando buen material con el que trabajar. Y si se trata de plantar una nueva mimbrera, sólo tiene que enterrar una vara en la húmeda tierra: no tardará en echar raíces y ponerse a crecer. Las varas que corta para trabajar, en cambio, las lleva un poco más abajo en el mismo barranco, a un lugar más accesible que la enmarañada mimbrera. Aquí pone las varas, amarradas y de pie, en el agua que circula limpia y fresca. Cuando empiezan a aparecer raíces entre el agua y vuelven a retoñar las varas, José Correa las pela y traslada a su taller.
     Para cortar espera a los días del “menguante de febrero o de marzo. Aunque a la mimbrera no le pasa nada por cortarla en creciente (ella retoña igual), la mimbre no sirve: la que uno se lleva así se parte (para la parte de alrededor, a lo mejor se puede usar, pero para el remate y el asa no se puede, porque al retorcer se parte)”.

Negra, dura menos

     El mimbre que da forma a sus cestos lo pela, dura más y es más bonito. “Si es negra, la mimbre dura menos”, afirma, “es sin pelar y se pica más pronto”, añade. Él defiende las ventajas de sus cestos de vendimia o, más pequeños, los de fruta, frente a los baldes: “En la agricultura hace falta, porque usted va a coger un poco de fruta y, aunque esté mojada, la cesta bota el agua. En el balde no, se queda toda mojada y se arde más porque no le entra aire”. Conocedor del cada vez menor uso que la cestería tiene en la agricultura, con o sin baldes, le busca y ofrece otros usos: “Para maceta y que no se vea más que la flor, para revistero, para coger lapas”.

Trapo mojado

     Pepe Correa recuerda que antes, en los veranos, cuando la cesta que se está haciendo se pone “bronca”, había que humedecerla y “no había más que un trapo mojado o un saco”. Ahora tiene una “máquina” que la rocía con agua y vuelve a tenerla mojada para trabajar mejor.

1. En agua

Antes de empezar, hay que poner el mimbre sumergido en agua, para que se ablande. Si es mimbre negra, 12 a 15 días; si es mimbre blanca, basta de un día para otro. “Si, por casualidad, está haciendo una cesta y se va a quedar a medias, pone un poco mimbre y lo tapa con un saco, calienta agua en un caldero y se la bota encima: así se amorosa”.

2. La cruz y el fondo

Ya puesto a hacer una cesta, coloca unas varas entrecruzadas en el suelo formando una estrella. Es lo que llama “hacer la cruz” para preparar el “fondo”.

3. Arco para las paredes

Hecho el fondo, puede levantar las tiras radiales sobre las que tejerá las paredes. Pone un arco (aro de alambre) para sujetar el mimbre en la forma que tendrá la cesta y comienza a “levantar”.

4. Remate y asa

Para terminar, hace el “remate” (borde de la cesta), retorciendo y enlazando entre sí las varas que venían del fondo. Según las asas que lleva, deja algunas de esas mismas tiras del fondo que retuerce con este fin.

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