domingo, 20 de diciembre de 2020

Los gigantes de la Hoya del Morcillo, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing.Téc. Forestal
El Pino Gordo y el Pino Viejo, los gigantes de la Hoya del Morcillo

Venía a decir el pintor naturalista Lucas de Saá en una entrevista realizada en este medio, PELLAGOFIO, que lo que diferencia la autenticidad y la belleza de un bosque radica en la diversidad de formas de cada uno de sus individuos. Sin duda el encanto y el atractivo de un bosque resultan imperceptibles si todos los árboles se asemejan más a un ejército de clones vegetales. El factor tiempo resulta, pues, determinante para la metamorfosis forestal, pero además en esta impronta particular intervienen otra serie de factores: la ubicación, la perturbación (natural o inducida) y la propia genética forestal.
     El pinar canario constituyó una importante fuente de subsistencia; además de maderas y leñas, este ecosistema también proporcionó numerosas tierras de cultivo, explotadas bajo la licencia de los señoríos insulares en islas como El Hierro. Como consecuencia de ello, y especialmente en las zonas más aplaceradas, se creó un intrincado mosaico de restos de pinar natural con amplios claros o calveros.
     La explotación de estos terrenos para el cultivo de cereales y papas comenzó a decrecer a mediados del pasado siglo XX, de hecho la última vez de la que se tiene constancia que se aró la zona de la Hoya del Morcillo, allá por el año 1962, viene prácticamente a coincidir con las primeras repoblaciones llevadas a cabo por la Administración Forestal. Muchos de los antiguos terrenos de cultivo fueron reforestados con pino canario –siempre con origen genético de Tenerife– desarrollándose parcelas con alta densidad, lo que ha impedido en gran parte la regeneración natural del pinar bimbache. 

El pino viejo se caracteriza por una fuerte inclinación hacia el este 
     La zona recreativa de la Hoya del Morcillo, una de las más extensas de Canarias, se localiza dentro del Parque Rural de Frontera, en el joven municipio de El Pinar. Sus antiguas zonas agrícolas no llegaron a repoblarse, existiendo hoy extensos descampados que prestan sus servicios para el ocio: zonas de acampada, fogones y cocinas, campo de fútbol, área de juegos infantiles, pistas de petanca y hasta terreros de luchas con marcadores rústicos y lavabos de madera.

El centenario con más ramas
     
Entre los restos de pinar natural que rodean este equipamiento público perviven dos individuos singulares de morfologías irrepetibles, nos referimos al Pino Gordo (27º 42´51″ N y 17º 59´ 44″ W) y al Pino Viejo (27º 42´ 49″ N y 17º 59´ 45″ W). Imaginamos un pasado en el que ambos ejemplares, separados apenas 90 metros, sobresalían sobre un paisaje donde sólo unos pocos y respetados “árboles padre” rompían la monotonía de los campos de cultivo. Sin duda, con el tiempo esta perturbación inducida terminó por definir sus crecimientos y morfología evolutiva.
    
El Pino Gordo del Morcillo es posiblemente uno de los centenarios Pinus canariensis que más ramas bajas conserva. Se trata de un tremendo ejemplar cuyas dimensiones ridiculizan la escala del mobiliario rústico que se dispone junto a su base. Por su aspecto deducimos que este soberbio árbol vivió prácticamente en solitario durante muchos años, recibiendo continuos “baños de luz”. Sus ramas bajas serpentean en el aire, sobre todo en la cara sureste, concediéndole una estampa sin igual. En vertical, se ramifica a tres metros, en tres imponentes pernadas que tocan cielo a una altura de 35 metros. El radio de copa es ancho, próximo a los 10 metros, mientras que su perímetro (a 1,30 m) ronda los 6 metros.
    
Por su parte el Pino Viejo, con 30 metros de altura, presenta un aspecto muy diferente. Dicho árbol se caracteriza por la fuerte inclinación hacia el este que presenta su fuste. Al parecer no siempre fue así, ya que a dos metros de altura queda el hueco de inserción de una gruesa rama que partía hacia el oeste. Es muy probable que este enorme pino tuviera la competencia de otros individuos en dirección oeste, mientras que hacia el este el territorio se encontraba despejado, seguramente por coincidir con tierras de labor. Esta circunstancia provocó su carrera hacia la dirección de salida del sol.
    
Sorprende también su particular sección acuminada, como si fuera el lomo de un Triceratops, así como su grotesca y a la vez majestuosa copa donde las henchidas ramas describen geometrías y trazos rectilíneos. Su radio de copa es muy amplio, mientras que su perímetro, sobre los cinco metros, es sólo un poco inferior al del Pino Gordo.
    
A juzgar por sus topónimos, el Pino Viejo parece tener menor superficie foliar, con débiles rebrotes en muchas partes y también piñas de reducido tamaño. Es posible que el Pino Viejo tenga algo más de edad, pero a buen seguro entre ambos sumen más de mil años, pudiendo perfectamente pertenecer al distinguido elenco de los árboles prehispánicos de Canarias.
    
Ambos ejemplares comparten en común el hecho de acumular acículas secas (pinocha o pinillo, según la provincia canaria) atrapadas en sus ramas altas. Dicha circunstancia, así como carecer de cortezas negruzcas, delatan que llevan mucho tiempo escapando de los incendios. Incendios con fatales consecuencias.
     
Los incendios forestales han traído fatales consecuencias para los ejemplares adultos de esta isla. A los daños biomecánicos causados por el fuego, más intensos si logra penetrar a la tea interior, suelen asociarse los ataques de la defoliadora Calliteara fortunata, oruga de vivos colores azules y rojizos más conocida como “lagarta del pinar”. Tras los incendios de 1990 y de 2006 han perecido muchos pinos centenarios, la supervivencia de los que fueron mordidos por el fuego constituye un admirable fenómeno de desafío y resistencia.
    
Tan digna de aplaudir como interesante es la iniciativa del Proyecto Nisdafe, buscando catalogar y salvaguardar los viejos centenarios bimbaches, así como estudiar y conservar su genética.
    
En el Área Recreativa de la Hoya del Morcillo el olor de los fogones se mezcla con los aromas resineros del pinar, pero ha sido precisamente este uso público y sus cortafuegos funcionales los que han protegido del fuego a nuestros dos gigantes. Si tienes oportunidad no dejes de tumbarte bajo ellos y déjate llevar por la especial tranquilidad del momento, eso sí, ten cuidado con los cuervos que seguro que se te aproximan, no vienen a por ti porque estés inmóvil, vienen a pedirte comida porque últimamente están hechos unos revoltosos, atrevidos y confianzudos animalitos.
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