El braquichito rebelde
Junto a la Estación Universidad (Málaga) hay
una higuera y un azufaifo. Una simpática pareja de orígenes
orientales, que llevan conviviendo con nosotros muchos siglos. Sus
frutos han formado parte de la dieta de nuestros ancestros y de los
asientos de nuestras culturas. Era la pareja perfecta que rodeaba
cualquier pueblo o morada campesina. Las azofaifas y los higos y
brevas garantizaban la dosis vitamínica suficiente de las familias
durante todo el año. Entre ellos comentan que nunca vieron un Junio
tan caluroso, dando la razón a los datos de la Agencia Americana de
Medio Ambiente que acaba de publicar que ha sido el mes dedicado a
Juno en el que nuestro planeta, en sus mares y continentes, ha
sufrido más altas temperaturas medias desde que se tienen registros,
es decir al menos en estos últimos 140 años. Como no cambie la
cosa, comenta la higuera, me veo dando cabrahigos. Por su parte, el
azofaifo le replica que estando cuajado de frutos presiente que
madurarán demasiado pronto, antes de que retornen del norte las aves
que se encargan de diseminar sus semillas.
Debéis ser optimistas, les comento,
habéis sobrevivido a peores momentos. Entonces me señalan a un
braquichito de hojas de arce que cercano a ellos ha sido talado en
pleno centro del inteligente Campus, para mayor gozo de quienes
desean aparcar sus coches. El árbol de fuego se ha revelado ante tal
mutilación, y ha rebrotado de su tocón con fuerza inusitada. Lo ves,
me incide el azofaifo, a pesar de su fuerza está condenado a
desaparecer. Esa es la diferencia entre la Ley de la Naturleza y la
condición humana. Entonces la higuera me cuenta la historia de un nogal de Pakistán que lleva encadenado desde hace más de un siglo,
siendo el reo más antiguo que la humanidad ha conocido. La razón
fue que un oficial británico en sus delirios de paranoia etílica
pensó que era perseguido por el árbol al sentir la agitación de
sus ramas. En su sobervia humana no dudó en condenarlo a estar
encadenado de por vida. Al igual que a nuestro braquichito, es el más
representativo monumento a la estupidez con la que la humanidad trata
a la Naturaleza. Que Agosto se apiade de todos.
Foto: Angel Enrique Salvo Tierra |
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