TEJO VIBOREROS
Calar del Río Mundo (Albacete)
Soy el tejo, el Tejo Viboreros, el más viejo del Calar del Río Mundo, vivo a más de 1.500 m. de altitud. Soy varón, maduro, fértil, tengo una larga historia y reivindico para mi raza una cultura de paz. Pero corren malos tiempos, porque sé que en los alrededores apenas quedamos quince tejos. Cuando yo nací, ¡quién sabe cuándo!, mi familia era muy numerosa.
Para quienes no conozcan el Calar diles que deben pensar en esa superficie de la luna, llena de cráteres -torcas-, pero con hoyos más moderados. Estos hoyos los crea la combinación del agua de lluvia y el CO2, que juntos desgastan las rocas formando huecos y provocando el hundimiento de techos y paredes de cavernas. El río Mundo, al que has visto surgir de un agujero en la pared de la roca, nace de estos riachuelos subterráneos. Es un ciclo incalculable en vuestro modo de sentir el tiempo.
El geógrafo andalusí Al-Zuhri, en el siglo XII, escribe a propósito del nacimiento del Río Mundo, afluente del río Segura:
«En aquel paraje hay un monte que tiene en su cima una enorme peña que se eleva en el aire como una milla desde el suelo, y en la cúspide de este peñasco se halla una gran cueva de donde brota un manantial, elevándose su agua por el aire diez brazas y volviendo a caer sobre aquella misma roca, oyéndose un estruendo desde muy lejos, como si fuera el retumbar del trueno».
Desde mi torca o dolina, como les gusta decir a otros, no puedo divisar a mis congéneres pero los conozco bien, los siento, me comunico con ellos, y sé que, lentamente, nos estamos recuperando en número, pero los hombres deberían proteger del ganado pequeños núcleos para que prosperen los tejos más jóvenes. Ayer ya te sentí, conociste a mi bien amada, la teja de la torca de al lado. Hoy has vuelto y me has conocido a mi. Imagino que la confundiste conmigo... ¿no?. ¿Qué buscas? -mientras yo quería decirle que sólo buscaba mi paz en los árboles, el prosiguió-. Me dices que mide cuatro metros de circunferencia..., no es tan grande como yo, que mido ocho, pero también es enorme.
En estas jugosas torcas tenemos nuestras profundas raíces porque tienen buenos
limos, guardan bien el agua de las nieves y nos protegen de los
vientos. Las torcas nos han cuidado y nos han permitido procrear
numerosos hijos, aunque el ganado se los come.
¿Me preguntas por los hombres? Sois, junto al ganado, el otro contratiempo. O... ¿vais juntos, hombre y ganado? Hasta ahora apenas había visto gentes, sólo algunos pastores que no dudaban en echar el día bajo mi copa. Eran gente sencilla y frugal, casi tanto como yo, que buscaba en su ociosidad, la paz y la protección bajo mis ramas. Ahora acuden a mí cientos de personas que apenas se repiten, no buscan mi paz, y, ¿para qué buscas un árbol si no es para buscar tu paz?.
¿Cuál es tu árbol de paz?, -me preguntó-. No dije nada, me quedé pensando en esos pequeños árboles que he ido plantando -muy pequeños todavía-, mientras él prosiguió... Hasta las historias que cuentan esas gentes son diferentes. Bien es verdad que ya no les oigo historias como que quieren cortarme tal rama o tal pie... pero no tienen cuidado con mis raíces, las pisan para abrazarme -¡qué moda!-, se hacen fotos conmigo, deambulan a mi alrededor y apenas permanecen unos minutos y no vuelven mas.
¿Acaso preferías las visitas de las gentes de otro tiempo? - me preguntarás-. No lo se. Las gentes de otro tiempo repetían sus visitas, invierno y verano, apenas hablaban pero pasaban el día conmigo. Volvían y les veía cambiar el rostro y los amigos. Después ya no los volvía a ver, oía que habían partido donde todos iremos. Y ahora, cuando bajes, diles algo a los hombres para que nos tengan en cuenta.
Pero el viejo tejo no sabía que yo no puedo hacer nada, que este mundo es incontrolable. Bajé despacio relajado y disfrutando del sudor y del esfuerzo, pensando en esas vidas ancladas en un lugar del monte.
Calar del Río Mundo (Albacete)
Soy el tejo, el Tejo Viboreros, el más viejo del Calar del Río Mundo, vivo a más de 1.500 m. de altitud. Soy varón, maduro, fértil, tengo una larga historia y reivindico para mi raza una cultura de paz. Pero corren malos tiempos, porque sé que en los alrededores apenas quedamos quince tejos. Cuando yo nací, ¡quién sabe cuándo!, mi familia era muy numerosa.
Para quienes no conozcan el Calar diles que deben pensar en esa superficie de la luna, llena de cráteres -torcas-, pero con hoyos más moderados. Estos hoyos los crea la combinación del agua de lluvia y el CO2, que juntos desgastan las rocas formando huecos y provocando el hundimiento de techos y paredes de cavernas. El río Mundo, al que has visto surgir de un agujero en la pared de la roca, nace de estos riachuelos subterráneos. Es un ciclo incalculable en vuestro modo de sentir el tiempo.
El geógrafo andalusí Al-Zuhri, en el siglo XII, escribe a propósito del nacimiento del Río Mundo, afluente del río Segura:
«En aquel paraje hay un monte que tiene en su cima una enorme peña que se eleva en el aire como una milla desde el suelo, y en la cúspide de este peñasco se halla una gran cueva de donde brota un manantial, elevándose su agua por el aire diez brazas y volviendo a caer sobre aquella misma roca, oyéndose un estruendo desde muy lejos, como si fuera el retumbar del trueno».
Desde mi torca o dolina, como les gusta decir a otros, no puedo divisar a mis congéneres pero los conozco bien, los siento, me comunico con ellos, y sé que, lentamente, nos estamos recuperando en número, pero los hombres deberían proteger del ganado pequeños núcleos para que prosperen los tejos más jóvenes. Ayer ya te sentí, conociste a mi bien amada, la teja de la torca de al lado. Hoy has vuelto y me has conocido a mi. Imagino que la confundiste conmigo... ¿no?. ¿Qué buscas? -mientras yo quería decirle que sólo buscaba mi paz en los árboles, el prosiguió-. Me dices que mide cuatro metros de circunferencia..., no es tan grande como yo, que mido ocho, pero también es enorme.
Excursionistas sin cuidado, ¿sólo importa la foto? |
La vecina teja |
¿Me preguntas por los hombres? Sois, junto al ganado, el otro contratiempo. O... ¿vais juntos, hombre y ganado? Hasta ahora apenas había visto gentes, sólo algunos pastores que no dudaban en echar el día bajo mi copa. Eran gente sencilla y frugal, casi tanto como yo, que buscaba en su ociosidad, la paz y la protección bajo mis ramas. Ahora acuden a mí cientos de personas que apenas se repiten, no buscan mi paz, y, ¿para qué buscas un árbol si no es para buscar tu paz?.
¿Cuál es tu árbol de paz?, -me preguntó-. No dije nada, me quedé pensando en esos pequeños árboles que he ido plantando -muy pequeños todavía-, mientras él prosiguió... Hasta las historias que cuentan esas gentes son diferentes. Bien es verdad que ya no les oigo historias como que quieren cortarme tal rama o tal pie... pero no tienen cuidado con mis raíces, las pisan para abrazarme -¡qué moda!-, se hacen fotos conmigo, deambulan a mi alrededor y apenas permanecen unos minutos y no vuelven mas.
¿Acaso preferías las visitas de las gentes de otro tiempo? - me preguntarás-. No lo se. Las gentes de otro tiempo repetían sus visitas, invierno y verano, apenas hablaban pero pasaban el día conmigo. Volvían y les veía cambiar el rostro y los amigos. Después ya no los volvía a ver, oía que habían partido donde todos iremos. Y ahora, cuando bajes, diles algo a los hombres para que nos tengan en cuenta.
Pero el viejo tejo no sabía que yo no puedo hacer nada, que este mundo es incontrolable. Bajé despacio relajado y disfrutando del sudor y del esfuerzo, pensando en esas vidas ancladas en un lugar del monte.
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