BASAJAUN
El señor del bosque
Con igual treta logró San Martinico averiguar cómo el basajaun hacía la soldadura de dos piezas de hierro. Esto ocurría en Cortézubi. Para saberlo mandó anunciar en la región que él había descubierto el procedimiento para soldar el hierro con el acero. Entonces el basajaun preguntó al anunciante: "¿es que San Martinico asperjó con agua arcillosa ambas piezas?" - No lo hizo, pero ya lo hará" - contestó el pregonero. Y así, utilizando como fundente la arcilla con agua, San Martinico logró la soldadura del hierro, técnica que luego se propagó por los pueblos.
En la región de Sara cuentan que el eje del molino de San Martinico era de roble y se quemaba pronto inutilizándose para el trabajo. En cambio, el del molino del basajaun duraba mucho. San Martinico mandó anunciar que su molino funcionaba ya sin desmayo. "Eso quiere decir que le ha puesto eje de aliso" comentó el basajaun. - "Se lo pondrá" - contestó el pregonero. Desde entonces, gracias al ardid de San Martinico, los hombres pudieron empezar a beneficiarse de los molinos en todo el mundo."
El señor del bosque
En el folclore vasco es muy conocido
este ser mitológico, un genio, que, como su nombre indica es euskera, es el
señor de los bosques, el señor salvaje dueño de los bosques de
Vasconia. Es el protector del bosque y de la naturaleza en general.
Su morada está en lo más profundo de los bosques o en cavernas
situadas en lugares prominentes. Tiene un enorme cuerpo de forma
humana, cubierto de pelo. Su larga cabellera le llega hasta las
rodillas, cubriendo casi todo su rostro, su pecho y su vientre. Uno
de los pies es de forma humana, pero el otro tiene planta circular,
como una gran pezuña. Algunas tradiciones orales también se
refieren a la Basandere, compañera femenina del Basajaun y de
similar aspecto y comportamiento.
Este ser mitológico tiene su correspondiente réplica a lo largo del Pirineo, concretamente en los valles de Tena, Ansó y Broto, donde recibe los nombres de Basajarau, Bonjarau o Bosnerau.
Este ser mitológico tiene su correspondiente réplica a lo largo del Pirineo, concretamente en los valles de Tena, Ansó y Broto, donde recibe los nombres de Basajarau, Bonjarau o Bosnerau.
Basajaun cuida también de los
rebaños, por lo que, cuando se acerca la tormenta da enormes
aullidos para que los pastores pongan a resguardo sus animales.
También los protege de los lobos. Cuando las ovejas perciben que el
genio está cerca hacen sonar sus cencerros, y así los pastores
pueden estar tranquilos porque ese día, o esa noche, saben que el
rebaño estará protegido de los lobos. A cambio, los Basajaun
reciben como tributo un trozo de pan que recogen mientras los
pastores duermen.
A veces es representado como un ser
terrorífico, de carácter maligno, dotado de fuerza colosal y
agilidad extraordinaria.
Esta versión terrorífica es la que
se refleja en la novela "El guardián" de Lourdes Redondo. En la novela los
periodistas dan ese nombre al asesino en serie que aterroriza al
valle del Baztán. Amaia, la inspectora de policía, la heroína,
nunca ha estado de acuerdo con ese nombre que se le da al asesino
porque contradice la mayoría de las versiones que se dan de
Basajaun como ser protector. Ella incluso llega a vislumbrar a Besajaun, por quien es
ayudada. A lo largo de las tres novelas es repetidamente nombrado y el concepto de benefactor y protector tanto del hombre como del bosque se va acentuando.
En otros relatos populares los basajaun aparecen como los primeros agricultores, herreros y como los primeros molineros, son maestros en
todos estos oficios y fue el civilizador
Martintxiki o San Martinico quien, mediante argucias, les arrebató
los secretos para divulgarlo a la humanidad.
Itsas nos cuenta en su blog sobre "MITOLOGÍA VASCA"...
"En efecto, los basajaun
cultivaban el trigo en la montaña de Muskia, sita en Atáun. Un
hombre valeroso -San Martinico-, amigo de ellos, fue a visitarlos en
su caverna. Llevaba calzado muy ancho con toda intención. Como viese
allí montones de trigo apilado, apostó con los basajaunes a ver
quién los atravesaba mejor, de un salto, sin tocar ningún grano del
cereal. Los basajaunes los atravesaron fácilmente; pero San
Martinico cayó en el centro de un montón, donde sus albarcas se
llenaron de trigo.
Luego se despidió de los
"señores salvajes" y se dirigió hacia el valle. Pronto
los basajaun se dieron cuenta de que San Martinico llevaba granos de
trigo en su calzado y lanzaron contra él un hacha, su arma
arrojadiza. Esta se metió en el tronco de un castaño del término
Mekolalde sito en San Gregorio (Atáun), distante un kilómetro de la
cueva de Muskia, y no alcanzó a San Martinico que ya se había
alejado algo más.
Ya tenían, pues, los hombres
semilla de trigo; pero no sabían cuándo sembrarla. Acercándose un
día San Martinico a la cueva de los basajaunes, oyó cómo uno de
éstos cantaba:
"Si los hombres supieran esta
canción,
bien se aprovecharían de ella:
al brotar la hoja, siémbrese el
maíz;
al caer la hoja, siémbrese el
trigo;
por San Lorenzo, siémbrese el
nabo".
En consecuencia, San Martinico
sembró su semilla de trigo en otoño y obtuvo en verano la primera
cosecha de este cereal, cuyo cultivo y el uso del pan se extendieron
luego por el mundo.
Gracias también a un ardid,
consiguió San Martinico arrancar al basajaun el secreto de la
fabricación de la sierra, según relatos de la región de Oyarzun.
El basajaun fabricaba sierras
en su taller; no así San Martinico, que carecía de un modelo para
ello. Deseando éste conocer el secreto, envió a su criado a
anunciar en el pueblo que San Martinico había fabricado la sierra.
Al oír esto el basajaun, le preguntó: ¿es que tu amo ha visto la
hoja del castaño?
-No la ha visto, pero la verá-,
contestó el criado, que luego refirió a San Martiniko lo sucedido.
San Martiniko vio la hoja dentada del castaño y labró, a su estilo,
una lámina de hierro.
De noche fue el basajaun a la
herrería de San Martinico para comprobar si éste había fabricado
alguna sierra. Al encontrar allí una, le torció alternativamente a
uno y otro lado los dientes, queriendo así inutilizarla. Pero con
ello mejoró la herramienta: ahora estaba triscada y no se agarrotaba
como le ocurría antes y les ocurría a las del basajaun. Desde
entonces se propagó el uso de la sierra por el mundo.
Con igual treta logró San Martinico averiguar cómo el basajaun hacía la soldadura de dos piezas de hierro. Esto ocurría en Cortézubi. Para saberlo mandó anunciar en la región que él había descubierto el procedimiento para soldar el hierro con el acero. Entonces el basajaun preguntó al anunciante: "¿es que San Martinico asperjó con agua arcillosa ambas piezas?" - No lo hizo, pero ya lo hará" - contestó el pregonero. Y así, utilizando como fundente la arcilla con agua, San Martinico logró la soldadura del hierro, técnica que luego se propagó por los pueblos.
En la región de Sara cuentan que el eje del molino de San Martinico era de roble y se quemaba pronto inutilizándose para el trabajo. En cambio, el del molino del basajaun duraba mucho. San Martinico mandó anunciar que su molino funcionaba ya sin desmayo. "Eso quiere decir que le ha puesto eje de aliso" comentó el basajaun. - "Se lo pondrá" - contestó el pregonero. Desde entonces, gracias al ardid de San Martinico, los hombres pudieron empezar a beneficiarse de los molinos en todo el mundo."
Basajaun junto con Tarttalo y los
Gentiles (o Jentil), forma parte del grupo de gigantes de montaña en
la mitología vasca.
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