Viendo a un árbol caer, cual si
arrancado
por fuerte viento o por el hierro
fuera,
y a su excelso despojo en tierra echado
y esparcido, y su débil raíz fuera,
vi otro, que por objeto me había dado
Amor -y por Euterpe y Caliope, era
yo el sujeto-, que a mi se había
enroscado
como al muro o al tronco enredadera.
Aquel laurel en el que hacían nido
mis suspiros y ardientes pensamientos,
que no lograron agitar su fronda,
en el albergue fiel al que han subido
echa raíces y a él tristes acentos
llegan aún, y no hay quien les
responda.
Traducción Ángel Crespo
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