ÁNGEL MARÍA GARIBAY (México, 1892-1967)
El oyamel
Glauca en las cumbres tu ojival cabeza,
cual arpa al viento, sin cesar se mece;
mitos ocultos murmurar parece,
o que, piadosa, sin cansarse reza.
Del huracán se burla tu firmeza,
tu plumígera fronda se estremece,
y, ni al invierno, ni al ardor perece,
azul e inmóvil, muere como empieza.
Todo eres bello; por ti sube el alma
a otras alturas y en la paz reposa
que tu frondoso tremular destila.
Pero es más bella la profunda calma
de un ataúd, hecho de ti, en la fosa
que el dolor abre y el amor vigila.
El oyamel
Glauca en las cumbres tu ojival cabeza,
cual arpa al viento, sin cesar se mece;
mitos ocultos murmurar parece,
o que, piadosa, sin cansarse reza.
Del huracán se burla tu firmeza,
tu plumígera fronda se estremece,
y, ni al invierno, ni al ardor perece,
azul e inmóvil, muere como empieza.
Todo eres bello; por ti sube el alma
a otras alturas y en la paz reposa
que tu frondoso tremular destila.
Pero es más bella la profunda calma
de un ataúd, hecho de ti, en la fosa
que el dolor abre y el amor vigila.
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