viernes, 9 de enero de 2015

GUILLLERMO NARVÁEZ FDEZ. (Badajoz)
Campos de encinas

Sobre la piel recia y parda, sin riegos,
brotan los mantos de verde esmeralda;
las viejas encinas bordan, clavadas,
el bosque extremeño, en calma y sosiego.
Flores menudas, alfombras vivientes,
que en manchas rosas, amarillas, blancas ...
lejos se esparcen; vaivenes les marcan
soplos de vientos, con besos calientes.

Fino plumaje, dorado, que esconde
coro de grillos con trinos de flauta;
ecos punzantes, cercanos, que engañan;
pasos sin rumbo, en ramajes de bronce.

Campos de aroma a tomillo y romero,
bajo sus cielos con soles en llamas;
fríos, lloviznas, tormentas y escarchas;
noches de duendes, plegarias y rezos.
Venas de hierro en la encina extremeña;
brazos retuertos, que portando savia
de raíz en garras, por resecas ramas,
nutren copones de hojas verdinegras.

Graba recuerdos el campo extremeño
entre sus palios de encinas salteadas.
Llora un misterio, con dulce balada,
cuando, al ocaso, se muere el sol...  lejos.

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