viernes, 5 de septiembre de 2014

EPIFANIO MEJIA (Colombia, 1838-1913)
Las hojas de mi selva


Las hojas de mi selva
     son amarillas
y verdes y rosadas ...
    ¡Qué hojas tan lindas
    Querida mía!
¿quieres que te haga un lecho
    de aquellas hojas?

De bejucos y musgos
    y batatillas
formaremos la cuna
    de nuestra Emilia:
    cunita humilde
remecida a dos manos
    al aire libre.

De palmera en palmera
    las mirlas cantan,
los arrollos murmuran
    entre las gramas
    !Dulce hija mía!
duerme siempre al concierto
    de aguas y mirlas.

Gallinetas reales
    de canto dulce
guardan en la hojarasca
    huevos azules…
    perlas del bosque
que lleva a los altares
    la gente pobre.

Los altivos monarcas
    en sus palacios
con diamantes adornan
    los mismos cuadros.
    Hija, !sé libre!
busca siempre la choza
    del hombre humilde.

En mi selva penetran
    del sol los rayos,
mariposas azules
    pasan volando;
    sobre sus alas 
brilla el blanco rocío
    de la mañana.

Siete-cueros, uvitos
     y amarrabollos
de botones y flores
     visten sus copos,
     de ramo en ramo
los cupidos al aire
     vuelan libando.

Por angostos caminos
     de tierra y hojas
pasan negras hormigas
     unas tras otras,
     para sus casas
llevan verdes hojitas
     en sus espaldas.

Sobre campos de flores
    revolotean
susurrando apacibles
    rubias abejas,
    miel exquisita
en el hueco de un árbol
   todas fabrican.

Entre dragos y dragos,
    chilcos y chilcos
las arañas pasando  
    tienden sus hilos,
    fabrican nuevas…
!Maquinistas de Europa,
    Venid a verlas!

Entre cedros y robles
    de verdes copas
el yarumo levanta
    las blancas hojas;
    patriarca anciano
que en trono de esmeraldas
    vive sentado.

Adorno de los campos,
Yarumo blanco
    flores humildes
que nacéis en mi selva,
    solas y libres;
    la noche os riega,
el sol os ilumina,
    nutre y calienta.

Oasis escondidos
    bajo las palmas
olorosos jardines
    de mis Montañas:
    para mi esposa,
para mi dulce Emilia,
    tejed coronas.

En las frentes altivas
    de las Cleopatras,
resaltan sobre el oro
    las esmeraldas.
    Hija sé buena;
busca siempre las flores
    que hay en mi selva.
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