jueves, 12 de junio de 2014

DENITH URANGO TUIRÁN (Colombia)
Teka

El Ganges lloró tu partida
Y tu al sacro río le dejaste tu lloro,
entonces guerrero, cabalgando sin caballo
una distancia de tabaco y medio
y de tabaco y medio mil veces más
sembraste tu pie extraño
donde antes un polvillo vivió
o donde una ceiba le gritó al viento.

Trajiste adheridos a tus grandes hojas
la cúpula de los arcaicos templos,
en tus raíces viene
la tierra milenaria de la India
y en tu tronco los númenes
muestran sus rostros desconcidos.

Y fue grandioso el encuentro
del árbol de la diosa de cien brazos
con la tierra de la diosa de un solo seno:
Siva y Manexca aunque lejanas
suben por tu sabia,
hablan en el susurro de tus hojas
y unidas en ti, catedral verde,
bendicen el suelo de la sinuanía.

Te he visto palpitante.
Majestuoso a un beso del viento,
tu quietud de estatua viva,
me ha inquietado,
a veces quiero sentarme a tu pie
para que me cuentes
todo lo que de tu tierra
trajiste en la memoria;
otra quiero tocar la flauta mágica
para que despierten las serpientes dormidas
que trajiste en tus vetas.

Llegaste a este suelo
huérfano de sus árboles nativos,
la epopeya de los árboles es indescribible
y tú, conquistador, viniste a plantarte,
a ocupar el sitio de ellos,
a vivir la misma epopeya.
Ahora, oh teka,
se configura otro paisaje con tu estatura,
tu verde índigo
se amalgama con el verde sinuano
con la brisa del río
con la ondulada sabana
con la sequedad de enero
y la ternura invernal de mayo.

Oh teka
ahora eres árbol de estos mil caminos,
más tarde en mil caminos más estarás.
Oh teka, teka
hermana negra, hermana amarilla, hermana roja,
un día de éstos
no quiero que tu estatura inerte esté
dentro de tu cadáver,
undía de éstos mejor sería que mi polvo
para el biestar de esta tierra huérfana
sea sostén de una planta nativa
y tu semilla extraña
le den otra armonía a la alegría perdida.
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