LUPO HDEZ. RUEDA (Rep. Dominicana, 1930)
Definición del árbol
I
Es natural que el árbol abandone su cuerpo.
Mariposa de tránsito, venturoso existir
de la hebra pura,
el árbol que yo canto es una débil llama,
un alma vegetal que se elabora apenas.
Herida por el goce la savia,
donde habita,
desnuda la corriente de su madera toda
para que un mar posible de sombras la sitúe.
El árbol sabe entonces,
que la raíz de aire de sus ramas
asciende, sostenida en atinada claridad de sombras,
de otra raíz oculta.
II
Canto el árbol a solas
en la sangre,
el árbol que se escapa
por la herida del cuerpo.
Canto el árbol azul de la ignorancia
que me recorre entero,
árbol de sombras sólo,
de oscuridad exacta.
Canto para cantarme,
para cantar el árbol en que habito,
la dulce morada solitaria
del cuerpo que me tiene.
Canto porque deseo,
porque quiero vivir, amar,
andar libre,
sin peso por el árbol.
III
Cuando ama el árbol se deshace, huye,
proclama su levedad de hojas,
publicación de verdes regalados o canción diluida,
deleite de su rama carnal,
de su escondrijo de azuladas raíces en espera.
Cuando ama el árbol se diluye
en alegre corriente de la madera dulce.
Cuando ama el árbol del amor...
Hueco de soledad que te pronuncia a solas,
quizás, el árbol del amor duerme en olvido,
en apretada soledad más pura.
Porque el oro de mi risa no basta para llenar su límite,
se abre como un sol
para ofrecerse entero cuando ama,
el árbol del amor.
IV
Hay almas que no mueren en las hojas del canto
aunque no encuentren otra manera posible de escapar,
aunque no exista otro refugio,
apetecido vaso, ardido recipiente,
olorosa unidad de carne viva que ocupe su lugar,
su desmedido espacio, porque una muerte existe
en cada hoja vacía de sustancia,
y una huidiza llama.
Hay almas que se pudren en las hojas del
(cuerpo por su origen oscuro,
porque después, pudiendo libertarse,
darse a todos, sin interés ni esfuerzo,
asumen la condición de pájaros comunes.
Hay almas que se nutren a la sombra de todos
con los apetecidos metales de la sangre,
de cuantos, humanamente sanos, confiados,
se acercan a su espacio
para entregarse solos a su gran apetencia.
V
Es posible que el árbol sepa entonces
que atado definitivamente al mar de soledad que habita
carece de toda libertad
para decir las cosas que humanamente vive repitiendo.
Es posible, oh Dios, crecer cada domingo en
(desmedido arroyo de alabanzas.
Es posible, oh vida, que el árbol de la sangre se derrame
y el universo todo de mi isla sea pequeño para
(su inacabado límite.
Es posible, oh sangre, que dolorosas hebras
formulen una noche más honda que la nuestra.
Pero también, oh libertad, es posible
que el árbol conmovido, tomando agudas fuerzas,
-no sé de dónde-, acierte en una furia libertada
y con ello motive su justo crecimiento.
VI
Porque las raíces de los árboles todos
pululan en lo oscuro,
en el vientre crecido de la tierra.
Porque una lluvia de hombres se traduce
en finísimo polvo,
la tierra estará llena de raíces amargas,
de inacabados ríos de lágrimas.
La alegría de los frutos,
la rosa regalada,
la humedad de los huertos,
la fiesta de oro de los días alegres
ignoran la raíz,
su propiedad de abeja,
porque la raíz es un árbol de sombras,
es un árbol de sombra rodeado de oscuro.
Pero todas las humanas raíces se aúnan
(en un río de trabajo
en la noche completa del árbol.
Y la madre de todas, las amorosas madres
esperan una muerte,
una ola de savia en fruto consumada,
su semejante amando, que respire unidad
en un río subterráneo interminablemente largo,
como una noche más en la noche de todos.
Definición del árbol
I
Es natural que el árbol abandone su cuerpo.
Mariposa de tránsito, venturoso existir
de la hebra pura,
el árbol que yo canto es una débil llama,
un alma vegetal que se elabora apenas.
Herida por el goce la savia,
donde habita,
desnuda la corriente de su madera toda
para que un mar posible de sombras la sitúe.
El árbol sabe entonces,
que la raíz de aire de sus ramas
asciende, sostenida en atinada claridad de sombras,
de otra raíz oculta.
II
Canto el árbol a solas
en la sangre,
el árbol que se escapa
por la herida del cuerpo.
Canto el árbol azul de la ignorancia
que me recorre entero,
árbol de sombras sólo,
de oscuridad exacta.
Canto para cantarme,
para cantar el árbol en que habito,
la dulce morada solitaria
del cuerpo que me tiene.
Canto porque deseo,
porque quiero vivir, amar,
andar libre,
sin peso por el árbol.
III
Cuando ama el árbol se deshace, huye,
proclama su levedad de hojas,
publicación de verdes regalados o canción diluida,
deleite de su rama carnal,
de su escondrijo de azuladas raíces en espera.
Cuando ama el árbol se diluye
en alegre corriente de la madera dulce.
Cuando ama el árbol del amor...
Hueco de soledad que te pronuncia a solas,
quizás, el árbol del amor duerme en olvido,
en apretada soledad más pura.
Porque el oro de mi risa no basta para llenar su límite,
se abre como un sol
para ofrecerse entero cuando ama,
el árbol del amor.
IV
Hay almas que no mueren en las hojas del canto
aunque no encuentren otra manera posible de escapar,
aunque no exista otro refugio,
apetecido vaso, ardido recipiente,
olorosa unidad de carne viva que ocupe su lugar,
su desmedido espacio, porque una muerte existe
en cada hoja vacía de sustancia,
y una huidiza llama.
Hay almas que se pudren en las hojas del
(cuerpo por su origen oscuro,
porque después, pudiendo libertarse,
darse a todos, sin interés ni esfuerzo,
asumen la condición de pájaros comunes.
Hay almas que se nutren a la sombra de todos
con los apetecidos metales de la sangre,
de cuantos, humanamente sanos, confiados,
se acercan a su espacio
para entregarse solos a su gran apetencia.
V
Es posible que el árbol sepa entonces
que atado definitivamente al mar de soledad que habita
carece de toda libertad
para decir las cosas que humanamente vive repitiendo.
Es posible, oh Dios, crecer cada domingo en
(desmedido arroyo de alabanzas.
Es posible, oh vida, que el árbol de la sangre se derrame
y el universo todo de mi isla sea pequeño para
(su inacabado límite.
Es posible, oh sangre, que dolorosas hebras
formulen una noche más honda que la nuestra.
Pero también, oh libertad, es posible
que el árbol conmovido, tomando agudas fuerzas,
-no sé de dónde-, acierte en una furia libertada
y con ello motive su justo crecimiento.
VI
Porque las raíces de los árboles todos
pululan en lo oscuro,
en el vientre crecido de la tierra.
Porque una lluvia de hombres se traduce
en finísimo polvo,
la tierra estará llena de raíces amargas,
de inacabados ríos de lágrimas.
La alegría de los frutos,
la rosa regalada,
la humedad de los huertos,
la fiesta de oro de los días alegres
ignoran la raíz,
su propiedad de abeja,
porque la raíz es un árbol de sombras,
es un árbol de sombra rodeado de oscuro.
Pero todas las humanas raíces se aúnan
(en un río de trabajo
en la noche completa del árbol.
Y la madre de todas, las amorosas madres
esperan una muerte,
una ola de savia en fruto consumada,
su semejante amando, que respire unidad
en un río subterráneo interminablemente largo,
como una noche más en la noche de todos.
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