sábado, 20 de julio de 2024

LAURA ARAGÓ, en la Vanguardia-enero24
La velocidad de un árbol: los bosques huyen del cambio climático
Dolors Rodríguez, guarda forestal del Montseny, observa con prismáticos un grupo de pinos rojos muertos. Foto: Xavier Cervera
En el Montseny hay cadáveres de cinco metros de altura. “Mira, aquí los tenemos”, señala Dolors Rodríguez al doblar la curva. Clava el freno de mano y detiene la furgoneta blanca al margen del camino. En frente, una masa arbolada peina la ladera de la montaña. “Veis esas manchas rojas? —pregunta la guarda forestal mientras señala un puñado de copas desnudas que emerge entre el verde— “son pinos rojos muertos.” La sequía los ha matado. La crisis climática ha iniciado un éxodo silencioso de los bosques europeos: el calentamiento global provoca que las áreas de crecimiento de los árboles se trasladen hacia al norte, según muestran las proyecciones de EU-Trees-4Future, un consorcio de investigación europeo.
     Los árboles no migran como los animales pero se desplazan lentamente a través de su regeneración: los ejemplares en latitudes más bajas mueren y crecen otras más altas, donde sus condiciones para sobrevivir y reproducirse son mejores. Bajo la sombra de esos pinos rojos muertos ahora se asoman pequeños ejemplares de encinas, imperceptibles desde lejos. “No podemos adivinar el futuro, pero el sotobosque nos da pistas de cómo vamos a estar dentro de unos años”, añade Dolors. Y se avecinan cambios. Para finales de siglo, la crisis climática por sí sola alterará sustancialmente la distribución de las áreas adecuadas para la mayoría de las especies de árboles europeos, generando graves desajustes entre los nichos de las especies y las condiciones climáticas locales. El pino rojo es una de las especies que está condenada a desaparecer del sur de Europa antes de fin de siglo.

Cambio de hábitat del pino rojo
Proyección de la distribución del pino silvestre según su hábitat idóneo para finales de siglo



     Los procesos de transformación de los bosques son extremadamente lentos: “las consecuencias de lo que ocurre hoy las vamos a ver dentro de muchos años”, advierte Jordi Vayreda, investigador en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF). Los bosques, como en el Montseny, cubren el 35 % del territorio de la UE y desempeñan un papel económico y ecológico fundamental. Además de su contribución a la biodiversidad, los bosques son grandes sumideros de carbono, reguladores de agua y el hogar de miles de especies.
     Si el aumento paulatino de la temperatura ya dificulta la supervivencia de los árboles, los episodios extremos —como la sequía prolongada de ahora— todavía más. Redefinen a golpe de timón el futuro de los bosques: no dan margen a las especies a recuperarse y provocan la mortalidad masiva de ejemplares. “Estos episodios determinan la supervivencia, la presencia o la ausencia de una especie”, cuenta Michele Bozzano jefe del de los estudios del mediterráneo del Instituto Forestal Europeo (EFI), un organismo que trabaja para convertir el conocimiento científico en recomendaciones para los gestores forestales.
       Estos eventos cada vez más frecuentes, severos y duraderos por el cambio climático, atacan el corazón de los ecosistemas y sacuden su equilibrio. Muchas veces no es el evento en sí sino sus consecuencias: tras tres años de sequía los árboles se debilitan y son atacados por plagas de hongos e insectos.

     “En algún momento el equilibrio se romperá: serán tres meses, de sequía, una helada tardía o un invierno demasiado cálido pero llegará un momento que toda la población de una especie desaparecerá de un día para otro”, advierte Bozzano, desde las oficinas de EFI, en el corazón del Hospital de Sant Pau.
      La clave para evitar que este proceso de transformación de la masa forestal se rompa es hacerla más resiliente. Magda Bou Dagher Kharrat, principal investigadora del área mediterránea del EFI, defiende que hay que asegurar que cada bosque tenga la diversidad que le permita sobrevivir. “Es lo que da a los bosques la capacidad de adaptarse a los golpes climáticos”, explica la investigadora.
     “Sobre terreno la gestión es más complicada”, cuenta Daniel Guinart, biólogo y director de conservación del Parc del Montseny. Desde la masia Mariona, enclavada a los pies del Turó del Home, Guinart defiende un bosque con diversidad de especies autóctonas que resistan el cambio climático y un bosque maduro que necesite menos agua.
     “Somos conscientes que las sequías prolongadas van a ser habituales y por esto promovemos reducir la densidad del bosque”, detalla Guinart. Esto permite reducir la competencia ante la falta de agua y asegurar que los ejemplares que se quedan tengan más posibilidades de sobrevivir.
     A efectos de gestión forestal también significa eliminar las plantaciones de especies exóticas, que al estar menos adaptadas al clima actual resisten peor los episodios de sequía, y reemplazarlos por otras más resilientes. En un parque donde tan solo un 20% de la masa forestal es pública, el margen de acción se complica.
      Durante el siglo pasado fincas privadas del Montseny promovieron las plantaciones de abeto douglas, una especie de Canadá con un gran rendimiento económico. Con el cambio climático, estas especies están teniendo dificultades para sobrevivir y es mejor apostar por otras más resilientes.
     Dolors retoma la marcha y conduce cuesta abajo el camino que serpentea la vertiente sur de la montaña. La fotografía actual del Montseny no se puede explicar sin los cambios de uso tradicional de la montaña. Más arriba de las copas de los pinos muertos, en lo alto de las colinas el abandono de los prados de pastura ha dejado vía libre a los hayedos. “Cada año el bosque, que requiere más agua que un campo, le gana metros a los prados”, cuenta Dolors, que lleva más de tres décadas observando estos bosques. “Somos los ojos, los oídos y la nariz del parque: y ahora el parque tiene sed.”
Metodología

     Para elaborar los mapas de las especies de árboles se han tomado como referencia las siguientes especies: Abies Alba (Abeto), Quercus Ilex (Encina), Quercus Robur (Roble), Pinus Sylvestris (Pino Rojo), Fagus Sylvatica (Haya) y Olea Europaea (Olivo).
     Para hacer la comparación entre sus áreas de distribución, se ha tomado como referencia las proyecciones elaboradas por EU-Trees4F para 2095. En concreto se ha tomado como referencia el modelo "climatic-ensamble" para el escenario RCP 4.5, también conocido por business-as-usual como referencia a que es el escenario más probable si continuan las emisiones actuales.

Lo hemos leído aquí, donde se pueden ver diferentes mapas con el haya, encina, roble, pino y olivo.

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