viernes, 8 de abril de 2022

En práctica el método de Akira Miyawaki, en Getafe

SUSANA SERRANO, en "El Salto"-Ecología (mar-22)
Un proyecto vecinal en Getafe convierte una escombrera en un mini bosque rodeado de encinas

El proyecto Alba, Acción Local por un Bosque Autóctono, planta el primer Bosque Miyawaki de España para generar oxígeno, neutralizar CO2, crear biodiversidad y subir la autoestima de Perales del Río (Getafe, Madrid) con un proyecto del que sentir orgullo.

Fotografías cedidas por Proyecto Alba de Perales del Río
“Era un terreno de cascotes, cuando hincabas la azada saltaban las chispas y ahora la tierra ya está repleta de lombrices”. Vecinos y vecinas de Perales del Río, un barrio de Getafe “al sur del sur de Madrid”, han trabajado duro para invitar a la naturaleza de vuelta y, para ello, han plantado el primer Bosque Miyawaki en nuestro país, recuperando y dando valor a un terreno baldío, deforestado y abandonado.
      Parte de su trabajo se ha basado en el método creado por el botánico japonés Akira Miyawaki, especialista en el estudio de semillas, bosques naturales y la restauración de vegetación natural en suelos degradados que ideó este proceso de restablecimiento de suelos y creación de bosques nativos que crecen hasta diez veces más rápido que un bosque tradicional.
      Para plantar un bosque miyawaki se necesita un terreno, que puede ser pequeño, desde 100 m², del que se analizan sus carencias y para el que se busca en la región la biomasa necesaria para suplirlas, sin usar pesticidas ni productos añadidos. Se identifican las plantas autóctonas que se adaptan al clima y tipo de terreno del lugar, y se plantan con una gran densidad. El alto número de ejemplares, de árboles y arbustos, provoca una gran competencia entre ellas, hasta tal punto que en solo ocho meses no permiten que la luz llegue al suelo, de modo que se protege la humedad y el humus producido por las hojas que caen al terreno. También acelera el crecimiento: un bosque que podía tardar en crecer 100 años lo hace en solo 10.


     Vito, maestra jubilada; Natalia, profesora de Filosofía en un instituto de secundaria, y Lidia, empresaria, son vecinas de Perales del Río y las propulsoras del Proyecto Alba. Comparten detalles de la particular experiencia de su bosque miyawaki, que ocupa una superficie de 300m². Dicen sentirse motivadas por “el aliento que te da la naturaleza y las buenas amistades, y saber que estás haciendo algo insustituible, que no hay nada mejor” expone Vito. Lidia, la persona que tuvo la idea de plantar siguiendo esta innovadora técnica, nos comenta, “me enteré de este método que trata de dar un respiro a las ciudades, un mini bosque que cabe en cualquier sitio, que crea biodiversidad, sumidero de CO2, generador de oxígeno”. La idea es imitar a la naturaleza, “si dejas obrar a las plantas, no crecen en hileras ni monocultivos, crece todo variado; por eso plantamos especies que se dan bien en este terreno y son autóctonas, llevan aquí siglos; no ponemos otras como un platanero, por ejemplo, con menos posibilidades de sobrevivir”.
     Su “historia de amor con la naturaleza” se remonta a 2019 cuando se suman a la “gran bellotada ibérica”. Solicitan terreno al Ayuntamiento de Getafe, que les cede un suelo y acceso a un punto de agua, y comienzan el trabajo de información y sensibilización en el barrio, del que surge una red social dinamizada en el Centro Cívico, “que nos facilitó llegar a mucha gente del barrio: familias, niños, jóvenes, llegando a casi todo el tejido social”, narra Natalia. Juntos comienzan a plantar y a cuidar bellotas, hasta ahora, que ya cuentan con 350 ejemplares entre encinas y coscojas; antes, prepararon el terreno con nutrientes porque el suelo era muy árido y “allí no podía crecer nada”.  
     Con maquinaria municipal del Ayuntamiento de Getafe rompieron el suelo que estaba muy compactado y duro, y retiraron manualmente el escombro que permanecía semi oculto; recuperaron troncos de árboles caídos del paso de la borrasca Filomena para ponerlos al servicio de la naturaleza nuevamente, y construir con ellos una puerta y una hilera con una malla anti conejos enterrada en el suelo para vallar todo el contorno de la superficie. Para nutrir el suelo lo enriquecieron en una primera etapa con la materia orgánica donada por una yeguada del barrio y luego plantaron siguiendo las instrucciones de Miyawaki.  
     Ahora mismo acaban de ampliar el bosque, que ya cuenta con 2.600 plantas entre las que se encuentran árboles —encinas, coscojas, quejigo, alcornoque y álamo blanco—, especies arbustivas o trepadoras —majuelo, Rhamnus catharticus, Osyris alba, vid silvestre y algo de Rhamnus alaternus, jaguarzo, cornejo, escaramujo, labiérnago y  olivillo— y, como cobertura del suelo, han plantado jara, tomillo, lavanda, romero, algo de cantueso y mejorana silvestre. Los viveros que han donado sus plantas para el bosque miyawaki han sido los del Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA), la Consejería de Medio Ambiente de la Comunidad Autónoma de Madrid (CAM), la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono (ARBA) y otras asociaciones ecologistas del municipio de Getafe.  
     Después de plantar, han aplicado una cobertura de broza triturada de podas municipales para prolongar la humedad y el enriquecimiento del suelo gracias a su progresiva descomposición” y 20 kilos de un producto natural, donado por Biopolym Ibérica una empresa granadina, que suscita la micorriza, la simbiosis entre un hongo y las raíces de una planta, “las redes de colaboración que alimentamos por encima de la tierra, también las llevamos a las raíces”, afirma entusiasmada Natalia.

El bosque transforma al barrio, tejiendo redes

     El Proyecto Alba tiene tres objetivos fundamentales. El principal es la sensibilización de la vecindad en su barrio en relación a temas medioambientales, pero también lo son el desarrollo sostenible —acción por el clima a través del cuidado de los ecosistemas— y crear redes facilitando lazos de coordinación con asociaciones y colectivos para sumar sinergias.
     Han participado activamente en información y sensibilización en las aulas de los centros escolares del barrio sobre los efectos del cambio climático y los posibles compromisos locales para revertir sus efectos, “y con el mismo propósito hemos recibido a numerosos grupos escolares y universitarios en nuestro vivero, con la riqueza añadida de ver con sus propios ojos el proceso completo desde la siembra hasta su trasplante”, afirma orgullosa Natalia.
     El Ayuntamiento de Getafe ha recibido por el Proyecto Alba el Segundo Premio a nivel nacional de la Federación Española de Municipios y Provincias, en reconocimiento a las buenas prácticas por la red establecida con instituciones y asociaciones amigas. “El reconocimiento significa mucho”, explica Natalia, que añade que la idiosincrasia del barrio es muy particular al estar rodeado de depuradoras y con un tramo del Río Manzanares muy degradado. “El concepto que tienen las personas que viven en Perales del Río es muy negativo, casi deprimente, de que vivimos en el sur del sur de Madrid por donde viene toda la mierda, literalmente; viene por el río y las depuradoras no limpian adecuadamente”.
     Este vecindario, al ver su barrio relacionado “con algo chulo y potente que sale por la televisión con un contenido positivo”, contrarresta los titulares habituales dedicados a los mosquitos de Perales, la suciedad del río que pasa por Perales, etc. “Esto es precioso, genera apego al barrio en el que vives, te sube la autoestima porque aquí está pasando algo que vale la pena contar, algo de lo que sentirse orgulloso”.

Nos encontramos en la cuenta atrás climática, no tenemos un planeta B 

     Existen detractores del método Miyawaki que advierten de una mortalidad de los árboles de entre el 61 y el 84 % después de doce años. Vito señala la posibilidad de que entre las 45 especies que han plantado, solo un 10% sobreviva, “pero el tamaño del bosque seguirá siendo el mismo y se habrá conseguido generar oxígeno”.
     Las tres compañeras coinciden en que la situación actual, después de un año de la primera plantación, es muy positiva, “las plantas y los árboles tienen un crecimiento lento, pero no los arbustos; en un año ya hemos tenido flores de jara, romero, tomillo, lavanda y mejorana, empezamos a ver mariposas, pequeños insectos, aves”. Entienden que habrá especies que tarden más en crecer y que la sombra empobrezca a otras que han crecido muy rápido al principio y luego se queden paradas, “pero esta es la supervivencia y la superación del bosque, las plantas están creando suelo y atrayendo vida”. (...)     
     El proyecto Alba se ha vinculado con la Plataforma Salvemos el Río Manzanares, y también han constituido ARBA además de formar parte muy comprometida de la Mesa del Árbol y participar en el Consejo de sostenibilidad y medio ambiente del ayuntamiento de Getafe. Entienden que, después de la borrasca Filomena, la ciudadanía encuentra necesario que el Ayuntamiento de Getafe y todos los Ayuntamientos de Madrid se tomen en serio el tema del arbolado y los parques, las aceras y los espacios periurbanos, y por ello esperan que las instituciones estén a la altura de las circunstancias y apoyen iniciativas reales y prácticas “y no megaproyectos con muy poco criterio de repoblaciones que luego no tienen continuidad y se secan, esconden inversiones que no son reales para la naturaleza”.

     El fenómeno es imparable y su trabajo resuena en otras organizaciones y colectivos “que han contactado con el Proyecto Alba porque tienen interés en saber cómo hemos hecho: en Alcobendas - San Sebastián de los Reyes quieren plantar otro bosque Miyawaki, un equipo del barrio de la Hortaleza de Madrid ha venido a aprender, el sábado vino el técnico de medio ambiente de Valdemoro para ver lo que hacemos”. Javier Peña del proyecto ecologista divulgativo Hope! visitó Perales del Río para aprender sobre el método Miyawaki, pues con la Fundación Hope acción climática, recientemente creada, quieren hacer un ensayo de distintas técnicas de restauración de ecosistemas; “Las técnicas se diseñarán mediante un proceso participativo entre distintos/as expertos en ecología y cambio climático entre los que están Fernando Valladares presidente de la fundación”, nos cuenta Natalia. 
     El colectivo ha superado su principal reto el riego de las plantas durante el verano en dos ocasiones: “Hacemos turnos de tal manera que las encinas y arbustos se riegan semanalmente, y el Miyawaki y el vivero dos veces a la semana”, explica Lidia. “Es difícil coordinarse para regar durante el largo y caluroso verano, pero somos un grupo cohesionado y no nos cogemos las vacaciones a la vez, hay mucha disposición y cariño, esto con trabajadores municipales sería imposible”. Vito aclara que el grupo tiene muy claro que su propósito no es el de hacer parques, “para eso están los jardineros”, y que no son mano de obra del ayuntamiento: “Tampoco somos voluntarios, el voluntariado se practica con una organización que te pide que te sumes a una acción determinada, nosotras somos activistas de primera base”. 
     Les gustaría llegar a materializar un acuerdo formal con el Ayuntamiento para saber que pueden asumir en el futuro porque todavía queda mantenimiento del bosque, como el riego. Tienen un cuadernillo con muchos proyectos: quieren plantar almendros y olmos en los paseos ciclistas, mejorar un paseo en una vía pecuaria, “pero ni somos funcionarias municipales ni tenemos todas las cartas del juego, los árboles necesitan entre tres y cuatro años de riego así que necesitamos acuerdos para que nuestra labor colectiva esté a salvo sea cual sea el partido que esté en el Gobierno”, resume Vito.

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