viernes, 16 de julio de 2021

Drago de las Meleguinas, una despedida, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA (Ing. téc. forestal)
Drago de las Meleguinas, ¿el más viejo del mundo?

De los árboles propios del relieve forestal canario, el drago es sin duda uno de los más renombrados, pero no sólo en Canarias, sino también fuera de nuestras fronteras. En ciudades europeas e, incluso, australianas existen individuos ya centenarios de este símbolo de nuestra identidad biogeográfica.
     Hablar de dragos es siempre especial, es como comprimir en un mismo instante prehistoria con actualidad, mitología y realidad. Su porte troglodita nos invita a recorrer la fantasía recreada en los escenarios jurásicos, toda vez que su roja savia o sangre, al oxidarse por contacto con el aire, sirvió como panacea curativa, así como argumento para alimentar leyendas entre caballeros y dragones. 

     Pero por muy cercano o común que este árbol nos parezca, lo cierto es que, tanto Dracaena draco como Dracaena tamaranae son hoy por hoy tan escasos en el medio natural, que ambos comparten el letrero de estar en “peligro de extinción”. El primero de ellos, pese a haber habitado de manera salvaje en varias islas, sólo resiste en algunos riscos del norte de Tenerife, y el segundo, D. tamaranae, también ocupa inaccesibles escarpes en el suroeste de Gran Canaria. Pero también cabe preguntarse la posibilidad de que algunos dragos salvajes fueran engullidos por la civilización. Y en caso positivo ¿Es posible que algunos hayan llegado a nuestros días?

La edad de los dragos
     La repuesta a esta pregunta es compleja, puesto que científicamente no podemos conocer la edad. Además, el desarrollo del drago fuera de los paredones rocosos, es decir, con mayor riqueza de sustrato, resulta mucho más acelerado. No obstante, para el cálculo de la edad existe un método estimativo que suele funcionar bien con los ejemplares cultivados. Esta técnica de observación asimila un tramo de aproximadamente 15 años por cada periodo floral que, a su vez, suele coincidir con la división entre las ramas. Para el caso de ejemplares silvestres, es muy aventurado estimar una cifra entre periodos florales, pero con toda seguridad sería muy superior a los 15 años.
     No es desventurado afirmar que el Drago de Icod de los Vinos, en Tenerife, es un ejemplar salvaje que acabó civilizándose. Sin duda el drago más visitado del mundo, con 24 periodos florales y casi 20 metros de altura, es uno de los ancianos representantes de la especie. Su crecimiento en un suelo adecuado ha dotado a este icono canario de las proporciones más enormes conocidas para la especie.

Pereció en 2014
      Por su parte, en la isla de Gran Canaria, casi con toda probabilidad parece que otro drago salvaje también se vio superado por la frontera del progreso humano, que no natural: el Drago de Las Meleguinas, en Santa Brígida. Lamentablemente hoy solo cabe hablar en pasado de este otro drago, pues fue pereciendo lentamente durante 2014. Crecía en la coordenada 28º 02´21´´N y 19º29`58 ´´W muy cerca del cauce del antiguo río Guinigüada.
     Este ejemplar de aspecto famélico, toda vez que salvaje, tenía una altura de solo 12 metros y un tronco que ni siquiera llegaba a un metro de perímetro. El drago crecía sobre una superficie rocosa con poco suelo, circunstancia que debió ralentizar su crecimiento. Rafael Almeida, gran experto en dragos, constata que “comparándolo con una foto de 1930, no se aprecian cambios significativos, salvo en el entorno”.
El flaco Drago de Las Meleguinas era un árbol poco conocido, y no hubiera pasado tan desapercibido, de no integrarse en la zona ajardinada del complejo denominado Las Grutas de Artiles.
     De cualquier modo, lo verdaderamente destacable de este individuo era su edad, pues con nada menos que 29 periodos florales le correspondería el honor de ser el drago más viejo del mundo. Sus vetustas ramas todavía destilan sangre entre grandes heridas y marcas de hongos, denotando el carácter añejo y obligado de la marca del tiempo. Otra muestra de su avanzada edad es la de no haber gastado su escasa energía en ramificar con las últimas floraciones, característica también observada en dragos antiguos.
     Su esqueleto todavía persistirá por un corto espacio de tiempo ya que acabará sin dejar huella como hacen los árboles que no producen madera. Tan solo una pequeña vinagrera, nacida sobre la primera ramificación le da un insignificante tono verde sobre el gris seco. No conocemos las causas reales de su muerte, como tampoco sabemos de manera fidedigna cuántas generaciones habrá visto pasar por delante este matusalén con corteza de dinosaurio. Este meritorio ejemplar, que ya descansa en el Valjala de los dragos, quizás fuera testigo excepcional de épicas ofensivas entre conquistadores y protectores de la tierra, y quién sabe si también de flirteos o romances entre caballeros y princesas.

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