sábado, 8 de diciembre de 2018

El drago más clásico, del cronista de Canarias

JUAN GUZMÁN OJEDA, Ing. Técn. Forestal
El Drago de Icod, la bestia forestal más famosa y visitada 

Postal coloreada de principios del siglo XX con el Drago de Icod de los Vinos y la iglesia de San Marcos
Resulta cuanto menos sugerente el nombre que Domenico Vandelli estableció en 1767, cuando bautizó al género botánico Dracaena. La inspiración de este naturalista italiano para relacionar a esta planta con el mundo sobrenatural se basa en la particular forma estructural del drago, asimilando dicha arquitectura a los monstruos de varias cabezas. Vandelli no hizo sino beber de la tradición romana del Jardín de las Hespérides, pero también logró transmitir el aura mitológica y primitiva de los dragones a este tipo de vida vegetal. Dracaena draco acrecienta, si cabe, este aura, al reseñar a tan fabulosa criatura tanto en el género como en la especie.
     En una colección técnica como es “Arboles de Canarias” no podía faltar el más clásico entre los clásicos. Nos ocupamos aquí del ejemplar más reputado de nuestra sorprendente flora. No obstante, la celebridad del Drago de Icod de los Vinos (28º 21´ 59″ N y 16º 43´ 20 “W), en Tenerife, viene directamente a contrastar con el verdadero estado de conservación de la especie. Pese a su facilidad reproductiva, lo cierto es que Dracaena draco es cada vez menos frecuente en estado salvaje. De hecho, es más abundante en el vecino Marruecos –aunque se haya clasificado como una subespecie–. La biología particular de los dragos en la que floración- fructificación-ramificación no se produce todos los años, es una característica que no colabora especialmente a perpetuar la especie.

Nacido en la naturaleza
      Es un hecho más que probable que los máximos gigantes de Dracaena draco conocidos, nos referimos al de Icod y al del Jardín de Franchy, nacieran en plena naturaleza y luego fueran poco a poco absorbidos por la civilización. Se dice, aunque tampoco existe constancia irrefutable, que el del Jardín de Franchy en La Orotava –ubicado muy cerca del actual Centro de Interpretación del Parque Nacional del Teide– era más ancho y algo más alto. Actualmente no es posible establecer estas comparaciones ya que el de La Orotava terminó por caer en 1867; del mismo aún se conserva un trozo de corteza en las vitrinas del Jardín Botánico de Kew (Londres). Ambos árboles presentaban portes diferentes, el de Icod es de figura simétrica y armoniosa, mientras que el del Jardín de Franchy ofrecía finalmente una copa escalonada, posiblemente a consecuencia de las batallas libradas contra el viento.
      El Drago de Icod nació al borde del barranco conocido como El Río y en la actualidad se encuentra arropado del viento por las casas de la propia “Ciudad del Drago”. Según nos cuenta Juan Manuel Luis, técnico municipal que lo cuida, sería la iglesia de San Marcos la que llega a protegerlo de los vientos más indeseados.

El peso de la floración, con más de 1.500 ramas florales (aproximadamente unas 450.000 semillas) se ha llegado a estimar en tres toneladas y media. Foto de los años veinte del siglo XX
     El Drago de Icod de los Vinos es el mayor “Dragón de Canarias”. Esta mole vegetal (se le calculan 80 Tm) presenta una copa que quita el hipo, toda vez que desafía descaradamente la fuerza de la gravedad. Su base, con un perímetro de 20,25 metros, ejerce la necesaria función de contrapeso. Luego se estrecha en un solo tronco y a los ocho metros comienza a dividirse, primero en ocho y luego exponencialmente y con la aleatoriedad de la naturaleza, hasta que con sus 25 floraciones-ramificaciones principales alcanza los 21 metros de altura total.
 

Aspecto arcaico y primitivo
      Sus primeras ramas son de grueso calibre y en la base de las mismas destacan múltiples raíces aéreas que cuelgan, o bien se funden sobre el tronco principal. Éstas dotan al ejemplar de una notoria vistosidad, imprimiéndole un aspecto ciertamente arcaico y primitivo.
     Volviendo sobre su floración-ramificación hemos de decir que son varios los años en que florece parcialmente, por ejemplo en 2015 ha florecido en el sector sur, mientras que la última floración denominada como completa fue en 2012. El drago ha llegado a presentar floraciones completas en ciclos relativamente cortos, por debajo incluso de los cinco años. El peso de la floración, con más de 1.500 ramas florales –aproximadamente unas 450.000 semillas– se ha llegado a estimar en tres toneladas y media.
     Sobre los años 30 del pasado siglo XX –siendo ya de propiedad municipal– y ante la pérdida de varias raíces basales y de heridas u oquedades cubiertas con piedras, se realizó una reconstrucción con cemento, operación dirigida por un botánico vasco. En 1985, de la mano del arboricultor K. Allen y por iniciativa municipal, se acometieron acciones muy importantes: se rompieron las paredes de cemento y se quitaron piedras para acceder al hueco interior con la intención de sanearlo –e impedir la proliferación de más plagas y enfermedades–, así como para la extracción de múltiples basuras, ¡hasta unos zapatos parece que se encontraron!
     En este espacio interior, en el que caben hasta cinco personas de pie y mide más de cuatro metros de alto, se instalaron sensores y reguladores de humedad y temperatura. Algunas oquedades se han cubierto con mallazo, para dirigir las raíces y reconstruir el tronco exterior. La entrada al hueco central se encuentra abierta pero, al situarse en la cara norte del árbol, coincide con la parte que queda más oculta al visitante.
     Hace poco más de un año el prestigioso canal de televisión Discovery Max anunció que el drago se encontraba agonizando debido a la existencia del hueco interno. Pudiera pensarse que la existencia de esta cavidad responda a causas más bien artificiales, al menos en parte, no en vano llegó a servir de corral de cabras. Se sabe que el del Jardín de Franchy también estaba hueco, así como el de Siete Fuentes (Los Realejos, Tenerife), ejemplar contemporáneo también sobresaliente.

Tejido fibroso y esponjoso
      En el mundo vegetal muchas frondosas, cuando entran en edad avanzada, ahuecan su tronco principal –su parte más antigua–, no así las coníferas que lo convierten en madera impregnada de resina, impidiendo la putrefacción y ganando estabilidad. El caso del drago es algo más particular, pues aunque se trate de una frondosa no produce madera propiamente dicha, sino un tejido fibroso y esponjoso, con mayor o menor grado de dureza según su disposición fisiológica. Además, el drago lo que hace es cubrirse de nuevas capas o cortezas, desde arriba hacia abajo, en un proceso de metamorfosis y rejuvenecimiento tan lento que resulta inapreciable para nuestro ojo.
     Los estudios de estabilidad practicados en 1995 (Universidad de Stuttgart) y un estudio dieléctrico –una especie de electro para corroborar partes vivas y muertas– realizado en 2011 (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC) auguran todavía mucha estabilidad y salud.
     El entorno de esta maravilla vegetal ha sufrido muchas transformaciones: deforestado su entorno termófilo pasó a ser un habitante más de la tierra de cultivo y, quizás, pasto, y más tarde formó parte de una finca dedicada a las plataneras. Su primera protección fue un murete de piedras; luego, un vallado bajo, coincidiendo con la carretera que, hasta 1993, pasó demasiado cerca de su base. Las raíces se vieron seriamente perjudicadas por la carretera y el drago resultaba demasiado accesible, llegando a ser en ocasiones víctima de actos vandálicos –fueron los peores años para nuestro amigo–.
      El proyecto del Parque del Drago comenzó a mentarse en los años 40, pero no fraguó hasta finales de los 90. La Casa Museo del Drago lleva varios años en construcción y su aspiración es convertirse en el centro de visitantes de este y otros dragos del mundo.
     El Drago de Icod de los Vinos cuenta, desde 1993, con un comité de expertos asesores donde se encuentran representadas las más prestigiosas de nuestras instituciones. El técnico que tiene el honor diario de velar por la salud de este espécimen, Juan Manuel Luis, nos cuenta que la intención es ir poco a poco retirando las piezas de cemento que todavía le quedan, pero que no se puede hacer de manera drástica, pues puede resultar traumático para este anciano vegetal. También nos cuenta que el mayor problema de gestión es que no hay otras experiencias o referencias para comparar. Opina que sería muy útil poder contar con una réplica digital lo más fiel y realista posible, sobre todo para poder ensayar pruebas de estática.

Controversia por su edad
     
Respecto a su edad, es cierto que existe cierta controversia. El nivel de desacuerdo es tal, que la comunidad científica se encuentra dividida. Mientras un grupo de expertos –quizás más numeroso– le atribuyen una edad aproximada de 650 años, basados en la teoría de los periodos florales, en el otro extremo están los que lo sitúan próximo a los 2.000 años, apoyados en la teoría de la medición-evolución de las raíces troncales.
     La verdad es que cuesta creer que esta presencia, de obnubilante estampa, no encierre por lo menos mil años. Como señala el columnista Álvaro Fajardo, enfrentando sentimiento y ciencia, “resulta desconcertante que sean los propios científicos canarios los que rebajen la edad del árbol”. En cualquier caso, y mientras la ciencia no esclarezca este asunto, el Drago de Icod de los Vinos seguirá siendo Milenario, apelativo más que ganado por su apariencia y quién sabe si también por su edad. Lo que sí podemos afirmar es que este ser mitológico, el más voluminoso de su especie, seguirá siendo y con razón, la “bestia forestal” más famosa, visitada y admirada por propios y extraños en este y otros confines del mundo.

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