AGUSTÍ FRANCELLI
La tenaz progresión del almez, en "EL PAÍS"
¿Le gana la partida el almez al plátano en la ciudad? El almez, ya saben: el Celtis australis, ese árbol de tronco grisáceo, de la familia de las ulmáceas, con hojas ovales acuminadas dentadas verde oscuro, que por esta época del año viran al amarillo intenso y caen al suelo en apenas 15 días, tres semanas. En catalán, lledoner, árbol muy noucentista: hay un bonito poema de Tomàs Garcés, titulado L'ombra del lledoner, al que Eduard Toldrà puso música. Pero no nos vayamos por las ramas. En los alcorques del Eixample, de Sant Antoni a Girona, de Rosselló a Casp, cada vez aparecen más almeces y uno se siente impelido a investigar tan candente cuestión, no sea que estemos asistiendo a una mutación en toda regla del paisaje urbano y el cronista hiciera como si no se enterara.
"No se trata de ninguna invasión de una nueva especie", tranquiliza
Xavier Hernández, responsable de Espais Verds de Barcelona, "pero sí es
cierto que en los últimos 15 años ha habido un avance muy importante de
almeces sobre el arbolado total". Cifras: en 2010 el total de árboles de
la ciudad ascendía a 156.933. La pole position, obviamente, la
ostentaba el plátano, con 47.289 ejemplares, algo más del 30% (en 2002
eran unos 57.000). Por detrás ya venía el almez, con 19.266 ejemplares.
"Más o menos hemos llegado al tope que pretendíamos. Actualmente,
intentamos que ninguna de las especies supere el 15% del total".
Hernández aduce para ello motivos estéticos, de adecuación de la planta
al lugar y también de facilidad de mantenimiento o de contención de las
alergias: es obvio que la variedad limita el efecto devastador de las
plagas, así como también que una menor concentración de polen de
cualquiera que sea el tipo de planta limita las molestas reacciones de
las mucosas.
La tenaz progresión del almez, en "EL PAÍS"
¿Le gana la partida el almez al plátano en la ciudad? El almez, ya saben: el Celtis australis, ese árbol de tronco grisáceo, de la familia de las ulmáceas, con hojas ovales acuminadas dentadas verde oscuro, que por esta época del año viran al amarillo intenso y caen al suelo en apenas 15 días, tres semanas. En catalán, lledoner, árbol muy noucentista: hay un bonito poema de Tomàs Garcés, titulado L'ombra del lledoner, al que Eduard Toldrà puso música. Pero no nos vayamos por las ramas. En los alcorques del Eixample, de Sant Antoni a Girona, de Rosselló a Casp, cada vez aparecen más almeces y uno se siente impelido a investigar tan candente cuestión, no sea que estemos asistiendo a una mutación en toda regla del paisaje urbano y el cronista hiciera como si no se enterara.
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El almez de la plaza de Josep Andreu Abelló |
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Canal du Midi |

"En Barcelona, a partir de 1992, se plantó masivamente. Ahora se va haciendo este trabajo de manera mucho más progresiva, aprovechando las grandes obras de infraestructura, como la línea 9 o las obras del AVE. Somos conscientes de que el cambio de arbolado produce una afectación visual importante". En ese estrecho margen entre lo que conviene desde el punto de vista urbanístico, medioambiental y sanitario, y el valor que los humanos damos al árbol es donde se mueve el equipo municipal de Espais Verds. Ahora que el almez prácticamente ya ha alcanzado su 15% de oro, nuevas especies van a tomar el relevo en la ciudad: las que le van a la zaga, todavía sin embargo a notable distancia, son la acacia del Japón (9.102 ejemplares), la tipuana (6.427), el álamo blanco (6.335) y el Brachychiton (5.862). "El criterio para elegir uno u otro de estos árboles se basa en la anchura de las aceras y la altura de los edificios circundantes, en dar siempre con especies bien adaptadas que exijan pocos recursos hídricos y en potenciar ornamentalmente las floraciones, especialmente en las esquinas", remata Hernández.
Acabamos hablando de las excepciones: los tilos de la Rambla de Catalunya, las encinas de la Diagonal y de la plaza de Catalunya. "No son, desde luego, las mejores especies. El tilo se da mejor en lugares más fríos y la encina, que se adapta muy bien, es de hoja perenne y nosotros preferimos por lo general la caduca, porque arrastra el polvo y en invierno deja libre la insolación de las fachadas. Pero los árboles, ya decíamos, tienen un valor sentimental y patrimonial importante: no cabe pensar en la Rambla de Catalunya sin tilos o en la plaza de Catalunya sin encinas. Ni, por supuesto, en La Rambla sin plátanos".
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