PAMPLONA, Navarra, instala pararrayos en árboles para proteger ejemplares singulares y minimizar riesgos
Base del árbol, rejilla en forma de cola de pez para dispersar la descarga eléctrica
El Ayuntamiento de Pamplona ha iniciado un plan para instalar, de forma progresiva, pararrayos en árboles singulares de distintas zonas de la ciudad.
Los pararrayos: seguridad y patrimonio natural
Además de contribuir a la seguridad de
los ciudadanos y los animales, el valor de estos árboles suele ser muy
alto porque, mas allá de las funciones ecológicas del resto de árboles
(fijar partículas de aire en suspensión, consumir CO2, dar sombra y
mejorar el paisaje), tienen un especial papel en la biodiversidad de la
ciudad albergando en sus troncos especies vegetales y animales
específicas.
Información
Base del árbol, rejilla en forma de cola de pez para dispersar la descarga eléctrica
El Ayuntamiento de Pamplona ha iniciado un plan para instalar, de forma progresiva, pararrayos en árboles singulares de distintas zonas de la ciudad.
Será en aquellos que, según los
técnicos, tienen más posibilidades de verse afectados por el aparato
eléctrico de las tormentas que, especialmente en otoño, primavera y
verano, suelen producir daños en la masa arbórea.
Hay dos objetivos para la puesta en
marcha de este plan. Por un lado estos árboles son ejemplares que por
sus características, y en comparación con otros de su misma especie,
presentan un interés relevante por su valor biológico, estético,
cultural, o por su edad; además, por su especial altura, y porque
destacan sobre las masas arbóreas de las que son parte, tienen una mayor
probabilidad de recibir un rayo.
Por otro, cuando árbol desprotegido
recibe una descarga, esta sale a través de las raíces disipándose en el
suelo y creando a su alrededor el llamado ‘voltaje de paso’ con
capacidad para trasmitírsela a animales y personas de su entorno.
Ya
se ha instalado el primero de los pararrayos y para ello se ha elegido
una de las secuoyas de la Taconera de aproximadamente 40 metros de
altura. Operarios municipales con personal especializado en trepa y
técnicos de la empresa Doctor Árbol, han colocado un pararrayos de cobre
en el ejemplar, de forma que las posibles descargas eléctricas bajen a
una ‘toma de tierra’ que, mediante una parrilla difusora enterrada a una
profundidad de 50 cms., disperse la electricidad evitando daños en el
árbol y en su entorno.
Este tipo de protección lleva casi dos
décadas de funcionamiento en España (Patrimonio Nacional comenzó con
ejemplares del Palacio de La Granja) y está ya está testada en otras
ciudades como Madrid, Granada, Segovia, o Deba o en jardines botánicos
como el de Londres. En EEUU, por ejemplo, hay incluso una normativa
específica de instalación de pararrayos en árboles.
Los pararrayos: seguridad y patrimonio natural
La idea es ir colocando en la docena de
ejemplares seleccionados uno o varios pararrayos (de menor tamaño,
dependiendo de la forma de la copa) fabricados en componentes de cobre.
Tras recibir la descarga, a través de conductores fijados al tronco, la
instalación hará descender la electricidad hasta un elemento soterrado.
Así en vez de dispersar la electricidad través de las raíces o que la
descarga explote dentro del ejemplar, esta se recibe en una parrilla en
forma de ‘espina de pez’ enterrada, que haría de ‘toma de tierra’,
reduciendo el voltaje de paso hasta valores inocuos. Cada uno de estos
pararrayos vendría a costar aproximadamente unos 10.000 euros entre
componentes materiales y trabajo de instalación.
Toma de tierra |
Los dos periodos más habituales en los
que se producen descargas eléctricas con rayos en Pamplona son el otoño,
donde las tormentas vienen con más agua del Noroeste, descargando la
electricidad sobre los árboles de forma superficial, a través de la
corteza y la albura (zona más activa del árbol). Este tipo de afecciones
no suelen suponer lesiones tan graves como las de tormentas de
primavera y verano, ya que en estas estaciones las tormentas que son más
secas y del Sur, producen más rayos de los que explotan dentro del
ejemplar, provocando en muchos casos lesiones irreparables que acaban
con la pérdida de los ejemplares afectados.
En
Pamplona hay historial de daños por rayos y, pese a la aleatoriedad de
las descargas, parece que la mayor afección a la hora de recibir
impactos de rayos recae sobre sequoyas y cedros, aunque que no es la
especie el factor determinante de la susceptibilidad, sino otros como la
altura del árbol, su localización o ubicación.
Los ejemplares dañados más simbólicos
son la sequoya del Palacio de Diputación –ya protegida desde 2007- que
fue alcanzada hace 40 años por un rayo y la sequoya que se encuentra en
el patio interior del INAP (frente a la Catedral), que lo fue hace 13
años y que alcanzaba entonces los 8,3 metros de perímetro.
Pero no hay que irse tan lejos, en los
dos últimos años lo fueron una ‘Secuoya gigante’ en el Parque de
Antoniutti en el mes de junio de 2016 y un cedro gran singularidad en el
Cementerio en agosto de 2015. La valoración de ambos ejemplares ronda
los 70.000 euros (32.860 y 36.786 euros, respectivamente), según el
método de la Norma Granada de la Asociación Española de Parques y
Jardines Públicos.
Pero desde el Servicio de Parques y
Jardines se han detectado más ejemplares afectados –partidos o
quemados-, como un pinsapo en Arantzadi o varios cipreses de la zona del
Cementerio y el parque de la Media Luna.
Árboles singulares y notables catalogados en Pamplona
En Pamplona hay 13 árboles singulares y
notables de ocho especies distintas que están catalogados en grado 1 y
2. De grado 1 son dos secuoyas gigantes (Sequoiadendron giganteum) que
se encuentran en Casco Viejo y Ensanche, y una sofora (Sophora japonica)
en el Casco Viejo.
Los ejemplares catalogados como de grado
2 pertenecen a las especies Castaño de Indias (Aesculus hippocastanum);
Cedro (Cedrus atlantica y Cedrus deodara); Cedro del Líbano (Cedrus
libani); Magnolio (Magnolia grandiflora); Tejo (Taxus baccata) y Tilo
(Tilia europaea). La mayoría de ellos se encuentran en Casco Viejo,
Ciudadela, Taconera, Ensanches y Arantzadi. Hay también en la Taconera
un Fresno (Fraxinus excelsior) que se secó y del que queda el tocón como
recuerdo del árbol.
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