sábado, 29 de junio de 2013

ANTONIO COLINAS (León, 1946)
“Para un nuevo tratado de armonías” 
Rev. Occidente nº 194-195


     “El álamo joven crecía y crecía buscando la luz, superó incluso la altura de la azotea de la casa. Ahora, una mañana, hemos descubierto que el árbol se inclina peligrosamente y que, tarde o temprano, acabará cayendo. Por eso debemos cortarlo. El joven y brioso álamo nos demuestra que no se puede buscar la luz sin que las raíces sean lo suficientemente profundas. El ser –como el álamo- debe crecer en igual medida: hacia arriba y hacia abajo, hacia la luz y hacia las sombras, para no caer derrotado por el exceso” “Recuerdo también ahora otro álamo de mis tierras altas. Crecía en el centro y en la soledad de un páramo. Un día, después de una fuerte tormenta, apareció completamente sin hojas. Todas las hojas estaban sobre el suelo. Había caído sobre él una descarga eléctrica y murió. En este caso el álamo nos prueba que es peligroso ascender demasiado donde todo es desnudez, donde nada asciende. Importante es la armonía con el entorno. “Nada de lo que destaca brilla”, escribió un pensador oriental.” 
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