DAMASO ALONSO (Madrid 1898-1990)
Voz del árbol
¿Qué
me quiere tu mano?
¿Qué
deseas de mí, dime, árbol mío?
...Te impulsaba la brisa: pero el gesto
...Te impulsaba la brisa: pero el gesto
era
tuyo, era tuyo.
Como
el niño, cuajado de ternura
que
le brota en la entraña y que no sabe
expresar,
lentamente, tristemente
me
pasaste la mano por el rostro,me
acarició tu rama.
¡Qué
suavidad había
en
el roce! ¡cuán tersa
Di,
¿qué me quieres, árbol, árbol mío?
La
terca piedra estéril,
concentrada
en su luto
—frenética
mudez o grito inmóvil—,
expresa
duramente,
llega
a decir su duelo
a
fuerza de silencio atesorado.
El
hombre
—oh
agorero croar, oh aullido inútil—
es
voz en viento: sólo voz en aire.
Nunca
el viento y la mar oirán sus quejas.
Ay,
nunca el ciclo entenderá su grito;
nunca,
nunca, los hombres.
Entre
el hombre y la roca,
¡con
qué melancolía
sabes
comunicarme tu tristeza,
árbol,
tú, triste y bueno, tú el más hondo,
el
más oscuro de los seres! ¡Torpe
condensación
soturna
de
tenebrosos jugos minerales,
materia
en suave hervor lento, cerrada
en
voluntad de ser, donde lo inerte
con
ardua afinidad de fuerzas sube
a
total frenesí! ¡Tú, genio, furia,
expresión
de la tierra dolorida,
que
te eriges, agudo, contra el cielo,
como
un ay, como llama,
como
un clamor! Al fin monstruo con brazos,
garras
y cabellera:
¡oh
suave, triste, dulce monstruo verde,
tan
verdemente pensativo,
con
hondura de tiempo,
con
silencio de Dios!
No
sé qué altas señales
lejanas,
de un amor triste y difuso,
de
un gran amor de nieblas y luceros,
traer
querría tu ramita verde
que,
con el viento, ahora
me
está rozando el rostro.
Yo
ignoro su mensaje
profundo.
La he cogido, la he besado.
(Un
largo beso).
¡Mas
no sé qué quieres
decirme!
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